Lee mis labios: el problema es la degradación del empleo


Primero una explicación sobre el título.  Read my lips: no taxes es una famosa frase de George Bush padre ante la Convención Republicana de 1988 que le eligió como candidato presidencial. Esa promesa de no subir impuestos tuvo un enorme impacto en la campaña, pero Bush, como suele ocurrir, tuvo que incumplir su promesa y subió impuestos en 1990, y la frasecita se convirtió en un boomeran en la campaña de 1992 que llevó a la presidencia a Clinton.

La frase me vino a la memoria cuando recibí el texto de Jesús Martínez sobre desfases de audio y vídeo, que reproduzco a continuación. Lamentablemente, cada vez son más frecuentes las desincronías de audio y vídeo en las emisiones de la televisión digital. Uno pudiera pensar que es una fatalidad tecnológica propia de la TDT, pero no, Jesús, nos demuestra que se trata de desidia a la hora de aplicar correctamente los procedimientos técnicos. Así que cuando veamos que los labios de un presentador o un reportero se mueven sin sincronía con su sonido recordemos el motivo: la degradación del empleo en las televisiones españolas.

Jesús Martínez Barbero es profesor de Tecnología Multimedia en la UPM, fue director técnico de Antena 3 y anteriormente desempeñó distintas responsabilidade en RTVE. Esta es su aportación a Periodismo Global para mejorar nuestra cultura técnica.

Cada vez que veo la tele me lleno de estupor con la creciente  asincronía entre el vídeo/audio con la que nos deleitan las cadenas de televisión. Es difícil ver un presentador con su audio síncrono, que no haya diferencia entre los movimientos labiales y el sonido que se escucha. Se conocen las bases por las que existe dicha asincronía y las herramientas para corregir dicho desfase, entonces ¿Por qué no se soluciona en las producciones?. En los últimos tiempos se ha visto una degradación no solo en la calidad de la señal, también en los contenidos y en las basuras que inundan nuestra TDT.

Cada cadena tiene su propio modelo de fracaso en el control de su emisión. Los factores que pueden afectar tienen mucho que ver con las últimas tendencias en la gestión; la externalización a empresas de bajo coste y la inexperiencia de trabajadores más baratos que otros de más experiencia. Desde un punto de vista simplista, para que el proceso de externalización de una producción pueda ser económicamente viable, la empresa que presta los servicios ha de usar menos personal y de menor cualificación técnica que la existente. Otra forma de bajar los gastos es despedir personal de amplia experiencia y contratar mano de obra menos cualificada y más barata para el control de los equipos. Al final se está más pendiente de la evolución de caja que de la salida de la propia emisión.

Uno de los principales factores de la asincronía entre audio y vídeo, ha sido la digitalización de la producción de contenidos. Mientras que en los equipos analógicos se va tratando loa señal de imagen según va llegando, en los equipos digitales se almacena el cuadro completo para tratar la imagen y después transmitir dicho cuadro. Pongamos un ejemplo; cuando en un codificador llega el audio y el vídeo, estos dos elementos se separan y mientras el audio se va digitalizando de forma instantánea, en el caso del  vídeo se almacena un cuadro completo para su codificación (en el mejor de los casos, puesto que suelen ser varios cuadros), obteniendo un retardo de 20 milisegundos para el caso de 50 imágenes por segundo o de 40 milisegundos para 25 imágenes por segundo. Si conocemos el retardo en un equipo, es fácil retardar el sonido el mismo tiempo que se retrasa el vídeo, de esta forma se mantiene síncrono el audio y el vídeo.

El retardo de una etapa es impredecible cuando entran en escena equipos que su retardo está en función de la forma de operar, como puedan ser los mezcladores de vídeo en los que el retardo introducido puede variar desde un cuadro hasta el número de bancos de efecto que tenga el mezclador. Este es el ejemplo clásico de un estudio de producción y lo que se suele realizar es poner un retardo fijo de cuadro y medio de forma que no se note el retardo se trabaje en el banco de efectos que el operador trabaje.  Si no se realizan estos retardos en los estudios, el retardo general de una producción es la suma de los retardos en cada una de las fases. Si tenemos dos estudios trabajando en cadena sin ajustar los retardos, no se nota la diferencia en cada estudio, pero si se notará en las señales que atraviesen los dos estudios.

