Josef Koudelka, nacionalidad dudosa


Praga – 1968 – Josef Koudelka

La invasión de Checoslovaquia fue uno de los acontecimientos que al final de la adolescencia despertaron mi interés por la política internacional. No puedo decir que guarde en la memoria una imagen en particular, pero si alguien ha forjado nuestro imaginario sobre aquellos días en los que las botas de los soldados del Pacto de Varsovia hollaron la utopía del «comunismo con rostro humano», ese es Josef Koudelka.

Emocionan todavía esas fotos cuando se visita la exposición de Koudelka en la Fundación Mapfre de Madrid. Durante varios días el joven Koudelka tomó frenéticamente instantáneas de unas tropas desconcertadas por la resistencia pacífica de la población (¡Les habían dicho que iban a liberar a los checoslovacos del fascismo¡). Koudelka hizo buena la máxima de Capa («si la foto no es buena es porque no te has acercado lo suficiente») y con su objetivo angular capta el dramatismo de cada escena al tiempo que las expresiones de soldados y héroes anónimos. ¡Qué maravilloso ejemplo de civismo el de las gentes de Praga aquellos días!

Sus fotos no se vieron hasta un año después. Koudelka abandonó Checoslovaquia y como no pudo renovar su pasaporte durante muchos años en su documentación apareció el sello de «nacionalidad dudosa». Ciertamente Koudelka es hijo de la cultura visual checa (véanse sus comienzos con la fotografía teatral), pero también es un ejemplo de un exilio permanente, de alguien que no es de ningún lugar y al tiempo de todos. Justamente lo contrario de lo que son hoy los países del centro y este de Europa, faro de cultura en el período de entreguerras y hoy estados sobre si mismos, celosos de identidades, reales o ficticias.

Eslovaquia – 1966 – Josef Koudelka

Me encanta esta foto. Transmite vida y es uno de los grandes ejemplos del uso del gran angular por Koudelka: ahí está todo, lo personal y lo colectivo. Y nos explica el mundo gitano en el centro y este de Europa, al que Koudelka se dedicó desde el 64 hasta el 70. Gitanos, romas, cíngaros, secularmente marginados y al tiempo imprescindibles con su música en cualquier fiesta familiar o popular. Los gitanos son húngaros, checos, eslovacos o rumanos, pero son una comunidad propia por cultura y segregación.

El primer ministro eslovaco, el socialdemóctrata Robert Fico, se niega a acoger refugiados porque Eslovaquia es -dice- una sola comunidad. ¿Qué hay de los gitanos, de los húngaros, de los checos?. He visto pueblos eslovacos donde los gitanos no pueden ser enterrados en el cementerio cristiano. Orban por su parte quiere hacer ciudadanos de la República de Hungría a los húngaros de cultura de los países vecinos. Todos se niegan a acoger a refugiados que no sean cristianos y la República Checa, denuncia la ONU, somete a los refugiados a trato vejatorio. ¿Qué fue de la rebelión pacífica del 68, de la Revolución de Terciopelo del 89?

Demasiada afirmación identitaria, demasiada soberbia de nuevos ricos, demasiada xenofobia.

  España – 1971 – Josef Koudelka

Con su dudosa nacionalidad a cuestas Koudelka desarrolló entre 1968 y 1994 el proyecto exilio, recorriendo España, Francia, Italia, Irlanda. Si bien acude a muchas romerías y fiestas populares no pretende documentar tradiciones o costumbres; busca momentos de expresión genuina y como dice que le dijo en una ocasión su mujer es capaz de capturar en cada instantánea de un modo natural la alegría y la tristeza. Es la visión del exiliado, del que mira desde fuera con empatía, queriendo comprender.

