Algunas razones del avance de la ultraderecha en Europa


La ultraderecha llega a nuevos gobierno europeos. Ya lo estaba en Polonia y Hungría y ahora Georgia Meloni , de Hermanos de Italia (el partido sucesor del fascista Movimiento Social Italiano) previsiblemente dirigirá un gobierno con Berlusconi (el inventor del populismo de derechas) y Salvini (también ltraderecha). Y es muy probable que la ultraderecha entre en el gobierno de Suecia.

Es una reencarnación del fascismo, el fascismo 3.0. No son violentos, como los de hace un siglo, pero se basan en la exclusión del otro, del diferente. Aparentemente no ponen en peligro la democracia, pero en Hungría y Polonia han destruido la división de poderes y dinamitado los valores democráticos. En Italia anuncian un reforma constitucional para adoptar un sistema presidencialista, lo que puede ser una vía para la conquista de las instituciones y reformas iliberales.

En cada país hay razones específicas para el de los triunfo electoral de del neofascismo (sistema electoral, problemas políticos propios), pero en toda Europa hay unas constantes comunes.

Las traiciones de la izquierda

En lo último 30 años, la socialdemocracia no ha gobernado para las clases populares y en muchos casos ha abrazado el neoliberalismo (Blair) lo que ha llevado a sociedades cada vez más desiguales. No es raro que sus votantes naturales la den la espalda y opten por la abstención o por una ultraderecha que ofrece revertir la globalización (Le Pen) o solucione económicas mágicas. La izquierda paga un mayor precio por los casos de corrupción que la derecha. También paga caro ignorar los problemas reales, como la difícil integración de la inmigración y la necesidad de políticas específicas.

Las divisiones de la izquierda

El purismo de la izquierda la lleva a la permanente división. lo que la castiga electoralmente y crea desafección en su electorado.

Los errores de la izquierda

Incluso cuando adopta políticas compensatorias de la desigualdad olvida a quien van dirigidas. Por ejemplo, en España el Ingreso Mínimo Vital tiene una tramitación tan farragosa que muchos potenciales beneficiaros ni siquiera lo solicitan. O el cheque de 200 euros para compensar la inflación, que hay que solicitar en la web de la Agencia Tributaria, cuando Hacienda ya tiene esos datos.

La televisión basura

Un estudio académico (que ahora no encuentro) demostró cómo en las regiones italianas en que se iban implantando las televisiones de Berlusconi los votos de la izquierda iban cayendo. Y no se trata solo de sesgo o partidismo informativo -que también- sino sobre todo del efecto entontecedor de la televisión basura y su mensaje consumista e individualista.

La política espectáculo

Hace mucho que la política se hace en los platós. Lo triste es que los parlamentos se conviertan en platós, donde el objeto no es explicar o convencer sino el zasca al contrario y el «y tú más» el ambiente se hace irrespirable… El ciudadano común piensa entonces que todos son iguales y crece la desafección general con la política.

La retórica antisistema

La ultraderecha se presenta como movimientos o partidos antisistema porque hasta ahora no han participado en las instituciones. En una época en que una crisis sigue a otra y con el ascensor social averiado, esa retórica antisistema , que se desarrolla sobre todo en la redes sociales tiene atractivo en buena parte de la juventud.

Lobos con piel de cordero

Cuando llega la campaña electoral ese mensaje se modera, se adoptan principios neoliberales y obtienen el beneplácito de los poderes económicos.

El blanqueamiento por la derecha

Saltan los cordones sanitarios -que en realidad solo se pueden aplicar en sistemas mayoritarios como el francés- no hay problema, primero, en adoptar los mismos mensajes y después pactar gobiernos. Una vez que se asimilan los mensajes, es lógico votar a sus representes genuinos.

ENTREVISTAS RECOMENDADAS

Entrevista con Antonio Scurati , autor de una trilogía sobre Mussolini

Entrevista con Ian Kershaw, uno de los grandes historiadores del siglo XX europeo

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La «democracia» china


Ceremonia de arriado de la bandera china en Hong Kong. TYRONE SIU (REUTERS)

El régimen chino se define, desde 1949, como una «dictadura democrática popular«, en la línea de la URSS y los regímenes comunistas europeos, esto es, como dictadura del proletariado.

Pero en los último tiempos insiste en que se trata de una democracia con rasgos propios, que no hay una única democracia homologable y que los países occidentales no pueden reclamar la patente de democracia.

El pasado diciembre Pekín convocó un Foro Internacional sobre la Democracia, en el que presentó un Libro Blanco bajo el título “China: Democracia que Funciona”. En esencia, la tesis es que China es un democracia, porque el Partido, a través de sus funcionarios escucha al pueblo y satisface sus necesidades, pero con sus rasgos autoritarios impide las desviaciones de bien común. Una dictadura democrática. El oxímoron perfecto.

Veamos como soluciona los problemas esta peculiar democracia.

Xingiang

La región autónoma de mayoría iugur, musulmanes de religión y de etnia turquida, ha padecido episodio terroristas de carácter separatista. ¿Cuál ha sido la respuesta de las autoridades? No luchar con medio policiales proporcionados y respetando los derechos humanos, sino culpabilizar y castigar a toda la población, sometida a un cruel proceso de reeducación. Los «archivos policiales de Xingiang«, una masiva filtración de documentos prueban prueba la magnitud de la persecución de la minoría uigur a través de fotografías del interior de centros de reeducación, fichas policiales y discursos de altos cargos del régimen comunista. Se trata del mayor internamiento de una minoría étnica religiosa desde el Holocausto. Los centros de internamiento se presentan como centros de formación profesional, pero ni el ingreso es voluntario ni se recibe ningún tipo de formación específica, ni los internados saben cuando podrás salir. Se calcula que más de un 12% de la población adulta ha sido objeto de esta «reeducación», que pretende erradicar la religión musulmana y la identidad iugur.

Lamentablemente, la visita a la región de la Alta Comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet se ha desarrollado en un perfil bajo, sin declaraciones que denuncien la situación.

Covid 0

El virus SRAS-CoV-2 nació en China, que fue el primer país que se enfrentó a la covid 19, optando por la política de erradicación del virus, o Covid 0, mediante cuarentenas obligatorias y confinamiento de ciudades enteras. La política aparentemente funcionó. Mientras en los países occidentales los contagiados eran cientos de miles y los muertos millares, en China los contagiados era miles y los muertos decenas. Se presumió de lo exitoso de esta política y no se desarrollaron campañas de vacunación masiva.

Con la llegada al país de la variante omicron, mucho más contagiosa, todo cambió. Se recurrió de nuevo a confinamientos masivos, en concreto Shanghai, la capital comercial, ha estado paralizada dos meses, con miles de personas trasladadas a la fuerza a centros de cuarentena, sin la mínimas condiciones de habitabilidad. Pese al control del poder, las redes sociales se han llenado de protestas. Este confinamiento restará a China algunos puntos del PIB y empeorará la crisis de suministros del comercio mundial.

Esta es otra característica de un dictadura: aferrarse a una política, que sirvió en el pasado y con la que el régimen vincula su prestigio, aunque para ello se machaquen los derechos humanos.

