Huellas de la ignominia


Restos del naufragio de un pesquero en la playa de Cutro (Catania) en el que perecieron al menos 70 inmigrantes el 5 de marzo

Ante imágenes, como la que incluyo, de los restos de la enésima tragedia en la que el mar se traga a personas cuyo único delito era buscar un lugar seguro para huir de la persecución o simplemente poder desarrollar una vida digna me vienen a la mente mis sensaciones de las visita a Auschwitz.

En la foto se distingue, en primer término, lo que pueden ser los restos de un peluche o un pijama infantil. Entre las víctimas, al menos una decena eran niños.

En mis dos visitas al campo de exterminio de Auschwitz lo que más me impresionó, más que los terribles andenes de Birkenau o los restos de los crematorios o el hipócrita lema «El trabajo os hará libres» fueron los restos de ropas y enseres de las víctimas. En concreto, los zapatos de niños, exterminados por miles.

Zapatos de niños judíos asesinados en Auschwitz tomada de una exhibición en Oslo, Noruega Foto: Wolfmann Wikimedia Commons CC BY-SA 4.0

No voy a decir que la política europea de migraciones pueda compararse con el genocidio judío y de otros pueblos, llevado a cabo por el nazismo porque ese fue un acontecimiento histórico único. Pero sí reitero, como he hecho otras veces en este blog, que la política de la «fortaleza europea» es criminal.

No sólo niega derechos humanos fundamentales, como el derecho de asilo, Criminaliza al migrante, como ha hecho Meloni, que ni siquiera ha visitado el lugar de la tragedia, El que huye de la persecución o el hambre no se le deja otra salida que acudir a los traficantes y pagar una fortuna para jugarse la vida y huir de lugares como Afganistán o Irán. Además, viola el derecho internacional (cuando hace más difícil el rescate en el mar, como en el caso de Italia) . O trata directamente a los inmigrantes como animales (Grecia; España y Marruecos en Melilla). Y es un gran negocio. Ahora se trata de construir miles de kilómetros de muros con fondos europeos.

¿Tan difícil sería establecer corredores seguros y oficinas de Servicio Exterior de la UE para pedir asilo? O, políticas de colaboración formativa y empleo por tiempo determinado.

Si no se hace nada, un genocidio en pequeñas porciones seguirá desarrollando ante nuestros ojos.

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Pasillos humanitarios y crímenes de guerra en Ucrania



Escombros en el hospital de Mariupol bombardeado por Rusia.EVGENIY MALOLETKAAP

Derecho humanitario

En el siglo XX se desarrollaron guerras crueles, pero la humanidad intentó poner normas a los conflictos para paliar las peores violaciones a los derechos humsnos cometidas durante los conflictos. Prrimero las Convenciones de Ginebra y sus protocolos adicionales y luego el Estatuto del Tribunal Penal Internacional pretenden evitar y perseguir esa violaciones.

Crímenes de guerra

La población civil, como viene ocurriendo en todos la conflictos desde desde la guerra de España, es víctima directa de la guerra de Ucrania. El ataque deliberado contra civiles es un crimen de guerra, según el IV Convenio de Ginebra (1949) y sus protocolos adicionales de 1977. Fue el ejército de EEUU el que acuñó el término de daños colaterales para referirse a bajas civiles accidentales en operaciones militares, en muchas ocasiones investigaciones posteriores (o las revelaciones de Wikileads, por las que Assange va a ser extraditado y juzgado en EEUU) demostraron que los militares actuaron sin precaución, buscando su propia proteción, sin importar que ello fuera a ocasionar bajas civiles.

Ahora, Rusia, emplea argumentos más bastos, como que el hospital materno infantil de Mariupol era el acuertelamiento de batallón azov, la milicia neonazi, integrada en el ejército ucraniano. Los infomes y la imágenes de los reporteros internacionales no muestan más que la ruinas del hospital. Los ataques del ejército ucraniano también causan bajas civiles en el Donbás, pero allí parece que no hay periodistas internacionales.O a los medios internacionales no les interesa o no serían bien recibidos sin un toma de posición clara a favor de los separatistas.

Genocidio

Genocidio es un conjunto de acciones deliberadas y planificadas para exterminar a un grupo por razón de raza, lengua, nacionalidad, religión, o ideas. A diferencia de los crímenes de guerra. que pueden probarse individualmente, el genocidio es extremadamente difícil de probar. Una bomba contra un hospital necesariamente es un crimen de guerra y puede ser un indicio de genocidio, pero por si mismo no puede calificarse como tal.

Corredores humanitarios

Como está ocurriendo en Ucrania, la población civil puede verse atrapada en medio de los combates. El Derecho Internacional establece un principio general de ayuda humanitaria:

  • El Artículo 70.1 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra de 1977 establece “socorrer con carácter humanitario e imparcial” a la población civil de cualquier territorio bajo el control de una parte en el conflicto. Además, se añade que dicho socorro “no se considerará como una injerencia en el conflicto armado ni como acto inamistoso” y prioriza la salvaguarda de niños, mujeres embarajadas y madres lactantes.
  • Por medio del artículo 23 de la Cuarta Convención de Ginebra, en 1949, las partes beligerantes permitirán “el libre paso de todos los envíos de material médico y hospitalario (…) destinados únicamente a a la población civil”. A su vez, se permite el envío de “productos alimenticios esenciales, ropa” y algunos destinados para niños y mujeres embarazadas. Las partes involucradas en la guerra tienen que cerciorarse que estos envíos no puedan ser desviados de su destino, que la seguridad de la población sea efectiva y que ninguna de estas partes se sirva de esta acción para obtener una ventaja militar.

Estos corrredores tienen que ser acordado por las partes, salvo que sean ordenado por el Consejo de Seguridad de la ONU. Lo que en Ucrania negocian ucranianos y rusos son altos el fuego, que permitan también huir a la población civil, algo que estratégicamente interesa a Rusia para, como hizo en Siria, lanzar ataques desvastadores contra las ciudades, después de la salida de los civiles. Así lo está haciendo en Jarkov y Mariúpol, pero no en Kiev. Quizá quiera cerrar una tenaza sobre la capital y llevar a un Zelenski en las últimas a una mesa de negoción en la que conseguir sus objetivos: reconocimiento de la anexión de Crimea, independencia de las república prorrusas del Donbás, neutralidad obligada para lo que quede de Ucrania, al oeste del Dnieper, reconocimientode los derechos lingúíticos de los rusófonos,

Auschwitz ¿hoy más cerca?


