Apuntes y lecturas de la pandemia: los medios de comunicación


televirus

Los medios en los tiempos del coronavirus

Saturación informativa, infodemia, enfoques informativos, peticiones de ayuda por ejercer una función publica…. Vivimos días críticos en los que la cantidad y calidad de la información que consumimos resulta decisiva para nuestra respuesta personal y colectiva a la pandemia.

Después de la comunicación institucional de crisis en estos apuntes abordo ahora la función de los medios (tradicionales y cibermedios) en la construcción de la imagen del mundo golpeado por la pandemia y cómo esta crisis está afectando a su propia supervivencia. Como siempre es una entrada exageradamente larga, así que os podéis mover por los títulos a los asuntos que más os interesen.

Consumos informativos: el regreso a los medios tradicionales

El público, las audiencias, los usuarios (como queramos llamarlos según la perspectiva de cada uno) se ha volcado en los medios profesionales. El hambre de información ante esta emergencia y el confinamiento, con sus secuelas de tiempo libre y necesidad de entretenimiento han disparado todas las mediciones (ahora lo llaman métricas), tanto las directas (audímetros de televisión, páginas vistas) como las indirectas por encuesta. Y ha ocurrido, con sus particularidades, en todos partes.

Aquí es imposible realizar un resumen de estos datos. Pero sí marcar las tendencias principales, en nuestro país, pero bastante similares en todas partes (fuente principal estudio de Havas Media Group España):

  • Gran aumento del consumo de la información producida por los medios profesionales. Los diarios digitales españoles han aumentado de media sus visitas un 100%. En televisión, 41 millones vieron los informativos en marzo, 2,6 millones más que en febrero. Los informativos lideran los rankings de audiencia (ver los datos de televisión más abajo.
  • La televisión es el medio que más crece, pero la radio también, sobre todo por la noche, reafirmando su papel de acompañamiento. También crece el tiempo dedicado a consultar la web y las redes sociales.
  • La radio, la televisión, los diarios digitales, por este orden, son los medios más creíbles. Los menos (4/7) las redes sociales.
  • La televisión es el principal medio de entretenimiento.
  • Niños y jóvenes vuelven a consumir información en los medios tradicionales.
  • Los más mayores se ponen al día, consumen más información en línea y hacen un gran uso de sistemas de videoconferencia y video llamada.
reparto audiencias

Reparto de la audiencia televisión lineal/no lineal. Fuente Barlovento

Los datos para la televisión son más concluyentes, en cuanto que la metodología de los audímetros (muchas veces cuestionada en cuanto que lo que trata de ofrecer es una medición para poner precio a la publicidad) está bien asentada. Según el informe de marzo realizado por Barlovento a partir de los datos de Kantar Media (ver más abajo en Lecturas):

  • Marzo ha batido todos los récords: 284 minutos/día de media (sobre un universo de 45.5 millones de españoles), 371 minutos/día por espectador ¡6 horas y 11 minutos!. El domingo 15 de marzo es el día de mayor consumo de televisión desde que se hacen estas mediciones. El incremento medio respecto al mes anterior fue de un 40% (+88 minutos).
  • Los jóvenes de 13 a 24 años han incrementado su consumo de televisión en un 60% y los niños de 4 a 12 casi un 50%.
  • La televisión lineal en abierto sigue siendo la reina de la pantalla (284 minutos/día) y es responsable de más del 80% del crecimiento de la audiencia (ver gráfico). Al streaming y otros usos de Internet se dedican solo 21 minutos. Pero, atención, este consumo se refiere solo al que se hace en la pantalla tradicional. El streaming en otros dispositivos (tabletas y móviles) será mucho más elevado.
  • La información es, sin duda, motor de este incremento de las audiencias. En total, 41 millones vieron los telediarios, 2,6 millones más. Las cadenas que más crecen son las más «informativa», La Uno (+0.6%) y La Sexta (+1, 4%). El Canal 24 Horas ha doblado su audiencia (de 1,1 a 2,1%). (Sobre TVE, ver el último apartado de esta entrada.
credibilidad

Elaboración propia a partir de los datos del estudio de DigiLab

Llegan las primeras encuestas más cualitativas, como esta del DigiLab (véase en Lecturas). Sus datos son interesantes porque se refieren al periodo 3-10 de abril, mientras que los anteriormente recogidos corresponden a marzo:

  • Un 90% de los españoles se informa al menos una vez al día sobre la Covid-19 y un 52% tres o más veces. Y esto aunque el 42% informarse le genere angustia.
  • Los medios más utilizados son los diarios digitales (38.3%), seguidos de la televisión (33,9%).
  • La mayoría (77,4%) creen que los medios sesgan la información  conforme a su línea editorial y un 44,6% se quejan de sansacionalismo y creen que han generado un alama innecesaria.
  • TVE es el medio más creíble (ver gráfico)
  • Un 80,3% dice haber recibido noticias falsas, el 64,3% por WhatsApp.

Por último, el informe del Reuters Institute (ver referencia en Lecturas), con encuestas realizadas en marzo y principios de abril, que se centra más en la confianza de los medios y que aporta la visión comparativa en 6 países (Argentina, España, Corea del Sur, Reino Unido, Alemania y Estados Unidos). Estas son las tendencias:

  • La dieta informativa combina todas las plataformas informativas, con el dominio de la información en línea (en la que se incluye tanto la visita a cibermedios, sitios de información institucional o búsquedas), seguido por la televisión, las redes sociales, la radio y los periódicos. El mayor recurso a las redes sociales se hace en España y, sobre todo, en Argentina. Hay diferencias notables en cuanto a las fuentes propiamente dichas: en España, Corea y Argentina se recurre en primer lugar a los medios informativos (con porcentajes mucho más bajos a otras fuentes), mientras que en los otros tres países se busca la información casi en la misma medida información en los medios y en las fuentes oficiales, lo que parece traslucir una mayor desconfianza en España, Corea y Argentina hacia las fuentes oficiales. En fin, en todas partes, WhatsApp es, por encima de Facebook, la red social de comentarios con amigos y familares, pero nuevamente son España, Argentina y Corea del Sur los países que más usan esta plataforma (por encima del 50%). A menor grado de educación formal menos se acude a los medios informativos y más se depende de las redes sociales y aplicaciones de mensajería.

dieta

En cuanto a la confianza en las fuentes, en todas partes se cree más a las fuentes expertas (médicos, sistema sanitario nacional u organizaciones internacionales de salud). Después se confía en los medios informativos y los gobierno y luego, ya mucho menos en la gente y los políticos. Un dato preocupante, España tiene los porcentajes más bajos de plena confianza en los medios (un poco más del 50%) y el Gobierno (en torno al 46%, Estados Unido un poco menos, 44%).

confianza reuters

  • La mayoría de los encuestados dicen haber encontrado poca desinformación en las distintas plataformas (un dato que constrasta con los resultados españoles del DigiLab, ver más arriba). En Estados Unidos, Corea del Sur y España las respuestas identifican a los políticos como fuente frecuente de desinformación.

Recapitulando más allá de todos estos informes. Que nadie eche las campanas al vuelo por este hambre de información. La confianza en los medios informativos no es ni mucho menos plena y es menor cuanto más baja sea el nivel de educación y la polarización política del país. Las audiencias están angustiadas y cautivas. Estos consumos no se mantendrán en una vuelta a la normalidad. Y durante el confinamiento corremos el peligro de caer en una saturación informativa.

En Italia ya se ha producido un importante reflujo. En la última semana de marzo -Italia va por delante de España una o dos semanas en el desarrollo de la enfermedad, no necesariamente en los comportamientos sociales- el telediario nocturno de la RAI cayó en 352.000 espectadores, pero, sobre todo, el especial que le sigue perdió nada menos que 3,8 millones. Este último dato parece indicar la necesidad de salir del círculo angustioso (un relato sin esperanza) de una información quizá repetitiva y buscar entretenimiento y evasión.

¿Mantendrán los jóvenes alguno de los vínculos informativos generados durante el confinamiento? Puede que no, pero por lo menos habrán visto que hay otro mundo y otra forma de contar más allá de sus redes sociales.

El comportamiento de los medios

Me considero incapaz de hacer un juicio medianamente fundamentado sobre el comportamiento de los medios profesionales. Hará falta mucha investigación, que a buen seguro ya se está desarrollando.

Internacionalmente, el fenómeno más interesante y, además, decisivo en el tratamiento de la pandemia es la simbiosis entre Trump y Fox News. Durante todo su mandato, el presidente se ha nutrido de la información altamente polarizada de la cadena y esta ha sido su gran altavoz. Trump ha tenido que ceder, en parte, y adoptar a regañadientes las medidas que le recomiendan sus expertos, con los que mantiene una relación conflictiva. Fox abrazó la narrativa trumpista de minimimizar la importancia de la enfermedad y ahora presiona al presidente para una vuelta precipitada a la normalidad. Trump lanzó desde el principio una guerra contra los medios, las broncas en la sala de prensa de la Casa Blanca han sido una constante, per en esta guerra los medios están respondiendo con la contundencia que requiere la emergencia.