Hong Kong

El Reino Unido retrotrajo el territorio a china en 1997, bajo el sobreentendido de que se respetarían las (limitadas) instituciones democráticas de la colonia. Es lo que se llamó «un país, dos sistemas». En los últimos años, a medida que los hongkonenses reclamaban una participación política efectiva, las autoridades continentales han impuesto leyes draconianas, que impiden la participación y persiguen la libre expresión.

Nada queda del principio «un país, dos sistemas», lo que, desde luego, no es un incentivo para la reintegración pacífica y voluntaria de Taiwan.

Falta de alternancia en el poder

Desde la muerte de Mao, el Partido Comunista evitó el culto a la personalidad y organizó un relevo ordenado de sus máximos dirigentes cada 5 años. Xi Jinping lleva ya tres lustros y su mandato se califica de nueva «era», a la altura de Mao.

La legitimidad de la dictadura china

En las últimas cuatro décadas, el régimen ha modernizado el país y sacado de la miseria a centenares de millones de personas.

La deslegitimación de las democracias liberales

La desafección de las clases populares hacia la democracia nace de que partidos y gobiernos socialdemócratas han olvidado los intereses de las clases populares, cuidando, en cambio los de las élites económicas y culturales (Piketty). Es necesario repolitizar la economía (Adam Tooze). No puede haber democracia sin libertades y derechos y sin alternancia en el poder; pero las democracias con una desigualdad creciente implosionarán o serán fagocitadas por la ultraderecha. Además, China es un modelo competidor en los países del sur global.

PS

Stigltz lo explica mejor que yo

Acertar con la desglobalización

Conectar con los jóvenes: la difícil recuperación de la universalidad del servicio de los medios públicos


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La foto que ilustra la portada del último informe del Reuters Institute sobre la audiencia de los informativos de las rtvs públicas lo dice todo: receptores de televisión arrumbados para su desguace. Y un título también expresivo, una audiencia de mayor edad, bien educada y políticamente diversa. En las conclusiones -y en los titulares de las noticias que dan cuenta del informe publicado la pasada semana- términos amenazantes: riesgo de irrelevancia si no se conecta en el nuevo ecosistema multiplataforma con el público joven y menos educado.

¿Están los medios públicos condenados a la irrelevancia, a una lenta decadencia mientras sus viejos espectadores y oyentes van muriendo? ¿Siguen prestando un servicio esencial en una sociedad democrática? ¿Deben ser financiados con recursos públicos si sus contenidos solo alcanzan a los más mayores y más educados?

Estas preguntas no tienen fácil respuesta. En esta entrada acudiré a las aproximaciones de los más recientes informes sobre el estado de los medios públicos y sus servicios informativos (ver fuentes al final), para terminar con una reflexión personal.

Una precisión terminológica. Los medios públicos europeos se categorizan hoy como Public System Media (PSM), en lugar del tradicional Public System Broadcasting (PSB), en cuanto que ya su distribución no se limita a los canales lineales de radio o televisión dirigidos a audiencias masivas (broadcasting) sino que se realiza también en un entorno multiplataforma en línea. Lamentablemente no tenemos en español una traducción fácil de estas denominaciones, pero para PSM propongo Servicio Público Multimedia.

Informe Reuters Institute: la audiencia de los medios públicos

El estudio analiza el alcance de los medios públicos en 8 países europeos a partir de encuestas con una muestra de en torno a 2.000 encuestados en cada país. Son datos desglosados de su Digital News Report y se han obtenidos a comienzos de 2019. No son datos de audiencia obtenidos por sistemas de medición a partir de audímetros (televisión) o distribución de etiquetas digitales (plataformas) y no comparan los medios públicos más que con sus mayores competidores privados (analógicos y digitales). Su valor es limitado, pero muy útil como indicador de tendencias.

Su principal conclusión es que los servicios de los medios públicos (PSM) ya no son servicios universales, pues aunque mantienen un muy relevante alcance social con su programación en línea que llega a una audiencia políticamente diversa, dejan de lado a los más jóvenes y menos educados, siendo su impacto muy pequeño en las plataformas digitales.

Veamos los datos.

Alcance

Al hablar de las audiencias televisivas estamos acostumbrados a manejar el share, esto es, el porcentaje de espectadores que ven un determinado programa sobre el total de los espectadores que ven en un momento determinado la televisión. Es un dato pensado para retribuir la publicidad y propicio para crear relatos de ganadores y perdedores y, sí, también, muy útil para que los programadores midan el impacto de sus contenidos. Pero para un servicio público el dato relevante debiera de ser el reach, el alcance, esto es, el porcentaje de la población total a la que da servicio durante un periodo de tiempo determinado. En el caso de este informe y referido a los servicios de noticias (radio, televisión, web y otras plataformas digitales) el periodo es la semana.

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A la vista de los datos puede afirmarse que los servicios de noticias de los medios públicos siguen siendo un factor informativo muy relevante que alcanza a más de la mitad de la población, salvo en Francia, España y Grecia.

La fortaleza de los medios públicos reside en los tradicionales servicios lineales offline (todos, menos RTVE y ERT, superan a sus competidores privados), pero aunque en algunos casos el porcentaje alcanzado online es notable, en la mayor parte se trata ya de espectadores u oyentes alcanzados por los canales lineales, siendo muy limitado el porcentaje que solo se sirve de los servicios de noticias online.

La BBC es un caso único, pues no solo la audiencia digital supera el 50%, sino que además añade un 10% al alcance total. Malos son los resultados de RTVE, tanto en audiencias offline como online. Llama la atención el caso de la RAI, con buenas audiencias offline y online, pero con muy pocos usuarios exclusivamente online.

¿Es una fortaleza o una debilidad esta dependencia de los canales tradicionales? Los redactores del informe sostienen que es una debilidad, que es insostenible depender de estos canales lineales, pero como argumentaré más adelante puede ser también una fortaleza y la más importante.

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Jóvenes

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Del gráfico anterior resultan algunas conclusiones. Que los competidores digitales privados superan a los públicos en su alcance online (salvo en el caso de la BBC). Y que el servicio de noticias a los jóvenes entre los 18 y los 25 años lo siguen prestando los medios públicos fundamentalmente a través de los canales lineales. Estamos hablando del sector de la población menos interesada en las noticias y así y todo están escuchando o viendo las noticias de los medios públicos en porcentajes muy significativos, el menor un 32% en RTVE, el mayor un 51% en RAI.

Solo la BBC tiene una audiencia online mayor entre los menores de 25 años. Jóvenes y mayores se informan en porcentajes muy significativos por Facebook, sobre todo mayores, y Youtube, sobre todo jóvenes, (no se incluyen otras plataformas), siempre inferiores a los canales tradicionales de los medios públicos, pero a veces superiores a sus canales online. Pero hay otros datos, la audiencia online de 18 a 25 años es decreciente y, sobre todo, el grupo más numeroso de audiencia exclusivamente offline es el de mayores de 55 años en todos los países.

Sí, es cierto, los medios públicos están sirviendo sus noticias preferentemente a la población más mayor a través de sus canales lineales, pero aún así el alcance a los jóvenes a través de estos mismo canales es significativa.

