La peor crisis de la BBC en 50 años. Lo dijo hace tres semanas uno de sus reporteros estrellas, John Simpson. Y desde entonces la crisis ha crecido como una bola de nieve y amenaza con llevarse por delante la credibilidad de la Corporación, su verdadero patrimonio, la confianza del público en su fiabilidad. Más que una crisis parece una tragedia de Shakespeare.
Anna Bosch ya nos ha explicado los pormenores de la crisis y a ella me remito. Ella se imagina a algunos políticos británicos con una sonrisa malevolente. Yo estoy viendo a políticos españoles y a sus correveidiles periodísticos riendo a mandíbula batiente. Porque en España la BBC ha sido siempre el modelo inalcanzable de imparciaidad, exactitud y profesionalidad, valores que los políticos y gestores de la radiotelevisión pública española dicen siempre perseguir, pero conculcan en cuanto tienen oportunidad.
En cambio, en el Reino Unido, el primer ministro Cameron -recuérdese que allí el gobierno siempre está incómodo con la BBC- ha salido en su defensa y ha declarado que no se trata de una crisis existencial.
La BBC y sus profesionales están reaccionando con un nivel envidiable de autocrítica. Son los propios programas de la Corporación y sus periodistas los que sacan a la luz los propios fallos en un proceso que, por momentos, parece haber entrado en una situación de pánico que amenaza con quedar fuera de control.
Sintetizo los grandes polos de esta crisis y su potencial destructor para la credibilidad de la BBC:
– Una cultura de tolerancia hacia los abusos sexuales del que fue su gran estrella Jimmy Saville durante décadas. Saville era un punto de conexión de la sesuda BBC con la cultura pop. Es el cargo más grave, pero no especialmente letal para la organización. Primero, porque podría haber ocurrido en cualquier otra organización y segundo porque son conductas del pasado que afectan a responsables que ya no están en activo. Esta dimensión tiene un largo recorrido y las revelaciones que sin duda irán llegando serán todo un trauma para la sociedad británica, pero no tienen porque dañar especialmente la credibilidad de la BBC.
– Presunta autocensura. Un reportaje aparentemente no emitido de Newsnight sobre el caso Saville para no coincidir con la emisión de un especial navideño laudativo del fallecido Saville. El editor de Newsnight tuvo que dimitir y el caso se encuentra bajo inverstigación ¿Se autocensura la BBC cuando sus intereses como corporación están en juego? La cuestión apunta a la propia independencia de la BBC.
– Información errónea y difamatoria. Un reportaje también de Newsnight que veladamente acusaba a un político de pederastia. La BBC pidió disculpas y han dimitido su director general, la directora y el editor adjunto de programas informativos. Lo que está aquí en cuestión es la propia fiabilidad de la información, la accuracy, la capacidad de verificar y respetar los derechos de tercero.
A raíz de la presunta censura en Newsnight se cambió la cadena de mando editorial, que si normalmente iba del editor del programa hasta el director general, pasando por la directora de informativos y su adjunto, pasó ahora a constituirse por unos responsables editoriales nombrados ad hoc por el director general en funciones.
Estos cambios y la ansiedad con no parecer condescendientes con los abusos sexuales pueden estar en el origen de la información que erróneamente acusaba al político conservador. Es de señalar, además, que este reportaje de investigación se realizaba con una organización sin fin de lucro, The Bureau for Investigative Journalism, que tampoco sale muy bien parada.
– Organización ineficiente. Escándalo por el contrato blindado del dimitido director general, que después de pocos meses en el cargo, se va con una indemnización de medio millón de euros. No me extrañaría que Entwistle termine por renunciar a la indemnización. Pero el caso lo que pone de manifiesto, según muchos críticos internos, es una organización demasiado burocratizada.
El propio Lord Patten, presidente de la BBC, sugirió que debieran diferenciarse la línea de gestión de la línea editorial, para lo que habría que modificar la Royal Chart que rige la Corporación. Ahora el director general es el máximo responsable gestor y editorial.
La BBC está gobernada por un Trust que regula, controla y autoriza los distintos servicios que presta la Corporación después de unos estrictos tests de valor añadido. Sus miembros son nombrados por la Reina (esto es, por el gobierno) después de un proceso de selección pública. El Tust nombra al Consejo Ejecutivo, encabezado por el Director General, cuyo puesto se somete a un procedimiento de selección pública. Por tanto, una gestión independiente y profesional supervisada por un organismo garante del interés público.
Uno de los factores determinantes de la excelencia de la BBC es su sistema de directrices editoriales. Compendio de normas de buena práctica y recomendaciones de estilo se revisa cada 5 años, pero es sometido a permanente discusión en seminarios, estudios de caso etc., de modo que sus pautas están perfectamente asumidas por cada informador y por la organización en su conjunto.
Conforme a estas directrices, cada periodista es responsable de su información, pero se establece un sistema de consultas que en los casos delicados pueden llegar hasta el máximo responsable editorial, el director general. En los dos reportajes de Newsnighta este sistema ha fallado. Primero, por presunta interferencia; en el segundo, por presunta inhibición.
Es esta la más grave crisis desde el caso Kelly en 2003. Entonces, de la comisión de encuesta presidida por Lord Hutton, resultó que los procesos de verificación y consulta habían sido deficientes, pero también que el gobierno Blair intentó de mil modos influir a la BBC para que aceptara su tesis sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Ana Azurmendi lo sintetizó bien en un artículo académico: los asesores de Blair forzaron titulares sensacionalistas en los informes sobre las supuestas armas, pero el periodista de la BBC Andrew Gilligan cayó en el mismo vicio (en este caso exagerando una confidencia) al exponer la manipulación propagandística.
Ahora no ha habido interferencias políticas exteriores, por eso esta crisis es más dañina que la del caso Kelly, que también se llevó por delante al director general de entonces.
Quizá convenga mirar un poco más allá de la BBC y situar estos fallos en el contexto de la crisis vivida por los tabloides de Murdoch por su ejercicio sistemático del espionaje de las vidas privadas. La agresividad que lleva en su adn el periodismo británico puede llevar a estos abusos, pero en el extrem0 opuesto está el complaciente periodismo español.
El proceso de catársis de la BBC dejará unos cuantos cadáveres y cambios en la organización, pero la Corporación está rindiendo cuentas y eso, a la larga, mantendrá la confianza del público.
(Añado el enlace al artículo Libros de estilo y directrices editoriales: referente de calidad en el Periodismo audiovisual y multimedia de los medios públicos, de Navarro, Diaz y García)
(Más daños colaterales. El Director General en funciones pide que no se tuiteen los problemas internos y un programa de investigación sobre los dueños de The Daily Telegraph se queda en el dique seco)
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