Fuente El País 11-03-21 (desde 2021 no ha habido modificaciones significativas en las zonas de control de los distintos agentes en el norte de Siria)
La zona afectada por los terribles terremotos del sur de Turquía y Norte de Siria no solo es una zona donde confluyan la placas tectónicas que ha causado los devastadores sismos, sino también una zona de fractura geopolítica, con un enorme potencial conflictivo, donde luchan por el poder y el territorio distintas organizaciones, lo que dificulta la llegada de ayuda.
Empecemos por el sur de Turquía, donde se concentra la poblaciónkurda, ampliamente partidaria de la autonomía, cuando no de la independencia. El Partido Democrático de los Pueblos (HDP), principal formación prokurda de Turquía y tercer mayor partido en representación parlamentaria, se enfrenta a la amenaza de ilegalización acusado de ser una extensión del grupo armado PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), considerado terrorista en Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos, Diyarbakir, muy afectada por la destrucción de los terremotos, es la ciudad principal.
En la zona se encuentra la base de Incerlik. vital para los despliegues de EEUU por todo Oriente Próximo. En las crónicas de los enviados especiales puede oírse a gente que se queja de discriminación en las ayudas por ser kurdos. Todo ello puede reactivar el eterno conflicto kurdo y desde luego perjudica las expectativas electorales de Erdogan.
Al sur de la frontera, encontramos una Siria fragmentada (ver mapa). El territorio más extenso y coherente es el controlado por las Fuerzas Democráticas de Siria (milicias kurdo-árabes), que han establecido una administración autónoma que denominan Rogova, con orientación de izquierdas y basada en la autogestión. Fueron estas fuerzas las que derrotaron al Estado Islámico, con el apoyo de la aviación norteamericana y el alistamiento de voluntarios internacionalistas Precisamente estos voluntarios internacionales ha publicado un comunicado en el que denuncian la gestión de la catástrofe por la Turquía de Erdogan, .
Quedan los residuos del Estado Islámico y grupos opositores a El Assad, apoyados por Turquía. Turquía expulsó a los kurdos del cantón de Afrin, lo que aumentó el número de desplazado, que en toda la región supera los 150.000. Además hay que contar con la la presencia militar rusa, en el puerto de Latakia, hasta donde han llegado los efectos del terremoto.
En una zona tan deteriorada y frágil Turquía tiene la llave para abrir o cerrar los pasos por los que tiene que llegar la ayuda a Siria.
Bombardeo saudí sobre una ciudad de Yemen, una de la más terribles guerras olvidadas
Tenemos toda nuestra atención puesta en la guerra de Ucrania y mientras se desarrollan docenas de conflictos devastadores para pueblos enteros. Son las guerra olvidadas o, como las llaman En lo Que Somos, las guerras no televisadas.
Hay muchas razones para que esa guerras no se conozca o se olviden.
Ocurren en otros continentes, son a menudo luchas entre facciones de culturas que nos son desconocidas, son muy complejas, afectan poco a nuestros intereses más directos o es difícil informar sobre ellas, en algunos casos porque los periodistas, ya no es solo que corran riesgos por estar en en el campo de batalla, sino que directamente se convierten en objetivo de los contendientes, como ocurrió en Siria, donde los periodistas fueron secuestrados y degollados ante las cámaras por la distintas facciones islamistas. En cualquier caso, este olvido, es una de las causa de que estas guerras se prolonguen.
La mayor parte de estos conflictos se dan en el sur empobrecido; son guerras inciviles en las que luchan facciones, a menudo sin motivos propiamente políticos, más allá de controlar y explotar un territorio y suelen cursar con graves violaciones de los derechos y/o hambrunas. A menudo el origen se encuentra en los procesos de descolonización o en la intervención de las potencias occidentales, como en Libia. Una vez en marcha, una intervención para detenerla puede traer todavía peores consecuencias, desacreditando la responsabilidad de proteger, doctrina que autoriza la intervención para detener graves violaciones de los derechos humanos. No ha sido raro el caso de que un fuerza pacificadora de la ONU haya terminado por convertirse en un contendiente más, como en en el Congo.
Muchos de estos países solo pueden librarse la hambruna con los programas de alimentos de la ONU, que ahora tienen serias dificultades para suministrarse de grano, por el alza de los precios, consecuencia de la guerra de Ucrania, así que el riesgo de hambruna en todo el Cuerno de África es extremo. Casi todas dan lugar a oleadas de refugiados, de los cuales la mayor parte se quedan en los países vecinos, solo un pequeña parte llega a EUropa, que los acoge con cicatería, cuando no con hostilidad, sin considerar que huyen de guerras y genocidios, de mucha mayor gravedad que Ucrania.
La guerra de Etiopía empezó hace 16 meses, como una «operación policial» para impedir que se celebraran elecciones en la región norteña de Tigray, sin la autorización del gobierno de Adis Abeba.
El primer ministro Abiy Ahmed Ali (premio Nobel de la Paz 2019 por poner fin a la guerra con Eritrea) prohibió las elecciones en la provincia, con veleidades separatistas, del TIgray. Todo indica que Eritrea está interviniendo en la guerra a favor de Adis Abeba. Amnistía Internacional denuncia graves violaciones de los derechos humanos por ambas partes. Según Washington, 900.000 personas han muerto de hambre en estos 16 meses. Las últimas semanas los combates se han detenido, pero la situación humanitaria sigue siendo gravísima,
Yemen
Es uno de los conflictos que tiene su origen en el fracaso de las primaveras árabes. Y hasta que estallara la guerra de Etiopía era la peor crisis humanitaria del planeta, con 5 millones de personas al borde de la hambruna.
La revolución obligó al autócrata Alí Abdalá Salé a entregar el poder a su vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur Hadi. Mientras en el sur la población protesta contra las duras condiciones impuestas por el FMI. en el norte se produce la insurrección del movimiento Ansar-Allah, formado por la minoría chíes de los hutíes.
Tras un guerra devastadora, los hutíes terminan por conquistar la capital, Saná. Arabia Saudí y sus aliados suníes del Golfo no pueden consentir que el país sea gobernado por chíes y llevan a Yemen la guerra que libran por todo Oriente Próximo con Irán, con continuos bombardeos de las ciudades controladas por los hutíes, que no desmerecen en su crueldad a los de Rusia en Siria y Ucrania.
La coalición suní recibió apoyo logístico y de inteligencia de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Siria
Es el conflicto más grave dejado por las primaveras árabes. Bashir el Asad reaccionó con extrema crueldad a las protestas populares pacíficas. Estalló entonces una guerra civil, con la participación de multitud de grupos armados, entre ellos las organizaciones yihadistas, Al Qaeda y Estado Islámico (Daesh); este último llegó a dominar el norte de Siria y el norte de Irak y proclamar el Emirato Islámico.
El Assad, de la minoría alauí y confesión chií, quedó reducido a un pequeño reducto en el norte. Hoy vuelve a controlar prácticamente todo el país, gracias a la intervención rusa y a los milicianos chiíes llegados de toda la región, empezando por los libaneses de Hezbolá.
La aviación rusa bombardeó sin compasión, ciudades como Alepo o suburbios de Damasco, en poder de grupos enemigos. A cambio, ha recibido en el Mediterráneo la base de Tartus. También en Siria han intervenido los mercenarios de grupo Wagner.
Otros actores internacionales han sido Francia, Estados Unidos y de modo muy especial Turquía, que ha llevado a Siria su lucha contra los kurdos.
En más de una década, se han registrado 380.000 muertos y 11 millones (la mitad de la población) ha tenido que huir de sus casas.
Libia
En abril de 2011, como respuesta a la represión por parte de Gadafi de la protestas populares, se organizan en varias ciudades milicias armadas. Gadafi se prepara para retomar el control de la Cirenaica, la parte oriental del país, que siempre le había sido contraria. Para evitar un baño de sangre, las potencias occidentales fuerzan en el Consejo de Seguridad la Resolución 1973 (no vetada por Rusia), que autoriza la intervención y establece una zona de exclusión aérea para evitar graves violaciones de los derechos humanos; la resolución sería más adelante anulada. Los bombardeos de la OTAN y, sobre todo de Francia, terminan con Gadafi capturado e una alcantarilla. Las milicias victoriosas se enzarzan en una guerra de todos contra todos por el dominio del territorio.