Población con menores niveles de educación formal

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Los resultados de la encuesta muestran que los sectores menos educados de la población se informan menos a través de los medios públicos que los que tienen más altos niveles educativos. En dos países son más notables estas diferencias, República Checa y Reino Unido, pero prácticamente inapreciable en España. En general, este desfase es mayor en los servicios online que en los tradicionales offline. Y mayor en las plataformas sociales que en los competidores privados offline y online de los medios públicos. Nuevamente hay que recordar que estamos ante una encuesta, donde las muestras pueden estar sesgadas: por ejemplo, en la muestra británica los menos educados son 559 sobre 839, mientras que en España son 706 sobre un total de 730.

Con todo admitamos las conclusiones: los sectores menos educados se informan más por los medios privados que por los públicos y más todavía por las plataformas tecnológicas. Y el corolario (discutible) es que los medios públicos están fracasando en una de sus misiones esenciales, promover sociedades más igualitarias y más cohesionadas y en cambio pueden estar profundizando la brecha social.

Posiciones políticas

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En el eje izquierda/derecha la mayor parte de la audiencia de los medios públicos europeos es centrista, especialmente en los casos de BBC, RAI y RTVE, salvo el caso de Grecia, con una ERT claramente situada a la izquierda y su principal competidor privado muy escorado a la derecha. En general, las audiencias de los medios privados se sitúan más a la derecha. Los encuestados más a la derecha desconfían más de los medios públicos que los de la izquierda.

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En general, las audiencias de los medios públicos son menos populistas (entendido el populismo como cuestionamiento a la democracia representativa, véanse las preguntas que aparecen en el anterior gráfico) que las de los medios privados, con la excepción de RTVE, con una ligera orientación más populista (¿Sesgo en la muestra?) el sondeo no encuentra diferencias significativas en la confianza en los medios públicos entre los más y los menos populistas.

La conclusión es que los medios públicos informan a una población políticamente diversa, sin grandes sesgos a derecha o izquierda.

Diferencias entre países

En este estudio, la BBC tiene los mejores resultados de adaptación al nuevo ecosistema digital y servicio a los jóvenes y en segundo lugar está la finlandesa YLE. Las noticias de la BBC llegan online al 50% de la muestra, a un 48% de jóvenes offline y a un 56% online, y aún así los canales online no suman más que un 10% a los offline. Los otros grandes, Alemania, Francia, Italia y España son mucho más dependientes de sus canales online y en el caso de RTVE los resultados también son malos offline.

Hay que poner los resultados en el contexto de los recursos. El coste de RTVE es de solo 19 € por habitante (por detrás solo los 17 de la griega ERT) frente a los 102 de la BBC o los 112 de Alemania. Que yo sepa, ninguna de las informaciones sobre este informe han recogido el siguiente cuadro.

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Informe sobre el consumo de información por los jóvenes

CapturaEl Reuters Institute dedicó una sección de su Digital News Report al consumo informativo de los jóvenes y luego, este septiembre, ha profundizado más cualitativamente sobre actitud ante la información, aunque en este caso solo referido a Estados Unidos y Reino Unido.

Del primer informe general destaco un dato, para el 69% de los menores de 35 años el móvil es el principal dispositivo de acceso a la información. Pero más interesante me parece el análisis que el estudio cualitativo realiza sobre la actitud de los jóvenes británicos y estadounidenses ante la información.

Hay una ruptura de paradigma entre los medios periodísticos y los jóvenes. Los medios, los periodistas, creen que su misión es contar lo que su audiencia debe saber sobre el mundo en general y sobre todo su propio país. En cambio, los jóvenes, desde una perspectiva individualista, solo están interesados con los hechos que conectan con ellos personalmente y su entorno más concreto, las noticias que les resultan útiles, que les ayudan a progresar en su sus objetivos, las que les entretienen y les divierten.

Carmela Ríos ha resumido el informe en un estupendo hilo en Twitter. A la izquierda,  un destacado del propio informe sobre cómo conectan los jóvenes con las noticias.

Informe sobre la correlación entre medios públicos y calidad democrática

El Media Inteligence Servicie de UER/EBU (la organización de los medios públicos europeos) ha publicado también este septiembre un informe donde relaciona una serie de índices sobre la calidad de la democracia con los resultados y financiación de los medios públicos. Como fuentes externas utiliza los índices de democracia y participación política de The Economist, el de estabilidad política y control de la corrupción del Banco Mundial, el de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras y la satisfacción con la democracia del Eurobarómetro. Y como propias, las audiencias de televisión, radio y financiación.

La conclusión es que existe una fuerte correlación entre la calidad de la democracia y las audiencias y financiación de los medios públicos. Correlación, como recuerda el informe no significa casualidad, sino coincidencia, esto es que a mayores niveles de democracia los medios públicos están mejor financiados y tienen mayores audiencias.

En general, los países nórdicos obtienen los mejores resultados en los índices de calidad democrática y en la calidad de los medios públicos, seguidos por los cinco grandes, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España. En los casos de Italia y España la correlación es algo más débil. Italia tiene peores índices de calidad democrática que España, pero mejores resultados de los medios públicos, mientras que en España los resultado de los medios públicos están por debajo de los índices democráticos del país.

A título de ejemplo se recoge aquí el gráfico de correlación entre el índice de democracia y la financiación de los servicios.

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Informe EBU/UER sobre el estado de los servicios informativos de los medios públicos

El más completo informe sobre los informativos de los medios públicos lo produce cada año UER/EBU, recogiendo aportaciones de profesionales, directivos y expertos y mediante el análisis de casos de buenas prácticas. El de 2018 se titula 50 ways to  make it better. Bulding audiences and trust.

El informe parte del hecho de que en el nuevo ecosistema se pasa de la atención concentrada en directo a la atención dispersa bajo demanda. Detecta una crisis de confianza en los informativos, con opiniones públicas más polarizadas y críticas. Y un déficit de conexión con las audiencias, especialmente con los jóvenes. Estudia 50 casos de buenas prácticas y resume el informe en 25 recomendaciones que aquí recogemos.

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Las seis primeras se refieren al modo de posicionarse estratégicamente en el nuevo ecosistema. Todos los medios públicos intentar posicionarse en el mayor número posible de plataformas y servir la información al público donde está su atención y en la la forma y el lenguaje más apropiado, pero esto exige un enorme esfuerzo e ingentes recursos, porque no se trata de adaptar el mismo contenido a distintos formatos y lenguajes, sino producir contenidos nativos para cada plataforma e innovar. El informe recoge experiencias interesantes, casos muy particulares, casi siempre de medios pequeños, salvo, como siempre la BBC embarcada en grandes proyectos como el análisis de datos o la construcción de algoritmos con valores de servicio público para posicionar sus contenidos.

El resto de las recomendaciones se refieren a lograr una nueva vinculación con la audiencia y reconstruir la confianza del público. Escuchar a la audiencia hoy es el mantra. Y pareciera que la única escucha posible es el escrutinio de las redes sociales. El informe advierte que no toda la población está en las redes sociales a las que tienen acceso los periodistas y que estas plataformas están sesgadas por algoritmos que buscan la mayor interacción con fines comerciales. Así que recomienda acudir a encuestas y a programas o contenidos construidos directamente desde la experiencia o expectativas de la audiencia. La mayor parte de las recomendaciones para reconstruir la confianza no son sino actualización de tradicionales buenas prácticas periodísticas.