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Placa original de carreteras. Exposición Auschwitz. No hace tanto. No muy lejos. Foto del autor

La visita a la exposición Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos me ha suscitado esta pregunta ¿estamos hoy de nuevo cerca de repetir esa maldad absoluta que fue Auschwitz?

Primero, mi impresión sobre la exposición

La experiencia del Holocausto y, en general, del genocidio nazi es indecible… metafísicamente hablando; pero la literatura testimonial es ingente, imprescindible, no ya solo para conocer el fenómeno, sino para comprendernos como seres humanos.

Que escribir poesía después de Auschwitz pueda ser un acto de barbarie, como sostenía Adorno, o que solo los muertos puedan considerarse como verdaderos testigos, como dijo Primo Levi, uno de los más notables testigos, no dejan de ser catas en la verdad más profunda, pero en nada desmerecen los relatos de las víctimas. Jorge Semprún narra en «La escritura o la vida» el desgarro, la tensión de la víctima para convertirse en narrador. Imprescindible este texto de Semprún en el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz.

Una de las formas del relato testimonial es el museístico. Cuando entrevisté a Imre Kertész me mostró su desagrado porque el campo principal (por el que había pasado un tiempo antes de ser trasladado a Buchenwald) hubiera sido convertido en un museo. Birkenau -me dijo- sí es auténtico.

Efectivamente, en Birkenau, cuando se deja atrás el castillete por el que pasan las vías por las que llegaban los trenes de la muerte, cuando se entra en los barracones que siguen en pie, cuando se llega a los restos de los crematorios volados, la experiencia es muy especial. Yo tuve la sensación de pisar tierra sagrada. La experiencia no fue tan intensa en el recinto principal, este sí convertido en museo. Pero, incluso en un museo, ¿cómo no emocionarse ante los cientos de maletas apiladas, cada una con un dirección que es como una flecha al punto de origen de aquel europeo asesinado? ¿cómo no sentir una repulsión profunda ante las madejas de pelo humano, subproducto económico de la máquina de la muerte?

Museos y exposiciones no pueden trasladar plenamente una experiencia, pero su misión es esclarecer, enseñar, recordar para no repetir. En este sentido la exposición de Madrid es magnífica. Sitúa el fenómeno es su contexto, profundiza en sus orígenes y recoge gran cantidad de testimonios audiovisuales de las víctimas, seguramente rodados en los años 80 y muchos de ellos probablemente ya muertos. Debiera de ser visita obligada para todos los estudiantes de secundaria. Por cierto, había varios grupos de adolescentes que se comportaban muy respetuosamente, mejor que algunos jóvenes que ví en Auschwitz haciéndose selfies. Recomiendo la visita antes del 17 de junio. Luego, la exposición organizada por Musealia rotará por 7 países, de modo que tardará en poderse ver de nuevo en España.

No hace tanto tiempo. Para los jóvenes y para mi cuando lo era, el Holocausto parecía un tiempo muy lejano. Y sin embargo, era mi tiempo. Por eso me emocioné cuando en las vitrinas vi las maquinillas de afeitar de las víctimas, semejantes a las que utilizaba mi padre, los termos con lo que las familias judias se embarcaban en el último viaje, muy parecidos a los que mi madre llevaba a las excursiones de mi infancia.

Una breve enumeración de elementos que me parecieron especialmente significativos. Una infografía de una publicación nacionalista alemana con las pérdidas de Versalles (20% de población, 10% de territorio, 1/3 de producción industrial…). La sucesión de los marcos de la hiperinflación (del billete de 1.000 al de 5.000 millones de marcos). La brillantez de la falsa modernidad del «Triunfo de la voluntad» de Leni Riefenstahl. La mención muy completa al genocidio del pueblo roma y las películas de su vida en centroeuropa en los años 20. Una entrevista de Gunther Grass a Hanna Arendt: «en torno a mi se fue haciendo el vacío». Y la historia de Witold Pilecki, el militar polaco que se dejó hacer prisionero para ser internado en Auschwitz, donde organizó la resistencia y envió mensajes al exterior, para ser, finalmente, ejecutado por el gobierno comunista en 1948.

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Panel sobre Witold Pilecki en la exposición con fotos de identificación de Auschwitz y de la policía comunista. Foto del autor

Vectores que hoy apuntan a Auschwitz

El nazismo, Hitler, el Holocausto y los genocidios nazis fueron un fenómeno único, la potencia de la modernidad industrial al servicio del mal absoluto. No conviene abusar de los adjetivos nazi o fascista para condenar cualquier conducta de extrema derecha, ni considerar genocidio a cualquier violación de los derechos humanos.

Trasladémonos por un momento a los últimos años 20, o los primeros 30. Nadie, salvo Hitler y sus adláteres, tenían en mente Auschwitz, pero un observador atento -y muchos lo fueron- detectarían las tendencias que arrastraban a la barbarie.

Hoy, casi un siglo después hay preocupantes vectores que apuntan al horror.

Los genocidios

Desde el fin de la II Guerra Mundial hemos vivido unos cuantos, Camboya, Ruanda, Bosnia… Parecía que a finales de los 90 las potencias estaban dispuestas a crear mecanismos de defensa (Tribunal Penal Internacional, responsabilidad de proteger), pero los acontecimientos de los últimos años, desde la bushiana War On Terror en adelante, los han dejado inservibles. Y ante nuestros ojos se ha desarrollado el de los rohingyas, sin prácticamente freno más que el de una suave presión diplomática.

Los crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, apartheid

Si el genocidio es la más grave violación de los derechos humanos, a efectos de las víctimas no lo son menos los crímenes de guerra y contra la humanidad. Irak, Afganistán, República Democrática del Congo, Yemen, Siria. No solo no se combaten, sino que, como en la Guerra Fría, vuelven a instrumentarse por las potencias, conforme sus intereses estratégicos.

Caso especial es el palestino, víctima de todo tipo de violaciones de los derechos humanos y sometidos a un régimen de apartheid, que deshonra a Israel. Las víctimas convertidas en verdugos. Gaza, la mayor cárcel a cielo abierto del mundo. Y los medios españoles hablando de enfrentamientos y disturbios, cuando se dispara con munición explosiva contra manifestantes armados con piedras que se encuentran a 400 metros de los soldados. ¡Vergüenza!