En España observo, claro, el sesgo editorial, como advierten los encuestados del DigiLab y como no podía ser menos. Los medios de derechas (la mayoría) apoyan editorialmente y con su sesgo editorial la narrativa del PP (incluida el encuadre que culpa al 8-M como principal causa del brote). Los de centroizquierda y relativa izquierda (los menos) apoyan críticamente el relato del Gobierno. Hasta ahí, todo legitimo.

En general, todos los medios están haciendo un enorme esfuerzo de contextualización, divulgación y reportajes (también con sus sesgos). No creo que ninguna información sobre la Covid-19, ningún dato haya sido ocultado, ninguna imagen por dura que fuera censurada, ninguna crítica anulada. Poco a poco se va escuchado -siempre dependiendo de la línea editorial- la voz de los últimos de nuestra sociedad, los más pobres, los inmigrantes que viven 10 personas en 40 metros cuadrados, las familias monparentales sin recursos, los que vivían en la calle, los que dependían de la venta callejera.

Percibo el sensacionalismo sobre todo en los magazines de televisión (la audiencia de los de la franja de la mañana ha crecido un 65%). Por supuesto, el principal problema es nuestro sesgo perceptivo, seguimos viviendo en cómodas burbujas en las que nuestras filias y fobias se ven confortablemente confirmadas.

Lo peor es lo que la pandemia oculta o deja en un muy segundo plano informativo otras realidades de nuestro mundo:

Nodos mediáticos en la campaña de desinformación

Hay una constelación de medios aparentemente profesionales que son esenciales en la distribución de la desinformación, en la infodemia que padecemos. PR noticias, moncloa.com, periodistadigital… entre otros.

No producen bulos puros y duros, pero pueden hacerse eco de ellos, dándoles una apariencia de veracidad. Y, sobre todo, cultivan la información manipulada, que a partir de datos reales, de medias verdades, ocultan el contexto y sacan conclusiones falsas. Esas «informaciones» son convertidas en virales en las redes de la derecha y la ultraderecha, ya sea por cuentas verdaderas o, directamente, por cuentas automatizadas.

Por último, para darles una difusión masiva más allá de las redes, basta citar a estos «medios» en los magazines de Ana Rosa Quinta y Susana Griso, ambos con un largo historial de manipulación. Por citar, solo una de estas últimas, la manipulación en Espejo Público de las declaraciones de un científico británico, para culpar al 8-M de brote, respondida por el propio científico.

bulo whatsapp

El bulo de WhatsApp

Estos días he observado personalmente un caso típico de desinformación, a partir de la decisión de WhatsApp de limitar la posibilidad de compartir a todos los grupos y contactos los mensajes reenviados más de cinco veces.

El estudio de esta medida merece su propio análisis, pero ha sido el pretexto para lanzar una campaña de desinformación de libro. El día 7 leo la noticia en The Guardian. El mismo día la publica El Mundo de manera más concisa, pero irreprochable. Dos días después y con un enlace a la información veraz de El Mundo me llega por el propio WhatsApp el bulo (ver imagen). En este caso no entran en juego esa constelación de medios, sino que se utiliza una noticia correcta, publicada por un medio profesional de línea editorial de derechas, que ofrece credibilidad para los sectores de esta ideología. No puedo investigar quién originó el bulo, pero en esta ocasión se ha demostrado como bulos y desinformación que podría atribuirse a la ultraderecha son compartidos por figuras tan destacadas del PP como Rafael Hernando (véase tuit).

Efectivamente, la «gente», alguna gente, se ha ido a Telegram. De repente Telegram me avisa que una decena de viejos contactos (un fontanero, un perito, un viejo conocido, un abogado que me llevó un caso…) se han dado de alta en la aplicación.

La campaña ha tenido éxito. No porque la «gente» se haya dado de alta en Telegrama. El primer objetivo era atacar al periodismo de verificación, que les hace mucho daño, y, en cierto modo, amenazar a esta instancias profesionales, como denuncia la FESP. Pero, el objetivo último y más estratégico es crear una desconfianza general, favorecer un estado de ira dirigido contra el Gobierno: la tormenta de mierda.

(Para una ulterior entrada sobre derechos y libertades dejo la polémica sobre la disparatada pregunta del CIS sobre si es necesario para luchar contra contra la desinformación abolir la libertad de expresión y pohibir todas las fuentes que no sean oficiales).

El encuadre informativo de la pandemia

Dejemos la desinformación. Hace mucho que sabemos que tan importante como qué se dice es cómo se dice. Una de las líneas de investigación en comunicación es la teoría del enmarque, encuadre o enfoque, el framing, uno de cuyos padres más destacados es el lingüista George Lakoff.

Los temas informativos se encuadran en marcos mentales que les dan sentido. Unas veces estos marcos responden a un consenso social general («la ciencia es buena», «hay que comer sano»), o a un sentido compartido en una determinada comunidad (por ejemplo, el consenso de «tenemos derecho a decidir» entre los independentistas). Suelen ser los marcos más implícitos. Otras veces, en situaciones de polarización, los marcos pueden ser visiones opuestas que dividen a una sociedad. Estos marcos contradictorios son más explícitos.

El Observatorio de la Información de la Calidad de la Información en Televisión (OCITV), un grupo de investigación de la UCM que coordiné hasta mi jubilación, realiza desde hace 6 años un trabajo de análisis de contenido de los telediarios de las cadenas nacionales (metodología), en el que se investiga el ámbito, los agentes informativos, los temas y el tratamiento de las noticias de los noticieros (por ejemplo, este estudio sobre los agentes informativos).

No analizamos los encuadres, porque salvo los marcos muy generales, el framing, es particular de cada tema informativo, y los informatrivos son multitemáticos. No en estos dos últimos meses, donde el tema dominante, sino exclusivo es la Covid-19. Así que adaptamos nuestra oleada de análisis, que iba del 9 de marzo al 20 de marzo y añadimos como elementos de análisis una serie de etiquetas por duplas dicotómicas (por ejemplo, «El Estado nos protege / El Estado no nos protege»).

Hoy estamos en condiciones de adelantar unos resultado preliminares. La muestra se realiza sobre un número prácticamente idéntico de informativos de TVE, A3, T5 y La Sexta (Cuatro se nos cayó cuando dejó de hacer telediarios). Nuestra unidad de análisis es la pieza informativa y hasta ahora solo se han analizado 499 piezas, la mitad de las previstas. En una misma pieza se pueden detectar varios marcos, incluso alguno de estos pares dicotómicos al mismo tiempo.  Estos son los resultados preliminares, sin desglosar por cadenas, quizá los más significativos, teniendo en cuenta que en estos días la práctica es ver informativos de distintas canales.

encuadre general

Fuente OCITV

Como se ve, los marcos positivos dominan, sobre todo el del Estado nos protege. Pero los marcos negativos también son significativos: la enfermedad afecta a todos (no es solo cuestión de viejos), el virus mata y tenemos miedo.

Especialmente significativa es la comparación de las duplas más presentes, donde se ve como el enfoque positivo domina sobre el negativo de el mismo marco. Insisto, son resultados preliminares y se refieren al conjunto de los informativos nacionales de las cuatro cadenas de ámbito estatal.

encuadre positivo

Fuente OCITV

¿Sobrevirán los medios a la pandemia o morirán de éxito?

Con cifras nunca vista de audiencias y consumo informativo, los medios (privados) corren, paradójicamente, el riesgo de desaparecer. Los medios siguen dependiendo en gran medida de la financiación publicitaria y los anunciantes han suprimido prácticamente todas las campañas. La caída de los ingresos ha sido drástica, tanto para la prensa como para las televisiones en abierto.

La prensa abrazó Internet con entusiasmo. Antes de la explosión de la burbuja digital, primero volcó sus contenidos analógicos y luego desarrolló sus páginas web gratuitas. La publicidad digital complementaría los ingresos del papel (venta, suscripción, publicidad). Un gran negocio. Pero resultó que el público dejó de pagar por el diario en papel, un producto que se ofrecía gratis en la web, y que la publicidad digital dejaba un ingreso irrisorio por cada contacto. Algunos (por ejemplo El País o El Mundo) decidieron hace su web de pago, pero su tráfico se hundió y con él su influencia social, asi que abrieron de nuevo las webs.

Y en esto llego la recesión de 2008 y las corporaciones multimedia apalancadas con deudas impagables quebraron o estuvieron a punto de hacerlo. Muchos optaron por reducir periodistas y, por tanto, calidad, e intentaron seguir a los llamados medios nativos digitales, basados en el clickbait, en lograr millones de clics (y millones de céntimos) con titulares sensacionalistas. Tampoco funcionó. Quienes monetizaban esos clics eran Google y Facebook, así que se buscaron la sindicación de contenidos con las plataformas tecnológicas y pasaron a depender de las redes sociales, hasta tal punto que un cambio de algoritmo de Facebook pudo hundir el tráfico de los diarios que optaron por esta estrategia suicida.

Siguiendo la estela de The New York Times, los medios de calidad terminaron por apostar por los llamados muros de pago inteligentes, es decir permitir el acceso gratuito a un determinado número de informaciones, proponer la suscripción y sugerir áreas de interés para el usuario. Otros medios nativos digitales se basaron desde su nacimiento en una suscripción activa, más de adhesión asociativa que de puro abono informativo, dejando libres sus contenidos. Otros, con un modelo no lucrativo, confían en las aportaciones de fundaciones o incluso del crowfunding. En lo que todo el mundo está de acuerdo es que la información de calidad tiene un precio.