Quizá las recomendaciones más novedosas se refieran a responder a las críticas de políticos y plataformas populistas. Tradicionalmente, en nombre de su imparcialidad, los medios públicos tenían que soportar estoicamente las críticas de los políticos, dejando que sus gestores dieran las explicaciones pertinentes en las instituciones (parlamento, consejos audiovisuales). Pero en este escenario político altamente polarizado, el informe considera que la pasividad no hará sino degradar más la confianza. Y a las tradicionales críticas de los políticos se suma el acoso a los periodistas en las redes sociales.

El informe concluye que las críticas provienen sobre todo de minorías organizadas articuladas en las redes sociales. La respuesta activa dependerá de cada situación institucional, pero se mencionan casos de recursos a los tribunales, retirada de los periodistas de las plataformas en que son acosados y se recomienda crear instancias rápidas y efectivas para dar respuesta y en su caso satisfacción a las quejas personales. Y, por supuesto, no echar más leña al fuego, no alimentar falsas polémicas, no amplificar la desinformación.

¿Cómo reconstruir la universalidad del servicio público?

La misión del servicio público de la radiotelevisión ha sido, tradicionalmente, servir gratuitamente a toda la población entretenimiento, información y cultura, a fin de mantener la cohesión social, atenuar las desigualdades de educación y lograr una ciudadanía participativa.

Ni siquiera en la etapa de los monopolios –share 100 %- se llegaba en los programas de mayor audiencia a toda la población. Con la llegada de la competencia privada el share se redujo drásticamente. En las audiencias de radio o televisión, unos lo han hecho mejor (BBC, alemanes, RAI) y otros peor (Francia, RTVE). Pero en todo caso, el alcance de sus distintos canales de radio y televisión era, es todavía, muy relevante. El riesgo es la irrelevancia en las plataformas en línea, la desafección de los jóvenes y los menos educados, tanto online como offline.

En el presente ecosistema de atención fragmentada el principio de universalidad exige, que al tiempo que se mantiene el peso e influencia en las grandes audiencias de los canales tradicionales, ofrecer y posicionar correctamente en línea los contenidos para las necesidades específicas de los distintos segmentos de la población, no atendidas o atendidas deficientemente por los medios privados.

El problema es que los medios son limitados y más en estas organizaciones públicas, siempre constreñidas presupuestariamente. ¿Qué hacer? ¿Transferir recursos de los canales tradicionales a las plataformas digitales? Puede ser suicida debilitar la mayor fortaleza del servicio público, su capacidad de congregar audiencias masivas. No es lo mismo, echar un vistazo a los titulares desde una red social que ver un fragmento del telediario. No es lo mismo por  tiempo dedicado, capacidad de atención y, sobre todo, porque el informativo en directo congrega simultáneamente una audiencia masiva que sigue siendo un factor decisivo de la conformación de la esfera pública.

Los contenidos informativos de los canales tradicionales de los medios públicos tienen que seguir siendo referente informativo primordial de la sociedad. Si esa batalla se pierde, todo está perdido. Eso no quiere decir que todo el esfuerzo de producción se concentre en los telediarios ni, desde luego, que una información se reserve para ser emitida a las tres o las nueve.

Es un mantra de las redacciones digitales el online first. Sí, primero en la web, en las plataformas digitales el avance, el directo y los primeros testimonios en las redes sociales, los hilos de Twitter; luego en el telediario la información elaborada y la valoración editorial; después, los podcast, los vídeos de animación didáctica para las redes sociales, los reportajes, documentales y debates en los canales de radio y televisión, las narraciones personalizadas para los jóvenes en redes…

¿Todo con los mismos recursos? Solo se puede intentar con una redacción integrada y una concentración en los verdaderamente importante, eliminando narraciones redundantes, aprovechando sinergias… Difícil, pero no imposible.

¿Cómo reconectar con los jóvenes y los sectores menos educados? En los programas de televisión y radio aumentando la diversidad, buscando su punto de vista para las cuestiones de actualidad, dando voz a los que no la tienen, abriendo la puerta a que colectivos sociales produzcan sus propios contenidos; no, desde luego, con más espectáculo o noticias entretenidas, que terminarían por expulsar a los verdaderamente interesados en la información. En las plataformas online buscando nuevas narrativas, temas más cercanos a los jóvenes, más personalización, más interacción.

No es fácil, porque hemos visto en los informes que la perspectiva de los jóvenes es muy individualista, buscan utilidad, entretenimiento, diversión en las noticias. Y ahí el servicio público tiene límites que no puede traspasar, no puede convertirse en un nodo más de la red del infoentretimiento para jóvenes. Por supuesto que los jóvenes están preocupados por la diversidad y el reconocimiento de las distintas formas de expresar la sexualidad, pero ¿no les preocupa el machismo, la vivienda, los empleos basura, la explotación de nuestros datos por las tecnológicas, el medio ambiente, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, la Historia…?

¿Cómo reconstruir la confianza? La respuesta fácil es sacando al servicio público de la lucha política, pero eso sabemos que es imposible. Solo caben dos caminos. Mejorar la gobernanza y transparencia -en el caso español llevar a término el concurso público para el Consejo de Administración- y dando respuesta efectiva a las quejas de la ciudadanía. Pero aquí también el servicio público tiene límites. En una sociedad polarizada, la mayoría ya no quiere información imparcial sino sesgada hacia su posición.

El servicio público tiene que mantener sus propias plataformas digitales (web, postcasts, aplicaciones) y, por supuesto estar en las grandes plataformas de las tecnológicas. Tiene que buscar acuerdos cuando sea posible, pero no depender exclusivamente de ellas. Piénsese en la debacle de algunos ciberdiarios que habían centrado en su estrategia en Facebook cuando Zuckerberg decide reducir la presencia de contenidos noticiosos.

En cualquier caso, el objetivo de los medios de servicio público nunca será el clic (su financiación no puede depender del número de páginas vistas), sino el alcance, el servicio, la influencia.

Y desde luego para todo ello hace falta una financiación suficiente, estable, sostenible -lo que no es el caso de España.

Fuentes

Reuters Institute (2019): Old, Educated, and Politically Diverse: The Audience of Public Service News (pdf).

Reuters Institute (2019): How Young People Consume News and the Implications for Mainstream Media (pdf).

EBU Media Intelligence Service (2019): Democracy & PSM. How A Nation’s Democratic Health Relates To The Strength Of Its Public Service Media (pdf).

EBU (2019): Ebu (2019): 50 Ways To Make It Better. News Report 2018. Building audience and trust (pdf).

Venezuela necesita una negociación política


Venezuela necesita un acuerdo político de inmediato para no precipitarse en el abismo. Un acuerdo de mínimos: que se pueda protestar pacíficamente en las calles. Que el gobierno y sus grupos afines no repriman las protestas y que la oposición renuncie a la insurrección popular.