La destrucción del multilateralismo y la carrera de armamentos

Por deficientes que fueran, los mecanismo del multilateralismos facilitaban una cierta estabilidad y una promesa de prosperidad compartida. Su ruptura nos ha traído ya tensión militar en las fronteras, una guerra comercial a punto de estallar en la que todos perderemos y una carrera de armamentos, incluidos los nucleares, una vez que se demuestra que los acuerdos están para no ser cumplidos.

Xenofobia e intolerancia religiosa

En toda Europa se impone la xenofobia, la negación del otro, especialmente el inmigrante. En lugar de invertir dinero y esfuerzos en integrar, en resolver los problemas de la sociedad multicultural, se elevan muros físicos (un gran negocio) y jurídicos. Mientras el Mediterréno se convierte en una fosa común.

El nacionalismo (España-Cataluña), el miedo a la diversidad en la propia sociedad (grupo de Visegrado), el racismo campan por Europa. En situaciones de crisis grave los inmigrantes, especialmente musulmanes, pueden ser los nuevos chivos expiatorios, los nuevos judíos.

Los radicalismos religiosos pueden subyugar las sociedades de origen, pero no doblegar a las sociedades libres. Sin embargo, en Europa yihadismo y xenofobia se retroalimentan.

El gran Hermano tecnológico

Estamos todavía lejos de la distopía de Orwell, pero el nuevo ecosistema virtual de Internet es, al mismo tiempo un potenciador de la libertad y la participación democrática, un factor de radicalismo y polarización y, cada vez más, un sistema de control -hasta ahora corporativo, pero puede llegar a serlo político- de nuestras vidas a través de los datos que sembramos en la red.

Las democracias iliberales

Rusia, Turquía, Hungría, Polonia. Mantienen elecciones formales, en el mejor de los casos libres, pero nunca limpias. Exacerban el nacionalismo. Pivotan sobre un hombre fuerte. Deterioran los equilibrios del estado de derecho. Combaten el pluralismo y la diversidad. Buscan anular el pensamiento crítico con el apoyo de las religiones. Y la Unión Europea no sabe como lidiar con sus miembros iliberales.

El modelo chino

Desarrollo y estabilidad sin libertad. Capacidad de planificación autoritara a largo plazo. Un modelo de aparente éxito, con gran atractivo para los países africanos.

La creciente desigualdad

Las sociedades demócraticas no se han recuperado de la Gran Recesión y son cada vez más desiguales. La polarización crece. Los que se quedan atrás son carne de cañón de la xenofibia.

Desastres mediambientales y calentamiento climático

Estamos agotando el planeta.  Una gran crisis medioambiental se puede llevar por delante a la humanidad, pero sin llegar a situaciones extremas, los refugiados ambientales crecen y un accidente en cualquiera de nuestras sociedades puede tensar la convivencia y propiciar la caída en el horror.

 

Si comparamos con los años 20 y 30 del siglo pasado, ahora no compiten dos grandes utopías (que se probaron distopías, el fascismo y el comunismo) . Y, sobre todo, al menos en Europa el uso de la violencia es ahora un tabú. Pero necesitamos la vacuna del recuerdo de Auschwitz. Y el pensamiento de mentes como la de Hanna Arendt, cuya entrevista incrusto aquí.

Una última reflexión ¿podría emitir hoy una televisión europea una hora de entrevista como esta como lo hizo la televisión alemana en 1964?

 

Imre Kertész, el hombre sin destino


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Ya sé que llego tarde, pero quiero dejar aquí mi pequeño homenaje a Imre Kertész, fallecido ayer.

Cuando mostré mi deseo de entrevistarle, nuestro traductor húngaro se extrañó. Era 2001, y un equipo de TVE rodaba por Centroeuropa un reportaje sobre la nueva Europa que traería la ampliación. Kertész no era en ese momento un escritor popular en su país y desde luego no podía ser considerado como representativo de la vida literaria húngara.

Pretendía con el reportaje presentar los retos de la nueva Europa y para ello, además de presentar el perfil de cada uno de los países (Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa), era necesario focalizar esos desafíos en personas y lugares concretos, más allá de su propia nacionalidad. Así que para la ineludible cuestión del Holocausto, además de la visita a Auswitch recurrí a Kertész, del que acababa de leer su novela Sin destino.

Un adolescente de 16 años, como el propio autor, es deportado, como otro casi medio millón de judíos húngaros, a Auswitch. El horror no es truculento, es frío, absurdo. El joven sobrevive, vuelve a Budapest y desde que sube al tranvía se siente ajeno. No queda nadie de su familia, la vida sigue alrededor como si su experiencia no hubiera existido. El muchacho -al fin el propio autor, aunque el relato sea expresamente no autobiográfico- entra en un extrañamiento que durará toda la vida de Kertész. Ha perdido su destino.

La posguerra reforzará si cabe ese extrañamiento. El régimen comunista le fuerza a ganarse la vida con trabajos intelectuales de baja monta y Sin destino se publica en 1975 sin pena ni gloria.  Pocos años antes de la caída del Muro consigue un cierta estabilidad como traductor, lo que le abrirá la puerta de los circuitos culturales alemanes, que serán muy importantes para su posterior reconocimiento.

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El joven regresa a Budapest en la versión cinematográfica de Sin destino  de Lajos Koltai

En Kertézs la narración es básicamente un vehículo minimalista para las ideas. La emoción se esconde en lo más profundo del alma. Y, sin embargo, su novela Kaddish por el hijo nacido es uno de los libros más desgarradores que he leído.

Cuando le conocí, Kertéz había tenido todavía muy poco contacto con los medios. Amable y educado, prácticamente salió de la cama, convaleciente de una gripe, para la entrevista en un café de Budapest. Fue una larga e interesante entrevista. Fuera de cámara recuerdo como abominaba de un Auswitch convertido en museo, mientras que mantenía que en Birkenau el espíritu del Holocausto todavía se podía palpar.

Desgraciadamente, en un reportaje de 50 minutos (5 países) la entrevista con Kertézs quedó reducida a un un minuto que recupero más abajo en el vídeo. Lástima que TVE no acudiera ayer al archivo para recuperar parte de la entrevista y despachara el obituario en 30 segundos.

La lucidez de Kertész se echa de menos en esta Europa de los muros y en la Hungría xenófoba de Orban. Como el propio autor declaró más de una vez cada vez es más evidente que no hemos aprendido nada.