El coronavirus ha llegado justamente cuando algunos diarios (por ejemplo El País) estaban a punto de realizar la transición a un modelo de muro de pago inteligente. El problema ha sido no tanto la caída de los ingresos por publicidad digital, como la pérdida de la publicidad en el papel, que, salvo en casos contados como The New York Times, seguía siendo el principal soporte financiero. En la emergencia unos han levantado los muros, los otros los han abierto parcialmente y otros han retrasado su implantación. Justamente los que mejor tenían implantado el sistema, como The New York Times, y en situaciones de polarización política, han registrado espectaculares crecimientos en las suscripciones. Pero no ha sido, desde luego, la regla general.

La información de calidad cada vez está más detrás de muros de pago. Los muros de pago liberan del clic y la publicidad. Renuevan el compromiso con el suscriptor. Pero limitan el pluralismo. Pocos tendrán varias suscripciones, más allá de los profesionales. Más calidad sí, pero una dieta informativa menos diversa, menor pluralismo, en definitiva. Aparece una nueva grieta divisiva, solo los más ricos y más educados, los que más confían en los medios, son suscriptores, los demás  tienen que contentarse con la información viralizada por el clicbait o, peor, quedan directamente a merced de la desinformación.

Estamos en los primeros compases de una recesión, sino depresión, como no hemos conocido antes. Los medios privados ya anuncian reestructuraciones. El primero ha sido The Guardian, con un modelo no lucrativo y dependiente de una fundación, que despedirá a 100 trabajadores no relacionados con tareas editoriales. En España, todos los grandes grupos anuncian reducciones salariales o la aplicación de ERTEs (de momento a la parte de la plantilla no redaccional). En estos días, todos los periodistas teletrabajan. ¿Desaparecerán las grandes y costosas redacciones?.

Función pública y servicio público

Nunca como en estos días aparece tan incuestionable la función pública del periodismo y de los medios que lo vehiculan. Una información contrastada, completa, contextualizada es imprescindible para nuestra supervivencia personal y la superación colectiva de la crisis.

Las organizaciones empresariales solicitan ayudas económicas del Gobierno. UTECA, el lobby de las televisiones privadas, va más allá, pues no solo pide ayudas directas sino que exige dejar de realizar aportaciones a RTVE, que, por lógica, disminuirán, pues son una tasa de un 3% sobre sus ingresos brutos de explotación. El Gobieno les ha escuchado y les ha dado una propinilla de 15 milones para mantener en la TDT «durante un plazo de seis meses determinados porcentajes de cobertura poblacional obligatoria» (art. 46 RD-L. 11/2020). Que yo sepa, ningún otro sector, salvo el turístico (y por la vía de ampliar el fondo para compensar la quiebra de Thomas Cook), ha recibido una ayuda específica.

«En pocas ocasiones como en esta los medios de comunicación han ejercido su papel de servicio público para la comunidad» -dice un editorial de El País del 22 de marzo, y añade «reivindicar la información como tarea esencial en estos momentos no significa reclamar un privilegio». Afirmaciones como esta exigen distinguir entre función pública y servicio público.

Ejercer el periodismo es una función pública, pues de esta actividad depende la conformación de una esfera pública sin la que una sociedad democrática no puede existir. Ejercer una función pública conlleva responsabilidades especiales y puede exigir una regulación pública rigurosa. Pero la actividad se realiza en nuestros sociedades en el marco del mercado. Sería lo que en el derecho comunitario se denomina servicios económicos de interés general.

En cambio, la función del servicio público supone desempeñar una actividad esencial que no puede quedar supeditada o condicionada a las exigencias del mercado. Una actividad de servicio público puede ser encomendada directamente una empresa o ente público (gestión directa) o una empresa privada (gestión indirecta).  La actividad de servicio público implica el cumplimiento de unas prestaciones exigentes y bien definidas, que van más allá de la responsabilidad y limitaciones que pueda imponer la legislación sobre los servicios económicos de interés general.

En España, el art. 20 de la Constitución reconoce a todos el derecho a la libertad de expresión e información. Ordena la regulación legal de específicos derechos profesionales, como el de la cláusula de conciencia (desarrollada por la L.O   2/97) y el secreto profesional (sin desarrllo y con un reconocimiento jurisprudencial no siempre pacífico). Y establece el control parlamentario y el derecho de acceso a los «medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público».

En la práctica, con la liquidación en los 80 del organismo Medios de Comunicación Social del Estado, los medios públicos quedaron reducidos a las radiotelevisiones, la estatal RTVE y las autonómica. La Ley de la televisión privada (L. 10/88) declaraba en su preámbulo que la radio y la televisión son en España, de conformidad con el art. 128 de la Constitución, un servicio público esencial de titularidad estatal, para en su articulado regular la posibilidad de delegar este servicio en régimen de concesión administrativa a sociedades anónimas. Finalmente, la Ley General de la Comunicación Audiovisual  (L. 7/2010) en su art. 22 declara a los servicios de comunicación audiovisual como servicios de interés general, mientras que en el art. 40 establece los fines y misiones del servicio público audiovisual que el Estado, las Comunidades Autónomas y los Entes locales podrán establer.

No creo que las empresas periodísticas que hoy claman ser servicio público esencial quieran pasar a ser de titularidad pública. Y me temo que ni siquiera estarían dispuestos a someterse a una regulación rigurosa, como la que, con todas sus lagunas y escapatorias, están obligadas a cumplir las radios y televisiones privadas. Pero por lo menos no debieran olvidar comportamiento previos poco acordes con la función pública (EREs salvajes y discriminatorios, campañas de desinformación como la de la atribución de los atentados del 11-M a ETA). Sobre todo debieran dar muestras de estar dispuestas a asumir responsabilidades específicas que implica la función pública de informar como un autocontrol rigurosa y fiable, un mayor pluralismo interno con instituciones que reconozcan que los derechos profesionales de los periodistas pueden limitar el onmimodo poder del propietario y su libertad de empresa.

Las radiotelevisiones pública europeas

Los servicios públicos audiovisuales europeos (Public System Media, PSM), una de la señas de la identidad del viejo continente, han tenido, como todos los medios, un enorme crecicimiento en su audiencias y, lo que es más importante, en su alcance, esto es, al conjunto de los ciudadanos que prestan un servicio. Según un estudio realizado a mediados de marzo por la Unión Europa de Radiodifusión (UER-EBU) (ver en Lecturas), sus socios, las rtvs. públicas su alcance en los países más afectados por el Covid-19 se ha multiplicado por 2,5, las audiencias de sus informativos nocturnos han subido un 20%, con un muy significativo aumento entre los jóvenes de un 42%. Y todavía más se ha multiplicado (x 1,7) la consulta de sus noticias en línea y el acceso a sus aplicaciones móviles se ha doblado. (PS. datos actualizados, después de que EBU actulizara su informe.

Todos los servicios ha hecho un enorme esfuerzo, con gran despliegue informativo, adapatando sus recorsos y programación a la emergencia (aquí el caso de la BBC). Pero lo más importante, como pone de relieve el informe de la UER es que a las clásicas misiones de formar, informar y entretener se ha añadido una si acaso más esencial en estos días, la de apoyo: fomento de actividades solidarias, soporte psicológico, apoyo de iniciativas de creatividad espontánea, recopilación de puntos de atención sanitaria.

Función de apoyo

RTVE

A RTVE le ha cogido la emergencia en su crisis perpetua, con una dirección provisional que lleva camino de ser eterna, un concurso para su cúpula paralizado, muy debilitada por falta de recursos y objetivos estratégicos.

Como todo el mundo ha improvisado. Ha doblado estudios fuera de Torrespaña, creados dobles equipos, producido remotamente toda la programación de RNE, utilizado dispositivos móviles para la producción de las noticias de los telediarios. En algún momento se ha notado en pantalla el cansancio de los reporteros. Organizativamente ignoro las dificultades internas, aunque conozco las quejas sindicales sobre medidas de protección, pero hacia fuera todo para haber funcionado.

En el campo informativo lo ha hecho brillantemente, aunque sus telediarios, pese al crecimiento de la audiencia, no consigan conquistar el liderazgo, solo empatar con Antena 3, y eso sumando las audiencias simultáneas de La Uno y el Canal 24 Horas. Como siempre, la cobertura internacional ha sido un factor diferencial frente a la competencia.

Intentó el camino de los especiales el 4 de marzo con «Coronavirus. Combatir el miedo». A toro pasado podemos decir que fue un gran error, que espacios como este creaban una falsa confianza. Pero allí estaban todos los asesores científicos del Gobierno y el tono didáctico era el adecuado. Que el Gobierno y sus asesores se equivocaron es hoy claro, pero en aquel momento el servicio público exigía ese especial, frente a los magazines sensacionalistas de la competencia. Sea como sea, TVE abandonó los especiales y se ha limitado a dar un carácter monotemático a sus magazines  de mañana y tarde.

Uno de los puntos fuertes de TVE es su programación regional, que lamentablemente al mediodía se ha sacrificado a la cobertura de las ruedas de prensa de la «autoridad competente», que muy bien podrían haberse retransmitido exclusivamente en el Canal 24 Horas.