Aparentemente ayer se dio un paso positivo en el encuentro entre gobierno y oposición. Pero no fue más que un diálogo de sordos. Para debatir, para deliberar con luz y taquígrafos en una democracia está el parlamento. En situaciones de crisis las distintas fuerzas tienen que negociar a cara de perro, sin hablar para su galería, buscando las mínimas coincidencias que permitan mantener la vida en común.

Los representantes de UNASUR y del Vaticano que han propiciado este encuentro ante las cámaras de televisión deben promover una verdadera negociación para sacar a Venezuela del pozo de la violencia.

El país está dividido en dos y una parte no puede imponerse sobre la otra. En su enfrentamiento, unos y otros han tenido muy poco respeto por la vida humana. Aministía Internacional ha documentado los abusos durante la represión de las movilizaciones. Es terrible ver como la líder de la oposición, María Corina Machado, resta obscenamente importancia a los muertos en las protestas.

Chávez convirtió en sujetos político a los desheredados de Venezuela. Todos los índices de desarrollo mejoraron espectacularmente desde sus primeros años de gobierno. Pero no sólo prosperaron los pobladores de los cerros. La clase media disfrutó de la euforia económica propiciada por el boom del petróleo. Por eso Chávez era imbatible electoralmente, porque contaba con una parte de la clase media además de con sus partidarios naturales. Pero una economía que no crea riqueza y se limita a repartir la renta petrolífera tarde o temprano cae en el caos económico. Y es entonces cuando pequeños comerciantes y otros sectores de la clase media dan la espalda al chavismo.

Chávez no era un demócrata, pero su constitución bolivariana reforzó la participación y los controles populares con medidas como el referendum rev0catorio. Chávez gano sin fraude las elecciones, incluso Maduro llegó a la presidencia sin necesidad de meter la mano en las urnas. Pero durante estos 15 años el sistema de controles, de pesos y contrapesos, que caracteriza a una democracia ha ido deteriorándose. Lo peor, la falta de independencia judicial, la implicación del ejército en la política y el silenciamiento de  los medios de comunicación privados.

Chávez propició la polarización del país con una dialéctica amigo-enemigo. Esa división es su peor herencia. Pero tenía cintura política. Maduro no, y es incapaz de romper el bloqueo, aunque este pseudodebate le ha dado la baza de mostrar a las claras la división de la oposición. La insurrección popular que los opositores que no están en la mesa defienden se agotará sola si el gobierno no cae en la tentación de una represión violenta. Esos opositores creen todavía en un golpe militar. Si así fuera ¿cabe una represión a lo Pinochet en el siglo XXI?

Venezuela necesita urgentemente de un mediador honesto y aceptado por todos.

 

La segunda Restauración


Regreso a este espacio (a veces las exigencias de la vida real dejan anuladas las actividades de la vida virtual) con una reflexión en paralelo entre la primera Restauración (1874-1923) y el régimen democrático nacido con la Constitución de 1978 que,  a efectos retóricos, llamaré la segunda Restauración.

La idea es que nuestro régimen democrático sufre en estos momentos una sacudida semejante a la que supuso el Desastre del 98 para la primera Restauración.

La primera Restauración vino a poner fin al periodo convulso (1868-1874) en el que se ensayaron varios regímenes democráticos (la monarquía democrática de Amadeo, la república unitaria y la república federal). Se instaura una monarquía limitadan en la que la soberanía reside en el Rey con las Cortes. El monarca retiene funciones ejecutivas, entre ellas la decisiva de disolver las Cortes. La Constitución de 1876 incluye un elenco de derechos, en buena medida recuperados del periodo revolucionario, pero cuya eficacia queda condicionada al desarrollo legal, siempre limitador. El sufragio es censitario, es decir, los electores no son los ciudadanos sino los propietarios.

La esencia del régimen político de la primera Restauración era el turno de partidos y el caciquismo. Las élites se turnan en el poder: conservadores, representantes de los propietarios agrarios y del catolicismo tradicional, y liberales, representantes de las élites industriales y financieras y del libre pensamiento. El poder real se ejerce a través de una red clientelar cuyas terminaciones últimas son los caciques locales. El ministro de Gobernación realiza el «encasillado» estableciendo el reparto de escaños antes de los comicios.

El sistema funcionó hasta la pérdidad de las colonias en 1898. Entonces el país se preguntó sobre su propia identidad (los noventayochistas), pero sobre todo aparecieron las grandes cuestiones: la obrera, la regional, la militar, la religiosa. Los partidos del turno se fraccionaron, las reivindicaciones obreras fueron reprimidas violentamente, el ejército se convirtió en una fuerza desestabilizadora y no se encuentró el modo de encajar constitucionalmente las exigencias de autonomía de la burguesía catalana.

En definitiva, a partir del 98 entra en crisis la legitimidad del régimen, que sobrevirá hasta el golpe de Primo de Rivera, pero en medio del desafecto de las clases populares y de buena parte de las élites.

El régimen de 1978 es también una restauración en la medida en que reinstala la monarquía, pero se asienta en una legitimidad democrática concretada en el estado social y democrático de derecho. Junto a la monarquía, ahora meramente representativa, se introducen en la Constitución concesiones hacia los poderes fácticos, pero el balance es una democracia moderna y avanzada, comparable, al menos jurídicamente, con cualquier otra europea. En este sentido, denominar a este régimen segunda Restauración no deja  de ser injusto, pues pone en primer término y como elemento central la monarquía y sugiere una comparación con el régimen de democracia limitada de 1876, pero, en fin, seguiré usando aquí el término como digo a efectos retóricos.

El mayor paralelismo entre las dos restauraciones reside en el sistema de partidos. En la segunda el turnismo se ha convertido en bipartidismo. Las elecciones son libres y no se pautan desde un despacho ministerial, pero el sistema electoral, los medios de comunicación y el deseo de estabilidad del electorado nos han conducido a una situación en la que los dos grandes partidos no sólo dominan la administración, sino que quieren hacer valer sus políticas partidistas en todas las instituciones democráticas cuya independencia subvierten. Y por si fuera poco el caciquismo, siempre latente, se ha revitalizado en las redes clientelares de las autonomías.

La crisis ha roto uno de los pilares de la legitimidad: el estado social. El pacto social se ha roto y su manifestación más solemne fue la modificación  por la vía rápida para introducir el déficit cero. En estas condiciones no puede sino crecer la desafección popular, que hasta ahora había soportado el asfixiante bipartidismo y la corrupción clientelar. Pero se mantiene todavía otro pilar de legitimidad, que es el estado de derecho. El estado de derecho se encuentra también amenazado por la leyes represivas que quieren controlar un estallido social.

La monarquía, otro pilar de la legitimidad, más simbólico que real, también se resquebraja. El caso Urdangarín o la cacería del rey no son más que las manifestaciones más evidentes. La monarquía castiza de Juan Carlos o la tecnocrática de Felipe no ofrecen un modelo de identificación y unidad a los españoles. Perisiste la sagrada unión del altar, el trono y las armas, completadas últimamente con el papel de representante de los intereses de las multinacionales españolas.

