Jubilación


Me jubilo. El 1 de marzo paso a formar parte de las clases pasivas. Pero quiero seguir activo. Activo intelectualmente, profesionalmente. Pendiente de la evolución del periodismo y el derecho a la información, defendiendo la comunicación pública y, de modo muy especial, el servicio público audiovisual y su transformación multimedia.

¿Por qué, entonces, me jubilo, si como profesor universitario podría seguir en activo otros cuatro años?

En primer lugar, por una razón práctica. La aplicación del llamado factor de sostenibilidad en 2019 reducirá las nuevas pensiones. Parece que el primer año la reducción será en torno a un 0,50%, una cantidad muy pequeña, pero es un factor acumulativo que puede suponer una cantidad algo mayor en cuatro años. En cualquier caso, con 66 años y 43 años de cotización creo que tengo ya derecho a la jubilación.

La Universidad permite a los profesores una gran autonomía en su trabajo. Estoy a gusto en la UCM, pero la sobrecarga de docencia y alumnos se nota. Cuatro horas de clase me agotan. Y, claro, uno quiere tener más tiempo libre y menos obligaciones.

Uno de los principios más acertados de la reforma de Bolonia es que el alumno adquiere conocimientos y capacidades mediante su trabajo, tutelado por el profesor. Una asignatura cuatrimestral de 6 créditos supone para el alumno 150 horas de trabajo.

En mi Facultad seguimos con grupos de 80 alumnos en Grado y 60 en Máster. Si se toma en serio el principio enunciado, el trabajo de tutorización de las actividades de los alumnos es, para mi por lo menos, agotador.  La Complutense -no me atrevo a decir que todas las universidades, pero me temo que la mayoría- dicen haber aplicado la reforma, pero mantienen una estructura clásica, con grupos enormes en clases presenciales y con un mínimo desdoble para prácticas.

De lo que me jubilo es de toda el sistema burocrático universitario: acreditaciones, sexenios, memorias, informes, comisiones, revistas en el primer quartil en este o en aquel índice, complementos…

Cuando empecé como profesor universitario en 1976 (fui pnn entre 1976 y 1986 de Derecho de la Información) la competencia se daba en las oposiciones a cátedras, entre escuelas y grandes mandarines intelectuales. De ahí para abajo el sistema era clientelar, sin perjuicio del magisterio de las grandes figuras, como fue en mi caso el profesor Desantes. Cuando regresé en 2002 como profesor de Información Audiovisual el sistema había introducido la selección por mérito en todos los niveles de la carrera docente.

El sistema de acreditacione valora méritos objetivos (publicaciones en revistas, libros, congresos, estancias internacionales, gestión académica, patentes), pero estos méritos se convierten en actos formales, cromos o badges, que justifican el desempeño de una actividad, pero no su calidad. Tuve mucha suerte de llegar al último concurso de habilitación nacional para profesores titulares. El sistema era muy duro, con tres pruebas orales, pero a mi me permitió defender mi trayectoria y exponer mis trabajos.  Después de participar en bastantes comisiones de selección creo poder decir que poseer esos méritos objetivos no asegura ni la calidad de trabajo científico ni la capacidad docente.

Quizá una de las razones que más han pesado en mi jubilación es que soy un profesor del siglo pasado. He cabalgado sobre la ola tecnológica con confianza y hasta entusiasmo. En 1982 creaba las primeras bases documentales, luego coordinaba la primera informatización de la redacción de TVE, uno de mis campos de investigación es la digitalización de las redacciones, este blog tiene ya más de diez años y llevo no menos de 8 en Twitter. No desconfío de la tecnología. Pero no reconozco la playa al que nos ha llevado el tsunami tecnológico.

Periodismo es buena información (ir, ver y contarlo), servicio y construcción de comunidades. Pero me siento incapaz de formar a mis alumnos en el engagement, en la interacción manipuladora, en la viralidad, en el clic por el clic. Por razones generacionales no puedo entender la gamificación como una forma de hacer periodismo. Por supuesto que la innovación es esencial y ahí están el periodismo de datos y las nuevas narrativas inmersivas y el transmedia como nuevos hitos periodísticos. Lo siento, mi campo es la narrativa tradicional. Quiero formar periodistas, no youtubers, influencers o community managers, que es lo que el mercado pide. Mis referencias intelectuales y profesionales ya no son las de mis alumnos. Ellos no han visto Ciudadano Kane y yo no veo Juego de Tronos.

Esta es mi segunda jubilación. La primera, la salida de TVE con un ERE ventajoso, fue dolorosa, pero me permitió dedicarme plenamente a la universidad. Ahora ya solo me quedará esta plataforma personal de reflexión. Quiero remodelar este blog. Incluir información de América Latina, de donde vienen muchos de mis lectores. Y a partir del 5 de marzo adaptaré a un formato multimedia el diario de guerra de mi padre. Aquí me encontraréis.

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Noticias falsas ¿sobrevaloradas?


Captura

Maine explosion caused by bomb or torpedo. Primera fake news (a la que siguió la declaración de guerra de Estados Unidos a España) que se invoca en la jornada Falsas Noticias. Confianza y configuración de la opinión pública en la época de Internet, organizada por la representación de la Comisión Europea y Denae (Madrid, 20 de febrero).

Que los bulos se han utilizado como propaganda bélica es tan viejo como la Historia. En el foro se ha intentado esclarecer las características y consecuencias del fenómeno en los tiempos de las redes sociales, los bots, los trolls, las guerras híbridas. Lo que sigue son las ideas manejadas que me parecen más esclarecedoras y mis propias conclusiones.