Los telediarios de TVE y espacios informativos de RNE como Las Mañanas son sobresalientes por la calidad de las entrevistas y, en el caso de TVE, por el esfuerzo realizado en reportajes sobre el terreno y no solo usando recursos de Internet y video llamadas.

Los telediarios de TVE no han ocultado un tema ni una imagen. Pero han sido el objetivo de las campañas de la derecha (las cartas de Díaz Ayuso cada vez que un «sindicalista» criticaba los recortes sanitarios) y la ultraderecha, con el notable apoyo en las redes de antiguos directivos manipuladores.

Lamentablemente han tenido que ser los propios informadores los que se hayan defendido (Xavier Fortes / Carlos Franganillo, en este caso la crítica a la que se responde era matizada y profesional, pero los ejemplos de la respuesta neutralizan las mentiras de las campañas de descrédito). Se ha echado en falta un contrataque institucional, a diferencia de la respuesta corporativa de Atresmedia a las declaciones de la diputada de Vox que comparaba a La Sexta con la Gestapo.

El servicio público no se agota en los informativos. Se cumple de ordinario de modo destacado en programas escondidos en La Dos o en RNE, como El Cazador de Cerebros, que ha conseguido hacer «viral» la entrevista con el virólogo Luis Enjuanes.

En esta emergencia el servicio público ha sido formación con Educlan, que, a pesar de sus carencias de partida está logrando atender a los alumnos más desfavoridos que no pueden seguir el curso en línea. Es entretenimiento diferente, con Crónicas de la Cuarentena. Y es apoyo con sesiones de gimnasia o iniciativas como el Memorial virtual del Lab de RTVE, la primera iniciativa institucional de duelo.

Como bien dicen Concha Mateos y María Lamuedra, TVE ha sido el botón de calma de esta crisis.

(Otras entradas sobre la pandemia en este enlace)

LECTURAS

El futuro de la especie

Medidas para salir del confinamiento

El capitalismo es culpable

Estudios sobre consumos informativos

¿Sobrevirán los diarios?

Medios audiovisuales

Desinformación

Anuncio publicitario

Mecanismos del desorden informativo


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Mapa del desorden informativo

Olvidémonos de las fake news. Dejemos de referirnos a ellas. No porque hayan dejado de circular noticias falsas o porque en  castellano tengamos un término tan potente como bulo.

No, no utilicemos ese término porque los grandes manipuladores, los grandes mentirosos, los grandes productores de noticias falsas, Trump y sus adláteres, se lo han apropiado  para lanzarlo como arma arrojadiza contra cualquier información que no les guste y, en general, para deslegitimar a los medios y a los periodistas.

Vivimos en un desorden informativo, donde cada vez es más difícil distinguir verdad y mentira. La esfera pública, fragmentada, se organiza en comunidades a lo largo de líneas de división. Atrás quedó la tecnoutopía que prometía la democracia universal merced a la hiperconexión.

El desorden informativo muta constantemente. En este blog he reflexionado sobre estos fenómenos (ver las referencias al final). En esta ocasión me limitaré a reseñar libremente una guía para entender esa transformación acelerada, el libro de Claire Wardle Understanding Information Disorder (pdf) publicado por First Draft, una organización estadounidense sin ánimo de lucro contra la desinformación, con interesantes herramientas de verificación, también en español. Así que si no tienes tiempo o ganas de leer las 60 páginas en inglés, aquí tienes un resumen analítico en español con algunas reflexiones propias y ejemplos españoles.

Información errónea, información falsa, información manipulada

La imagen que abre esta entrada es el mapa del desorden informativo, tal como se expone en el libro.  La falta de verdad y la intención maliciosa de engañar se cruzan dando lugar a tres subconjuntos que en el libro se denominan misinformation, disinformation, malinformation. No tenemos en español términos tan concluyentes, pero propongo los de información errónea, información falsa e información manipulada.

  • Información falsa (disinformation). Es la información intencionalmente falsa creada con una intención maliciosa, para ganar dinero, lograr ventaja e influencia política o promover alguna forma de desorden.
  • Información errónea (misinformation). Información creada sin intención maliciosa, pero que incurre en errores, por descuido en el caso del público, o malas prácticas en el caso del periodismo profesional, y la información satírica que es tomada por verdad y compartida por el público.
  • Información manipulada (malinformation). Información basada en la realidad, pero que se deforma o encuadra maliciosamente.

Los motores del desorden informativo

Los generadores de este desorden informativo son los grandes poderes políticos y económicos: gobiernos, empresas, partidos, servicios de inteligencia y, sí, también ONGs y movimientos sociales.

tempsnip

En el ecosistema mediático siguen utilizando la técnicas tradicionales de propaganda y relaciones públicas  (compra  y participación en medios, influencia sobre los periodistas, gabinetes de comunicación).

En el ecosistema digital utilizan armas mucho más poderosas: páginas falsas con apariencia profesional, cuentas zombies en las redes sociales, fábricas de noticias virales para logar el clic, explotación de datos para segmentar sus mensajes, fomento de teorías y comunidades conspirativas.

El gran motor del desorden es la instrumentalización de la viralidad. ¿Por qué compartimos una información? Primero, porque atrapa nuestra atención al despertar en nosotros emociones, sobre todo de indignación o superioridad moral; porque nos presenta una imagen de nosotros con la que nos identificamos. Y luego, porque queremos mostrarnos con esa imagen ante nuestra comunidad, ante nuestra tribu.

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016 fueron casi la ocasión inaugural de estas técnicas. Para el libro quizá el fenómeno más relevante desde entonces es la sofisticación de la desinformación. De la pura falsedad a  la verdad manipulada:

«Los agentes de la desinformación han aprendido un contenido genuino -reencuadrado de forma nueva y engañosa- es menos probable que sea detectado por los sistemas de comprobación basados en la Inteligencia Artificial»

Fuente Understanding information disorder (2019)

Recordemos que las plataformas tecnológicas, si bien siguen basando su modelo de negocio en promover los contenidos más divisivos en cuanto que son los que más interacción generan, no han tenido más remedio que responder a las amenazas de regulación estatal con sistemas de autocontrol basados en una mezcla de Inteligencia Artificial y control editorial, que eliminan cuentas falsas, bots, sistemas automatizados y contenidos que vulneran «sus políticas», en un nuevo sistema de censura privada y corporativa.

Organizaciones de verificación, como First Draft, también usan herramientas de Inteligencia Artificial para rastrear la Red y verificar contenidos. Así que los agentes de los nuevos Ministerios de la Verdad orwellianos prefieren cargar de sentido malicioso la verdad, sin por ello dejar de fabricar mentiras.

El libro reseñado, con vocación de guía práctica para entender el desorden informativo, estudia la casuística de los distintos tipos de desinformación, de menos a más peligrosos: sátira, conexión falsa, información engañosa, contexto falso, suplantación de fuentes, información manipulada e información fabricada.

Sátira y parodia

Se dice en el libro que la sátira o parodia no tiene intención de causar daño, pero tiene potencial para confundir. Yo distinguiría entre la sátira genuina, por ejemplo, la que desarrollan cómicos profesionales, básicamente en teatros, programas de radio, televisión o vídeos y las cuentas parodia, las páginas webs o perfiles en redes sociales creados para ridiculizar a un personaje, idea u organización, a menudo utilizando imágenes o elementos manipulados del agente al que se quiere satirizar, que quizá encajarían mejor en el tipo suplantación de las fuentes.

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Recogido en Verifica RTVE

La parodia es una manifestación de la libertad de expresión, pero cuando los contenidos satíricos se comparten fuera de su contexto por páginas y perfiles polarizados pueden llevar al receptor a tomar por verdaderos hechos que no eran más que una parte de la burla.

El libro recoge el caso de «las manos sucias de Macron». Una web satírica Le Gorafi hace una falsa entrevista a Macron, en el que se le hace decir que siente que se siente sucio cuando estrecha la mano de un pobre. Páginas partidistas de Facebook usan esa supuesta declaración y añaden un vídeo de Macron visitando una fábrica. El vídeo se hace viral y, finalmente, cuando Macron en campaña acude a una fábrica es increpado por los trabajadores, que habían tomado por cierta lo que no era más que una burla del elitismo de Macron. El caso fue analizado en este artículo de Le Monde.

Aquí recojo (imagen lateral) el caso de la cuenta parodia @sanchezcasrejon, con capacidad para crear contenido engañoso potencialmente muy viral y verificado en la plataforma CrossCheck (Maldita.es y First Drft)

Conexión falsa

Cuando los titulares, pies de foto, rótulos de televisión o imágenes no concuerdan con la esencia de la información. La información puede ser amplia, contrastada y tener matices, pero los elementos retóricos, siempre llamativos y a menudo partidistas, la simplifican y la dan un sentido distinto.

Es una vieja práctica del periodismo sensacionalista, en la que los tabloides británicos han batido todos los récords. Pero en el ecosistema digital se ha convertido en modo habitual de lograr el clic (clickbait) en muchos de los nuevos medios digitales, sobre todo dirigidos a milennials  y generación Z, pero al que no han hecho tampoco ascos los supuestamente medios «serios».