Más de tres décadas después la Constitución de 1978 requería una reforma:

– Para actualizar la carta de derechos, agregar derechos de cuarta generación y mecanismos de efectividad de los derechos sociales:

– Delimitar con mayor precisión el estatus del monarca;

– Limitar los poderes de los partidos;

– Agilizar el funcionamiento de las instituciones constitucionales;

– Modificar el sistema electoral:

– Introducir mecanismos de participación popular interactiva;

– Convertir el estado de las autonomías en un verdadero estado federal;

– Precisar las transferencias de soberanía a la Unión Europa y establecer mecanismos de control democrático.

Desgraciadamente pienso que esa reforma no es posible. En este momento, dado el equilibrio de fuerzas, cualquier reforma constitucional serían regresiva.

Después del 98 la primera Restauración vivió casi un cuarto de siglo en crisis hasta que la legitimidad dictatorial de Primo de Rivera la suspendió y la legitimidad republicana la sustituyera en 1931. En nuestro caso, no se adivina más legitimidad alternativa que la que representa 15 M. El movimiento ha sido capaz de influir en la agenda social y mediática y proyectar nuevos valores, pero su carácter de red le hace de alguna manera autosuficiente e incapaz de aglutinar una alternativa política real mayoritaria.

No creo que esta segunda restauración viva una agonía de 25 años. En el siglo XXI el tiempo corre más deprisa.

(Gracias a los que hayáis llegado al final de este largo texto, en absoluto adapatado a la concisión, estilo directo y enlaces propios de la entrada en un blog. A veces uno necesita expresarse en un formato más tradicional.)

El 15-M y la democracia líquida


La Puerta del Sol, el movimiento 15-M, pierde hoy brillo en los medios tradicionales y hasta en las redes sociales. La victoria del PP y el hundimiento del PSOE copan la atención. Los acampados, ahora reducidos (como siempre) a los más entusiastas o militantes, anuncian que seguirán una semana para articular el movimiento.

No será tarea fácil, no ya por la heterogeneidad de las propuestas, muchas contradictorias (se me puso la carne de gallina cuando escuché a un indignado declarar que «lo que queremos es que el Estado funcione como una empresa privada»), sino por la dificultad de encontrar un nuevo modo de organización y de proposición de medidas viables con un potencial transformador, que susciten el acuerdo general.

El movimiento ha sacado a la superficie la gran indignación por la gestión de la crisis y por el modo de hacer política. Los congregados han demostrado capacidad de organización y espíritu cívico, pero poca cultura institucional (¿Cómo se puede decir que se es apolítico y proponer reformar la ley electoral?). Conectan con los fundamentos de la democracia, pero ignoran sus desafíos. Las asambleas sirven para organizar un campamento de protesta, pero no para gobernar una sociedad compleja.

Después de la indignación, la victoria rotunda del PP no puede traer más que más políticas neoliberales, con el inequívoco apoyo de los votantes. La legitimidad la  dan los votos, pero sería estúpido no ver que lo que se está gestando es un cambio cualitativo, tanto en los objetivos como en los medios ¿Otra democracia es posible?

La explosión del #15m demuestra que vivimos en una sociedad en que la comunicación virtual es tan importante como la comunicación personal o la comunicación masiva. Las redes sociales y las herramientas interactivas hacen posible formas de democracia directa hasta ahora impensables.

Todas las formas de democracia -la representativa, la directa y la participativa- se basan en la deliberación, esto es, en la confrontación de argumentos previa a la toma de decisiones. En nuestra sociedad líquida (Bauman), inestable, en permanente cambio, la deliberación se acelera y se convierte en tuits de 140 caracteres que se suceden a un ritmo endiablado. ¿Cabe una deliberación reflexiva? Con un botón «me gusta» podemos hoy declarar la  III República y mañana restaurar la Monarquía.

El movimiento 15-M es un movimiento líquido, pero no tiene más remedio que buscar formas de organización y si se quiere hasta de institucionalización. Anuncian asambleas en los barrios. Pues no tendrán más remedio que contar con las asociaciones de vecinos, por muy láguidas y envejecidas que estén. Igualmente, tendrán que coordinarse con las organizaciones alternativas ya existentes, con gran experiencia de movilización.

El futuro de este movimiento puede pasar por:

– Promover una gran alianza cívica de organizaciones sociales.

– Buscar puntos de encuentro con partidos y sindicatos

– Crear una plataforma de deliberación virtual.

– Fomentar la presencia en las (limitadas) instituciones de democracia participativa (por ejemplo, consejos escolares).

– Elaborar a través de estos procesos un programa de regeneración democrática, a proponer a los partidos de cara a las próximas elecciones legislativas.

– Crear mecanismos de escrutinio popular de las políticas públicas en Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Estado Central.

No será una cuestión menor la de la financiación. Cuidado con los mecenas. En eso si que las herramientas interactivas de captación de fondos pueden ser la solución.

(Algunos enlaces. Adolfo Vásquez Roca «Zygmunt Bauman: modernidad líquida y fragilidad humana» pdf / Mark Deuze «Liquid Journalism)

El doloroso parto de la democracia árabe


Nadie dijo que fuera a ser fácil. Las victorias democráticas de Túnez y Egipto hicieron pensar en un derrumbamiento como el del bloque comunista. En 1989 la crisis de legitimidad fue total y las fichas del dominó cayeron unas de otras. Pero eso no está ocurriendo en el mundo árabe.

Sabemos ahora algunas cosas de la intrahistoria de las revueltas. Cómo la vanguardia de ciberactivistas se formó en el modelo  de la resistencia no violenta. Y cómo Estados Unidos los ayudó.

Los regímenes árabes no democráticos tienen muchas cosas en común, pero bases de legitimación, estructuras sociales y condiciones estratégicas distintas. La democracia, si llega, está llegando para la mayoría acompañada de dolor y muerte. Los ciudadanos, que quieren ante todo ser tratados dignamente como adultos responsables de su destino, se merecen algo mejor.

Siria

Es terrible ver desangrarse a Siria, un país donde existen algunas de las condiciones objetivas para el triunfo de la democracia, como unas clases medias cultivadas y una vanguardia de jóvenes ciberactivistas. En contra, la división conforme a líneas sectarias: una minoría alauí que gobierna sobre una mayoría sunní y unas minorías cristianas (10%) o kurdas (3%), que temen a la mayoría. El temor de una guerra civil o, peor, a una guerra sectaria como en El Líbano, está siendo manipulado por el régimen, pero no es una perspectiva descartable.

Bachar el Assad ha desatado una represión sangrienta, con algunas pequeñas concesiones. Con su cerrazón informativa, ha dado una victoria a los ciberactivistas que han sido hasta ahora la única fuente informativa pero inverificable, como puntualizaba Enric González. No sabemos si, realmente los manifestantes o algunos de ellos son violentos, como sostiene el régimen. Es muy probable que el clan libanés de los Hariri pueda estar dando su apoyo a la revuelta. Pero de lo que no hay duda es que Assad está masacrando una rebelión, que por el momento no ha conseguido congregar grandes multitudes en ciudades como Damasco o Alepo.