En febrero de 2021, los militares derrocaron a Aung San Suu Kyi, que había ganado las elecciones con una clara mayoría. El Ejército reprime las protestas y los grupos de la resistencia se arman y comienza una guerra civil, en que tienen gran importancia las milicias étnicas,
Afganistán
Con la retirada de Estados Unidos y el control por parte de los taliban prácticamente de todo el país, han terminado dos décadas de guerra. Pero las sanciones y el aislamiento abocan al país a un crisis humanitaria.
Yihadismo en África
LA guerra de Libia fue un torbellino, que permitió que militantes yihadistas se introdujeran en los países del Sahel, especialmente Malí y Burkina Fasso, explotando las tradicionales diferencias entre la población tuareg y y el resto de las etnias. Para evitar la caída de Bamako, Francia envía un cuerpo expedicionario en la operación Serval, luego seguida de la operación Barkhane. La UE envía misiones de entrenamiento militar en las que participa España. Los militares golpistas de Malí, exigen la retirada de Francia y acuden a los mercenarios rusos de Wagner. Esta misma semana, las organizaciones de derechos humanos denuncian el asesinato de 300 civiles por el ejército y los milicianos.
En el Golfo de Guinea, Nigeria sufre desde hace una década el azote de Boco Haram. más reciente es la presencia de grupo yihadistas en Mozambique en la región norteña de Cabo Delgado.
Se calcula que murieron casi cinco millones y medio de personas. Muchos de aquellos grupos armados siguen activos, sobre todo en la Región de los Grandes Lagos.
Sahara
El apoyo a la marroquinidad del Sahara occidental por parte de España augura un reanudación de la guerra. La vergonzosa claudicación del gobierno Sánchez no impedirá que Marruecos siga chantajeando a España, al menos mientras la UE siga externalizando su política migratoria en autocracias como Marruecos, que no puede renunciar nunca a su reivindicación de Ceuta y Melilla, En esta situación, sin apoyos europeos, el Polisario tendrá que hacerse valer con alguna iniciativa militar, tanto para recuperar peso estratégico, como para insuflar algo de moral en los campamentos de Tinduf. Ya en 2020 hubo una ruptura de hostilidades en la frontera con Mauritania.
Sudán
En Sudán se desarrollan al menos tres conflictos:
Darfur. Todavía sigue la guerra étnica en esta región occidental, fronteriza con Chad, que entre 2003 y 2007, enfrentó a musulmanes (ganaderos) y sus terribles milicias yanyauid y a los agricultores negros, sometidos a una política de exterminio, que dejó 400.000 muertos. Con la toma del poder en Jartum por los militares en 2022, el conflicto se ha reactivado.
Sudán del Sur. Después de dos guerras contra el norte, árabe y musulmán, en 2011, las regiones de Sur, negros, animistas y cristianos se independizaron y se convirtieron en el 193º estado de la ONU. En 2013 estalló una guerra civil entre dos facciones, una liderada por el presidente Salva Kiir y su vicepresidente Riek Machar. Como en casi todos los conflictos africanos, las seculares luchas entre etnias son el telón del verdadero conflicto que se libra por el dominio de los recursos, en este caso el petróleo.
Lucha por la democracia. En 2019, las protestas populares logran derribar al dictador Omar al Bashid, el único jefe de Estado procesado por el Tribunal Penal Internacional por crímenes en Darfur. Se contituye un junta cívico-militar, que dirige un difícil transición, abruptamente detenida por un golpe militar en 2022.
Zonas de tensión
No son en este momento guerras abiertas, pero tienen un enorme potencial desestabilizador.
Palestina
Palestina es un bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento. La población sometida al cruel apartheid israelí y abandonada por sus hermanos árabes puede rebelarse en cualquier momento.
Irán
Si no hubiera sido por la guerra de Ucrania, el acuerdo nuclear, roto por Trump, ya se habría renovado. A Rusia, firmante del acuerdo, comprometida en reciclar el material nuclear, ahora no le interesa la renovación, porque supondría levantar las sanciones y poner en el mercado petróleo iraní, alternativo al ruso. Mientras, Teherán sigue enriqueciendo uranio.
China-Taiwan
Pekín nunca renunciará a la isla de Taiwan, que considera parte histórica de China; así lo admite también la mayor parte de la comunidad internacional. Pero el fracaso del experimento de Hong Kong (un país, dos sistemas), imponiendo Pekín su autocracia en la ex colonia, ha hecho crecer el sentimiento nacionalista en Taiwan. Parece difícil un reunificación voluntaria. Estados Unido está rearmando a Taipéi.
Mientras, China desarrolla una política agresiva en el mar de la China, que le enfrenta con sus vecinos por el dominio de islas y recursos marinos.
El potencial de estos conflictos es altísimo.
China-India-Pakistán
Tres potencias nucleares, Pakistán y China mantienen una histórica alianza contra India, que disputa con China las cumbres del Himalaya.
Corea del Norte
Autocracia nuclear, gobernada por el imprevisible Kim Jong-un, que se esfuerza por demostrar su poder balístico, cuyas pruebas son, según los expertos, puro fake. No puede descartarse, que perfeccione sus armas y ponga en peligro la paz mundial.
Como han demostrado los casos de Irak y Libia, el mejor seguro de los dictadores son la armas nucleares.
Otra vez el espectáculo de los misiles. El rayo hendiendo el cielo. La retórica de los de los cohetes inteligentes, de la precisión quirúgica. Una vez más el dedo que oculta la luna a la que apunta.
La operación de Estados Unidos y sus aliados británicos y franceses ni tiene por objetivo terminar con el uso de las armas químicas, ni cambia el equilibrio estratégico de la guerra, favorable a Assad y sus valedores, Rusia e Irán. La razón última es preservar la reputación de los dirigentes y los países.
Antes unas reflexiones sobre el ataque químico en Duma y la legitimidad de la intervención.
¿Existió un ataque químico contra la población civil en Duma el pasado 6 de abril? Salvo, teorías conspirativas, propaladas por medios de la órbita del Kremlin, que sostienen que todo fue un montaje en vídeo, parece fuera de duda que los civiles sufrieron las consecuencias de un ataque con cloro y posiblemente sarín.
¿Quién fue responsable del ataque? No hay respuesta fiable hasta que la misión de la Organización contra la Proliferación de las Armas Químicas (OPCW) pueda realizar su inspección sobre el terreno. No caben más que hipótesis:
Fue el Ejército de Assad el que bombardeó con armas químicas. La ventaja táctica obtenida sería irrelevante, porque el mismo resultado podía obtenerse con bombardeos convencionales, pero en cambio, con la guerra orientada a su favor, el ataque podría desatar, como así ha sido, una intervención. Desde luego, poca ventaja táctica para tanto riesgo estratégico. Por supuesto a Assad le trae sin cuidado la opinión pública de Europa y Estados Unidos, pero es un personaje racional, así que más que un desafío podría haberse tratado de una decisión sobre el terreno de algún mando militar.
Las bombas de Assad volaron un almacén de sustancias químicas que se encontraba en poder de los rebeldes, que todavía controlaban una pequeña parte de Duma.
Fueron los propios rebeldes los que hicieron explotar el almacén y orquestaron la consiguiente operación de propaganda.
Sin un informe experto e independiente no sabemos lo que ocurrió. Lo que está claro es que las supuestas pruebas que dice poseer Francia no existen. Caso contrario se mostrarían, aunque fueran un montaje tan poco afortunados como aquellos vídeos que mostró Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en las vísperas de la invasión de Irak.
Sin ese informe y sin una resolución del Consejo de Seguridad la acción es claramente ilegal. Pero hay quien -sostiene- que es éticamente legítimo ante el bloqueo del Consejo de Seguridad, porque un ataque químico viola las convenciones internacionales y sobrepasa los límites -la linea roja– de la decencia. Para que ello fuera así, primero, la responsabilidad del régimen sirio tendría que estar probada. Segundo, ser proporcionada y eficaz para evitar ulteriores usos de las armas químicas. Y, tercero, exigiría que se hubiera respondido con la misma decisión a gravísimas violaciones de las leyes de la guerra perpetradas por el ejército sirio, como, por ejemplo, el bombardeo desde helicópteros con bidones explosivos. Eso sin hablar las muertes civiles ocasionadas por los bombardeso rusos y norteamericanos. No, la intervención ni fue legal, ni está legitimada éticamente.