Hay métodos de ajuste automático, el método más común es el estudio de la imagen y e ajuste del audio dependiendo de los movimientos de los labios. Plantea varios problemas en el caso de multilenguaje y no se suele utilizar en centros de producción. Hay una patente española que consiste en la inserción de cierto tipo de datos del audio dentro de la imagen y con el reconocimiento de dichos datos en la imagen se puede retrasar el audio, este caso necesita procesar menos información puesto que solo procesa el audio y no el vídeo y se puede justar en cualquier fase de la producción.

Aparte de todos estos ajustes, habría que hacer un ajuste de los retardos de los audios de todas las señales de entrada a los estudios. Cuando se trabajaba con señales analógicas había que sincronizar la señal de vídeo de todas las señales de entrada del estudio. Ahora habría que hacer lo mismo con el retardo del audio y ajustarlo en cada una de las entradas. La forma más sencilla es el uso de claquetas de forma que se pueda ajustar toda la cadena, eso sí, es necesario una cierta dedicación.

 

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La credibilidad y la viabilidad de RTVE y el plan Citizen


El retorno a un presidente nombrado por el gobierno (mayoría absoluta parlamentaria mediante) ha sido un duro golpe a la independencia de RTVE. En los próximos meses se juega la credibilidad y la viabilidad del servicio público estatal de la radio y la televisión.

CREDIBILIDAD

González-Echenique carece de legitimidad de origen, aunque está por ver si conquistará una legitimidad de ejercicio respetando la neutralidad informativa y desarrollando las misiones de servicio público que la Ley 17/2006 y la Ley General de la Comunicación Audiovisual atribuyen a la Corporación.

Me parece muy bien que el PSOE impugne ante el Constitucional el Decreto-Ley, pero creo que es incoherente renunciar a un consjero, mientras se mantiene otro, por muy distintos que sean sus origenes de nombramiento. Al Partido Socialista le pediría que no realizara una desligitimación de raíz de TVE y RNE, al menos hasta que veamos por donde van las cosas. Por favor, que no se juege a «cuanto peor, mejor».

Un test para la credibilidad será el nombramiento de los directores de informativos. Primero por los nombres que se propongan. Profesionales con el perfil del nuevo director de EFE indicarían la voluntad palpable de controlar la información. En segundo lugar, no menos importante es respetar los procedimientos establecidos para estos nombramientos por el Estatuto de Informativos.

El director de la respectiva sociedad comunicará a los consejos la propuesta de nombramiento del director de los servicios informativos. Los consejos darán un informe no vinculante en el plazo de siete días y podrán previamente convocar un  referendum. El Consejo de Informativos de TVE ya ha anunciado que piensa convocar esta consulta y ha puesto en marcha una aplicación informática para su rápida realización. Si las nuevas direcciones ignoraran u obstaculiazaran estos procedimientos violarían la ley, pues el Estatuto, pacto entre el Consejo de Administración y los informadores, deriva su fuerza normativa de la Ley 17/2006.

VIABILIDAD EMPRESARIAL

El perfil de González-Echenique apunta fundamentalmente al control de las cuentas. La situación empresarial no puede ser más caótica tras el recorte de 200 m. de € que prácticamente ha supuesto suspender la producción y emitir programas de coste cero.

Para la viabilidad empresarial es decisivo resolver la financiación, formalizar un contrato programa y establecer un plan estratégico.

Si como se teme el Tribunal Europeo declara la tasa a las telecos como contraria al derecho comunitario será necesario un replanteamiento completo y no hay más que dos opciones, o aumentar la subvención presupuestaria o volver a una publicidad limitada. El contrato programa trianual (que tendría que estar en vigor desde hace cuatro años) vincula financiación y objetivos concretos de entre los establecidos por el mandato marco.