«La visión de Ulises» -Delta del Danubio – 1994

Esta última foto pertenece al último proyecto de Koudelka, «Caos». En los últimos años el checo trabaja con una cámara panorámica para fotografiar territorios devastados, minados, divididos. Esta imagen corresponde al rodaje de la maravillosa película «La mirada de Ulises», de Theodoros Angelopoulos. Una gigantesca estatua de Lenin navega por el Danubio. Los símbolos del totalitarismo se desmontaron rápidamente, en algunos casos se llevaron a cabo depuraciones hasta el nivel de funcionarios de poca categoría (las «lustraciones» en Polonia) y en otros no (como en Rumanía). Pero en ninguno de estos países se ha enfrentado al pasado como una catarsis, como lo ha hecho Alemania.

Demasiado patriotismo. Mejor una identidad dudosa.

(Koudelka dará una conferencia en la Fundación Mapfre de Madrid el 19 de noviembre a las 19:30. Dejo aquí esta entrevista realizada por Andrea Aguilar)

(Añado el punto de vista de Monica Zgustova, que en su «Crónica de la otra Europa» señala el sentimiento de victimismo como una de las causas del rechazo de los refugiados)

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Paul Strand: de un país, un lugar


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Luzzara, 1953

Pero, ¿es que acaso Paul Strand fue fotoperiodista?

Era en las pruebas de habilitación para profesores titulares de Periodismo. El candidato que exponía su investigación sobre Strand tuvo que improvisar para responder al tribunal que, no, ciertamente, Strand no era un fotoperiodista, pero que su obra aportaba una visión profunda de los cambios sociales del siglo XX, o sea, que en cierto modo Strand tenía que ver con el periodismo, o con una forma superior de periodismo…

He recordado la anécdota al visitar la exposición de Strand en la Sala Mapfre (Al que esté en Madrid en agosto, hasta el 23, que no se la pierda y el que no pueda acudir tiene esta estupenda visita virtual).

Paul Strand es uno de esos grandes de la fotografía que recorre el siglo XX, de la fotografía social a la fotografía directa, del pictorialismo al cubismo. Dos fotos, Manhattan (1915) y Ciega (1916) sintetizan para mi la esencia de  Strand: el hormiguero social y la grandeza del individuo más allá del estereotipos y estigmas.

Ese hormiguero humano, esa ciudad que nunca duerme fue retratada en su grandeza en el documental Manhatta (se incrusta al final) y la epopeya del esfuerzo humano colectivo en The Waves (vídeo también incrustado).

De un país, un lugar

Pero lo que más me interesó de su exposición fueron sus fotolibros: Nueva Inglaterra, Luzzara (Italia), Ghana, Francia, Rumanía. Como hiciera en Mahatta, Strand pone en sincronía sus fotos con los textos de autores literiarios (Zavattini en el caso de Luzzara). Dos discursos distintos que se potencian mutuamente para mostrar esa vinculación única entre los lugares y sus gentes.

Maravillosos los retratos de personas y objetos -los objetos en la fotografía de Strand también tienen alma. Y entre todos esa familia de Luzzara, en Italia, la foto que encabeza esta entrada, que a algunos les recuerda el cartel de la película «Los Santos Inocentes». Pero las diferencias entre el norte de Italia en los 50 y Extremadura en los 60 eran grandes. La Italia de Luzzara era una tierra de pequeños campesinos orgullosos a punto de convertirse en empresarios. La bicicleta perfectamente cromada está ahí para sugerirlo. La España de los Santos Inocentes era todavía la de los siervos de la gleba en grandes latifundios.

De cada lugar, un espíritu, una gente. Eso es lo que siempre han intentado retratar los fotodocumentalistas. Así lo vimos también en la exposición de la agencia Magnum. El problema es con la globalización se pierde lo distinto, lo único, todo es igual.

Un reto para los jóvenes fotógrafos que empiezan: encontrar lo distinto. Y buscar un compañero literario. Hoy, afortunadamente producir un fotolibro está prácticamente al alcance de cualquiera.

(Algunos recursos: La carta de Strand a los jóvenes fotógrafos. El ibro En el principio fue Manhattan. Y la primera parte de 6 del documental Paul Strand: under the darkcloth de Tom Johnston e incrustado los vídeos de Manhatta (1921) y The Wave (1936).)

