El periodismo en la tienda de Google


Big Tent, la gran tienda de Google, el foro de debate que la tecnológica mueve por el globo para analizar el impacto de Internet, ha dedicado su tercera edición en Madrid al periodismo. La estrella era el gurú del periodismo social Jeff Jarvis. Dos mesas redondas han debatido, además, modelo de negocio y nuevos modos de contar historias. El debate, con asistentes «innovadores» más que periodistas de base, ha estado dominado por el optimismo tecnológico y deja muchas preguntas y algunas respuestas.

El periodismo social de Jeff Jarvis

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Jarvis en Big Tent (Madrid, 29 octubre de 2014)

Jarvis (de negro riguroso, dominio absoluto de la escena, demasiado viejo para predecir el futuro -dice- con herramientas tan nuevas) ha expuesto sus conocidas ideas sobre el nuevo periodismo:

– El periodista, los periodistas, los nuevos medios ya no se dirigen a la masa (la masa no existe) sino a los individuos, a cada uno de nosotros, para ofrecernos un servicio personalizable. El contenido (los periodistas antiguos hablamos de información) no es más que un instrumento para dar servicio. Hay que cambiar las métricas, el éxito está en el servicio; lo que cuenta es la atención, no el click.

Dar servicio es escuchar y dar soluciones. Medios y periodistas tienen que escuchar al público (perdón, al cliente). Ellos saben lo que quieren.

Los periodistas no son tanto contadores de historias, como curadores (filtradores, agregadores) de contenidos sociales. Su misión sigue siendo dar sentido a una masa ingente de información y datos. El reporterismo clásico debe dejar paso a un trabajo de comprobación y verificación de la información creada por grupos e individuos, una tarea que es más necesaria que nunca. El periodista tiene que concentrarse en lo esencial, debe investigar, pero no perder el tiempo reempaquetando la información en historias (piezas informativas). La exclusiva ya no dura más que tres segundos.

– Los medios deben especializarse y crear valor. «Haz lo que mejor sepas, en lo demás enlaza a otras fuentes».

– Como los medios, los periodistas deben especializarse, buscar su nicho y crear su marca personal, que a la larga puede ser más importante que la del medio.

Innova, si no lo haces tú lo hará alguien más joven que tú en un garaje. (¿Tienen  que o pueden todos los periodistas convertirse en empresarios?)

¿Cómo no estar de acuerdo con muchas de estas ideas? Insisto a mis alumnos de Periodismo Multimedia que con sus proyectos deber crear información original, ofrecer un servicio de utilidad y crear y gestionar comunidad. Pero en lo que no estoy de acuerdo es que la información (el contenido) no sea más que una herramienta, un soporte para el servicio. ¿Quién creará una información de calidad profesional, que no sea una información de parte, como lo es necesariamente la creada por los ciudadanos, si los periodistas no limitamos a dar sentido a la información creada por otros. Los agregadores están muy bien, pero ¿quién crea la información? El unico que recordó algo tan evidente fue el periodista Agustín Llanes.

Escuchando a Jarvis me ha venido a la cabeza aquello de Thatcher de «¿qué es eso de la sociedad?, la sociedad no existe, lo único que existe es el individuo». No, creo que la sociedad sigue existiendo y el papel de los medios (nuevos o viejos) es delimitar el espacio público; quizá ahora reconstruir ese espacio público que se fragmenta uniendo y enlazando los nichos de información. Personalmente, quiero que se me ofrezca información acorde con mis necesidades y mis gustos, pero también necesito repasar los titulares deportivos (ni me interesa ni mi gusta el deporte) porque si no sabré en que mundo vivo. Periodismo cívico mejor que periodismo ciudadano.