En el libro se subraya que aunque esta técnica a corto plazo atrae tráfico, puede ser penalizada por los algoritmos de las redes sociales y a medio y largo plazo daña la credibilidad del medio y, en general, la confianza del público en la información profesional.

Aporto  como ejemplo este vídeo reciente de RT, el canal de noticias ruso, que es un nodo (respetable) en la red del desorden informativo promovido por el Kremlin. En este caso, la pieza analiza las similitudes de los métodos de protesta en HongKong y Cataluña, algo evidente, en la medida en que los propios organizadores de la protesta contra el procés han declarado que han tomado como ejemplo las movilizaciones de HongKong. Digamos, por tanto, que el contenido de la información no es cuestionable, pero el rótulo  con el que se presenta el vídeo para su reproducción en YouTube (??Barcelona=HongKong??) cambia el sentido y hace aparecer ambos conflictos como semejantes.

Información engañosa

Aquella información que, intencionadamente o no, altera elementos que pueden llevar a engaño. En el libro se citan, como ejemplos, gráficos estadísticos distorsionados, donde  alguna de las variables se presenta desproporcionadamente (práctica en la que, por cierto, incurrió frecuentemente la TVE dirigida por José Antonio Sánchez, pero de la que parece que no se libra The New York Times, según ejemplo recogido en el libro), las citas amputadas de partes sustanciales o la fotografía reencuadrada.. todos ellos casos característico de lo que tradicionalmente hemos llamado manipulación informativa.

En el libro se recoge la interesante cuestión de si la Intelegencia Artificial será capaz de detectar estas informaciones engañosas, que no son verdaderas o falsas, blancas o negras, sino llenas de matices. Para ello tendría que entender el significado de la pieza (la cita, la imagen, el gráfico estadístico), reconocer el fragmentado alterado, descifrarlo y establecer si el cambio parcial altera el significado de conjunto… Por el momento, solo podemos hacerlo los humanos, con los sesgos que llevamos de serie y los que hemos ido adquieriendo a lo largo de la vida, lo que explica lo polémico que es cualquier trabajo de análisis o verificación de la información de actualidad.

Contexto falso

Se describe aquí también una vieja práctica. Consiste en utilizar algo genuino, generalmente una fotografía, que lleva consigo una presunción de veracidad, con textos que modifican su contexto y, en definitiva, su significado final.

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Recogido en El Periódico 23-08-19

Por ejemplo, por citar un clásico, los cormoranes cubiertos de petróleo que se nos presentaron como víctimas de un vertido de petróleo de Sadam Hussein en la I Guerra del Golfo, cuando en realidad eran aves atrapadas en la mancha de crudo vertida por el Epson Valdez en Alaska.

En este blog he reflexionado sobre la verdad y la mentira de las imágenes y la capacidad de manipularlas, como puede verse en las entradas que se recogen al final de esta.

Lo que ahora cambia es que ese contenido al que se ha dotado de un falso contexto se convierte en viral y alimenta fobias y filias. Se recogen en el libro ejemplos recientes. Por mi parte aporto un caso reciente, detectado por AFP Factual con ocasión de los incendios en la Amazonia.

Suplantación de fuentes

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Fuente Understanding information disorder (2019)

La credibilidad de las informaciones depende de la credibilidad de sus fuentes. Hacer pasar por difundida por un determinado medio -suplantar la fuente- es hoy uno de los mecanismos habituales para hacer pasar por verdadera una falsa información.

En el anterior ecosistema mediático no resultaba nada sencillo presentar falsamente una información como proveniente de un medio: habría que realizar tiradas por limitadas que fueran de ejemplares de periódicos o emitir en las ondas con los indicativos de radio o televisiones. En el ecosistema digital es sencilla la réplica de los elementos distintivos de un determinado medio: basta copiar una información, mantener los elementos de estilo de la página e introducir la información falsa. En la imagen que se muestra, recogida del libro, se copia la plantilla del diario belga Le Soir, con la falsa información del apoyo de Arabia Saudí a Macron. En este caso se cuidó que todos los vínculos de las barras de navegación dirigieran a la web del diario.

Información manipulada

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Recogido en Verifica RTVE

En el libro se incluye en esta categoría a la imágenes (fotos y vídeos) alterados digitalmente. Las redes sociales están inundadas de personajes que aparecen donde no estuvieron o acompañados por con quien no estuvieron, todo ello merced a PhotoShop y un montón de aplicaciones todavía más sencillas. A la manipulación de fotos ha seguido la alteración de vídeos, mediante, por ejemplo, la ralentización, para que la persona aparezca como si estuviera borracha.

Información fabricada

Un contenido que es 100% falso, creado expresamente para engañar o dañar. Vamos, «una mentira falsa de toda falsedad», si me permite la broma.

El bulo, consustancial a la lucha política desde la más remota antigüedad, ha sido profusamente recogido -cuando no creado-por los medios sensacionalistas, desde el bulo fabricado por los periódicos de Hearst y Pulitzer (el crucero Maine volado por los españoles) para declarar la guerra a España, hasta las mentiras sobre el Brexit amplificadas por los tabloides británicos, pasando por las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein que compraron todos los medios estadounidenses o la participación de ETA en los atentados del 11-M, que con tanto ahínco defendió la Brunete mediática.

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Ejemplo de información fabricada – Fuente Understanding information disorder (2019)

Los bulos periodísticos tradicionales no entrarían en esta categoría de material fabricado, la última que propone el libro comentado, en cuanto que el bulo tradicional requiere la manipulación de los elementos de la realidad y su continuidad en el tiempo, para conformar una campaña que modele la opinión pública.

En cambio, estas informaciones completamente falsas (a menudo tan burdas como el tuit anunciando el apoyo del Papa Francisco al candidato Trump),  son diseñadas para convertirse en virales y crear un impacto inmediato. Son facilmente desmontables y, por tanto, en principio con una influencia efímera. En principio, digo, porque sin embargo, estas informaciones falsas, después de una primera explosión de viralidad tienen una larga estela (long tail) con una distribución muy activa a lo largo del tiempo y con frecuentes repuntes.

Mi conclusión

La taxonomía del desorden informativo propuesta por este libro guía es discutible, porque puede ser difícil establecer si un determinado caso se ajusta a una u otra categoría.  Por ejemplo, en los llamados deep fakes, informaciones fabricadas con herramientas de inteligencia artificial (véase el vídeo explicativo de El HuffPost que cierra esta entrada) lo más frecuente es suplantar a un personaje, haciéndole decir en un vídeo lo que declara u hace otro personaje. ¿Estamos ante la categoría de información falsa o suplantación de fuentes?

El valor de este trabajo reside en sistematizar estos mecanismos en una escala de mayor a menor capacidad de engaño y efectos nocivos. Va dirigido a los periodistas, pero la mayor parte de las redacciones ya han establecido sus equipos de verificación, propios o en colaboración con otros medios (como CrossCheck). A este respecto quiero destacar aquí el magnífico trabajo de La Vanguardia Fake news en la crisis catalana: la verdad es un bien escaso entre los disturbios.

Desgraciadamente ni la verificación posterior ni la alerta temprana en las redes sociales pueden detener la mentira, si acaso, hacerla menos dañina y, desde luego, evitar su amplificación y legitimación por los medios de comunicación.

La clave está en cada uno de nosotros. Muchas de estas informaciones satíricas, erróneas, descontextualizadas, manipuladas o falsas son bastante burdas y debieran de suscitar la sospecha de cualquier persona medianamente informada y, sin embargo, se comparten y convierten en virales. Quizá sean desmontadas pronto, pero introducen un ruido que ensordece y contamina la conversación pública.

Y todavía puede ser peor. Hasta ahora los vídeos fabricados con inteligencia artificial intercambian acciones o declaraciones de personajes de manera poco creíble, pero ¿qué ocurrirá cuando lo que diga un político en uno de estos falsos vídeos sea un matiz que marca una diferencia política importante y la manipulación no se advierta a simple vista y solo se pueda desmontar utilizando herramientas de inteligencia artificial?

Contemos hasta 10 antes de compartir una información. Dejemos en suspenso nuestra indignación moral; moderemos el deseo de influencia; preguntémonos sobre la credibilidad, el interés, la utilidad del contenido y quién lo ha creado, por qué y para qué. Renunciemos al clic compulsivo. Solo desactivándonos como nodos de la desinformación podemos luchar contra el desorden informativo.

Guías de verificación

Otras entradas en este blog sobre desinformación y manipulación

Un clásico, las 10 estrategias de manipulación

Otras fuentes

  • Redondo, Miryam. “Desinformación. Pulsa aquí y te sorprenderá”. Cuadernos de Periodistas nº 36, octubre 2018. (pdf)

Deep Fake

Fuente El HuffPost, 2-7-19.

Lecciones comunicativas de la victoria de Trump


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La victoria de Donad Trump ha causado una gran conmoción entre periodistas, medios y estudiosos de la comunicación. Medios y periodistas (liberales) se preguntan qué han hecho mal y los comunicólogos por qué no fueron capaces de predecir el fenómeno. El debate está siendo muy vivo en todas partes, especialmente en Estados Unidos.

Esta es mi síntesis personal de las lecciones que se desprenden de este debate.

1. La victoria de la televisión basura

Berlusconi era el dueño e ideólogo de la televisión basura y convirtió la política italiana en un reality, donde él era siempre víctima de una conspiración comunista.