El mundo de Enrique Meneses


Enrique Meneses para Jot Down

El reportero débil con los débiles, fuerte con los fuertes

La frase resuena en el espacio rotundo del viejo depósito de agua. «Sed débiles con los débiles, fuertes con los fuertes». El consejo dirigido por Meneses a los jóvenes es todo un precipitado de ética periodística. Impresiona escuchar otra vez esa voz, rodeado de sus fotos expuestas en la Sala Canal.

Meneses, cargado con su bombona de oxígeno, pasó sus últimos años recorriendo las universidades españolas alentando a los jóvenes a convertirse en reporteros. Haced como yo -venía a decirles- buscar vuestra Sierra Maestra.

En 1957 Enrique pudo pasar cuatro meses en la guerrilla con Fidel y el Che, sacar sus carretes en la enagua de una guajira, vender las fotos y colocarlas en la portada de París Match. Hoy, el joven reportero que llegara a Sierra Maestra se encontraría a Fidel tuiteando y al Che cargando vídeos en YouTube, gracias al teléfono satélite suministrado por una embajada. La portada de Paris Match sería para Carla Bruni y Sarkozy, en páginas interiores encontraríamos un foto y en la edición digital una galería de los «barbudos». Por 10 fotos la revista pagaría 250 €.

El contexto del periodismo hoy es otro, pero el oficio sin los reporteros muere. El testigo de Menses lo han tomado esos jóvenes reporteros españoles jugándose la vida en Siria a 50 € la crónica. Enrique Meneses vivió su vida como una aventura y convirtió el reporterismo en su religión. Fue el reportero que hubiéramos querido ser (como Legineche, como Cuadra-Salcedo, éste más aventurero que reportero). Un gran contador de historias.

De Meneses nos queda su testimonio de entrega y honradez profesional… y sus fotos, un testimonio potente de mundos que ya no existen.  Meneses fue reportero multimedia avant la lettre. Utilizó los lenguajes a su alcance, los de la foto, el texto, el cine, la televisión. No era un fotográfo técnico ni con pretensiones artísticas. Sus fotos son directas, pero no son fotos de oficio, cada una de ellas es una tarea única, un soplo de vida. Meneses estaba donde había que estar, presto a apretar el disparador. Y allí está un pedazo de vida, un fragmento de historia, un instante decisivo.

Los mundos de Meneses

Los tiempos de Meneses fueron los de la Guerra Fría: el egipto de Nasser, la revolución cubana, la guerra de Biafra, los derechos civiles, el asesinato de Kennedy, las bodas de Fabiola y Balduino, y Juan Carlos y Sofía y el glamour de Dalí y Dominguín.

El mundo árabe laico y nacionalista

No localizo ahora ninguna de las fotos del Egipto de Nasser, en el que Meneses se inición como periodista y fotógrafo. Pero la exposición se encuentran algunas instantáneas magníficas del culto al Rais, de muchachas vestidas a la occidental por las calles del Cairo. De aquel mundo no queda nada. La modernización y el socialismo se convirtieron en corrupción clientelista. Las derrotas del nacionalismo propiciaron el ascenso de islamismo social y finalmente, la victoria y derrota de los Hermanos Musulmanes. Hoy el dictador Al Sisi, que se pretende un nuevo Nasser, gobierna tiránicamente un Egipto desestructurado con la bendición de los poderes occidentales.

Los Castro

Castro a la luz de una vela, una de las fotos de las que Meneses se encontraba técnicamente más satisfecho

Son los únicos supervivientes de la Guerra Fría. Más de medio siglo después, Raúl negocia con Estados Unidos y reconoce que Obama es un hombre honrado. Las fotos de Sierra Maestra catapultaron a Meneses a la primera categoría del periodismo, pero nunca volvió a Cuba ni se dejó a seducir por la dictadura en que mutó la revolución nacionalista. Grandes fotos, como la de la coqueta Vilma Espín sonriendo a la cámara o Castro leyendo Kaputt de Curcio Malaparte.