Extracto de La Europa que viene (En Portada, TVE, 2001)

 

El testimonio del niño que Mladic acarició


Me preguntaba en otra entrada anterior que habría sido del niño que acariciaba Mladic. Como es lógico, no fui el único periodista en preguntarme lo mismo. Algún colega, seguramente un periodista local, le buscó, hizo el reportaje y a través de las agencias llegó a la Redacción de TVE, que hizo una digna pieza con este material (por cierto, no le hubiera venido mal un paso propio).

Se llamaba Izurin. Salió a por un poco de pan y chocolate cuando llegaron los soldados serbios. Era más niño de lo que aparentaba. Sólo tenía 8 años, pero decía tener 12. No sabía que se estaba jugando la vida, porque bien podría haber sido seleccionado en la fila de los hombres, destinado al sacrificio. Pero la salvo y hoy nos cuenta su historia.

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Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.

La esperada detención de Mladic


Perfil de Mladic por José Antonio Guardiola

Recordar para que no vuelva a ocurrir

Ayer estábamos en Segovia (en las Jornadas de Periodismo en lo Global) un grupo de periodistas para los que la guerra de Bosnia sigue siendo un hito personal y profesional. Dimos la noticia de la detención de Ratko Mladic a uno jóvenes alumnos, muchos de los cuales no habían nacido el 11 y 12 de julio de 1995, los días en que las tropas a las órdenes de Ratko Mladic consumaron el genocidio ante los ojos del mundo.

Quizá tendríamos que haberles explicado mejor aquella infamia porque a muchos ese nombre eslavo no les diría nada.  Supongo que la botella de champán que Javier Bauluz descorchó tuvo la suficiente caraga simbólica para que comprendieran que no era un noticia más. Vaya para estos jóvenes mi personal reflexión.

¿Qué habrá sido del niño de la cobaya?

No he encontrado la foto, pero en el vídeo que encabeza esta entrada puede verse la secuencia. El 11 de julio, Mladic ha tomado el enclave de Srebrenica después de un cruel asedio. A la entrada del pueblo, en la antigua fábrica de Potocari, centenares de civiles, las mayor parte mujeres y niños, han buscado la protección del contingente de 400 cascos azules holandeses.

«No os preocupeís, no os pasará nada» – tranquiliza el general, mientras acaricia a un niño que en su regazo tiene un conejito, una cobaya blanca (este detalle no aparece en el plano del vídeo). Aquel muchacho rubio tenía unos 12 años y tengo su cara grabada .

Al día siguiente llegan unos camiones y los soldados serbobosnios separan a mujeres y niños por un lado, a los hombres, por otro. Mujeres y niños comienzan su vida de refugiados. Los hombres, hasta 8.000, son masacrados. Las cámaras también captaron aquella macabra selección.Los criminales no se privaron de grabar las matanzas en vídeos domésticos que apararecieron hace un par de años.

¿Aquel chico acariciado por Mladid sería considerado un niño o un adulto? Su suerte dependería del juicio inapelable de algún suboficial. Si fue considerado adulto, moriría en alguna cuneta y puede que sus restos todavía no hayan sido recuperados, o descansen en el cementerio conmemorativo en que se ha convertido Potocari. Si se salvó porque todavía parecía un niño, tendrá 26 o 27 años, habrá intentado reconstruir su vida y puede que vuelva el 11 de julio de cada año para rendir homenaje a un padre o a un hermano masacrado.

Aquel niño se había refugiado en Srebrenica porque la ONU había declarado el pueblo zona protegida; porque el general Morillon, comandate francés de los cascos azules les había prometido «no os dejaremos solos»; porque allí estaban 400 soldados holadeses para protegerlos; porque todas las cámaras apuntaban a Srebrenica… Y delante de todos, con los cascos azules atados de pies y manos por unas normas de enfrentamiento, dedicados a protegerse a si mismos, Mladic cometió el crimen.

Aquel niño merece justicia.

Nunca más

Nunca más militares carismáticos, salvadores de la patria.

Eso es lo que fue Mladic para muchos serbios y serbobosnios, el salvador de una patria en peligro. El hombre con lo que hay que tener, capaz de combatir codo a codo con sus soldados. El hombre sin miedo ni compasión, pero capaz de acariciar a un niño o repartir chocolatinas. El hombre entregado. No un politocastro como Karadzic. Un militar de una pieza. Por eso muchos le protegieron. Por eso los servicios de seguridad de Serbia le ocultaron.

Para ser un criminal no hay que ser un monstruo psicológico. Basta con ser un funcionario obediente o, como en este caso, el defensor de los «nuestros» contra los «otros». Hoy el monstruo, el carnicero, es un anciano enfermo, pero la justicia tiene que hacer su labor, que no es venganza, sino más allá del castigo de las conductas, el reproche de los valores que inspiraron esas conductas.

Serbia se libera de su carga, pero Europa tiene todavía que asumir su culpa.

La vergüenza del siglo XX


El siglo XX ocupa un alto puesto en la historia de la infamia. Dos guerras mundiales, decenas de guerras locales y una docena de genocidios, cuyo paradigma es el desarrollado por las nazis contra los judíos y otras minorías. Pero también el siglo XX ha sido capaz de elevar la conciencia moral que siempre ha condenado estos crímenes masivos y execrables a la categoría de delitos imprescriptibles, perseguibles en cualquier jurisdicción.

De nuevo, Francisco Rodríguez Pastoriza me hace el honor de permitirme difundir en el blog sus colaboraciones  en el Faro de Vigo sobre dos obras que arrojan luz sobre la barbarie.

Las obras comentadas son  El Tercer Reich y los judíos de Saul Friedländer, y el ingente documental Shoah de Claude Lanzmann, que cumple ahora un cuarto de siglo.

Copio a continuación ambos textos.

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Un exhaustivo y minucioso estudio sobre el Holocausto revela los crímenes más horribles del nazismo y revisa el papel de la sociedad alemana y de las iglesias cristianas durante el holocausto

LA VERGÜENZA DEL SIGLO XX

FRANCISCO R. PASTORIZA (*)

A medida que el lector se va adentrando en los dos volúmenes del libro de Saul Friedländer El Tercer Reich y los judíos (I. Los años de persecución y II. Los años de exterminio. Galaxia Gutenberg) se hace cada vez con más frecuencia la misma pregunta: ¿cómo pudo ser posible?. Desde la perspectiva de nuestros días, a pesar de conocidos genocidios posteriores como los de Camboya, a nuestra conciencia le cuesta aceptar que haya podido haberse producido algo tan brutalmente demencial como el holocausto judío, en una sociedad, además, que en aquellos años estaba en la vanguardia de la cultura y la educación europeas.