El Evangelio de Jarvis: las tecnológicas nos liberan, los estados nos esclavizan

Jarvis es uno de esos liberales norteamericanos que lindan con el libertarismo. Así que se ha aplicado a criticar el ansia reguladora europea («no, no existe el derecho al olvido, lo que existe es el derecho a saber») y de modo especial el canon AEDE: «España será el primer país que mate el enlace con ese gravamen y eso tendrá consecuencias fatales para los medios» (aplausos). Google es una empresa abierta y, como el resto de las tecnológicas, si entrega nuestros datos a un estado es porque las leyes locales le obligan; si guarda nuestro datos es para darnos mejor servicio. Hay una obsesión con la intimidad, si compartimos nuestra vida en las redes sociales no podemos invocar luego la intimidad. El tecnopánico ciega el futuro.

Es difícil tomar partido en la lucha entre editores y Google, ambos grandes depredadores y a su vez cada uno con su parte de razón. Creo que los ingresos originados por los contenidos agregados en Google News merecen su remuneración (no sólo para los editores, como éstos pretenden, también para los periodistas), pero el camino no es imponer una tasa, sino negociar. Seguramente si hubiera expuesto estas ideas, el auditorio me habría abucheado. Por lo demás, como en el chiste del ateo, si uno no cree en la fe verdadera, en la utopía auténtica ¿cómo creer en este sucedáneo tecnológico?.

El modelo de negocio

Después de Jarvis una mesa redonda estaba dedicada al modelo de negocio y otra a los nuevos modos de contar historias, pero ésta atendió más al modelo de negocio que a las nuevas narrativas.

Los nuevos medios siguen teniendo como primera fuente de financiación la publicidad, pero la publicidad virtual (personalizada) no puede generar el volumen de ingresos de la publicidad analógica (masiva). Confiar sólo en la publicidad puede suponer unos ingresos insuficientes que lleven al medio a un círculo vicioso de recortes. He aquí algunas alternativas presentadas en la jornada.

Periodismo de pago para la información exclusiva. Robert Shrimsley ha expuesto el conocido modelo del Financial Times: crear información exclusiva, con valor añadido para comunidades que pueden pagarla; servir desarrollos informativos, desarrollar conferencias y vincular a los suscriptores.

– Todos los participantes han estado de acuerdo en que el futuro reside en el análisis de las audiencias a partir de los datos que los usuarios entregan. Frédéric Filloux, de Les Echos, habla de una aplicación capaz de trazar un perfil de cada cliente a partir de esos datos para ofrecer una información exclusiva por la que esté dispuesto a pagar o por lo menos a pasar más tiempo en la aplicación o en la web del medio.

– El móvil tiende a convertirse en la principal fuente de tráfico… y el móvil no se lleva bien con la publicidad ¿Cómo monetizar ese tráfico? ¿Crear formas específicas de publicidad? Rob Wijnberg (director y fundador de De Correspondent) ha recordado que lo primero es crear comunidad, vinculación y luego ya se verá como se monetiza.

Ignacio Escolar ha expuesto el modelo de eldiario.es. Una base de socios (a razón de 60 € al año, por cierto la misma cantidad en De Correspondent, sin publicidad en el caso del diario holandés) que garantizan la independencia del medio. Escolar puede poner a toda su redacción a investigar porque confía la cobertura de la actualidad a los teletipos (y porque existen los medios más generalistas que crean información propia sobre la actualidad).

– Y Montserrat Domínguez ha resumido el modelo del Huffington Post (España) con estas cifras que lo dicen todo: 12 redactores, 10 colaboradores, + 500 blogueros (modelo depredador del periodismo profesional).

Nuevos modos de contar historias

Como digo, la mesa correspondiente derivó más hacia el modelo de negocio, pero se pueden espigar algunas reflexiones interesantes.

– Jarvis, en su cuestionamiento de la pieza informativa, manifestó como en Internet hay espacio para el titular de la noticia de alcance y, cada día más, para la información en profundidad, pero no para la pieza del periódico (de 500 a 100 palabras) que sólo se ojea.

– Todos han estado de acuerdo que la homepage está moribunda. Hoy la información, las exclusivas, están en las redes sociales.

La información divertida, cachonda -dice Dominguez- de los «contenidos cotidianos» del Huffigton no son periodismo, pero crean implicación y lealtad de la audiencia.