Las líneas rojas no son éticas, son de reputación. Como ya he explicado en otras entradas, a menudo una gran potencia tiene que desarrollar una acción arriesgada que ni siquiera sirve a sus intereses estratégicos para demostrar que su poder es efectivo. La reputación era una idea fuerza de la política imperial de los Austrias. El cálculo erróneo de las potencias centrales al servicio de su reputación llevó a la Gran Guerra.
La principal línea roja en este caso es la de la reputación imperial de Estados Unidos. Rusia e Irán están siendo los vencedores estratégicos de esta guerra y el ataque con misiles no es más que una llamada escenográfica de atención, un aviso de que de esa victoria no pueden extraerse otras consecuencias más allá de Siria. Todo parece indicar que han sido los propios militares los que han impuesto la contención. Las previas declaraciones del Secretario de Estado Mattis, advirtiendo de los riesgos de desestabilización internacional, fueron significativas.
Claro que Donald Trump tenía su propia línea roja, no dar marcha atrás donde su antecesor reculó. En 2013 Obama también estableció la línea roja del empleo de armas químicas. Pero después, a pesar de poner en juego su credibilidad, adoptó una posición pragmática, negoció con Putin y logró un acuerdo multilateral que hizo posible la destrucción del arsenal químico (o buena parte de él) de Assad. Burlarse de Obama (una de sus obsesiones) lanzando «bonitos e inteligentes misiles» era una tentación muy fuere para Trump, pero los militares le refrenaron.
Para el Reino Unido la línea roja era mostrar que seguía siendo el aliado preferente de Washington, ahora, justamente cuando se prepara para romper sus vínculos con la UE. Theresa May no tenía un mayor interés particular, pues la acción puede dañar aun más su débil posición parlamentaria.
Y Macron tenía su propia línea roja: estar en la vanguardia de cualquier acción en la guerra de Siria. Se expresan aquí los intereses de Francia de estar presente en el escenario de Oriente Próximo, especialmente en Siria donde siempre tuvo intereses especiales, pero también los del nuevo De Gaulle que quiere ser el joven Macron.
Afortunadamente, esta intervención inane parece no haber dejado víctimas civiles ni militares.
Un árbol de Navidad caído, arrollado por el camión de la muerte…. 12 muertos en lo que todo indica que es un atentado terrorista. ¿Será el autor un refugiado pakistaní? Veremos si se confirma, pero aunque no lo fuera daría lo mismo. La Navidad en Alemania y en toda Europa quedará herida. Nuestro dolor ocultará el dolor de los demás y saturará los medios durante unos días, antes de que recobremos el tono navideño: fiesta, compras, buena voluntad, noche de paz. Después vendrá el reflujo: más xenofobia, más votos para las ultraderechas en toda Europa, más barreras para los refugiados.
Navidad herida en Alepo, nuevo capítulo de la historia universal de la infamia.
Ante nuestros ojos se violan, por unos y otros, los más elementales derechos. No podremos decir que no sabíamos. Unos bombardean hospitales y escuelas «para terminar con los terroristas», otros toman a la población como rehén. El Consejo de Seguridad de la ONU decide enviar observadores ¿cuándo llegarán?
No hay respuestas fáciles en Siria. 12 países libran guerras cruzadas por el intermedio de más de 200 grupos armados. Assad encendió la mecha masacrando protestas pacíficas. Occidente apoyó y armó a unas milicias que casi inmediatamente se conviertieron en yihadistas. Rusia e Irán defienden sus intereses geoestratégicos, lo mismo que Turquía, Arabia o Qatar. No puede haber solución sin Assad, pero algún día, cuando una nueva era de los derechos humanos emerja, espero que responda ante un tribunal. Lo mínimo que se puede hacer es no cerrar a los sirios las puertas de Europa.
Seguro que los cristianos que todavía quedan en Siria intentarán celebrar la Navidad. Para ellos, el régimen de Assad es la única protección. En todo Oriente Próximo, las viejas comunidades cristianas se encuentran en peligro.
Finalmente, dejaremos de oir los ecos de dolor, y nos volveremos a nuestra cosas, la lotería, los turrones, la familia, la cena, el consumo. Es lógico, poque no se puede vivir siempre con una herida abierta. Por lo menos que estos días lo sean de reencuentro. Yo así os lo deseo a los que leís este perezoso blog. Disfrutad unos de otros. No sucumbáis al estrés navideño. Que 2017 os sea propicio y que Trump, Putin y Le Pen nos cojan confesados.
Y como felicitación valga esta grabación de las zambobas de Jérez, una fiesta donde creo que todavía puede encontrarse un viejo espíritu de Navidad, sea eso lo que sea.
«Idomeni es la zona cero de la humanidad. En Idomeni la Unión Europea ha firmado su acta de defunción». Oído en La SER a un miembro de Payasos en Rebeldía en Idomeni
No se puede decir mejor. En esa zona cero los refugiados están sufriendo un proceso de deshumanización. No sólo sufren las condiciones materiales; poco a poco se hunden en el barro material y en la miseria moral.
Salvando las (gigantescas) distancias, el proceso es semejante al que media entre las imágenes de familias correctamente vestidas que, cargadas de maletas, van a subir a los trenes nazis y los espectros humanos liberados de los campos de la muerte
El cierre de la ruta de los Balcanes busca evitar la llegada de los refugiados a Alemania y Austria y una imagen que los gobiernos de la región puedan vender a sus opiniones públicas: hemos parado la avalancha.
Hay otra imagen que, querida o no, emerge. Esos seres sucios, tirados en el barro junto a hogueras, que pelean por la comida que les lanzan las ONGs no son como nosotros, son sucios, desordenados… empiezan a dejar de ser humanos. ¿Cómo vamos a ponernos en su lugar, cómo permitirlos pasar para que ensucien nuestros inmaculados pueblos y ciudades?
Desde que la crisis empezó el pasado verano, la imagen que los medios han trasladado de los refugiados ha oscilado entre dos estereotipos: alguien como nosotros que en medio de la adversidad merece nuestra solidaridad; o, por el contrario, el otro, peligroso para nuestras costumbres, nuestra libertad, nuestra economía y nuestra limpieza.
Cuando en el verano caminaban por las carreteras de los Balcanes la imagen transmitida fue principalmente positiva. Las televisiones emitían soudbites en buen inglés de jóvenes profesionales que mostraban su deseo de integración.
En septiembre, la imagen del niño Aylan Kurdi nos llevó al pico de la solidaridad. Tan pequeño, tan inocente, tan cuidadosamente vestido sobre la arena de la playa. La gente aplaudía a los refugiados cuando llegaban a Alemania.
Con los atentados de París se apuntó que alguno de los terroristas tenía un falso pasaporte sirio y que había entrado a la UE por Turquía. La malahadada nochevieja de Colonia convenció a muchos de que esos otros eran un terrible peligro, incapaces de convivir y respetar a las mujeres. Nada importaba que los agresores fueran magrebíes que no habían entrado en Alemania como refugiados. Por cierto, no conozco una investigación en profundidad de los medios alemanes de lo que realmente pasó aquella noche, más allá del hecho cierto de que hubo decenas de mujeres agredidas.
Donald Tusk, ese liberal polaco que preside el Consejo Europeo (¿qué fue de la Comisión?) cambió el enfoque. «No sois refugiados, sois inmigrantes ilegales. No os queremos en Europa».
Cuando el otro día vi en televisión al artista Ai Weiwei haciendo fotos por Idomeni pensé prejuiciosamente que el chino iba a convertir el campo de la infamia en un espectáculo. Me equivoqué. Weiwei ha creado un poderoso icono, una imagen de la globalización que revela más de lo que muestra. Una delicada joven siria bajo la lluvia tocando el piano en medio del barro. En su fragilidad los refugiados vuelven a ser seres humanos.
Si esto es una guerra, los terroristas ya la han ganado
«Francia está en guerra» -dice Hollande. Y todos repiten, en Francia y fuera de Francia, «esto es una guerra».
«War on terror» -dijo Bush. Y muchos (los mismos que hoy dicen que estamos en guerra) declararon entonces»estamos en una nueva era; hay que reinterpretar los derechos humanos». Y vinieron Guantánamo, Abu Ghraib, la destrucción de Irak, Al Qaeda en Irak y el Estado Islámico.
Si esto es una guerra, los terroristas ya la han ganado.
Porque los estados democráticos se colocan entonces en su terreno de juego.