Friedländer, que ganó el Pulitzer con esta obra, nació en 1932 hijo de judíos checos asesinados en Auschwitz. Refugiado en un seminario católico de Francia, a punto de ser ordenado sacerdote descubrió sus orígenes, y desde entonces se ha dedicado a investigar los crímenes del nazismo.

EL HUEVO DE LA SERPIENTE

Desde antes de la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933, en la sociedad alemana se venían produciendo extraños comportamientos en relación con la minoría judía del país. El control de una parte del comercio y de la riqueza de Alemania por los judíos y la ocupación de puestos destacados en el mundo de la educación, el arte y la cultura, provocaban en la población aria una cierta actitud de desconfianza alimentada por el irredentismo territorial a consecuencia de la primera guerra mundial, la propaganda de los partidos políticos de la derecha y la crisis económica derivada del ‘crack’ del 29. Una de las tesis de este trabajo se basa en la culpabilidad, sólo parcialmente asumida, de una sociedad que aún cuando no alentaba los crímenes del nazismo, hacía oídos sordos o desviaba la vista de los terribles acontecimientos que se estaban produciendo abiertamente.

Las políticas nazis contra los judíos que el partido nacionalsocialista incluía en su programa no eran muy distintas a las medidas antisemitas defendidas por los conservadores alemanes desde varias décadas antes de la ascensión de Hitler al poder. La revolución bolchevique, cuya inspiración Hitler siempre atribuyó a los judíos, no hizo sino añadir leña al fuego del antisemitismo de la derecha. Así que cuando después de 1933 comenzaron a dictarse leyes explícitas contra los judíos, una mayoría de alemanes no se opuso a la privación de derechos ni a su segregación.

Las primeras medidas antijudías tomadas por el régimen nazi fueron contra la cultura y el arte. Se prohibió a los músicos judíos dirigir o interpretar conciertos para auditorios arios. Wagner, Richard Strauss, Beethoven y Mozart tampoco podían interpretarse para la comunidad judía. Las obras de Artur Schnabel, Yehudi Menuhim, Arnold Schoenberg o Kurt Weil no se oían ni en la radio. Los oratorios del Antiguo Testamento de Händel cambiaron sus títulos (‘Judas Macabeo’ se convirtió en ‘El mariscal de campo: un drama de guerra’) y del Réquiem de Mozart desaparecieron ‘Dios de Sion’ y ‘Sabbat’. A los escritores se les exigió una manifestación pública de correcta actitud ‘nacional cultural’, al tiempo que se organizaban actos públicos de quema de libros (en Berlín se quemaron más de 20 mil libros en una sola tarde) . Ocho mil escritores, artistas, músicos e intérpretes judíos de todo tipo fueron expulsados de la vida cultural alemana junto con sus empleados y agentes. Ni siquiera se libraron Einstein, Max Reinhardt o Lieberman (Thomas Mann tardaría aún tres años en aceptar la tragedia que supuso el nazismo). El monumento a Heine en Frankfurt fue retirado por orden del Gobierno y se cambiaron los nombres judíos de calles y plazas. Se prohibieron las obras de Schiller y Goethe. Profesores y ayudantes de origen y creencias judías fueron expulsados de las universidades después de llevarse a cabo purgas entre el personal docente, y se prohibió a los alumnos judíos obtener el doctorado. Los niños alemanes fueron expulsados de las escuelas. La prensa judía fue prohibida. Después vino el acoso a los juristas, sacados a rastras de despachos y tribunales; a los médicos, a los que se prohibió ejercer su profesión en pacientes arios; a los funcionarios de todos los niveles. Se prohibió a los judíos poseer granjas, dedicarse a la agricultura y alquilar puestos en los mercados de las ciudades. Pronto comenzó a prohibírseles la utilización de instalaciones deportivas y la entrada a las piscinas públicas, y en algunas ciudades tenían cerrado el acceso a los cines y a guarderías y asilos de ancianos. En noviembre de 1938 los judíos ya habían quedado excluidos del sistema general de ayudas sociales. En las ciudades alemanas comenzaron a producirse disturbios antijudíos fomentados desde el poder. A plena luz del día las tiendas eran rociadas con ácido, sus puertas pintadas con insultos y sus escaparates destrozados. Los propietarios y empleados, golpeados (a veces también los clientes). Estas manifestaciones tuvieron su punto culminante durante el 9 y 10 de noviembre de 1938 durante la llamada Noche de los Cristales  Rotos, en la que se destrozaron 7.500 negocios y fueron quemadas 267 sinagogas en todo el país (por cierto, los judíos fueron obligados a demoler las sinagogas dañadas, corriendo los gastos a su costa). Las restricciones de créditos por parte de los bancos y el boicot a sus negocios obligaban a los judíos a venderlos a precios de saldo; también los objetos y obras de arte, los documentos históricos y los libros. Todo esto ante la mirada de una sociedad que si bien en privado condenaba los actos de violencia antijudía, nunca se organizó para protestar contra la barbarie nazi: ningún grupo social, ninguna comunidad religiosa, ninguna institución escolar o asociación profesional de Alemania o del resto de Europa declaró su solidaridad con los judíos (II. 25).

El antisemitismo inició una fuerte y rápida expansión por Europa. En Francia, escritores como Bernanos, Maurras, Drieu La Rochelle, Blanchot y Celine instigaban la persecución a los judíos desde publicaciones de la derecha. En Polonia, con un 10% de población judía, los sentimientos antisemitas, de carácter religioso, se veían reforzados por el supuesto control judío de profesiones y sectores económicos clave. En Viena la crueldad de la persecución sobrepasó a la del Reich, con espectáculos públicos de degradación, palizas y batidas, y robos de bienes, dinero, joyas, muebles, viviendas y negocios. Rumanía, Hungría, Ucrania, Bielorrusia y los Países bálticos vieron crecer en su seno el antisemitismo y celebraron la persecución a los judíos. La guerra aún no había comenzado.