– Todos han apostado por el vídeo como medio de expresión del futuro, pero nadie ha aportado una experiencia interesante que supere el formato de la pieza de televisión, el cutre vídeo de YouTube o la entrevista en el set del periódico.

Resumen del acto en el blog de Google

Vídeos

Jarvis critica el proteccionismo europeo

Modelo de negocio

Nuevas narrativas

Anuncio publicitario

Enseñar el periodismo


Debate bronco ayer en el Laboratorio de Periodismo de la Asociación de la Prensa de Madrid. Siempre es polémico el tema de la enseñanza del periodismo, inextricablemente unido al del estatutus jurídico y la situación laboral de la profesión. Pero en esta ocasión se polarizó en torno a un artículo de Carlos Díaz Güell que cuestiona de modo absoluto los estudios universitarios de periodismo y de modo particular los que se desarrollan en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense.

Invitados al debate el autor del artículo y la decana Carmen Pérez de Armiñán el choque estaba asegurado. Pues el artículo, que destila mala baba, recurre a argumentos ad hominem poco elegantes y a métodos tan poco rigurosos como someter las asignaturas del plan de estudios a la evaluación de tres anónimos periodistas.

Más allá del agrio enfrentamiento se manifestaron dos tendencias sobradamente conocidas. Para unos el periodismo es un oficio que se aprende en la calle y en las redacciones (la cita a García Márquez es recurrente) y la formación universitaria sólo añade especialización (jurídica, económica, científica). Para otros, los periodistas necesitan una formación universitaria que le de un conocimiento global del mundo y su profesión y unas técnicas para comunicar.

En el cuestionamiento de las enseñanzas universitarias coincidieron, además de Díaz Güell, algunos periodistas y muy especialmente Antonio Rubio, director del máster de El Mundo, quien dijo que prefería seleccionar a universitarios de otras carreras antes que a licenciados o gradudados en periodismo, con la lógica indignación de los estudiantes presentes. Soledad Alcaide, responsable del máster de El País, defendió el sistema de los máster de empresa como unos estudios de segundo grado por los que había optado el periódico y la Universidad Autónoma de Madrid. Ambos negaron (entre las protestas de los alumnos) que esos máster fueran un negocio para sus empresas.

En defensa del sistema universitario no sólo se pronunciaron los académicos, sino también buena parte de los alumnos y recién titulados, aunque entre ellos no faltaron críticas a los estudios de la UCM. El maestro Enrique Aguinaga defendió su conocida posición de que el periodismo debe ser una profesión titulada y colegiada (posición contra la que ya me he manifestado sobre su oportunidad y constitucionalidad).

Ya es hora de superar esa dicotomía académicos-profesionales y ponernos juntos a trabajar en mejora la formación de los futuros periodistas.

Personalmente creo que hubiera valido la pena mantener el modelo de los estudios de segundo grado, pues garantizaba una base en una disciplina de ciencias sociales (y, por tanto una especialización ya de partida) y una formación profesional específica. Esta solución no cabe en el actual modelo de Bolonia, pero quizá terminara reviviendo si como se propone el ministerio vamos a un sistema de másters de  tres años y grados de dos años (que debiera de haber sido el sistema elegido, pero cuya inmplantación en este momento descoyuntaría más a la universidad y, con las tasas, actuales impediría a un porcentaje muy importante de alumnos el acceso a los máster).

Los males de los estudios de periodismo son los propios de la universidad española, que mira más hacia dentro que hacia fuera, más hacia la teoría que a la práctica, más a la transmisión del conocimiento que a la adquisición de competencias y habilidades. Lo dije en el debate: formamos más a comunicólogos que a periodistas. Por supuesto, muchos hacemos un gran esfuerzo para que nuestros alumnos hagan prácticas. Puede ser -es- un problema de medios, pero sobre todo de concepción. Resulta prácticamente imposible replicar en la universidad española un entorno profesional. Y aún así, los alummos reciben formación práctica e incluso muchos profesores estimulan la innovación (un ejemplo, Juan Luis Manfredi en este artículo)