¿Qué hacer con Siria? ¿Es que aquí no es aplicable el principio de «responsabilidad de proteger»? Claro que es aplicable, pero la intervención militar es inviable. Primero, porque no sería aprobada por el Consejo de Seguridad. Y segundo porque es impracticable. No cabe, desde luego, una campaña aérea «para proteger a los civiles» (como en Libia) y menos una intervención terrestre.

Las sanciones que anuncian Francia, Italia, Reino Unido o Estados Unidos si tienen algún efecto lo tendrán a muy largo plazo. Lo que pone de manifiesto esta situación es que no existe mecanismo eficaces e inmediatos frente a la violación sistemática de los derechos humanos. Con todo ¿por que no se manda al Tribunal Penal Internacional el caso de Assad con la misma celeridad que se mandó el de Gadafi?

Si Siria es la piedra angular de arco Irán-Hezbolá-Hamas, quién piense que retirando este elemento clave cambia el equilibrio estratégico a su favor (¿Israel?) corre el riesgo de ser víctima de la inestabilidad que tal operación provocaría.

Puede que en Siria se esté dando la batalla clave entre sunnismo y chiísmo, pero me atrevo a afirmar que lo que quiere la mayoría es una vida mejor y más libre.

Libia

El tiempo corre a favor de Gadafi. Paul Rogers en Open Democracy pone de manifiesto los problemas políticos y militares de la OTAN (falta de munición de alta precisión). Una vez que las potencias occidentales han declarado manifiestamente el objetivo de acabar con Gadafi y puesto que éste lucha por su supervivencia, Rogers no descarta alguna «acción asimétrica», esto es, alguna acción terrorista fuera de Libia. Mientras, los movimientos alternativos construyen su propio relato: la guerra no es sólo por el petrólero, sino para apoderarse del fondo soberano del estado libio.

Egipto y Túnez

Las protodemocracias han quedado en la oscuridad informativa. En Túnez se ha dado un paso muy positivo al optar por elecciones a una asamblea constituyente. En cambio, en Egipto el apoyo en referendum de unas pocas enmiendas constitucionales para permitir elecciones presidenciales (al tiempo que se mantenía el carácter islámico del estado) no es un buen síntoma. Como tampoco lo es la falta de transparencia sobre las nuevas entidades de seguridad.

El Golfo

Las protestas acalladas en Baréin por la intervención del Consejo de Cooperación del Golfo (la «Santa Alianza» sunní)… Represión sangrienta en Omán… Concesiones económicas en todos lados, palo y zanahoria… Catar inmune a las reformas, interviniendo en Libia y nosotros mendigando inversiones, mientras los medios se divierten fascinados por los turbantes de la «jequesa»

Yemen

Al borde de un acuerdo, que será un enjuage (si llega a aplicarse) para una transferencia de poder entre tribus y clanes.

Marruecos y Argelia

Los dos países del Magreb donde se dan mejores condiciones objetivas, pero donde todavía no ha llegado el momento.

Concesiones por ahora formales en Marruecos, sin que las protestas se apagen, pero tampoco sin exceder de unos límites más que prudentes. Inteligencia del poder absteniéndose de una represión abierta.

Argelia, paralizada todavía por la memoria del genocidio de los 90, con una protestas limitadísimas.

Justicia y democracia en las revoluciones árabes


Hay dos hipótesis sobre las revoluciones árabes. Para unos, el motor de las revueltas está en el ansia de libertad y dignidad de los jóvenes urbanos (Olga Rodríguez, Vicenç Navarro). Para otros, en las reivindicaciones laborales y sociales de una población empobrecida.

Muchos han olvidado que el primer grito llegó del Sahara Occidental. Los acampados en Gdeim Izik pedían condiciones de vida dignas y no discriminatorias. El régimen marroquí ahogó este grito con represión policial y social,  a cargo ésta última de los colonos. En el Sahara bajo la superficie estaba la cuestión de la autodeterminación nacional, pero la protesta era en su origen social y reflejaba la degradación de la situación de las capas populares.

Las primeras protestas en Túnez también pedían mejores condiciones sociales. La subida del precio de los alimentos está siendo el catalizador primero de las revueltas. Su acelerador son los nuevos medios sociales. Pero lo que persiguen todos, jóvenes y viejos, laicos y religiosos, pobres y acomodados es terminar con la hogra, esa palabra árabe de difícil traducción que indica la humillación infligida por el poderoso, ya sea el majcen marroquí, la familia Tablesi o cualquier otro clan político-económico.

Lo que quieren los manifestantes es que ser reconozca su dignidad y libertad. No ser sometidos a medidas arbitrarias. No ser humillados por cualquier funcionario con gorra de plato de los innumerables cuerpos policiales. Ser tratados como personas maduras, que pueden decidir su futuro en elecciones libres. Quieren, desde luego, terminar con la corrupción. Y, cómo no, trabajo para tener un proyecto de vida propio. Quieren, en definitiva, libertad y justicia.

La libertad se institucionaliza en la democracia y el estado de derecho. El estado de derecho tiene que reconocer y garantizar los derechos humanos. Si algo demuestran estas revoluciones es que los derechos humanos son un anhelo universal.

No hay estado de derecho sin respeto de la ley (rule of law) y mecanismos de alternancia en el poder a través de elecciones. Las elecciones no son toda la democracia, pero son condición de democracia. En los casos de Túnez y Egipto las elecciones generales consagrarán una nueva legitimidad. Pero no se acaban las condiciones, que se enlazan como cerezas. Las elecciones tienen que ser libres y limpias. Esto exige libertad de asociación, reunión y expresión; un sistema electoral equitativo; equidad en el acceso de las distintas opciones a los medios de masas.

Una democracia es, en último término, un procedimiento para resolver pacíficamente y con libertad los conflictos y asignar el poder político, económico y social. Sin democracia no hay justicia, pero la democracia no garantiza la justicia. Que en una democracia se alcance un nivel aceptable de justicia; que haya un reparto de poder razonable; que a todos se garanticen unos servicios básicos… depende del equilibrio de fuerzas. Si las reglas procedimentales son equitativas y razonables, cada cual tendrá un cauces para luchar por sus derechos e intereses y para unirse con otros en la prosecución de sus fines esenciales.

Una dictadura es como es el tapón de la botella de champán (así se veía Fernando VII a si mismo) que cuando se descorcha deja salir toda la presión acumulada. En las transiciones árabes se acompasará la lucha por la democracia con las reivindicaciones sociales. No es raro que, como lo fue en España, transición sea sinónimo de movilización y lucha social.

No sé si los blogeros volverán a casa. Desde luego los trabajadores tendrán que salir a la calle. Las huelgas paralizarán más o menos la economía y crearán molestias a los turistas, pero permitirán a estos pueblos mejorar su nivel de vida, maltrecho por la corrupción y la carestía de los alimentos. Para no entrar en una espiral inflacionaria al pacto político tendrá que acomparñar el pacto (o muchos pactos) social. Muchos prefieren aprovechar el vacío de poder y salta a la otra orilla. (Nada que ver este éxodo con el albanés de los 90, por muchos que Berlusconi y Maroni manipulen el caso).