GUETOS Y DEPORTACIONES

La otra denuncia que hace Friedländer en esta obra es la de la pasividad de las iglesias cristianas europeas (católica y protestante) ante la persecución a los judíos, exceptuando manifestaciones personales y de grupos minoritarios (en Francia, Algunos obispos incluso apoyaron abiertamente las medidas antijudías. II.174). Friedländer percibe en la actitud de la Iglesia católica un antisemitismo moderado, sobre todo porque algunas víctimas eran judíos conversos. Cuando se tomaron las primeras medidas, ningún obispo, ni dignatario de ninguna iglesia, ningún sínodo hizo declaración abierta alguna contra la persecución de los judíos en Alemania (I.68). La iglesia evangélica llegó a exigir el retiro forzoso de pastores de origen judío o casados con mujeres judías y publicó un Nuevo Testamento desjudaizado. El autor denuncia también el silencio de Pio XII y su decisión de retirar la encíclica Humani Generis Unitas, en la que su predecesor criticaba el régimen nazi y sus teorías raciales, aun sin condenar el antisemitismo. El temor ante la fuerza que estaba adquiriendo el movimiento bolchevique en Rusia, que aumentó tras la caída de Mussolini, se señala como una de las causas de la ambigua postura del Papa. Esta preocupación del Vaticano era perfectamente conocida por Hitler, que se aprovechaba de la situación del Papa: sólo le queda una elección: el nacionalsocialismo o el bolchevismo, escribió Goebbels en su diario.

Iniciada la guerra, el nazismo se propuso el exterminio total de los judíos. La persecución se extendió a Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia, donde se organizaron pogromos contra los judíos, y a los países del Este europeo que Alemania iba ocupando y en los que se llevaban a cabo asesinatos masivos de miles de judíos, enterrados en gigantescas fosas comunes. Se dictaron nuevas medidas, como la obligación de llevar un brazalete identificativo, una estrella amarilla pegada a la ropa, la de entregar los aparatos de radio, las máquinas de escribir, los prismáticos y las bicicletas, la de hacer las compras de 8.00 a 9.30 de la mañana (no podían comprar productos como carne, verduras o chocolate). Se establecieron campos de trabajo y guetos para concentrarlos y facilitar su deportación, como los de Varsovia y Lodz, donde la aglomeración y las condiciones de hambre, frío e insalubridad provocaban la muerte de decenas de judíos diariamente: la tasa mensual de muertes en el gueto se estabilizó en torno a las 5.500 personas (II.335) El 12 de noviembre de 1941 Himmler ordenó a Friedrich Jeckeln que asesinara a los 30.000 judíos del gueto de Riga y …seguía preocupado por el fuerte stress que a sus hombres imponían esos asesinatos en masa (II.357-358). En el gueto de Lublin el exterminio fue total. En 1939 comenzaron las deportaciones de judíos de Austria y Polonia a los campos de concentración de Buchenwald, Mauthausen y Auschwitz, en trenes destinados al transporte de animales y mercancías, en unas condiciones que provocaban la muerte de un elevado número de prisioneros durante el trayecto. A su llegada a los campos eran asesinados. Sus casas, sus granjas y sus negocios fueron ocupados por arios.

LA SOLUCIÓN FINAL

Ya antes de la guerra, los dirigentes nazis estaban convencidos de que el problema judío no se iba a solucionar con simples “arreglos prácticos” sino que era necesario algo infinitamente más radical si se quería cumplir con la voluntad de Hitler de que los judíos debían desaparecer de Europa. Se barajaron planes como el dejar morir de hambre a los residentes en los guetos y campos de trabajo (en buena medida, como hemos visto, se cumplieron). A partir de 1941 los nazis comenzaron a pensar seriamente en lo que llamaron Solución Final, es decir, el exterminio total de los judíos de Europa. En un solo día, el 29 de septiembre de ese año, los alemanes mataron a tiros a 33.700 judíos de Kiev en el barranco de Babi Yar. En Ucrania, Lituania, Rumanía, Yugoslavia y Hungría se llevaron a cabo operaciones similares. Para acelerar el exterminio se utilizaron camiones con gas capaces de asfixiar a cientos de judíos en pocos minutos, y en los campos comenzaron a funcionar las cámaras de gas, con capacidad para miles de personas. Hambrunas, fusilamientos masivos, camiones y cámaras de gas exterminaban a cientos de miles de judíos diariamente. A medida que se iban produciendo reveses en el frente del Este, Hitler acentuaba los métodos para el exterminio con la multiplicación de las Aktion en las que se asesinaba a decenas de miles de judíos. 1942 fue el año en el que la ofensiva alemana contra los judíos alcanzó su punto culminante. La Solución Final debía estar completada antes del 31 de diciembre de ese año. Para este objetivo se instalaron en Treblinka cámaras de gas capaces de hacerse cargo de las 18.000 personas que llegaban diariamente a ese campo (de julio a agosto fueron gaseados 312.000 judíos aquí). En Auschwitz  sólo quedaron con vida 200.000 de alrededor de 1.300.000 judíos. En Belzec habían sido exterminados 434.000 y unos 100.00 en Sobibor. En 1943 ya habían muerto dos millones y medio. Al final de la guerra habían sido asesinados entre cinco y seis millones. frpastoriza@wanadoo.es

(*) Profesor de la Universidad Complutense de Madrid

25 AÑOS DE ‘SHOAH’

F.R.P.

En 1985 el realizador francés Claude Lanzmann rodó Shoah, uno de los mejores documentales de la historia del cine y el mayor testimonio filmado sobre el holocausto, fruto de los más de diez años de investigación que Lanzmann dedicó a investigar el exterminio de los judíos. Debido sobre todo a su larga duración (más de 9 horas y media), nunca había tenido la ocasión de ver esta obra en su totalidad (en nuestro país pocas salas de cine se arriesgaron a proyectarla y únicamente TVE llegó a emitirla –no sé si completa- en alguna ocasión). Ahora, gracias a su publicación en DVD (existen interesantes ofertas en Internet) ya es posible organizar un visionado cómodo y a plazos a voluntad del consumidor. El resultado es uno de los documentos más dramáticos sobre el holocausto judío. Que nadie espere ver imágenes de prisioneros, campos de concentración, cadáveres de víctimas y restos de la masacre, esas imágenes que siguen conmoviendo al mundo cada vez que se proyectan o se emiten. Las imágenes de esta película son las de los escenarios donde ocurrieron los crímenes, o lo que queda de ellos, surcados continuamente por los trenes que evocan el traslado de los cientos de miles de víctimas. El documental se basa en declaraciones de personas de alguna manera relacionadas con el exterminio: supervivientes, testigos alemanes, polacos, ucranianos, soldados y oficiales de las SS, historiadores, familiares… Sus voces se escuchan con el estremecimiento que provoca el testimonio de las víctimas y los verdugos del horror. Algunos tienen que interrumpir sus declaraciones al no poder contener la emoción y las lágrimas que les provocan los recuerdos. Si obras como La lista de Schlinder de Spielberg o El tren de la vida, de Radu Mihaileanu, aún desde la ficción, son desgarradores gritos cinematográficos de una tragedia inexplicable, Shoah es el horror mismo, el drama hecho testigo documental de unos acontecimientos que avergüenzan a la humanidad. Ahora que se cumplen 65 años del final de la guerra y de la liberación de los campos de concentración y exterminio, que acaban de celebrarse en Buchenwald, ahora que quedan ya pocos testigos vivos de la masacre, no está de más recordar la ignominia que supuso para todo un pueblo la locura de un régimen político.