Lo nuevo

Ramón Salaverría ha acudido a las clásicas Ws. El qué es el mismo de siempre, una realidad que se presenta voluntariamente alterada. Lo que cambia son las otra Ws.  Quién: no sabemos quién está detrás, si las plataformas, organizaciones o gobiernos. Dónde: fuera de los medios, en una plataformas poderosas, pero que no se responsabilizan de sus contenidos. Cuándo: en momentos de crisis. Cómo: mediante la perversa combinación de algoritmos e información viral. Por qué: intereses económicos (plataformas), ideológicos (organizaciones), estratégicas (estados). Y puede ser peor, la inteligencia artificial favorecerá más la viralidad. La verdad se devalua, solo creemos lo que nos interesa.

Para Francesc Vallès lo nuevo es la dificultad de comprobar los hechos, la pérdida de credibilidad de las fuentes tradicionales y la desintermediación, la comunicación directa sin pasar por los periodistas. Lo importante es la emoción.

Todos los participantes han insistido en el valor del periodismo como contrapeso y de los periodistas como el gran valor de los medios, con lo cual no puedo estar más de acuerdo, pero que no deja de ser un brindis al sol, cuando las redacciones se masacran una y otra vez y se propone su sustitución por bots.

La seguridad

Las guerras de propaganda no son tampoco nada nuevo. Ahora, con la combinación de trolls y bots, resulta muy difícil atribuir a un gobierno una determinada campaña. El problema es que estas campañas de desinformación forman parte de la estrategia de guerras híbridas del Kremlin, que explotan y exacerban las contradicciones, divisiones y quiebras de las sociedades democráticas. Mira Milosevich citó a un preboste del KGB: «Busca tus vulnerabilidades y encontrarás al KGB».

Los remedios

En la mesa jurídica se puso de manifiesto las dificultades del Derecho para dar respuesta a estos fenómenos. Vicente Moret propuso unas pistas de actuación, que despertaron bastante consenso. 1. Cultura digital para un ciudadano informado. 2. Mayor transparencia en las plataformas. 3. Autorregulación. 4. Regulación. Consenso también entre los participantes en que la intervención sea siempre mínima y cauta.

¿Están sobrevalorados los bulos?

Llevo tiempo pensando que las fake news, un fenómeno innegable, son sobrevaloradas por algunos medios porque, a) encajan bien en su líneas editoriales (todo lo que no es mainstream es populismo);  b) las noticias sobre las falsas noticias pueden convertirse en noticias virales; c) como chivo expiatorio de su propia péridida de credibilidad.

Sobrevaloradas, porque su infuencia real es incomparablemente menor a la de los medios tradicionales y sus enmarques de determinados acontecimientos. Podemos discutir el influjo de las noticias falsas propelidas por el Kremlin en la elección de Trump, pero lo que es indiscutible es el papel de Fox Tv como generadora de la burbuja ultraconservadora o de los realities como forjadores del personaje Trump. Las redes sociales sirvieron a las movilizaciones de las primaveras árabes, pero los cambios de las opiniones públicas se generaron durante años por Al Jazeera. Sí, no es irrelevante que en un tuit de Assange sobre Cataluña consiga 200.000 retuits, pero lo importante es TV3, con audiencias en algunos informativos del 23% y con años de un framing principal: «esto no es España».

Sería absurdo reducir el fenómeno a la irrelevancia, o, peor, a alguna oscura conspiración. Hay que poner las noticias falsas en el contexto del total ecosistema informativo. No marcan las grandes tendencias, no son capaces de cambiar las tendencias profundas de la opinión pública, pero exacerban el peligroso fenómeno de la percepción selectiva, de la burbuja, de la cámara de ecos en la que todos estamos.  Los estudios demuestran que las redes sociales (después de las conversaciones personales) ofrecen mucha menos confrontación a nuestras ideas que los medios tradicionales.

Sí, en algunos momentos y lugares, estas campañas pueden ser decisivas. David Alandete recordaba como en Estados Unidos s se centraron en distritos electorales en los que unos pocos votos podían cambiar el resultado. Y sí, puede saltar del ciberespacio y de la opinión, a la acción, pero siempre de forma minoritaria, promoviendo movilizaciones convocadas por falsas organizaciones. Estas campañas tienen muy poca influencia sobre la opinión general, pero mucha sobre minoría muy polarizadas, que en determinadas situaciones pueden ser decisivas.

Las plataformas ¿servicios de interés general?

El letrado de las Cortes, Vicente Moret, ha apuntado que las plataformas de distribución de contenidos están maduras para convertirse en un nuevo sector regulado. Yo iría un paso más allá, creo que tienen todas las características para convertirse en un servicio de interés general en el sentido del derecho comunitario, como lo son, por ejemplo, los operadores audiovisuales.

Como se recordó por varios de los participantes, las plataformas son «patios privados» con derecho de admisión, con una condiciones que aceptamos en contratos de adhesión. No se trata solo de regular esas condiciones, sino incluso de garantizar su existencia como un servicio esencial. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si las pérdidas obligaran a cerrar Twitter, que se ha convertido en un canal periodístico de primer orden?.

A nivel de pura autorregulación, no creo que haya que exigir tanto un control de los contenidos como un comportamiento personal y genuino a sus usuarios (eliminar bots), mayor transparencia (identificación de los contenidos pagados) y mayor pluralismo y confrontación en sus algoritmos.

(El vídeo de la jornada está en este enlace en Periscope y un resumen, lógicamente fragmentado, puede revisarse con la etiqueta #forofakenews en Twitter. ENLACE A LA CONSULTA PÚBLICA DE LA UE).

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