No hay una vía para que los profesionales puedan aportar su experiencia a la universidad. La figura del profesor asociado es un fraude. Sí, en su selección el mérito más relevante es la experiencia profesional, pero en realidad su inserción diferenciada en la docencia no está contemplada. El profesor asociado tiene una carga docente que en la mayor parte de los casos es teórica. En realidad, los asociados son la infantería de la universidad, sueldos que no llegan a los 600 euros, obligación de estar de alta en la Seguridad Social y escalón de ingreso en la carrera docente de los jóvenes licenciados. Puedo dar fe que compatibilizar una carrera profesional y una carrera académica es muy duro, casi imposible. Hacen falta instrumentos más ágiles, como la posibilidad de que los profesionales impartan talleres prácticos, pero eso hoy es administrativamente es imposible.

Las quejas sobre la calidad de la docencia son muchas veces justificadas. Hay que decir que la universidad española no controla (si acaso sólo formalmente) ni estimula la calidad de la docencia. Lo único que se estimula y evalúa es la investigación y ello sólo con el parámetro de los artículos publicados en revistas de impacto.

En mi concepción los estudios de periodismo en el modelo de 3 años (grado) + 2 años (máster) debiera estructurarse en capas sucesivas. Grado: primer año asignaturas que den el contexto de nuestro mundo (historia, derecho, economía, relaciones internacionales, literatura); segundo año, asignaturas que den el contexto profesional (derecho de la información, empresa informativa, deontología informativa, teoría de la comunicación, políticas de la comunicación); tercer año, técnicas comunicativas (técnicas de trabajo e investigación, documentación, redacción multimedia, redacción audiovisual). Y los máster de verdadera especialización temática (periodismo internacional, periodismo económico, periodismo cultural, periodismo deportivo, periodismo científico), por lenguajes (periodismo audiovisual, periodismo multimedia, fotoperiodismo) o funciones (periodismo institucional, periodismo de investigación). Es importante concentrarse en lo esencial y romper con la dispersión actual. Y sustituir las optativas por talleres prácticos.

Una queja recurrente es que nuestros alumnos ya no leen periódicos ni ven los telediarios, que no leen libros ni conocen a los clásicos cinematográficos. No es un problema que falle la enseñanza media o la enseñanza universitaria. Es un cambio de paradigma. Nuestros alumnos tienen otros intereses y se informan de otra forma y es tarea de los profesores dar sentido al ecosistema informativo en el que participan.

Debemos de ser exigentes. Todos. Los profesores con los alumnos (muchos protestan cuando se «enteran» de que una asignatura cuatrimestral supone 150 horas de trabajo) y los alumnos con los profesores. Debemos buscar la excelencia, pero la excelencia no es subir el listón del aprobado para intentar regular de este modo el mercado laboral.

(El debate en Twitter puede recuperarse con la etiqueta #LabAPM y visionarse en el siguiente vídeo)

Participación popular en la gestión del interés público


El escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid (jurídicamente apropación indebida y fraude fiscal ¿cuántas empresas privadas pueden estar usando este sistema para que sus directivos cobren en negro?) revela la corrupción de un sistema de participación en la gestión de empresas públicas.

Los Blesa, Rato, Fernández, Benito… políticos, empresarios, sindicalistas, no sólo han  contribuido al expolio de Caja Madrid-Bankia, también han infringido un grave daño a los sistemas de participación popular en la gestión y control de empresas, organismos públicos y autoridades independientes. No es sólo que tuvieran unos ingresos desmesurados y opacos a Hacienda, es que estaban allí de simples palmeros, con total dejación de una gestión y control para las que carecían de competencia y experiencia.

Lo que sigue es una reflexión desesperanzada sobre los modos de gestionar el interés público mediante la participación social.