Porque les reconocen como beligerantes, no en términos de las Convenciones de Ginebra (esos molestos tratados que Bush reinterpretó), sino en cuanto que adversarios que encarnan unos valores que ponen en peligro los nuestros -nueva versión del Choque de Civilizaciones de Huntington.
Porque la guerra supone la limitación de los derechos en los que se basan nuestras sociedades y, por tanto, les estaremos dando la razón de que la democracia es una farsa.
Porque esa guerra no se puede ganar en casa usando medios militares.
Porque esa guerra librada militarmente en el extranjero es imposible de ganar sin soldados en el terreno y no queremos que ninguno de nuestros hijos muera en tierras lejanas.
Porque afrontar el terrorismo como una guerra generará más terroristas.
Debiéramos ya saber que no hay atajos contra el terrorismo. Que los GAL, la guerra sucia, legitima a los terroristas. Que la aplicación de normas de control basadas -de hecho, no necesariamente de derecho- en la raza o la religión no hacen más que castigar y enajenar a comunidades enteras. Que en España, con una legislación antiterrorista dura, pero en general bajo control policial, se pudo luchar contra ETA y condenar a los responsables de los atentados de Madrid.
Estado policial
Francia va introducir medidas que permiten a la policía o al ministro del Interior limitar derechos fundamentales: libertad de residencia y movimientos, derecho a la nacionalidad, libertad de expresión, secreto de las comunicaciones. Y la inmensa mayoría de la población las acepta. En el eterno debate entre libertad y seguridad se impone el miedo.
Una limitación temporal bajo condiciones estrictas es aceptable en cualquier democracia. El problema es si estas medidas se pueden prorrogar automáticamente o se incorporan a las leyes antiterroristas como limitaciones permanentes. Cualquier suspensión, reducción o limitación de derechos debe quedar bajo control judicial, si se quiere en el marco de procedimientos especiales, rápidos y simplificados.
Lo otro es aplicar la esencia del derecho totalitario: el derecho como arma contra el enemigo interior, las medidas de seguridad que imponen controles -penas y castigos de hecho- a los que se supone predispuestos a delinquir.
Y la policía, claro, se equivoca, pero esos errores letales quedan salvados bajo el manto de la guerra total. Jean Charles de Menezes era un pacífico inmigrante brasileño que la policía mató en una estación del metro de Londres, sin darle siquiera posibilidad de responder a un interrogatorio. Los titulares de entonces, 2005, decían «la policía mata a un sospechoso de terrorismo». La familia ha luchado durante 10 años por lavar su honor y obtener la condena a este asesinato extrajudicial. Todo lo que han conseguido es que Scotland Yard sea multado con 175.000 libras por incumplir la Ley de Seguridad Laboral (los agentes estaban bajo presión para obtener resultados contra el terrorismo).
Las agencias de espionaje que libran la guerra encubierta también yerran. Jalid El-Masri, ciudadano alemán fue secuestrado en 2003 por la CIA en Macedonia, torturado y enviado a una cárcel secreta en Afganistán. Fue puesto en libertad cinco meses después en el marco de una investigación sobre «secuestros erróneos». Por no hablar de las armas de destrucción masiva o de los «falsos positivos» de Colombia.
Como en Nueva York en 2001 o en Madrid en 2005, ahora en París se han puesto en evidencia fallos policiales y problemas de coordinación entre cuerpos de seguridad y servicios de inteligencia. Que aumente el intercambio de información entre servicios europeos, establézcanse alertas tempranas, mayores controles de seguridad en acceso a lugares públicos o en las fronteras exteriores, pero respétense las garantías de los derechos. Eso es lo que justamente nos diferencia de las tiranías.
Los terroristas
Que europeos convertidos en yihadistas regresen de Siria es un riesgo adicional. Pero en esa falsa guerra el «enemigo» está dentro y se ha incubado en nuestra sociedades con marginación, humillación e intolerancia religiosa.
La integración republicana en la escuela ha fracasado porque, a diferencia de los años 60 o 70, la educación universal ha dejado de ser un factor de ascenso social. No es un problema tanto de pobreza como de rechazo. Un título escolar no garantiza el empleo, pero si el apellido es musulmán mucho menos. Frente a unas familias de valores patriarcales, los hijos caen en la droga y la pequeña delincuencia de los banlieus. La ideología yihadista es la redención de esa vida indigna, la recuperación del orgullo, como las maras puede serlo para los latinos perdidos en Los Angeles. En Europa, el mensaje religioso es imbatible: promete un paraíso directo dando vía libre al odio acumulado, a la testosterona contenida.
La infantería yijhadista sale de los banlieus o de barrios como El Príncipe. Pero hay otra minoría, educados, profesionales (normalmente con títulos técnicos) que responden más a un impulso radical de justicia, ante la situación en Palestina, los bombardeos y matanzas (no importa que sean sectarias y no intervengan occidentales) en Siria, Irak, Afganistán. Salvando todas las distancias son lo que fueron los jóvenes de las Brigadas Rojas o de la Facción del Ejército Rojo en los 70.
No voy a discutir si el Islam es una religión de paz, no conozco el Corán ni las hadices; supongo que sí, que el Islam es paz y misericordia y estoy seguro que la inmensa mayoría de los musulmanes consideran estos hechos execrables. Pero el problema no es sólo el wahabismo radical infiltrado por el dinero del petróleo saudí en el islam europeo. El problema es que el discurso predominante del Islam conservador sigue considerando como abominables los valores de tolerancia, relativismo y laicismo de las sociedades europeas. Problema es ese padre que se niega a que sus hija haga gimnasia; mayor problema todavía es que teólogos que propugnan un Islam europeo se nieguen a estrechar la mano de las reporteras que les entrevistan.
Puede que mañana no exista el Estado Islámico o Al Qaeda, pero el potencial terrorista de estos jóvenes seguirá activo.
Así que hay un enorme trabajo por delante para hacer una sociedad verdaderamente intercultural, desde el diálogo y el respeto.
La guerra contra el Estado Islámico
Rusia, Estados Unidos y Francia bombardean al Estado Islámico en Siria. La única intervención legal es la de Rusia, que responde a la llamada del gobierno con reconocimiento internacional, el de Asad. A su vez, los bombardeos occidental en Irak son también legales, pues lo son a petición del gobierno de Bagdad. Sólo una autorización del Consejo de Seguridad de la ONU podría dar cobertura legal a todas estas operaciones. Tal como están las cosas quizá sea Barack Obama el que tenga más objeciones a esa luz verde, que para Putin significaría un aval de la política imperial de Rusia.
En cualquier caso, la guerra contra el Estado Islámico no se puede ganar desde el aire.Ni Estados Unidos, ni Rusia, ni Francia ni Gran Bretaña enviarán tropas. Saben que caerían en la trampa, que es una guerra sin batallas en la que siempre se pierde.
Todos los vecinos puede estar de acuerdo con aplastar al califato yihadista, pero desconfían de las tropas del otro. Los kurdos -la opción preferida en Occidente- están a su vez en guerra con Turquía y no pueden tomar territorios de mayoría sunní sin riesgo de reforzar a los yihadistas. Lo mismo ocurre con las milicias chiíes iraquíes, a falta de un verdadero ejército nacional. O de los voluntarios de Irán o Hezbolá, que serán tratados como invasores en zonas sunníes.
El proceso de paz en marcha pasa por aceptar transitoriamente a Asad, establecer un gobierno de todos con respaldo electoral (¿se pueden hacer elecciones en Siria?) y luchar juntos contra el Estado Islámico. Luego, quizá, Asad podría correr la suerte de Milosevic. Veremos.
Europa y los refugiados
Nada se sabía de los atacantes, pero muy pronto apareció un supuesto pasaporte de un sirio que había pasado por Grecia. Casi una semana después el asunto sigue sin aclarar, pero no importa, para muchos es la prueba de que el obispo Cañizares tenía razón («no todos son trigo limpio»), que Orban tenía razón.
Si antes de los atentados se cerraban las fronteras interiores, ahora que cada país quiere ser una fortaleza, en los fosos de esas fortalezas van a quedar centenares de miles de seres humanos cuyo delito es huir de la brutalidad yihadista, de los bombardeos de la coalición, de los bidones explosivos de Asad. ¿Se recuperarán los campos de internamiento como el de Rivesaltes en Francia en que penaron los republicanos españoles? Como la Jungla de Calais, esos serán lugares de vergüenza, pero también fuente de tensiones de todo tipo.