Trump es una de las grandes creaciones de la neotelevisión. Se ha hecho asimismo no como hombre de negocios (eso le venía de herencia) sino como celebrity, con sus matrimonios y divorcios y, sobre todo, como protagonista de un programa de telerrealidad. Desde su trono prepotente gritaba a los aspirantes «You’re fired» «Estás despedido». Ahora puede despedir a todos los que se le opusieron y nos está diciendo a todos los que en cualquier lugar del mundo creemos en valores de igualdad, justicia y tolerancia «Estás despedido tú y tus valores».

¿Puede cualquier estrella de la telerrealidad hacer una carrera política con éxito? Bueno, Berlusconi y Trump ya eran millonarios. Hay ejemplos de presentadores de televisión que, por ejemplo en Brasil, han saltado a la política. Las estrellas de la telerrealidad son tan zafios, ignorantes, agraviados, indignados, deslenguados como cualquiera de nosotros. Su potencial de identificación es gigantesco. Sólo necesitan alguien que los modele, les marque el rumbo político y por supuesto los financie. Hitler no hubiera llegado a ninguna parte sin el dinero de la gran industria alemana. Cada sociedad tiene su propias característica, por tanto no deben hacerse traslaciones deterministas, pero, sí, un Trump puede surgir en cualquier parte, con más probabilidad de éxito en países con instituciones débiles y sistemas de elección directa de los candidatos.

Las televisiones trataron al candidato como celebrity que atraía audiencia con sus ocurrencias y salidas de tono. Le hicieron la campaña (al menos la de las primarias republicanas) gratis.

La televisión basura crea personajes, pero, sobre todo, modela los valores de una sociedad. Esos valores han sido el caldo de cultivo de Trump.

2. Vivimos en burbujas ideológicas

Todos queremos vernos reafirmados en nuestras posiciones y confrontados lo menos posible. Por eso siempre cada cual  ha buscado el medio que más se ajusta a sus opiniones y estilo de vida. Esta recepción selectiva cuestiona la idea de la esfera pública comunicativa, sobre la que tantos hemos reflexionado a partir de las ideas de Habermas.

Esa recepción selectiva venía en gran parte neutralizada por la idea de medios profesionales, con una línea editorial, sí,  pero con un compromiso con un periodismo de calidad, del que se esperaba que diera voz a todas las tendencias y fueran capaces de ilustrar e investigar las grandes cuestiones sociales. El paradigma de ese periodismo profesional era Estados Unidos, mientras que en el sur de Europa seguimos en un periodismo polarizado (Hallin y Mancini).

En los 80 el fenómeno de las talk radio de extrema derecha se generaliza en Estados Unidos. A finales de los 90, las cadenas de cable de información continua, a semejanza de Fox, se polarizan en la opinión. Mientras, los informativos de las grandes cadenas se llenan de soft news,  estilo, dietas de adelgazamiento, moda y tendencias. Si quieres informarte por televisión tienen que pasarte a un canal por cable y lo que encuestras allí no es información, sino opinión polarizada.

Las burbujas ya existían antes de las redes sociales. Lo que han hecho las redes sociales es hacerlas más fiables. No confiamos en los medios, pero sí en cualquier cosa difundida viralmente y que nos llega de un amigo o un conocido. Y más opacas. Los algoritmos que hacen circular una información son secretos. Si antes los medios asentaban su fiabilidad en la profesionalidad, ahora los redes sociales la fían a la tecnología. Pero los algoritmos los hacen empresas con intereses y posiciones políticas e ideológicas. Resultado, una burbuja azul (demócrata) y una burbuja roja (republicana).

Encerrado cada uno en su burbuja, la verdad ya poco importa, el candidato se acepta como un todo, aunque nos molesten algunos de sus mensajes. Muchos anunciar la «era de la postverdad». Esperemos que no sean más que unos agoreros.

3. Los medios se diluyen en las redes sociales

Los medios norteamericanos se encuentran en pleno examen de conciencia. ¿Sometimos al candidato Trump al escrutinio que requería? Sí, lo hicimos, dicen The New York Times y el Washington Post, pero de nada sirvió. Todas las grandes cabeceras periodísticas (salvo The Wall Street Journal) se posicionaron editorialmente contra Trump.

Los medios son los grandes suministradores de información de las redes sociales, pero esa información llega descontextualizada y filtrada. En la esfera roja como mucho llegarán las reacciones en contra de las investigaciones que  revelaban los distintos pufos de Trump.

¿Han dejado los medios de influir en la opinión pública? Es pronto para dar una respuesta, pero está claro que el concepto de medio, como una visión coherente del mundo, se pierde en las redes sociales.Y siguiendo el principio de que » si no puedes vencer al enemigo, únete a él», los medios cierran acuerdos con las redes sociales para sindicar contenidos, en un movimiento que puede ser suicida. Al menos, los norteamericanos han reaccionado aumentando las suscripciones a los periódicos.

4. El discurso del odio ya es aceptable

Si el candidato puede azuzar el odio contra el otro, nosotros, invocando la libertad de expresión, también. Se acabó la era de la corrección política, sin duda a a menudo empalagosa y mortal para el pensamiento crítico, pero respetuosa del otro y los derechos humanos

Bienvenidos a la era del sectarismo.

* Por supuesto la victoria de Trump responde a complejas causas y no puede explicarse exclusivamente por los cambios en el ecosistema mediático.

Algunas fuentes sobre el debate

Inmigración: el enfoque y la responsabilidad de los medios


Oleada, avalancha, mafias, escalada, sin control, vigilancia, fronteras, iiregulares, ilegales…

No he hecho un seguimiento exhaustivo, pero estas son las palabras que más he oído en la radio, en la televisión o leído en los periódicos para hablar de la «tragedia en el Mediteráneo», el «drama de la inmigración» o el «drama en el Mediterráneo», que es como prácticamente todos los medios etiquetan el naufragio en el mar y la muerte de centenares de personas que, huyendo de la guerra o la pobreza, buscaban una vida digna en Europa.

Todas palabras negativas. Apenas algunas informaciones que ponen de manifiesto que estas gentes tienen derecho a un asilo que Europa les niega. Apenas se escucha «derechos humanos». En general las informaciones se dividen en dos grupos, aquellas que hacen la crónica de la tragedia y aquellas otras que se limitan a reproducir los argumentos de la UE y sus propuestas: lucha contra las mafias, control en los países receptores, una operación militar trasunto de la Atalanta, como si estas gentes fueran piratas somalíes.

Todos enfoques negativos. Los periodistas necesitamos encuadres para entender la realidad y hacérsela entender a los demás. La teoría del framing ha puesto de manifiesto como a la hora de escoger un encuadre entran en juego muchos factores: nuestros valores personales, las rutinas profesionales, la línea editorial del medio. Muchas veces los periodista ni siquiera somos conscientes de nuestros encuadres, aplicados de forma rutinaria. Hacen falta sacudidas sociales para que los crímenes pasionales» se conviertan en «violencia de género». En otras ocasiones, un hecho aislado, por muy grave que sea, como el del niño que irrumpe en su instituto con una ballesta y cuchillo y mata a un profesor, se convierte en categoría: «intolerable nivel de violencia escolar». Intolerable generalización, diría yo.

Afortunadamente ningún medio (o por lo menos ninguno de los principales) está realizando campañas para criminalizar la inmigración, al estilo de los tabloides británicos o el Bild alemán. Pero el enmarque general es que la inmigración es un fenómeno negativo, imposible de gestionar y que causa tragedias que son accidentes imposibles de evitar.

Las imágenes también se encuadran en un contexto, pero a veces se revelan y hablan por si mismas. ¿Cómo  no sentirse interpelado por la visión de seres humanos que luchan por su vida a las orillas de la isla de Rodas? Unos reaccionará con solidaridad, otros con indignación, otros incluso, con racismo… dependerá de nuestro encuadre mental profundo. En cualquier caso, las imágenes podrán en evidencia el discurso oficial.

El punto de vista es una manifestación del encuadre. En fotografía el punto de vista personal se manifiesta en el lugar donde se pone la cámara, en el plano que se escoge, en el encuadre visual. Así, abriendo el plano, José Palazón nos mostró el fenómeno migratorio como la manifestación de la desigualdad más absoluta.

Valla de Melilla – José Palazón (Prodein)

¿Medios = Manipulación?


En caulquier concentración o foro cívico (de uno u otro signo) es ya un lugar común acusar a los medios de manipulación. Muchas de estas denuncias están más que justificadas. Pero eso no quiere decir que se haya instalado un estado de opinión: las instituciones, los políticos, los medios, los periodistas no nos respresentan. Estado de opinión que por mucho que se presente como no ideológico no es más que una posición ideológica más.

Por eso, cuando me pidieron participar en una mesa redonda de periodistas en el Congreso Internacional de Educación Mediática & Competencia Digital (Segovia 14 de octubre de 2011) pensé que quizá podría trasladar a los académicos interesados en educar en medios mis reflexiones sobre lo que se pueda exigir a los medios y lo que no.

Parto para ello de un caso de estudio. Un blog no profesional critica una foto manipulada por El Mundo, el asunto se convierte en ciberacontecimiento y Pedro J. tiene que bajar a la palestra. No es más que un apunte que concecta con una de mís líneas de investigación sobre pluralismo informativo.