Este es el contexto general para la aplicación de un plan estratégico empresarial. En los últimos días está circulando en determinados medios (El Economista, La Gaceta) un denominado Plan Citizen, cuyos promotores aseguran «está estos días en los despachos de La Moncloa». Se presenta como un plan realizado por un grupo de expertos independientes y lo están presentando Santiago Miralles (anteriormente vinculado a TV3 y ahora profesor de ESADE) y Miguel Ángel Morcuende (ingeniero anteriormente vinculado a TVE).

Mi comentario se basa en el «resumen ejecutivo», pues el texto de tal informe que yo sepa no es público.

Se vende como un «plan para devolver RTVE a sus verdaderos accionistas, los ciudadanos». Me parece que tal confesión ya implica un desenfoque. Los accionistas tienen derecho a un beneficio privado; un servicio público genera beneficio social.

Es indudable que RTVE necesita un plan empresarial basado en una gestión moderna. Nunca lo ha tenido, aunque a lo largo de los años han pasado decenas de consultoras, todas con soluciones simplistas nunca aplicadas, pese a sus suculentos honorarios.

El plan Citizen que se dice inspirado en la BBC propone un «ahorro» de un 30% en 4 años. De modo que al final del plan el presupuesto de RTVE quedaría reducido a 600 m. de €, la mitad de los 1.200 que era el techo previsto en el mandato marco. Para ello se afrontarían externalizaciones (con transferencia de personal) y desinversiones, todo ello so pretexto de centrarse en el «core» del servicio, esto es la producción de programas. La verdad no sé que más se podrán externalizar que ya no lo esté. En cuanto a medios infrautilizados lo que hay que hacer es ponerlos a producir, no venderlos.

Acierta el informe Citizen cuando propone una consideración global de los contenidos, desde los programas hasta los contenidos digitales. Pero la solución que se ofrece, entiendo que una gran redacción o fábrica audiovisual integrada, es un objetivo muy difícil y que desde luego requiere importantes inversiones de partida.

En fin, me parece una barbaridad hablar de venta del archivo. El archivo es de todos y debe estar accesible gratuitamente a los ciudadanos. Otra cosa es que se ponga fin al expolio y se cobre por su uso a empresas.

En fin, el Plan Citizen no es el Informe para Reforma.

 

La segunda Restauración


Regreso a este espacio (a veces las exigencias de la vida real dejan anuladas las actividades de la vida virtual) con una reflexión en paralelo entre la primera Restauración (1874-1923) y el régimen democrático nacido con la Constitución de 1978 que,  a efectos retóricos, llamaré la segunda Restauración.

La idea es que nuestro régimen democrático sufre en estos momentos una sacudida semejante a la que supuso el Desastre del 98 para la primera Restauración.

La primera Restauración vino a poner fin al periodo convulso (1868-1874) en el que se ensayaron varios regímenes democráticos (la monarquía democrática de Amadeo, la república unitaria y la república federal). Se instaura una monarquía limitadan en la que la soberanía reside en el Rey con las Cortes. El monarca retiene funciones ejecutivas, entre ellas la decisiva de disolver las Cortes. La Constitución de 1876 incluye un elenco de derechos, en buena medida recuperados del periodo revolucionario, pero cuya eficacia queda condicionada al desarrollo legal, siempre limitador. El sufragio es censitario, es decir, los electores no son los ciudadanos sino los propietarios.

La esencia del régimen político de la primera Restauración era el turno de partidos y el caciquismo. Las élites se turnan en el poder: conservadores, representantes de los propietarios agrarios y del catolicismo tradicional, y liberales, representantes de las élites industriales y financieras y del libre pensamiento. El poder real se ejerce a través de una red clientelar cuyas terminaciones últimas son los caciques locales. El ministro de Gobernación realiza el «encasillado» estableciendo el reparto de escaños antes de los comicios.

El sistema funcionó hasta la pérdidad de las colonias en 1898. Entonces el país se preguntó sobre su propia identidad (los noventayochistas), pero sobre todo aparecieron las grandes cuestiones: la obrera, la regional, la militar, la religiosa. Los partidos del turno se fraccionaron, las reivindicaciones obreras fueron reprimidas violentamente, el ejército se convirtió en una fuerza desestabilizadora y no se encuentró el modo de encajar constitucionalmente las exigencias de autonomía de la burguesía catalana.