Europa está a punto de abolir la libertad de movimientos. ¿Quedará sólo el mercado único, como quiere Cameron?.
(Ya que esta entrada no tiene ni un solo enlace, recojo aquí al menos tres opiniones tres artículos que creo también rechazan la retórica de la guerra.
Si antes de empezar a leer has visto el vídeo, habrás quedado atrapado en el dolor de esta madre. En mi caso, estas imágenes andan rondándome por la cabeza desde hace unos días.
¿Por qué habéis matado a mi hijo?ha sido el grito desesperado de la mujer a lo largo de la historia. No hacen falta palabras ajenas que subrayen el dolor y la rabia, casi ni es necesario entender la pregunta desgarrada. Son imágenes catárticas que responden a un código universal.
Como intento explicar a mis alumnos, en televisión, cuando las imágenes hablan, cállate y déjalas hablar por si mismas, no las anules o enturbies con palabras innecesarias. Pero también hay que desentrañar lo que las imágenes dicen más allá de lo evidente, lo que connotan, lo que esconden detrás de la emoción.
En este caso nos explican más de lo que parece la naturaleza de la guerra de Siria.
Ellos no le han matado, pero son, a su pesar o no, engranajes de un régimen asesino. Pueden ser burócratas obedientes o convencidos seguidores de Asad. Pueden ser sunníes o más probablemente alauíes. La dictadura de los Asad garantizaba estabilidad, protección a las minorías y tolerancia para las élites occidentalizadas. Ahora, seguramente algunos de estos funcionarios estarán horrorizados con los crímenes cometidos por el régimen, pero ahí siguen, por convicción, interés o miedo, tanto al propio régimen como, seguramente más, al califato yihadista.
Khan era uno de tantos inmigrantes, hijo de inmigrantes o vástago de las élites de países musulmanes que estudian en el Reino Unido y ejercen allí su profesión. Bachir el Asad podía seguir siendo a estas horas oftalmólogo en Londres si su hermano, el llamado a suceder a su padre, «el león de Damasco», no hubiera muerto. Abbas Khan escuchó la voz del deber (ético, profesional o religioso) para acudir a Oriente a salvar vidas. Bachir volvió a Damasco, pensábamos que para democratizar el régimen. En realidad regresó para convertirse en el carnicero de Damasco. Y, hoy por hoy, no parece que se pueda poner fin a la guerra sin algún pacto con él.
El Parlamento de Túnez aprueba su Constitución. Este segundo vídeo es, desde luego, menos impactante, pero para mi también emocionante. Aquí la empatía no nace de compartir el dolor, sino de compartir experiencia. También las imágenes cuentan una historia profunda (aunque en este caso el vídeo, por la forma en que está editado, no sea tan rotundo).
No he visto en ningún lugar que la aprobación de una ley o una constitución vaya acompañada de una emoción tan sincera. Esos hombres y mujeres que cantan el himno nacional y se abrazan están convencidos de vivir un momento histórico. No ha terminado la transición tunecina, que comenzó justo hace tres años con la caída de Ben Alí, pero se han superado momentos muy difíciles que podrían haber llevado al enfrentamiento entre islamistas y no islamistas. Unos y otros han cedido y han pactado. Es la esencia de un consenso constitucional. Mañana comenzará la lucha política y ya veremos que apoyo electoral logra cada uno, pero ahí unas reglas comunes en las que todos están de acuerdo, sin exclusiones. ¡Qué diferencia con Egipto!
Otra vez las pruebas opacas cuando no prefabricadas; otra vez los argumentos humanitarios; otra vez los análisis sin fin, los mapas de objetivos y despliegues. Ruido, mucho ruido y me parece que en este caso pocas nueces.
¿Bombardeará Estados Unidos Siria? ¿Es legítima una intervención? ¿Explotaría el polvorín de Oriente Próximo en caso de bombardeo? Muchas preguntas para que las responda alguien no experto como yo, pero no me resisto a dejaros mi reflexión.
Legitimidad
Una intervención unilateral de Estados Unidos, sólo o en una coalición ad hoc (eso que en la jerga intervencionista se llama coalición de voluntarios) no está respaldada por el derecho internacional.
Podría tener tres fundamentos. Uno, que el régimen sirio estuviera poniendo en peligro la paz internacional y entonces la intervención caería dentro del capítulo VII de la Carta de ONU y tendría que estar autorizada por el Consejo de Seguridad. Nadie plantea que exista ese supuesto.
Dos, basada en la obligación de proteger. Es claro que el régimen sirio está cometiendo actos criminales contra su propio pueblo que justificarían una intervención, pero ésta tendría que ser proporcionada y dirigida específicamente a proteger a los civiles y estar aprobada por el Consejo de Seguridad. Desde luego que un bombardeo con misiles de crucero en absoluto va a terminar con las masacres y no hay ninguna posibilidad de que sea aprobada por el Consejo de Seguridad, una instancia todo lo oligárquica que se quiera, pero la única legitimada en nuestro muy imperfecto derecho internacional.
Y tres, y más específico, como una respuesta por la violación de la Convención contra la Armas Químicas. Este tratado no prevé ninguna represalia militar en caso de violación, por lo que no habría más fundamento que los que enumerado como uno o dos.
El lenguaje a veces es transparente. Tanto desde Washington como desde París se ha hablado de represalia. En definitiva, potencias que quieren arrogarse el papel de policías del mundo que nadie les ha conferido.
Habría no obstante, un argumento moral a favor de la intervención, si aún no cumpliendo los requerimientos del derecho internacional un ataque pudiera poner fin a los crímenes contra la población. Los argumentos morales son siempre reversibles y susceptibles de utilizar a conveniencia y, por tanto, no conducen en el mejor de los casos más que a la tiranía benévola. Pero es que dadas las características de este conflicto ninguna intervención -limitada o amplia- puede parar la carnicería, más bien al contrario.
Y todo ello sin olvidar cómo Estados Unidos miró para otro lado cuando su entonces aliado Sadam Husein gaseó a los kurdos de Halabja o los soldados iraníes.
Las pruebas ¿A quién beneficia el bombardeo químico?
Estados Unidos dice tener como pruebas del uso de gas sarín contra la población civil muestras biológicas del personal sanitario que atendió a los civiles. En cuanto al origen del ataque, alega observaciones de satélite sobre el emplazamiento de los combatientes. Y en lo demás, se remite a pruebas recabadas por los servicios secretos que no se pueden revelar por motivos de seguridad. En esta ocasión nos han evitado un espectáculo como el de Colin Power con sus vídeos en la ONU. Lo de Francia es todavía más ingenuo: sus pruebas son los vídeos que circulan desde el primer momento con cadáveres y personas con convulsiones.
Que existió un ataque con gas tóxico a posiciones controladas por los rebeldes con concentración de población civil parece fuera de duda. Pero los detalles sólo pueden establecerlos equipos independientes como los de la ONU. Y como en Irak, Estados Unidos no está dispuesto a someterse a esa verificación independiente.
Es cierto que los inspectores de la ONU en ningún caso establecerán el origen del ataque. Aquí surgen distintos relatos a modo de novela policíaca: ¿a quién favorece el bombardeo?.
Para Estados Unidos, es claro que Asad quiere desafiar a la comunidad internacional para ver hasta donde puede llegar en el uso de estas armas en la limpieza de focos de resistencia. Para Putin es absurdo que cuando el régimen sirio está consiguiendo llevar la iniciativa militar vaya a caer en esta trampa. Unstringer de una periodista de AP asegura haber recogido testimonios entre los rebeldes que aseguran que la munición química fue entregada por el ministro de defensa saudí a los rebeldes y que a estos les explotó por inexperiencia.
Y hay quien, por fin, asegura que todo es una provocación de Asad para ser bombardeado y desatar una conflagración en todo Oriente Próximo, que es por cierto lo que éste ha dicho en una entrevista para el diario Le Figaro. La lógica apunta a esta última hipótesis, pero ¿quién sabe? como ocurre tantas veces todo puede deberse a una cadena de errores e incompetencias de unos u otros.
Bombardeará Estados Unidos. Sí, por su reputación
Estados Unidos bombardeará Siria porque se juega su reputación como potencia.