Lamentablemente la democracia no trae aparejada automáticamente riqueza ni justicia. Llegará el desencanto. Los nuevos dirigentes, tanto los transitorios como los que salgan de las elecciones no deberán olvidar el frente social o las masas populares darán la espalada a la incipiente democracia. Ya que Europa ha apoyado hasta el último día a los tiranos, por lo menos que tire ahora de chequera.

Sin pan no puede haber elecciones, pero sin elecciones no se puede ganar el pan dignamente.

 

P. S En cualquier caso la prueba del 9 de estas transiciones es el respeto de los derechos humanos. Las organizaciones de derechos humanos culpan a los militares de torturas y desapariciones.

 

Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.

(Otras entradas relacionadas.  Revoluciones y transicionesRevolución en Egipto: el papel de los medios (tradicionales y sociales)¿Quién informa ya de Túnez?,  Revolución árabe: la fina línea entre la opresión y la libertadTúnez: más tareas para la transiciónTúnez: los dilemas de la transición,Difícil transición en TúnezTúnez, la rabia de los universitarios)

La negatividad de la información ¿causa de la desafección en la democracia?


Bad news, goods news… Que los acontecimientos negativos constituyen casi siempre una noticia es un axioma del periodismo. Mucho se ha criticado que los periodistas resaltemos siempre lo negativo, se nos ha calificado por ello aves carroñeras e incluso voces tan críticas como la del recientemente desaparecido Vidal-Benyto abogaron por unas noticias positivas, que mostraran las fuerzas que están haciendo que realidad aquello de que «otro mundo es posible» (El País, 20-12-06).

Se ha presentado hoy en el Symposium Transnational Connetions, que se celebra en la Universidad IE de Segovia, una investigación del Instituto Media Tenor (pdf) que sostiene que ese negativismo es causa de la desafección de los europeos con la democracia.

Parte de constatar como, dos décadas después de la caída del Muro, sólo un 20% de los alemanes orientales apoya la democracia y este apoyo ha bajado en la parte occidental de Alemania del 80 al 60%. Aporta, también, el constante declive de la participación electoral en países como Alemania. Luego, el estudio que se basa en el análisis de contenido de 500.000 informaciones de televisión desde 1994, revela unas tendencias subyacentes en la información:

– Siempre se favorece la posición del poder establecido y el parlamento es más caja de resonancia del gobierno que foro de deliberación.

– Cualquier propuesta política es contrastada inmediatamente por la crítica total de las otras opciones política.

– No se favorece la presencia de actores sociales reales, como las pequeñas empresas, o líderes religiosos intermedios.

Y a partir de aquí el estudio establece que estos comportamientos informativos son causa de la pérdida de apoyo popular a la democracia. ¿Cómo se establece ese vínculo? La nota de prensa de Media Tenor no lo dice, pero me parece desmesurado establecer que son los medios los que empobrecen la democracia.

Las críticas a la falta de diversidad social y a la práctica de lo que hemos dado en llamar periodismo de declaraciones están más que motivadas. Pero, como siempre, es muy difícil diferenciar el grano de la paja. ¿Cuál es la alternativa al negativismo? ¿Un falso optimismo, una imagen de color rosa?.

El cambio social cursa casi siempre en forma de conflicto. El periodismo no puede ignorar las realidades conflictivas. El periodismo está obligado a devolver a la sociedad una imagen en la que aparezcan todas sus fealdades: la violencia, la opresión, la corrupción, el despilfarro. Una imagen que puede ofender y provocar. Pero también, desde luego, reflejar los cambios positivos.

El periodismo tiene ser el foro de deliberación pública donde todas las posiciones políticas se manifiesten. Y, en consecuencia, unas criticaran, a veces con ferocidad, a las otras. Lo que no puede el periodismo es mero altavoz acrítico de las distintas posiciones. Su deber es investigar y esclarecer las cuestiones controvertidas.

El periodismo debe dar voz a todas las instancias sociales y a los ciudadanos comunes. Pero el periodismo no puede ser un foro de intereses particulares, ya sean económicos y sociales. El periodismo tiene que  seguir dirigiéndose al ciudadano, no al representante de un género, etnia, grupo de edad o red social.

Otra cosa es la instrumentación de las malas noticias y su conversión es espectáculo. Y desgraciadamente, nunca como hoy las malas noticias han sido tan buen negocio.

La fractura latinoamericana


Varias fallas tectónicas recorren el subcontinente americano. Periódicamente esas fallas se abren y dejan salir la lava de los volcanes o en su entorno se producen terribles terremotos. Pero la falla más divisoria, más trágica y más mortal es la desigualdad. Pobreza asentada en la exclusión de las poblaciones originarias. Pobreza cultivada por las élites criollas después de la independencia.

Muchas revoluciones intentaron llenar esa falla. Unas fueron ahogadas en sangre por oligarquías locales y la intervención del imperio del norte. Otras se institucionalizaron y se convirtieron en vehículo de opresión. Pero la respuesta más propia y autóctona a la pobreza y la desigualdad ha sido el populismo. Populismo que promete terminar con la desigualdad a cambio de la adhesión inquebrantabable a un caudillo carismático. Populismo que reparte las migajas a través de redes clientelares. Populismo que desprecia las «formalidades» de la legalidad o la conforma a su capricho. Ha habido caudillos crueles y benévolos. Y algunos repartieron más de lo que las oligarquías estaban dispuestas a soportar. La respuesta fueron dictaduras, casi siempre militares. Aparecen, así, ciclos repetitivos. Populismo-Dictadura-Instauración Democrática sin igualdad-Populismo…

En los 90 Latinoamérica vivió uno de esos periodos de reinstauración democrática con exclusión creciente. Fueron estos países alumnos aventajados del consenso de Washington y el resultado fue una década perdida. Y en esto llegó el teniente coronel Chávez, arrasó electoralmente repetidas veces en Venezuela y propusó su modelo de «socialismo del siglo XXI» a las «naciones hermanas».

El socialismo de Chávez lucha contra la desigualdad, con discutible eficiencia y forzando mediante los votos las instituciones básicas de la democracia. Porque democracia no es sólo respetar la voluntad del pueblo sino también que esta voluntad se conforme a unas reglas admitidas por todos. La limitación de los mandatos electivos del máximo mandatario es una de esas reglas.  Los caudillos del siglo XIX se hacía reelegir una y otra vez. Por eso en México una de las reivindicaciones de la revolución liberal era «no reelección». Muchas constituciones consagraron esa no reelección. Pero a los nuevos caudillos les molesta esa limitación de mandatos. El primero de estos caudillos que la eliminó fue el colombiano Uribe. Y le siguió Chávez.

En Honduras, Zelaya, salido de las filas de la oligarquía y convertido al populismo, quiso seguir la senda. Pero la relación de fuerzas, sin unas masas encuadradas, le fue desfavorable. En Honduras renace el tradicional golpe militar con el apoyo de la jerarquía católica.

Algunos quieren ver el continente dividido en dos mitades, chavistas y no chavistas. Pero cada país es una realidad y sus gobernantes deben ser juzgadoas por sus ciudadanos en elecciones limpias y regulares. No hay atajos para luchar contra la desigualdad. El Estado de Derecho no es una formalidad molesta. El Estado de Derecho es la base sólida sobre el que se puede incluir un sistema de justicia e inclusión.

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