En definitiva, a partir del 98 entra en crisis la legitimidad del régimen, que sobrevirá hasta el golpe de Primo de Rivera, pero en medio del desafecto de las clases populares y de buena parte de las élites.

El régimen de 1978 es también una restauración en la medida en que reinstala la monarquía, pero se asienta en una legitimidad democrática concretada en el estado social y democrático de derecho. Junto a la monarquía, ahora meramente representativa, se introducen en la Constitución concesiones hacia los poderes fácticos, pero el balance es una democracia moderna y avanzada, comparable, al menos jurídicamente, con cualquier otra europea. En este sentido, denominar a este régimen segunda Restauración no deja  de ser injusto, pues pone en primer término y como elemento central la monarquía y sugiere una comparación con el régimen de democracia limitada de 1876, pero, en fin, seguiré usando aquí el término como digo a efectos retóricos.

El mayor paralelismo entre las dos restauraciones reside en el sistema de partidos. En la segunda el turnismo se ha convertido en bipartidismo. Las elecciones son libres y no se pautan desde un despacho ministerial, pero el sistema electoral, los medios de comunicación y el deseo de estabilidad del electorado nos han conducido a una situación en la que los dos grandes partidos no sólo dominan la administración, sino que quieren hacer valer sus políticas partidistas en todas las instituciones democráticas cuya independencia subvierten. Y por si fuera poco el caciquismo, siempre latente, se ha revitalizado en las redes clientelares de las autonomías.

La crisis ha roto uno de los pilares de la legitimidad: el estado social. El pacto social se ha roto y su manifestación más solemne fue la modificación  por la vía rápida para introducir el déficit cero. En estas condiciones no puede sino crecer la desafección popular, que hasta ahora había soportado el asfixiante bipartidismo y la corrupción clientelar. Pero se mantiene todavía otro pilar de legitimidad, que es el estado de derecho. El estado de derecho se encuentra también amenazado por la leyes represivas que quieren controlar un estallido social.

La monarquía, otro pilar de la legitimidad, más simbólico que real, también se resquebraja. El caso Urdangarín o la cacería del rey no son más que las manifestaciones más evidentes. La monarquía castiza de Juan Carlos o la tecnocrática de Felipe no ofrecen un modelo de identificación y unidad a los españoles. Perisiste la sagrada unión del altar, el trono y las armas, completadas últimamente con el papel de representante de los intereses de las multinacionales españolas.

Más de tres décadas después la Constitución de 1978 requería una reforma:

– Para actualizar la carta de derechos, agregar derechos de cuarta generación y mecanismos de efectividad de los derechos sociales:

– Delimitar con mayor precisión el estatus del monarca;

– Limitar los poderes de los partidos;

– Agilizar el funcionamiento de las instituciones constitucionales;

– Modificar el sistema electoral:

– Introducir mecanismos de participación popular interactiva;

– Convertir el estado de las autonomías en un verdadero estado federal;

– Precisar las transferencias de soberanía a la Unión Europa y establecer mecanismos de control democrático.

Desgraciadamente pienso que esa reforma no es posible. En este momento, dado el equilibrio de fuerzas, cualquier reforma constitucional serían regresiva.

Después del 98 la primera Restauración vivió casi un cuarto de siglo en crisis hasta que la legitimidad dictatorial de Primo de Rivera la suspendió y la legitimidad republicana la sustituyera en 1931. En nuestro caso, no se adivina más legitimidad alternativa que la que representa 15 M. El movimiento ha sido capaz de influir en la agenda social y mediática y proyectar nuevos valores, pero su carácter de red le hace de alguna manera autosuficiente e incapaz de aglutinar una alternativa política real mayoritaria.

No creo que esta segunda restauración viva una agonía de 25 años. En el siglo XXI el tiempo corre más deprisa.

(Gracias a los que hayáis llegado al final de este largo texto, en absoluto adapatado a la concisión, estilo directo y enlaces propios de la entrada en un blog. A veces uno necesita expresarse en un formato más tradicional.)

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