La reputación era para la Monarquía Hispánica el correlato público de la honra y muchas de sus actuaciones (sobre todo en su decadencia) se llevaron a cabo no tanto por defender la fe católica o por razones estratégicas, sino por mantener la reputación, sin la que una potencia no es nada. Hoy la reputación se llama credibilidad.
El secretario de estado, John Kerry, lo dijo paladinamente: Estados Unidos se juega su credibilidad. Barack Obama estableció una línea roja, el uso de armas químicas cuando tal línea parecía lejana y ahora se ve en la necesidad de hacer efectiva su amenaza.
¿Por qué estableció esa línea? En la administración Obama hay una facción (Susan Rice es una de sus más destacadas figuras) partidaria de que la defensa de los derechos humanos en el mundo es un interés esencial de Estados Unidos. El Obama presidente, cauto y precavido por naturaleza, se encuadra más en la corriente realista, pero como en el caso de esta línea roja autoimpuesta, hace concesiones, más retóricas que efectivas, a los idealistas.
El interés estratégico de Estados Unidos es que el régimen de Asad no se desplome caóticamente, lo que entregaría gran parte del país a grupos yihadistas afiliados a Al Qaeda. Castigar, debilitar a Asad sí, derrocarlo, al menos ahora, sin un alternativa unida y confiable para Estados Unidos, no. No faltan informaciones que aseguran que los yihadistas temen que en realidad se termine por bombardear sus posiciones.
Con el apoyo ya de los líderes demócratas y republicanos Obama seguramente ordenará un bombardeo limitado la próxima semana. En cuanto al pequeño François, dispuesto a emular al pequeño Nicolas en la recuperación de la grandeur mezclada con argumentos humanitarios, puede que le siga, pero no parece que por eso vaya a mejorar su popularidad interna. No contará Obama en este caso con el primo británico, después de ser Cameron derrotado en el parlamento (¡eso es un parlamento!)
¿Polvorín o laberinto?
Si Estados Unidos bombardea -ha dicho Asad- el polvorín de Oriente Próximo estallará. Una conflagración general no es 100% descartable, pero es que en realidad esa guerra ya se libra en una multiplicidad de conflictos enlazados, donde los actores intercambian aliados.
Leo estos días Jerusalén: la biografía, de Simon Sebag Montefiore, y muchas de las luchas por la Ciudad Santa, con sus guerras, alianzas, tratados y equilibrios de poder entre imperios parecen referirse al día de hoy. Oriente Próximo es la bisagra del mundo, un laberinto de luchas estratégicas, pero no un polvorín que pueda estallar con una chispa ni siquiera con un misil de crucero.
Hay una guerra por la implantación del islam político como fuerza predominante en las transiciones democráticas árabes. Turquía, los Hermanos Musulmanes y Catar son en este caso los aliados, mientras que Arabia Saudí es enemiga de cualquier forma de democracia, aunque la fuerza predominante sea islámica. El golpe de estado de Egipto ha supuesto un paso atrás gigantesco en la adaptación del islam a la democracia. El famoso discurso de Obama en El Cairo que era el engarce para que Estados Unidos aceptara al islam político ya no tiene ningún valor, tras el apoyo de Washington al golpe. En esta batalla son ganadores Arabia Saudí, los salafistas y los yihadistas (enemigos por cierto de la Casa de Saud).
Otra guerra evidente es entre chiíes y sunníes, que se libra en Siria, Líbano e Irak. No son guerras de religión, sino de poder. Se trata de que una comunidad u otra controle los resortes del estado y de la economía. Las dictaduras árabes -como el Imperio Otomano- garantizaban un precario equilibrio, imprescindible sobre todo para las comunidades minoritarias (cristianos, kurdos, drusos). Ahora las dos grandes comunidades islámicas luchan por la preponderancia, al tiempo que funcionan como agentes de la coalición sunní (monarquías del Golfo, Arabia Saudí) o (los chiíes) de irán.
Hay una guerra por la hegemonía regional. Turquía, Arabia Saudí, Catar e Irán son los actores de este conflicto. Cada uno usa sus peones más poderosos. Turquía su diplomacia y su integración en el mundo occidental, su desarrollo económico. Catar una diplomacia de chequera y de apoyo a los Hermanos Musulmanes y grupos yihadistas. Arabia Saudí su peso religioso y su apoyo a todas las formas de islam más conservador y retrogrado. Irán, su enorme potencial, su posición estratégica, su guía sobre todos los chiíes.
Otra manifestación de esta guerra global es el conflicto palestino-israelí. El interés estratégico de Israel es tener vecinos débiles, pero estables. Mejor un Asad debilitado que una Siria yihadista. Las conversaciones con los palestinos puestas en marcha por Kerry serán una vez más un elemento cosmético para no ceder ni un milímetro de tierra.
En Siria se cruzan ahora todos estos conflictos -más la rivalidad Estados Unidos-Rusia. El régimen de los Asad ha sido una dictadura, pero su legitimidad se basó en garantizar el equilibrio entre comunidades, sin perjuicio de los privilegios de la propia, los alauís. Asad sigue contando con el apoyo de las comunidades minoritarias. Por eso y por la existencia de un estado organizado y unas fuerzas armadas fieles y entrenadas en la lucha insurgente en el Líbano Asad ha resistido y en los últimos tiempos con ayuda de Hezbolá está logrando una cierta ventaja militar.
Ni Asad ni sus enemigos pueden ganar la guerra. Sólo una negociación puede poner fin a la carnicería. Pero para ello es necesario que las potencias implicadas en este conflicto global acepten que sus intereses estarán mejor servidos por una Siria unida.
¡Qué poco hemos aprendido en veinte años! Ante nuestros ojos (los ojos de las cámaras vicarios de los nuestos) se desarrolla en Siria la matanza de inocentes como antes en Bosnia. Y como entonces no queremos o no sabemos que hacer.
BOSNIA Y SIRIA, ANALOGÍAS Y DIFERENCIAS
En Bosnia-Herzegovina, entonces, y ahora en Siria un conflicto políticoha degenerado en asesinatos masivosde la población civil.
Bosnia fue una de las guerras -la más sangrienta y las más complicada- del rosario que jalonó la ruptura de Yugoslavia. Las élites políticas de las republicas de aquella federación, sin la legitimidad ideológica del marxismo, abrazaron el nacionalismo excluyente. Todas fueran responsables políticamente. Pero no todas fueron igualmente criminales.
La dirección de la República de Serbia se apropió de hecho de los poderes de la Federación y así Milosevic pudo responder a la declaración de independencia de Croacia y Eslovenia con el ataque del Ejército Federal y un año después a la de Bosnia-Herzegovina, para evitar condenas internacionales, con una cínica orden de retirada y de desmovilización de los militares de origen bosnio, lo que significó, en la práctica que el antiguo ejército de Tito se convirtió en el ejército de los serbios de Bosnia, el ejército que asedió Sarajevo durante más de tres años.
La guerra fue una lucha fraticida entre tres comunidades: serbios (ortodoxos), croatas (católicos) y musulmanes. Todos hablaban una lengua común y compartían una cultura, un forma de vida y una convivencia bajo distintos imperios o equilibrios políticos (la Yugoslavia de Tito). Se diferenciaban a veces en los nombres, en las fiestas… y en la memoria de anteriores matanzas sectarias.
Estallada la guerra, los serbios se entregaron a la limpieza étnica. Les siguieron los croatas. Los musulmanes no llevaron a cabo una política sistemática de genocidio, pero también cometieron crímenes de guerra. Cuanto más se conoce, menos se entienden las matanzas sectarias. Quizá es que basta con que se disuelvan los poderes del estado para que el hombre, azuzado por el miedo y el odio, se convierta en lobo para el hombre.
En Siria, el conflicto reside en la pérdida de legitimidad de un régimen dictatorial. A las primeras protestas Asad respondió con represión, a las manifestaciones organizadas con bombardeos de artillería.
El conflicto sirio no fue en origen sectario, pero el hecho de que el ejército y los servicios secretos estén en manos de alauís (como Asad y su camarilla) ha derivado en una lucha entre sunníes (desertores del ejército, milicias improvisadas, jihadistas) y alauís.
Cristianos, drusos y kurdos desconfían de los sunníes y de su radicalización y esa es una de las razones de que Asad se mantenga todavía en el poder. Así que, a diferencia de Bosnia, Siria es todavía una lucha entre un ejército poderoso y unas milicias insurgentes mal organizadas, coordinadas y armadas. La caída de Asad seguramente degeneraría en una lucha sectaria entre comunidades.