Esta es la presentación.

El movimiento 15-M y la nueva esfera pública


Este fin de semana se ha levantado la acampada de los indignados en muchas plazas españolas. Durante cuatro semanas han ocupado  espacios públicos con alto valor simbólico y ahora quieren convertir en itinerante su protesta. La presencia del movimiento en el espacio público, en el espacio mediático y en el espacio virtual o ciberespacio delimita una nueva forma de configurarse la esfera pública en la que se desarrolla la vida democrática.

Jürgen Habermas acuñó el concepto de «esfera pública» hace tres décadas. En esencia, y dentro de su teoría general de la acción comunicativa, Habermas entiende por esfera pública un ámbito de deliberación pública que aparece en la Europa burguesa de finales del XVIII entre la vida privada y el ámbito estatal y que tiene dos instrumentos esenciales, los nacientes periódicos por un lado, y los cafés, salones y clubs, por otro.

Como ocurre con las grandes ideas, a partir de este concepto son muchos los estudiosos de las ciencias sociales que hacen su propia interpretación de esta teoría. En general, se concibe la esfera pública como el ámbito de deliberación en el que se discuten las grandes opciones y que permite que cristalice la opinión pública.

Durante el siglo XX ese ámbito de deliberación ha venido determinado por los medios de comunicación masiva, prensa, radio y televisión. Si en democracia el foro en el que se delibera para tomar decisiones es el parlamento, esa deliberación debe de estar conectado con la opinión pública y las decisiones deben hacerse llegar a la opinión pública para ganar su aceptación y, en definitiva, legitimidad. Esta ha sido la función de los medios, el «parlamento de papel» (y de las ondas).

La llegada de Internet parecía propiciar la fragmentación de esa esfera pública en comunidades aisladas por afinidades ideológicas, religiosas o  de intereses. He defendido que una de las misiones del periodismo cívico es unir esos nichos para reconstituir la esfera pública.

Las redes sociales pueden fomentar ese aislacionismo social, pero el movimiento del 15-M, como las revoluciones de Túnez y Egipto, están demostrando que puede convertirse en un elemento de conexión de los tres ámbitos que configuran hoy la esfera pública: el ciberespacio, el espacio mediático y el espacio público.

Las aplicaciones  de redes sociales ofrecen antes que nada una conexión con alguien con el que mantenemos algún tipo de proximidad (más o menos remota) o afinidad. Permiten compartir información, sí, pero sobre todo experiencias. Por eso pueden convertirse en un confortable nicho en el que vivimos con «los nuestros» e ignoramos (o vilipendiamos) a «los otros». Las experiencias compartidas invitan a una movilización propiciada por la instantaneidad y la interactividad. Es muy fácil movilizar a los nuestros y muy difícil llegar a los otros.

Cuando una corriente profunda remueve la sociedad las redes pueden sacarla a la luz. Y eso es lo que ha ocurrido con el movimiento del 15-M. Todos sabíamos del hartazgo y la indignación generalizada. Muchos periodistas extranjeros se preguntaban ¿cómo es posible que no estalle España con ese paro masivo? Y por fin llegó, si no una explosión, al menos una buena tormenta.

El movimiento 15-M pudo eclosionar debido, entre otros, a estos factores:

– Un nuevo relato de la globalización construido por obras como ¡Indignaos! o Inside Jobs

– La movilización propiciada por las redes sociales

– El trabajo de tres lustros de los movimientos altermundistas

Las redes sociales sacaron a la calle a los jóvenes de la primera manifestación y a los miles y miles que se fueron sumando después del intento de desalojo de Sol de la noche del 15 de mayo. Durante estas semanas las redes han alimentado el movimiento y en concreto Twitter ha sido la manifestación de su pulso y el aviso de emergencia ante cualquier intento de agresión. Las redes han sido el sistema nervioso de la protesta.

Pero hoy no estaríamos hablando si el movimiento no hubiera tomado la calle, y en especial un espacio público tan simbólico como la Puerta del Sol… La carga de los Mamelucos… la proclamación de la II Repúbica… el Km. 0 de la España radial…

Lo realmente revolucionario es la nueva forma de ocupar el espacio público. No es la primera vez que se establecen campamentos en la calle (por ejemplo, Sintel). Lo nuevo son dos hechos:

– Convertir estos espacios en ámbito de deliberación

– Y convertir en inaplicable la legislación de desarrollo de los derechos de reunión y manifestación.

Los derechos de reunión y manifestación son esenciales derechos cívicos, pero como todos los derechos, ni son absolutos ni pueden ejercerse sin una regulación, que equlibre su ejercicio con  otros derechos legítimos. El espacio público no puede ocuparse de manera permanente o de forma transitoria pero absoluta (aunque todo el mundo considera normal las fiestas populares, que cada 15 días la Castellana se convierta en un gran aparcamiento de los que acuden al fútbol, o que después de cada «victoria histórica» futbolística energúmenos se encaramen a fuentes monumentales y las dañen).

Esas normas que rigen desde la Transición no pudieron aplicarse (y menos la desmesurada decisión de la Junta Electoral Central) no ya sólo por prudencia y para evitar males mayores, sino porque los indignados en realidad estaban ejerciendo otro derecho más radical y más básico, un derecho último que entra en juego cuando los demás derechos quedan vacíos de contenido: el derecho de resistencia.

El movimiento es la expresión de la resistencia a la ruptura del pacto social y a sus consecuencias de creciente desigualdad y falta de futuro para una sociedad basada hasta ahora en un moderado ascenso social de las clases populares y medias. De ahí su legitimidad expresada por el apoyo masivo detectado por las encuestas.

Esa legitimidad no se habría logrado sin la presencia del movimiento en el espacio mediático. Un 72% de los españoles ha seguido estos acontecimientos y un 77%  lo han hecho por la televisión (Havas Media); un 52% lo conocieron a través de la televisión (The Cocktail Analysis). Por mucho que los acampados se hayan quejado primero de falta de atención y luego de manipulación, la representación general de los medios ha sido bastante equilibrada y positiva (cuanto más a la derecha, más negativa). Y, sobre todo, han mostrado su capacidad de organización, civismo, resistencia pacífica… que sin duda han sido factores esenciales para la legitimación del movimiento.

Hay acontecimientos que ocurren en el espacio público de los que nadie sabe. Otros que hacen bullir las redes sociales (por ejemplo, la burla por la desarticulación policial de la «cúpula» de Anonymus en España). Otros que se construyen para los medios masivos por políticos y agencias de comunicación. Sólo cuando se produce una conjunción e interrelación del espacio público, el espacio mediático y el ciberespacio el acontecimiento tiene capacidad de cambiar nuestra vidas.

La democracia nació en el ágora y el 15-M ha  recuperado nuestras calles y plazas como espacio de deliberación democrática. Ahora el movimiento se fracciona (o expande). Desde el punto de vista de las fuerzas de orden público estas pequeñas protestas son más manejables. Puede haber tentaciones por un lado y otro de forzar la cuerda y buscar el enfrentamiento. Sería un desastre. El bosque está muy seco y una chispa puede extender un incendio devastador.

(Algunas lecturas y fuentes complementarias. Un portal sobre Habermas. «La teoría de la esfera pública» de J. B. Thompson (pdf). Mi trabajo sobre Ciberacontecimientos (pdf). Otras entradas sobre el 15-M en este blog: El 15-M y la democracia líquida; Un programa de regeneración democrática; La Puerta del Sol no es la Plaza Tahir… por el momento)

La agenda de los nuevos y los viejos medios


La agenda de los medios sociales es distinta a la de los medios tradicionales

El Pew Research Center’s Project for Excellence in Journalism ha dado respuesta a lo que muchos nos preguntamos desde la explosión de los medios sociales ¿qué informaciones comparte el público en el nuevo ecosistema informativo? Durante un año ha estudiado tres plataformas sociales en Estados Unidos: la blogosfera, YouTube y Twitter (sólo 7 meses) y el resultado es un informe (resumen, pdf) cuya conclusión principal es que la agenda de los medios y cibermedios profesionales difiere de la de los medios sociales y estos, a su vez, tienen su propia agenda y su lógica diversa.

En Estados Unidos la mitad del público dice depender de otras personas para la mitad de las informaciones que semanalmente reciben. Los líderes de opinión operan ahora a través de los medios sociales, pero los intereses son distintos. Sólo en una semana sobre 29 coincidieron los medios tradicionales y las tres plataformas estudiadas en centrar la atención en un mismo acontecimiento: la ola de protestas que siguieron a las elecciones iraníes en junio de 2009.


Fuente PEJ

Como se aprecia en el anterior cuadro, los medios tradicionales tienen una agenda más equilibrada entre los asuntos políticos y las cuestiones sociales, con una menor atención a la tecnología que los medios sociales. Los medios sociales están más polarizados. Ni tampoco que, en todas partes, los blogs difunden y discuten preferentemente acontecimientos nacionales.

Los blogs se centran en informaciones con una carga emocional, que afectan a individuos o grupos que reivindican sus derechos y que desatan pasión ideológica. No es una sorpresa constatar que la blogesfera está altamente ideologizada.