Los derechos civiles

«I have a dream» – 28 de agosto de 1963 – Dylan, Baez y Seeger en el Lincoln Memorial

Para mi la mejor época fotográfica de Meneses. La foto de Luther King es antológica, pero me quedo con la de estos tres juglares de los derechos civiles. Son las canciones de mis quince años. Seeger, el activista que venía de la luchas de la Depresión murió hace mucho. Baez a los 70 mantiene la frescura. Y Dylan… el ego mata el arte. El movimiento de los derechos civiles cambió Estados Unidos y tuvo sus réplicas en Irlanda, en cierto modo en el Mayo francés. Hoy un negro está en la Casa Blanca, pero Estados Unidos sigue dividido por una fractura racial.

El glamour

Meneses estaba allí «Estaba siguiendo la temporada de Dominguín, yo no soy fotógrafo de toreros… Pero se abrió la puerta y apareció Picasso»

Las celebrities de los 60 y 70 eran famosas por que había logrado relevancia en alguna actividad. Meneses cultivó a esa jet set. Dominguín, Dalí -grandes fotos de lo que llamaríamos hoy un making of de una sesión fotográfica de Dalí con Avendon. Eran los tiempos de los paparazzi. Meneses no tenía que robar ninguna foto porque estaba allí y era capaz de darlas un valor periodístico. Nada que ver con el mundo actual de las exclusivas.

Juan Carlos de Borbón

Compromiso oficial – Lausana, 13 de septiembre de 1963

Si en la exposición hay un instante decisivo es éste. La poderosa Federica aleccionando a su futuro yerno, el buena pieza de Juanito. Ya sabemos que fue de la romántica pareja.

Cabría seguir. El África virgen que Meneses recorrió del Cairo al Cabo y que hoy es un territorio devastado por las guerras, sin santuarios vírgenes…

Para terminar, os dejo el documental de Georgina Cisquella «Oxígeno para vivir» e inserto la introducción a la exposición de su comisario, Chema Conesa.

Cartier-Bresson, el gran mirón


Cartier-Bresson, Bruselas, 1932

Cartier-Bresson, Bruselas, 1932

Entro en la sala y la primera foto se me aparece como una síntesis de toda la obra de Cartier-Bresson. Un hombre mira por el agujero de una valla, quizá a un espectáculo, puede que una obra, o, simplemente, un solar baldío. El otro, que quizá espera su turno, mira desconfiado al fotógrafo. Por la época, podría identificarse con el movimiento de la «candic photo», pero no es una foto robada, nada tiene que ver con Erich Solomon. El mirón cazado por el fotógrafo (mirón a su vez), el juego de miradas entre el fotógrafo y el segundo hombre, la curiosidad como el gran motor de la acción… el «instante decisivo» antes de que el fotógrafo lo teorizara.

Los  madrileños y los visitantes tienen hasta el 7 de septiembre para ver esta exposión en la Fundación Mapfre. En la presentación se insiste en que no se busca tanto dar una visión unificadora del gran fotógrafo, sino en mostrar los distintos Cartier-Bresson. Me remito al análisis de Franciso Rodríguez Pastoriza. Por mi parte me limitaré al comentario de algunas fotos.

De Cartier-Bresson siempre me ha maravillado su capacidad para la composición y al mismo tiempo su poder para dar vida a esa composición. Y como ejemplo, dos fotos de su primer viaje a España, en los primeros años de la II República.

Cartier-Bresson, Madrid, 1932

Cartier-Bresson, Madrid, 1932

Cartier-Bresson, Sevilla, 1932

Cartier-Bresson, Sevilla, 1932

Son dos muestras de su técnica de utilizar un fondo o pantalla con gran potencia compositiva (el maestro fue un gran estudioso de la proporción áurea), que el fotógrafo vigila como un cazador a la espera de la presa, hasta que esa escena se llena de acción. En este caso, esa vida nos da cuenta del desamparo, pero también de la libertad, de esa infancia de los barrios populares de la España de los treinta.