Yugoslavia no tenía un valor estratégico per se, aunque durante el conflicto Alemania aprovechara para extender su influencia por los Balcanes y Rusia buscara regresar a la región. En cambio, Siria es la pieza clave del ajedrez de Oriente Próximo; una pieza que garantizaba un status quo favorable a Israel, a pesar de la alianza de los Asad con Irán y su apoyo a Hezbolá y Hamas. El derrocamiento de Asad sería una derrota para Irán, pero puede que Israel viera como un enemigo pasivo se convertía en otro activo. La guerra sectaria podría extenderse a El Líbano y avivar el conflicto kurdo en Turquía. Además, en Siria se libra una batalla de la guerra entre chiíes (Irán) y sunníes (Arabia Saudí, Catar).
¿NEGOCIACIÓN O INTERVENCIÓN?
Un conflicto sectario en algún rincón remoto hubiera pasado desapercibido, pero los buenos europeos no podían consentirlo en su vecindad. Hubo una genuina indignación en las opiniones públicas, que fue manipulada por sus gobiernos, pero que dio impulso a la idea de una intervención humanitaria para parar la carnicería.
Mediaciones y negociaciones frustradas fueron innumerables en Bosnia. Era patética la visita de los enviados internacionales a Pale, donde Karadzic ya les humillaba, ya les agasajaba, en ambos casos sin ningún efecto práctico. Desde la ONU se empezó por aplicar las herramientas existentes: el despliegue de cascos azules, pensados para operaciones de mantenimiento de la paz, dedicados a la protección de convoyes humanitarios, con un mandato tan débil que bastante tenían con protegerse a si mismos.
Poco a poco fueron poniéndose en marcha otros expedientes para proteger a la población. Corredores humanitarios, zonas protegidas… se mostraron más como un expediente diplomático que una verdadera protección para los civiles. En Srebrenica el general Morillon prometió a los refugiados «no os abandonaremos». Menos de dos años después allí se cometía un atroz genocidio ante la pasividad de un batallón holandés de cascos azules.
Los debates en el Consejo de Seguridad fueron interminables. Finalmente, sin la legitimidad de una resolución del Consejo de Seguridad (imposible sin Rusia y China) la intervención se redujo a algunos bombardeos de la OTAN. La paz de Dayton puso fin a la guerra, pero dio a luz a un estado inviable.
La experiencia de Bosnia sirvió para alumbrar en la ONU la doctrina de la responsabilidad de proteger, que excepcionalmente, ante la abstención de Rusia y China, permitió legitimar la intervención en Libia. En Libia se sobrepasaron se pasó de una operación para proteger a la población civil a una amplia intervención en favor de una de las partes. Diríamos que su estreno no ha sido muy brillante.
Del «nunca más» a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en Bosnia salió el primero un tribunal específico (que ha juzgado a criminales de todos los bandos) y finalmente la Corte Penal Internacional, muy activa en Libia, pero ausente de Siria, en lo que para algunos es una actuación parcial de la fiscalía.
En Siria, corredores humanitarios o las zonas protegidas requeriría apoyo aéreo, que, razona Mariano Aguirre partidario de la negociación, causaría muchas bajas civiles. Las condiciones exigidas por el gobierno Siria para aplicar el plan de Kofi Annan (compromiso por escrito de los insurgentes y de Arabia y Catar) pronostica el fracaso de esta primera iniciativa, avalada por la ONU y la Liga Árabe. Parece que Asad, como antes Milosevic, agotará la paciencia de los negociadores.
Así que nada de lo que teóricamente la civilización había aprendido en Bosnia parece ser de utilidad en Siria. Sólo caben dos soluciones: una intervención militar de países como Turquía, Catar o Arabia, lo que desencadenaría una guerra de grandes proporciones, o negociaciones para intentar detener las matanzas. Porque está claro que ni la oposición política, ni la insurgencia militar pueden hacer caer a Asad. Sólo un golpe dentro de sus filas puede desbloquear esta situación.
LOS RELATOS
La guerra de Bosnia fue contada sobre todo por las imágenes de fotógrafos y televisiones. Todos tenemos en la retina las distintas matanzas: las de la cola del pan, las de la cola del agua… Yo recuerdo como un símbolo la muerte de aquellos dos amantes, croata él y musulmana ella, abatido por los francotiradores cuando trataban de huir cruzando el Miljaca.
Sin poderosos servicios de información que los controlaran los periodistas se movieron libremente… arriesgando sus vidas. Los grandes medios informaron desde los dos lados, pero el centro informativo fue Sarajevo, donde miles de periodistas soportaron los bombardeos serbios. No es de extrañar que la opinión pública europea identificara como criminales sólo a los serbios. Poco, muy poco, se habló de los crímenes de los croatas y apenas de los de los musulmanes, desde luego estos últimos mucho menos abundantes dada su propia debilidad.
Entre las izquierdas, en cambio, se adoptó una posición proserbia, que idealizaba a Tito y cerraba los ojos a los crímenes de Milosevic. La intervención era una guerra imperialista. Lo mismo pensaron de Kosovo, de Libia y ahora de una posible intervención en Siria.
En Siria, los periodistas apenas pueden estar presentes y cuando lo están dependen de los insurgentes. Ahora la fuente fundamental son los vídeos de aficionados suministrados por la oposición siria, imágenes díficiles no ya tanto de verificar como de contextualizar. Así que la información de Siria se ha convertido en una sucesión de imágenes borrosas, en las que apenas se distinguen tanques disparando o cadáveres desmembrados. Falta el relato que los periodistas construyeron en Bosnia. Las redes sociales han conseguido movilizar a activistas extranjeros, pero falta una movilización semejante a la de Bosnia en las opiniones públicas.
En el momento en que escribo esta entrada hay una enorme confusión sobre lo que ocurre en Libia. Al Yazira habla de ataques con artillería y disparos desde helicópteros contra los manifestantes. Dimiten el ministro de Justicia y varios embajadores. Nada menos que el Secretario del Foreing Offce asegura que Gadafi huye a Venezuela y desde Caracas le desmienten.
En la anterior entrada sostenía que una de las claves para el triunfo de estas revueltas es la debilidad del régimen. También, como parece demostrar el caso de Libia, la represión sin medida ni control puede originar un caos que hunda al régimen.
Con total humildad y a sabiendas de que el viento impetuoso de la Historia puede dejar sin sentido este ejercicio, ahí va la aplicación de las claves generales a la situación de cada país. Pero antes no puedo por menos de expresar mi vergüenza por la actuación de las diplomacias europeas y de la española en particular. Por menos de lo que ha ocurrido en Libia ya se le amenazaba a Milosevic con bombardearle.
Marruecos
En Marruecos se dan gran parte de los factores para un cambio de régimen, pero paradójicamente alguno de ellos juega en contra de que las protestas se conviertan en revolución.
El factor clave el rey. Mohamed VI puso en marcha a su llegada al trono una transición sui generis, cuyo mayores logros fueron el estatuto de la mujer y la reparación para las víctimas de los años de plomo. Pero bajo la apariencia de pluralismo y elecciones multipartidistas el poder ha seguido donde solía, en el majzen, el núcleo de poder de la corte que se extiende por todo el país por medio de redes clientelares. Como hacía su padre, Mohamed VI se ha servido de fieles y amigos para constituir el partido del poder, bajo la capa del partido de los independientes.
La pseudo transición y la mejora de la economía han hecho crecer las capas ilustradas, pero también han restado la presión social imprescindible para las protestas.
Por el momento, los manifestantes piden una monarquía constitucional. Parece que ese rey tan moderno no ha sido capaz de entender que como mejor se sirven los intereses de su dinastía es reinando, no gobernando y menos gobernando a través de una camarilla de jóvenes amigos. Es como si fuera incapaz de desligarse de un atavismo medieval. Su carácter de jefe religioso refuerza su carisma sobre todo en el Marruecos profundo. ¿Alguno de sus consejeros o de sus vecinos será capaz de recordarle que Marruecos ya ha salido de la Edad Media?.
Otro factor en contra del triunfo de la revolución es el eterno irredentismo. Mohamed VI puede en momentos de peligro revivir las causas del Sahara, Ceuta y Melilla.