La agenda de Twitter está polarizada en la tecnología, en gran medida de carácter autorreferencial sobre la propia plataforma.

En YouTube no se comenta, sólo se comparte y se comparte aquellas vídeos chocantes y llamativas, imágenes glocales cuyo localización es irrelevante, da la misma que sea de nuestra ciudad, de nuestro país o del cualquier lugar del mundo, lo que cuenta es que nos sorprendan y nos entretengan.

Otra de las conclusiones es que los medios sociales (sobre todo los blogs) dependen más de los medios tradicionales que a la inversa. Sólo en una cuestión, el llamado Climagate, los medios sociales fueron una semana por delante de los medios tradicionales, que no tuvieron más remedio que hacerse eco de la polémica desatada en el ciberespacio.

Mi conclusión personal: los medios sociales cumplen preferentemente funciones sociales (movilizarnos, divertirnos, reafirmarnos en nuestras convicciones) que aparentan ser funciones sociales.

Subvencionar el periodismo como un «bien público»


Los sindicatos y asociaciones que organizan, representan y defienden a los periodistas europeos piden que la Unión Europea considere subvencionar el periodismo como un bien público esencial para la democracia, del mismo que se financian con dinero público la ópera, el ballet o los museos.

Esta es la propuesta más llamativa de la Asamblea que la Federación Europea de Periodistas  (EFJ) ha celebrado en Estambul.

La EFJ realiza un sombrío diagnóstico de la situación del periodismo en nuestro continente. El periodismo ha entrado en una espiral de decadencia alimentada por una mezcla tóxica de despidos, trabajo precario y desprecio de las normas éticas. Los recortes económicos han afectado sobre todo a la calidad del periodismo: menos periodismo de investigación, menos controles editoriales, menos especialización, menos cobertura internacional y más famoseo.

Los sindicatos y asociaciones se platean un trabajo de presión sobre las instituciones de la Unión Europea para que la protección del periodismo sea una de las prioridades de la agenda comunitaria. Se trata de abrir un debate, tanto a nivel nacional como comunitario, sobre el papel del periodismo como esencial para la democracia.

Y dentro de esa campaña tratan de convencer a los legisladores de que consideren las subvenciones como compatibles con las normas europeas. Esta financiación pública tendría que respetar estas condiciones:

– Preservar la independencia editorial.

– Promover un periodismo ético.

Estoy seguro que los propietarios y los editores europeos podrían apoyar las subvenciones públicas y la primera condición, la independencia editorial, entendida como un poder soberano que ellos sólo disfrutan. En cuanto aparecieran otras condiciones, como por ejemplo, no efectuar despidos, terminar con la precariedad, no intentar suplantar con los contenidos del público la información profesional y, sobre todo, aceptar el pluralismo interno, el pluralismo en la redacciones… entonces, estoy seguro, mentarían el fantasma de Hugo Chávez y el intervencionismo gubernamental.

Los tiempos no son buenos para competir por el dinero público. Personalmente, no estoy a favor de los cheques en blanco. Quizá esa financiación pública no tendría que ir a las empresas comerciales sino a constituir fundaciones que pudieran crear nuevos medios (por ejemplo locales) y a financiar determinados trabajos o tareas  como el periodismo de investigación, la formación de los periodistas o la cobertura de asuntos ignorados por los grandes medios.

La negatividad de la información ¿causa de la desafección en la democracia?


Bad news, goods news… Que los acontecimientos negativos constituyen casi siempre una noticia es un axioma del periodismo. Mucho se ha criticado que los periodistas resaltemos siempre lo negativo, se nos ha calificado por ello aves carroñeras e incluso voces tan críticas como la del recientemente desaparecido Vidal-Benyto abogaron por unas noticias positivas, que mostraran las fuerzas que están haciendo que realidad aquello de que «otro mundo es posible» (El País, 20-12-06).

Se ha presentado hoy en el Symposium Transnational Connetions, que se celebra en la Universidad IE de Segovia, una investigación del Instituto Media Tenor (pdf) que sostiene que ese negativismo es causa de la desafección de los europeos con la democracia.

Parte de constatar como, dos décadas después de la caída del Muro, sólo un 20% de los alemanes orientales apoya la democracia y este apoyo ha bajado en la parte occidental de Alemania del 80 al 60%. Aporta, también, el constante declive de la participación electoral en países como Alemania. Luego, el estudio que se basa en el análisis de contenido de 500.000 informaciones de televisión desde 1994, revela unas tendencias subyacentes en la información:

– Siempre se favorece la posición del poder establecido y el parlamento es más caja de resonancia del gobierno que foro de deliberación.

– Cualquier propuesta política es contrastada inmediatamente por la crítica total de las otras opciones política.

– No se favorece la presencia de actores sociales reales, como las pequeñas empresas, o líderes religiosos intermedios.

Y a partir de aquí el estudio establece que estos comportamientos informativos son causa de la pérdida de apoyo popular a la democracia. ¿Cómo se establece ese vínculo? La nota de prensa de Media Tenor no lo dice, pero me parece desmesurado establecer que son los medios los que empobrecen la democracia.

Las críticas a la falta de diversidad social y a la práctica de lo que hemos dado en llamar periodismo de declaraciones están más que motivadas. Pero, como siempre, es muy difícil diferenciar el grano de la paja. ¿Cuál es la alternativa al negativismo? ¿Un falso optimismo, una imagen de color rosa?.

El cambio social cursa casi siempre en forma de conflicto. El periodismo no puede ignorar las realidades conflictivas. El periodismo está obligado a devolver a la sociedad una imagen en la que aparezcan todas sus fealdades: la violencia, la opresión, la corrupción, el despilfarro. Una imagen que puede ofender y provocar. Pero también, desde luego, reflejar los cambios positivos.

El periodismo tiene ser el foro de deliberación pública donde todas las posiciones políticas se manifiesten. Y, en consecuencia, unas criticaran, a veces con ferocidad, a las otras. Lo que no puede el periodismo es mero altavoz acrítico de las distintas posiciones. Su deber es investigar y esclarecer las cuestiones controvertidas.

El periodismo debe dar voz a todas las instancias sociales y a los ciudadanos comunes. Pero el periodismo no puede ser un foro de intereses particulares, ya sean económicos y sociales. El periodismo tiene que  seguir dirigiéndose al ciudadano, no al representante de un género, etnia, grupo de edad o red social.

Otra cosa es la instrumentación de las malas noticias y su conversión es espectáculo. Y desgraciadamente, nunca como hoy las malas noticias han sido tan buen negocio.

Un periodismo más limitado, especializado y de nicho


Ya está aquí The state of news media 2010 con el que cada cada año el Pew Research Center Project for Excellence in Journalism realiza cada año una extensa y profunda radiografía del periodismo en Estados Unidos. Lo que allí ocurre marca tendencia, pero no debe extrapolarse sin más. Por ejemplo, la caída de circulación de los periódicos en Estados Unidos nada tiene que ver con el desarrollo explosivo que vive la prensa en los países emergentes.

En este informe 2010 predominan los grises. Sigue la caída de audiencia e ingresos en los medios tradicionales, en parte como consecuencia de la recesión, pero todas las proyecciones indican que a la hora de la reactivación sólo recuperará una parte de lo perdido.

Los datos son dramáticos. La prensa escrita, que sigue siendo la principal fuente de investigación periodística, ha perdido desde 2000 un 30% de capacidad (en medios y recursos humanos) para elaborar y editar información. La capacidad de las divisiones informativas de las cadenas nacionales de televisión se han reducido a la mitad desde los 80.

Como en toda crisis, ni unas realidades se esfuman tan rápido ni otras se asientan inmediatamente. En 2010 los «nuevos medios» registraron nuevos desarrollos informativos, como el uso de Twitter como herramienta informativa y de movilización en los casos de Irán y Haití, al tiempo que nuevos sitios de periodismo profesional van ganando audiencia y autoridad.

Pero sigue sin consolidarse un modelo de negocio en los nuevos medios interactivos. En los últimos cuatro años se han volcado 141 millones de dólares en sitio de estos nuevos medios sin ánimo de lucro; pero esa cantidad no es más que un 10% de los ingresos perdidos por los medios tradicionales.

Algunos expertos avanzan un nuevo ecosistema informativo, caracterizado por distintos estilos de periodismo, una mezcla de periodismo profesional y aficionado y una variedad de modelos de negocio (comercial, sin ánimo de lucro, público y financiado por las universidades). Las redacciones será, según estas previsiones, más pequeñas, más especializadas y volcadas en alguna forma de periodismo de nicho. ¿Quién enlazará -me pregunto- esos nichos para que el espacio público no se fragmente?

El informe rompe algunos mitos. Los internautas no buscan la información en la miriada de sitios a su disposición. El 35% tiene un sitio favorito y la mayoría se reduce a 5 o menos cibermedios.

Sólo un 7% está dispuesto a pagar por la información e incluso únicamente un 19% de los  que son leales a un único cibermedio estarían dispuestos a pagar. A pesar de ello, todos los grandes cibermedios se han lanzado a una carrera para establecer nuevos muros de pago. Piensan que puede ser rentable, aunque atraigan sólo a unos pocos internautas. Puede ser rentable económicamente, pero informativamente  parece un suicidio.

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