En el mundo latino tradicionalmente se ha considerado que la gestión del interés público debe quedar en manos de un gobierno, que obiene su legitimidad de la elección popular. Esa es la única fuente de poder, que se transmite jeráquicamente a través de una burocracia que estructura la sociedad. El contrapeso a ese poder omnímodo es un sistema de funcionarios profesionales con un estatus jurídico de independencia. Es este sistema funcionarial el que da continuidad a la administración y garantiza derechos y prestaciones frente a la veleidades políticas. Es la alternativa al «spoil system» característico de la política norteamericana del s. XIX: el que gana las elecciones se lleva el «paquete completo» y cambia hasta el último funcionario.

El sistema funcionarial de gestionar el interés público es acusado de crear una casta corporativa, más pendiente de sus interereses que de las necesidades del público. Es discutible que el estatuto de independencia jurídica tenga que extenderse a los trabajadores públicos. Personalmente creo que debe limitarse a aquellos que toman decisiones sobre derechos de los ciudadanos, mientras que el resto de servidores públicos podrían estar dotados de un régimen laboral, pero que garantizara, al igual que el clásico funcionarial su estabilidad y su selección y promoción por mérito y capacidad, pero con una gestión más flexible.

En cualquier caso, una garantía básica de buena gestión del interés público son administraciones y servicios públicos profesionales. En nuestro país (y en otros) los políticos se han inventado un sistema para neutralizar las limitaciones a su poder, los asesores, que duplican órganos y funciones, a cargo de personajes paniaguados. Los asesores son un  cáncer que corroe las administraciones.

Un caso especial es la administración de justicia, servicio público y poder del estado al mismo tiempo. La independencia de los jueces es la mejor garantía de los derechos de los ciudadanos. Pero dada por supuesta la independencia individual de los jueces queda la cuestión de sus órganos de gobierno. En España se seguió la solución italiana de un consejo general que ha oscilado entre la selección corporativa y política de sus miembros, con las nefastas consecuencias conocidas de politización de los tribunales superiores. ¿Hubiera dado un mejor resultado un gobierno absolutamente corporativo? Lo dudo. De lo que no tengo duda es que el sistema norteamericano de elegir por voto popular determinados cargos judiciales, fiscales o policiales no conduce sino a la instrumentalización de la justicia por parte de poderosos intereses capaces de organizar campañas. Es, en definitiva, convertir a los jueces en políticos.

¿Cabría una participación popular en la elección de los órganos de gobierno de la justicia? Es esta una cuestión que afecta no sólo a la justicia sino en general a todos los servicios públicos y empresas públicas. La voz de una sociedad diversa tiene que estar de alguna manera presente en la gestión y control de los servicios públicos, justamente para completar la interpretación que los políticos electos y los funcionarios y trabajadores públicos puedan hacer de ese interés público. De manera bastante tímida en España se ha avanzado en un sistema de consejos sectoriales (por ejemplo, el Consejo Escolar del Estado) con competencias simplemente consultivas y en el que están presentes los sectores relacionados con el servicio público. Son una mínima manfiestación de una democracia participativa, complementaria de la representativa.

Se plantea en estos órganos de participación cúal ha de ser el alcance de sus competencias (gestión, control, asesoramiento) y el modo de su elección. En cuanto a las competencias, creo que es posible la participación popular en el control y el asesoramiento, pero que la gestión debe ser siempre profesional e independiente, aunque orientada estratégicamente por algún órgano en el que se manifieste el pluralismo social.

¿Cómo hacer presente esa diversidad de la sociedad en los órganos de gestión, control y asesoramiento?.  Ahora, en la época de las primarias, muchos son los que defienden la elección popular para estos representantes y en general para todos los cargos públicos. No creo que sea una solución factible. Primero, porque no se trata de mandatos generales como los que confíamos a los políticos, después porque es necesario acreditar competencia para muchos de estos cargos y finalmente porque sin una sociedad organizada en estas votaciones sólo participarían grupos muy comprometidos y por tanto organizados…. lo que nos lleva a las soluciones que hasta ahora se han aplicado.

