En Sirte se libra la que puede ser la última batalla de la guerra de Libia.
Si la guerra empezó con la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, autorizando la intervención militar para proteger a los civiles y evitar una masacre en Bengasi, hace ya mucho tiempo que la OTAN viola y sobrepasa esta resolución con su implicación a favor de los hasta hace poco llamados rebeldes y ahora «fuerzas transicionales», por responder, al menos teóricamente, a las órdenes del Consejo Nacional de Transición (de hecho, estas fuerzas son un conjunto de milicias sin un verdadero mando unificado).
En la batalla por Sirte, los bombardeos necesariamente tienen que afectar a los civiles, pues no existe distinción entre civiles y combatientes ni son posibles los que eufemísticamente se denominan «ataques quirúrgicos» contra objetivo militares. Todos los testimonios hablan de muerte indiscriminada de mujeres y niños. Los bombardeos de la OTAN sobre Sirte deben detenerse, so pena de incurrir en crímines contra la humanidad.
Puede haber quien se sienta satisfecho con la denuncia del «genocidio» de la OTAN, pero en esta situación lo verdaderamente urgente es establecer corredores humanitarios.
Cruz Roja denunció la gravísima situación que se vive en la ciudad, después de hacer llegar hace dos días suministros a uno de sus hospitales. Los representantes de la sociedad civil describieron al equipo de Cruz Roja terribles condiciones por falta de agua potable, medicamentos, productos de higienes y alimentos (especialmente alimentos infantiles).
Hace unas horas otro convoy de la Cruz Roja ha intentado llegar a Sirte, pero, según han constatado los periodistas de Reuters, los disparos de los sitiadores les han impedido culminar su misión de ayuda.
En este contexto, Amnistía Internacional pide el establecimiento de corredores humanitarios, con zonas neutrales y rutas de acceso para los trabajadores humanitarios.
Tan importante como que llegue la ayuda es que se permita la salida segura de los civiles. Hoy ha terminado la relativa tregua de 48 horas dada por el Consejo Nacional de la Transición. Durante este plazo los civiles que han salido no parecen haber sido maltratados, pero tampoco auxiliados. (Véase la crónica de Al Jazzira, al final de esta entrada).
Los que defienden Sirte no luchan por Gadafi, sino por su propia vida. No se rendirán fácilmente. Es hora de una nueva resolución de la ONU, estableciendo corredores humanitarios y exigiendo el respeto de los derechos de los civiles y el tratamiento de los combatientes de acuerdo con las leyes de la guerra.
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