Libia
En Libia es quizá uno de los lugares donde los factores descritos son, a priori, más débiles. Paternalismo económico. Sociedad poco estructurada. Gran poder de los tribus. Fortaleza represiva… Pero esa represión llevada al extremo y el desafío chulesco de Saif El Islam que la ha precedido puede ser el suicidio de Gadafi y su régimen.
Si la revolución fracasa y Gadafi sigue imperando sobre un campo de cadáveres será la hora de que la ONU se planteé la aplicación de la responsabilidad de proteger. Desde luego, Muamar El Gadafi es más que nunca el «perro rabioso» -como le calificó Reagan como justificación a sus bombardeos- pero hoy muerde a su pueblo, no a los intereses occidentales.
Argelia
Población ilustrada, un autócrata enfermo y sin sucesión clara, unas condiciones sociales semejantes a las de Túnez y Egipto… todo ello apunta a la victoria de una revolución. Pero los argelinos tienen todavía marcada en su piel el terror de la guerra civil y la amenaza todavía presente del yihadismo. El miedo puede retraer a las masas de la calle. Y las heridas de aquella guerra todavía dividen a religiosos y laicos.
En Argelia el ejército ha sido, al menos desde la muerte de Bumedian, el verdadero poder. No un ejército disciplinado y obediente a su jefe en la cúspide del poder, como en Egipto, sino un ejército que ha quitado y puesto presidentes, profundamente comprometido en la represión y la corrupción. Difícilmente los militares seguirían la conducta seguida por sus colegas de Túnez e incluso de Egipto.
Jordania
El factor clave para que la revuelta no triunfe en Jordania es la división de la sociedad entre palestinos y jordanos de origen. Las tribus beduinas mostraron siempre una fidelidad feudal a la monarquía, pero recientemente y de forma institucional han criticado las actividades de la Reina Rania. Parece que los cambios de gobierno del Rey Abdala van más encaminados a tapar este agujero que ha propiciar una transición democrática como piden los no muy numerosos manifestantes de Amman.
Bahrein
Aquí el peso de las protestas lo están llevando las clases populares de confesión chií. Hombres, mujeres y niños claman contra la marginación contra la dinastía sunní de los Al Jalifa. Todos somos bareníes -dicen, pero seguramente la mayor parte de los sunníes verán con desconfianza sus protestas.
Un factor que indica debilidad y, por tanto, potencialidad para el triunfo de la revuelta, son la vacilaciones en la represión -tan pronto se dispara con fuego real, como las fuerzas represivas desaparecen.
En contra del cambio, el valor estratégico de la isla. Estados Unidos no puede perder la base desde la que su Flota controla el Golfo Pérsico. Irán intentará influir sobre los chiíes. Arabia Saudí intentará por todos los medios que la revuelta no se contagie a sus provincias chiíes.
Yemen
El presidente Saleh ha dado evidente signos de debilidad, pero Yemen es un país desestructurado, con una estructura tribal, dividido entre el norte y el sur, con zonas controladas por grupos yihadistas y con el menor porcentaje de población educada… Un panorama que apunta más a una descomposición como la de Somalia, que a modelos de transición como los de Túnez y Egipto.
Siria
Tiene todos los factores de unidad, educación, orgullo… de Túnez y Egipto. Pero Bachir el Assad no ha dado ninguna muestra de debilidad y, al menos como imagen, ha insuflado juventud al viejo aparato represivo y corrupto puesto en pie por su padre Hafed, uno de los mejores estrategas del trágico tablón de ajedrez de Oriente Próximo. El viejo Assad no dudo en asolar ciudades enteras en caso de revuelta, algo que parece difícil que hoy pudiera hacer su hijo.
Los Assad son alauís, secta minoritaria en Siria. Quizá por eso han sido el fiel de la balanza entre sunníes, cristianos, chiíes y kurdos, manejando tanto el palo como la zanahoria.
Palestina
La sociedad palestina, bajo la cruel ocupación israelí, ha estado al borde de una guerra civil, que se ha resuelto con el dominio de Fatah en Cisjordania y Hamas en Gaza. Hasta ahora han sido muy limitadas las protestas en ambas zonas. En Gaza, las protestas tendrían muy difícil enfrentarse a la represión de Hamas. En Cisjordania, con Abbas sin legitimidad alguna, las elecciones convocadas pueden convertirse en el imán que aglutine las protestas, con resultados inciertos.
El Líbano
Nadie ha salido a la calle libanesas. Quizá tendría que haber antes una revolución en cada una de las comunidades en que se divide el país de los cedros para que hubiera una revolución libanesa. El espíritu de unión con el que se respondió a la agresión israelí duró poco. Los viejos señores de la guerra cristianos o drusos, los jóvenes cachorros financieros sunníes, los ayatolás de Hezbolá siguen haciendo sus tratos, sus enjuagues, sus guerras particulares y pocos o nadie hablan de una revolución democrática.
Arabia Saudí
Un país gobernado por una casta de príncipes que no cesa de crecer; una sociedad atenazada por una interpretación rigorista del Islam; vigilada por una policía religiosa de las costumbre… Pero también una sociedad rica, educada, con inmejorables servicios. Los Saud al menos han repartido mejor la riqueza del petróleo que otros autócratas.
Esa prosperidad, a veces ostentosa e impúdica, se basa también en una dualidad social, en Arabia y en todos los países del Golfo, entre nacionales y extranjeros. Verdaderos metecos, son los filipinos, paquistaníes o bangladesies los que hacen funcionar el país mientras viven con total carencia de derechos.
Más que de las protestas el cambio tendrá que venir del lento cambio social.
Irak
No está el país para revoluciones. Lo que los iraquíes piden es que se deje atrás la guerra sectaria y se recupere un cierto equilibrio entre comunidades. Si en algún sitio puede haber protestas es en el más estable y «democrático» kurdistán, donde la sociedad civil ha crecido, pero el poder político sigue monopolizado por los dos grandes partidos-movimiento.
Más allá del mundo árabe, poco espacio hay para revoluciones, a pesar de lo que pueda parecer en Irán.
Irán
La ola revolucionaria difícilmente prenderá en Irán. Las protestas actuales conectan con el movimiento opositor que generó el fraude electoral y tiene su propia dinámica, por más que los acontecimientos en el mundo árabe puedan haber servido de acicate.
Por supuesto Ahmedinejad desató una represión contra sus oponentes, salidos todos del mismo régimen. Pero sigue teniendo grandes apoyos populares en las capas populares y en todo el país en la medida que la población entiende como una injerencia intolerable la presión occidental en la cuestión nuclear. Y sigue contando con el apoyo del Líder Supremo, Jamenei.
El fraude electoral y la subsiguiente represión fueron en realidad un golpe de estado, atentatorio contra los propios principios democráticos tal y como los entiende el régimen de los ayatolás.
La oposición y la población más occidentalizada están exhaustos. El cambio no llegará de la calle, pero la sociedad está cambiando y las próximas elecciones presidenciales, y no digamos ya la muerte de Jameini, traerán una profundización democrática. ¿Desaparecerá la preponderancia de lo religioso sobre lo civil? Imposible saberlo.
Afganistán
Ya sabemos que no estamos allí para quitar el burka a los mujeres, garantizar los derechos humanos o construir un atisbo de democracia. Estamos para que Afganistán no sea un estado yihadista. Así que haber si encontramos pronto a los buenos talibanes para que repartan el pastel con Karzai y nos vamos cuanto antes… Esto sí que es realpolitik
Pakistán
Potencia nuclear al borde del abismo. Las oligarquías que han monopolizado el poder económico, con sus rencillas y corrupción, entregaron el poder hace viente años a los militares y estos sólo se retiran de vez en cuando para que los civiles jueguen a una democracia corrupta y altamente impopular. Mientras la sociedad es rehén de los radicales religiosos que imponen su ley. ¿Cuánto tardará el próximo general en tomar el poder formal?
Túnez, Egipto o los países del Mageb nada tienen que ver con Pakistán, pero si las transiciones se hacen mal al final los militares pueden ser el verdadero poder en la sombra.
Y para quien quiera una medida más cuantitativa, remito al Índice de Lanzamientos de Zapatos, con el que The Economist, medio en serio medio en broma, ha querido medir el potencial de revuelta en el mundo árabe.
Un espacio de conversación sobre periodismo, televisión, derecho de la información y deontología informativa... en los medios tradicionales y en el ciberespacio.