Desahucios: el poder de la movilización… y la emoción


Por fin todos abrimos los ojos. Hasta los tertulianos del pensamiento único proclaman que hay que parar esta tragedia.

¿Cómo se ha podido en unos meses pasar de estigmatizar las reclamaciones como atentados contra el sistema a admitir la justicia de las quejas?

Desgraciadamente hasta que la gente no empezó a saltar por la ventana no se produjo el cambio.

He aquí las etapas del proceso comunicativo.

Se crean las primeras plataformas de afectados

Los desahucios crecen, pero la lucha de los afectados se ve como un problema de un sector. El caso no salta a los medios, sino es de manera anécdotica (por ejemplo, cuando un desahuciado colombiano instala una tienda de campaña frente al Palacio de la Moncloa). En medio de la indiferencia social las plataformas se organizan, pero carecen de proyección. Los bancos ejecutan sin piedad.

El 15-M

Las plataformas de afectados son uno de los colectivos que desde el principio logran un protagonismo en el movimiento. El movimiento centra sus movilizaciones más exitosas en la respuesta a los desahucios. Logra parar algunos desalojos, pero sobre todo consigue que el problema salte a los medios. Ahora es una reivindicación central, definitoria de la contestación global.

Las plataformas se fortalecen y coordinan en el marco del movimiento y logran el apoyo de todo tipo de voluntarios. La lucha contra los desahucios no decae cuando el movimiento pierde influencia general.

En resumen, el mayor logro del 15-M es poner los desahucios en la agenda pública.

Aumenta la conciencia social y cambia la percepción

Una vez en la agenda pública, los desahucios se convierten en tema central tanto en los medios masivos como en los medios sociales.

Los medios sociales refuerzan la solidaridad social con los afectados, pero la presencia en los medios masivos obliga a salir a la palestra a banqueros, economistas, registradores, es decir a los líderes de opinión. Los desahucios no son ya el problema de un colectivo; ahora son la manifestación más odiosa de la crisis, un factor de disgregación social y el conjunto de la población los percibe como injustos.

PP y PSOE en el gobierno o en la oposición se mantienen en silencio y ningunean las propuestas de las minorías parlamentarias de izquierdas. Los bancos acceden a algunas daciones en pago o a alquileres sociales ante la evidencia de que están inundados por pisos invendibles. Finalmente, el gobierno de Rajoy promueve un código de buenas prácticas, completamente inane.

El informe de los jueces

Una comisión de jueces propone una serie de soluciones legislativas. El Consejo General del Poder Judicial, que había encargado el trabajo, no lo toma en cuenta. Es el escándalo y entonces comienzan a aparecer autos de jueces que han buscado los resquicios de la ley para intentar detener procedimientos de lanzamiento. La voz autorizada de los jueces obliga a las primeras tomas de posición, todavía muy cautas, del gobierno.

Los suicidios

Dos suicidios en una semana… Otro dos semanas después. Es el punto de inflexión. Se produce una ola de emoción, sobre la que ahora todos los que ignoraron el problema quieren cabalgar. El gobierno convoca de urgencia al PP (¿dónde queda el debate parlamentario?). Alcaldes, policías, jueces se suman a la ola. Y por fin, aparecen los banqueros. Primero, Ángel Ron, del Popular, para decir nosotros no hacemos eso… Y luego la patronal bancaria anuncia una moratoria de dos años.

Movilización y emoción han sido las claves del cambio. Ahora el gobierno y los bancos intentan paliar los desperfectos y pretenden que las soluciones se apliquen sólo a aquellas familias prácticamente en riesgo de exclusión social. El problema va más allá y afecta a millones de familias empobrecidas para pagar la hipoteca. Puede que la emoción pase; entonce sólo quedará la movilización.

(Evidentemente este esquema debiera de estar ilustrado con ejemplos mediáticos. Lo siento. No tengo tiempo ¿Alguien se anima?)