Hasta ahora las formas de escoger a estos representantes populares en los órganos de gestión, control y asesoramiento de servicios públicos y empresas públicas han pasado casi siempre por el parlamento. Mayoría simple parlamentaria, lo que lleva al dominio gubernamental del servicio. Mayoría cualificada parlamentaria, lo que lleva a un sistema de reparto por cuotas entre los dos grandes partidos (Consejo del Poder Judicial, Tribunal Constitucional; en Italia, antes la «lottizzazione» de la RAI, donde los partidos se repartían cadenas y telediarios). Propuestas de organizaciones sociales (profesionales, sindicales, empresariales) y elección parlamentaria, con resultados parecidos a las cuotas, pero además creando una pasarela para que partidos y organizaciones coloquen a sus elefantes en puestos muy rentables y propiciando un control capilar de las organizaciones por parte de los partidos. Esto es lo que ha ocurrido en el caso de la televisión pública alemana (veáse reciente sentencia del Tribunal Constitucional).

Otro caso es el de las llamadas autoridades independientes, nacidas en Estados Unidos y asumidas por el derecho comunitario europeo. Se trata de organismos reguladores de un determinado sector, con poder por tanto no sólo de control sino también normativo (una de las potestades típicas del Estado) que se confía a profesionales supuestamente independientes, que van a regular conforme a unos principios que se supone que son el consenso (académico, del sector, político) sobre lo que significa el interés público en tal sector. El caso extremo son los bancos centrales a los que los gobiernos han entregado un instrumento esencial de la política económica como es la política monetaria. Dos graves problemas: ese consenso regulador está más forjado por los agentes del sector que por la búsqueda del interés público y, evidente, la «puerta giratoria», profesionales y gestores que hoy dirigen empresas y mañana las regulan o viceversa. ¿Ante quién responden estos reguladores «independientes»? No hay respuesta.

Decía al principio que esta es una reflexión desesperanzada, porque no veo en el panorama ninguna solución clara que garantice la participación popular en empresas, servicios públicos y organismo reguladores.

Hay experiencias que son válidas, pero al interno de las organizaciones. Órganos de control profesional elegidos por y entre los profesionales en candidaturas unipersonales. Que duda cabe que partidos y sindicatos tendrán influencia en esas elecciones, pero lo que puede pesar decisivamente es el propio perfil profesional, siempre que esas candidaturas unipersonales no hayan de ser avaladas por estas organizaciones. Un ejemplo podrían ser los consejos de informativos establecidos en RTVE por la Ley 17/2006. Este tipo de órganos podría extenderse prácticamente a todos los servicios públicos. Y cuando los usuarios o beneficiarios de ese servicio público son estables y están en un marco en el que pueden interaccionar también ellos pueden sumarse a estos órganos mediante votación de la comunidad de usuarios (como por ejemplo ocurre en los consejos escolares de los centros de enseñanza pública).

Para lograr una participación popular eficaz hacen falta cambios de mayor calado. Uno, el cambio de la cultura política, para que los políticos comprendan que por muy importante que sea su legitimidad no es la única ni su poder absoluto, que no pueden ocupar todo el espacio público y manipular los servicios públicos. Este cambio no digo que ya se esté produciendo, pero el shock en el que viven los partidos mayoritarios lo favorece.

Más a largo plazo todavía es imprescindible el reforzamiento de la organización de la sociedad. Una sociedad puede mostrar su diversidad si está estructurada mediante una miríada de organizaciones intermedias. En España el individualismo y la falta de compromiso social sigue pesando demasiado. La interacción virtual puede favorecer la autorganización, pero nunca suplantarla. El activismo virtual es descomprometido, líquido, discontinuo… Partidos fuertes, sindicatos, organizaciones empresariales fuertes, pero también organizaciones de base en todas las manifestaciones de la vida actual. Con organizaciones fuertes, bien implantadas en la base, independientes, entiendo que el sistema ideal de participación popular sería la propuesta por parte de estas organizaciones de representantes en los órgananos de los servicios públicos, nombrados por mayoría parlamentaria muy cualificada.