La larga sombra del genocidio de Ruanda


Anoche volví a ver con emoción la película «Hotel Ruanda». ¿Qué habríamos hecho cada uno en una situación como esa? Como siempre cuando la naturaleza humana se pone al límite, unos pocos sacan lo mejor y lo peor que tienen dentro de sí, mientras que la mayoría se convierte en víctima inocente o verdugo pasivo. El director del Hotel de la Mil Colinas salvó con dedicación e ingenio a las más de mil personas que se refugiaron en sus instalaciones.

La película muestra el estallido del genocidio en Ruanda en 1994. Pero el genocidio se expandió y ramificó y todavía actúa. El gobierno hutu y los interhamwes huyeron al Zaire, protegidos por tropas frencesas y llevándose consigo al menos un millón de personas, en un éxodo bíblico y terrible. Instalados en campos en la región de Kivu, hostigaban al gobierno tutsi de Ruanda, hasta que éste intervinió en Zaire en 1997, convirtiendo a su aliado Laurent Kabila en presidente de un país, reconvertido en República Democrática del Congo. Durante esa operación se cometieron actos de genocidio contra la población hutu y se asesinó  a un grupo de misioneros maristas españoles. Por estos actos, está en curso en la Audiencia Nacional una querella contra las principales autoridades del régimen tutsi de Ruanda. Luego, Kabila rompió con sus aliados ruandeses y se desencadenó una guerra por las riquezas naturales del Congo, con participación de los países vecinos y de Francia y Estados Unidos en la sombra. En este conflicto, que todavía colea, han muerto casi dos millones de personas, víctimas de distintas fuerzas armadas, la mayoría con una base étnica.Las fuerzas de la ONU, la MONUC, nada hace para impedirlo y algunas de sus unidades se han convertido en unos agentes más del conflicto.

Entre esas milicias se encuentran las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) que no es otra cosa que la pervivencia de las milicias asesinas de los Interhamwes. Un informe de la ONU denuncia que el FDLR tiene redes de apoyo en 25 países extranjeros, entre ellos España. Realizada por un grupo de expertos, el informe no es público, pero ha sido filtrado a AP. En el caso de España, acusa a dos Ongs L’Olivar e Inshuti de financiar a la guerrilla hutu con fondos de la cooperación. Puesto que el informe no es público, no puede juzgarse de primera mano la seriedad de estas acusaciones, pero, según parece, las pruebas se basan en la interceptación de correos electrónicos y llamadas a teléfonos satélite. Estas llamadas probarían, por ejemplo, que las operaciones clave del FDLR no se realizaban sin previa consulta a uno de sus líderes refugiado en Alemania.

Las redes españolas de solidaridad con el Congo han reaccionado ante estas acusaciones con indignación. En su página oficial UMOYA se mantiene una posición cauta en tanto no se haga público el informe. Pero en los correos masivos que esta redes han lanzado se considera estas acusaciones como una venganza por la querella interpuesta en la Audiencia Nacional contra las autoridades ruandesas. En general, todas las organizaciones de raíz católica tienden a denunciar los abusos y violaciones de los derechos humanos de que son víctimas los hutus, tanto en la República Democrática del Congo como en Ruanda, pero quizá su voz no resuena con tanta fuerza contra las milicias hutus y el propio ejército del Congo. Asumen que los hutus son los explotados históricamente y con ellos, con los más pobres, se solidarizan. Es cierto que la minoría hutu de la región congolesa de Kivu se encuentra en grave peligro, pero también que la pervivencia de sus milicias son parte del problema.

Como se muestra en «Hotel Ruanda» ni Estados Unidos ni Europa movieron un dedo para detener el primer genocidio en Ruanda. Hoy aquellos hechos y sus consecuencias presentes nos siguen cuestionando, hasta el punto de que muchas personas generosas puedan, sin saberlo, ver convertida su solidaridad en apoyo a los criminales.

Una Comisión de la Verdad para la antigua Yugoslavia


El banquillo del acusado estaba vacío.

Hoy, Radovan Karadzic, el jefe político que condujo a los serbios de Bosnia-Herzegovina a la guerra, el crimen y la ignominia, se ha permitido ausentarse de la primera sesión del juicio que contra él se sigue en el Tribunal de Crímenes de Guerra en la Antigua Yugoslavia.

Karadzic afronta 11 acusaciones por genocidio, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y otras atrocidades. El sitio de Sarajevo y la matanza de Srebrenica son parte sustancial de la acusación.

El acusado dice que no ha tenido tiempo suficiente para preparar su defensa, que asume personalmente, y pide otros nueve meses. Jurídicamente puede tener razón o no, pero lo que está haciendo es aplicar la misma pauta que durante las intermitentes negociaciones aplicaba durante la guerra. En su feudo de Pale, en el hotel de montaña Panorama, recibía cálidamente a las delegaciones para darles larga tras larga. En definitiva, la táctica de marear la perdiz.

Karadzic no era un líder expeditivo como Milosevic ni un abogado correoso, como éste cuando tuvo que sentarse en el banquillo de La Haya. Karadzic combina el encanto personal, la bonhomia, con la cerrazón ideológica y el desprecio por el otro. Ahora el Tribunal tendrá que tomar medidas y puede nombrarle un abogado de oficio, lo que le restaría un protagonismo que este narciso tanto importa. pero también puede que el Tribunal le de una prórroga ahora, o en algún momento del proceso. Los cargos exigen un proceso riguroso y un respeto absoluto de los derechos del acusado.

Hoy en Bosnia muchos habrán vuelto hoy a sentirse víctimas humilladas. Igual que hace unos días, cuando el gobierno de Noruega decidió poner en libertad a Biljana Plasiv, una de las adláteres de Karadzic, antes del cumplimiento total de su condena. Plasiv, no obstante, ha pasado sus buenos ochos años en la cárcel, claro que para las víctimas no será mucho consuelo.