Dejo de soñar. Hoy, con la mayoría absoluta del PP el Congreso de los Diputados elige a José Antonio Sánchez presidente de la Corporación RTVE.

Salvemos RTVE, queda poco tiempo


Asisto con dolor a un nuevo asalto contra la televisión pública.

Vuelve José Antonio Sánchez, condenado por la vulneración del derecho fundamental a la libertad sindical como máximo responsable de aquella TVE del Prestige, la huelga general, el Yak 42, las armas de destrucción masiva (aquel documental de Judit Miller emitido a toda prisa)… En una década su curriculum como gestor ha ganado brillo: ha despedido improcedentemente a prácticamente toda la plantilla de Telemadrid, pagado indemnizaciones a costa de los madrileños y externalizada la producción en favor de empresas amigas, él, trabajador en excedencia de Telefónica y colaborador del PP. No importa, algunos en el PP piensan que apretando los tornillos en TVE todavía se pueden ganar las elecciones ¿En que mundo viven? ¿No se han enterado todavía que la televisión ya no es omnipotente y que si lo fuera ellos ya se han encargado de reducirla a la irrelevancia?

Y Montoro anuncia que TVE ya no jugará en la liga de las privadas. Como he visto en algún tuit TVE tiene que jugar en la liga de la BBC (que no deja de tener también sus graves problemas). El asalto neoliberal es todavía más grave que el de la manipulación, aunque este justifica aquel. ¿En qué consiste el servicio público? ¿En lo que no resulta rentable para las privadas? Eso es lo que parece suguerir el ministro de Hacienda, que entre tanto mantiene el suspense de cómo evitará la quiebra de RTVE si es que sigue sin aflojar los 130 millones que le negó a González Echenique.

Orgullo porque una institución como el Consejo de Informativos, por la que tanto luchamos durante décadas, esté funcionando. El Consejo de Informativos no es un soviet, sino un órgano institucional de RTVE al que la ley confiere la defensa de la independencia profesional de los informadores y de la independencia editorial de TVE. Alejandro Caballero, su presidente, lo explica perfectamente en el vídeo que incrusto al final.

Pena por la escasa respuesta social. He abogado por el rescate ciudadano de RTVE, pero, pese a todo el esfuerzo de los trabajadores, no se ha logrado construir un movimiento, una «marea», en favor de la radiotelevisión pública, en gran parte porque los nuevos movimientos sociales han nacido con una desconfianza genética hacia los medios de comunicación masivos (la hostilidad de los grupos multimedias oligopólicos viene de suyo).

Defiendo la rentabilidad económica y social de la radiotelevisión pública y su conversión en un servicio público multimedia, que ofrezca a todos contenidos gratuitos de calidad en todas las plataformas: un servicio público que mida su rentabilidad no por los beneficios o los índices de audiencia del prime time, sino por el servicio a los ciudadanos, medido por el alcance de sus contenidos y servicios en todas esas plataformas.

El Consejo de Informativos defendía ayer volver a un modelo de independencia informativa. La independencia se gana en el día a día, pero para ello es condición mínima contar con la independencia jurídica, esto es, volver, al menos a un Presidente que cuente con consenso parlamentario.

Creo que ese sistema debe revisarse, ampliando las entidades que puedan proponer candidatos a consejeros y presidente a organizaciones profesionales, sindicales y sociales y someter a los candidatos a un sistema de escrutinio riguroso para verificar sus méritos profesionales e independencia. Confiar la orientación estratégica y la supervisión al consejo de administración y a su presidente y entregar la gestión a un ejecutivo independiente elegido en concurso público. Y someter a referedum vinculante de los informadores el nombramiento del director de los Servicios Informativos.

Sí, la independencia es posible, el servicio público genuino esencial para la democracia también. Pero no sé si dentro de unos meses RTVE no será una ruina irrecuperable.

(En este blog he hablado mucho del servicio público de la radiotelevisión. Estas son las etiquetas para recuperar las entradas: servicio público, TVE, RTVE)

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