Leo en una CNN.com remodelada una interesante propuesta. Cecile Aptel, ex asesora jurídica del Tribunal, defiende la necesidad de una Comisión de la Verdad. Defiende que el el Tribunal Internacional, que se ha ocupado sólo de los criminales más prominentes, y los tribunales nacionales que juzgan a otros centenares más, han sido un éxito. Pero los proceso son lentos, a veces faltan pruebas, otras las penas no son tan rigurosas como desearían las víctimas… Los pueblos de los Balcanes mantienen todavía cada uno su relato del conflicto, verdades paralelas en los que los propios son siempre las víctimas. Aptel señala como en este momento está empezando un movimiento que reúne a personas que ahora viven bajo distintas banderas para discutir el establecimiento de una comisión que esclarezca la verdad y establezca un relato que haga justicia a todos.

Matices en la guerra del Congo


Niños soldados de Uganda en apoyo de grupos armados congoleños © APGraphicsBank

Estos días se desarrolla en el este del Congo una tragedia humana en la que miles de inocentes son víctimas de masacres, expulsiones, reclutamientos forzosos y violaciones. La I Guerra Mundial Africana se ha reactivado y son muchos los culpables. Me cuesta escribir sobre este conflicto por respeto a las víctimas, pero no puedo compartir el relato con el que algunos sectores progresistas lo explican.

Se etiqueta el conflicto como la guerra del coltán. La región de los Kivus es rica en esta mezcla de minerales, imprescindible para teléfonos móviles y otros dispositivos electrónico.s Toda la República Democrática del Congo -antes Zaire, antes Congo Belga- es riquísima en minerales. Como en casi todas partes, esa riqueza ha sido una maldición. La lucha por el control de los recursos naturales ha fragmentado el Congo desde su independencia, propiciado la existencia de caudillos locales manejados por intereses exteriores, la intervención de las grandes potencias y la interferencia de los países vecinos. Todo eso es cierto, pero intentar explicar lo que ocurre en el este del Congo como una conjura de las multinacionales con Ruanda para apoderarse de los recursos del Congo es más que una simplificación, es ignorar las raíces profundas del conflicto. En esa simplificación, Kabila es un dirigente democrático, Congo está siendo atacado por Ruanda, los tutsis masacran a los hutus, las tropas de la ONU son cómplices de los agresores ruandeses.

Las raíces profundas del conflicto no son otras que, de un lado, la destrucción del estado congoleño, convertido por el dictador Mobutu en una finca privada (como ya lo fuera propiedad de Leopoldo de Bélgica); de otro, el genocidio de Ruanda.

Es claro que si el estado congoleño controlara el territorio, las multinacionales no tendrían más que negociar, influir o corromper a esas autoridades. Pero como no existe estado, favorecen a unas u otras milicias; con ellas negocian, a ellas suministran armas… Son su brazo armado en un territorio sin ley.

En concreto, en ese territorio de los Kivus las fuerzas en presencia son:

a) el ejército nacional congoleño, más una banda de desarrapados que un ejército regulara, una banda con historial de rapiñas y violaciones de los derechos humanos; b) los mai-mai, otra banda que, bajo la capa de la tradición guerrera tribal, matan, extorsionan y violan; son aliados de Kabila y enemigos de los tutsis; c) los restos de las milicias hutus ruandesas (FDLR) responsables del genocidio, que desde Congo sigue atacando Ruanda; d) las milicias tutsis del general Nkunda, las más disciplinadas, que han cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y que no podrían llevar la iniciativa sin el apoyo del gobierno tutsi de Ruanda. Todos estos grupos, como ha denunciado Amnistía Internacional y testimoniado BBC reclutan niños y niñas

Y es que la otra raíz es el genocidio de Ruanda. En 1994, los radicales hutus desatan un genocidio en el que son exterminados cientos de miles de ruandeses, la mayoría tutsis. La victoria de las milicias tutsis del Frente Patriótico Ruandés provoca el éxodo de dos millones de ruandeses. Las milicias hutus y los restos del antiguo  ejército hutu empujan a estas masas a los campos de refugiados de Zaire. Puede decirse que en Kivu surge otra Ruanda, una Ruanda hutu, controlada por criminales, que siguen hostigando al poder tutsi al otro lado de la frontera. En 1997 Ruanda invade Kivu, desmonta los grandes campos de refugiados ruandeses y sus tropas cometen si no un genocidio planificado, sí terribles crímenes de guerra. El presidente ruandés Paul Kagame saca del ostracismo a Laurent Kabila, que en una marcha espectacular de Kivu a Kishasha termina con satrapía de Mobotu. Inmediantamente, Kabila rompe con sus aliados ruandeses y estalla la guerra mundial africana, en la que de un lado luchan Congo, Angola, Zimbabwe, Namibia con el patrocinio de Francia, y de otro, con patrocinio de Estados Unidos, Ruanda, Uganda y Burundi. El país sufre un terrible expolio. Hasta 5 millones de civiles mueren en esa guerra.

En 2002 se llega a un acuerdo de paz, pero el territorio sigue fragmentado y controlado por los distintos señores de la guerra. Joseph Kabila, el hijo de Laurent, revalida su poder en unas elecciones que terminan con la rebelión de su principal contrincante. Ahora, Kabila ha integrado en su gobierno al hijo de Mobut… La ONU despliega su más importante fuerza de paz, MONUC, con 15000 militares, un mandato fundamentado en el capítulo VII de la carta de las Naciones Unidas, y que permite a estas fuerzas utilizar todos los medios para el mantenimiento de la paz. Pero su tarea resulta imposible. El país es inmenso y sus comunicaciones precarias. Las unidades no tardan en verse en medio del fuego cruzado de unos y otros. Para los hutus, son aliados de los tutsis; para los tutsis, aliados de los hutus. El general español Díaz de Villegas, jefe de la misión, terminó por dimitir el mes pasado por considerarla destinada al fracaso. En algunos casos, las unidades de MONUC se convierten en una banda más, que, en lugar de proteger a la población, la extorsionan.

Hoy esa guerra mundial africana se reactiva. Tropas de Angola y Zimbabwe pueden esta combatiendo ya en Kivu. El coltán, los minerales, son el combustible de la guerra. Pero su causa última es no haber hecho justicia a las víctimas de genocidios y crímenes de guerra. Y su contexto el no haber dotado a MONUC con los medios necesarios para haber desarmado a todas las milicias.

(Sobre el conflicto considero de especial interés los informes y recomendaciones de Crisis Group)

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