Cartier-Bresson, URSS. 1954

Cartier-Bresson, URSS. 1954

En esta foto percibimos, casi podemos sentir, la atmósfera cargada, recalentada, de la cantina en la que jóvenes trabajadores hacen una pausa en el duro trabajo. Stalin ya ha caído, pero hay está, en el mural que preside la sala, en fotos en la que el «padrecito» y Lenin vigilan para que los muchachos no caigan en conductas impropias.

No es un posado. El mirón observa desde el otro lado del dintel.  No es, desde luego, la mirada que penetra la intimidad en «La araña del amor», pero siempre es la mirada del no participante. Por cierto, que en esta famosa foto Cartier-Bresson juega también con el contraste entre lo estático (la colcha, los cortinajes) y lo dinámico (los movimientos de las amantes, resaltados por la baja velocidad de obturación).

Cartier-Bresson, México, 1934

Cartier-Bresson, México, 1934

El mirón mira a los mirones. Así, en la coronación de Jorge VI adopta un punto de vista revolucionario para un reportaje de actualidad. Retratar a la multitud (y a los artilugios que emplean para ver el cortejo). De este modo, el reportaje nos dice más de aquella Inglaterra, que las fotos del evento. Por supuesto, Cartier-Bresson realizó grandes reportajes de actualidad entre 1945 y los noventa, pero siempre con el acontecimiento en segundo término (aunque también podemos ver en la exposición una serie de manifiestaciones a lo largo de 30 años que podrían catalogarse dentro del fotoperiodismo más clásico).

Cartier-Bresson, Londres, 1938

Cartier-Bresson, Londres, 1938

Hay en la exposición un extracto de un curioso reportaje sobre el artista. Vemos a Cartier-Bresson en acción por las calles de París. Observa, con movimientos de bailarin se aproxima a la presa y dispara su inseparable y discreta Leica. Por cierto, que trabajaba con un patrón fijo de exposición, lo que permitía gran libertad para disparar en el momento preciso.

Con los años, Cartier regresa a su vocación de origen, la pintura. «Si la foto es la acción inmediata -dice- el dibujo es la reflexión». Una idea que se expone en el siguiente autorretrato.

Cartier-Bresson, Paris, 1992

Cartier-Bresson, Paris, 1992

La foto, la acción inmediata, nos muestra la imagen, mediada por el espejo, de un hombre mayor, bien conservado, de mirada inquisitiva y algo escéptica. El dibujo nos deja el rostro de un anciano, cargado del peso de la vida. Rodríguez Pastoriza cuenta como en una entrevista se negó airadamente a ser rodado mientras caminaba. El mirón, en sus últimos años, no quería ser mirado.

El Génesis según Sebastião Salgado


Deslumbrado por las fotos de Salgado. Por la belleza de sus contrastes, de su gama de tonos casi infinitos entre el blanco y el negro… En el Caixaforum de Madrid podemos disfrutar del último proyecto del brasileño y reflexionar tanto sobre la relación hombre-naturaleza como sobre el poder de la imagen.

Génesis – S. Salgado – Río Cuiabá (Brasil) – 2011

El evangelio ecológico de Salgado

No es el «momento decisivo». Es el tiempo primigenio. O al menos eso es lo que pretende mostrarnos Salgado con este proyecto en el que ha empleado ocho año y ha recorrido 32 países en cinco continentes.

Agua, fuego, tierra se combinan en su paleta fotográfica para explorar los lugares más recónditos donde el hombre no ha llegado o permanece en equilibrio con la naturaleza… La vida que explota en los desiertos helados de las Shetland del Sur, en el Pantanal o la Amazonia brasileña, en la sabana africana. La vida que cuida a las crías. La vida que devora. Y los hombres que subsisten en las regiones heladas, en el aislamiento amazonico o en la selva de Sumatra o en los desiertos de Sudán.

El compromiso no es, como en los anteriores proyectos, con los trabajadores, con los sin tierra, con los migrantes, con los hombres, en definitiva, agentes y víctimas del progreso. Esta vez el compromiso es con la Madre Tierra. La buena nueva de Salgado es que el 46% de nuestro planeta subsiste como en el día del Génesis.

El fotógrafo brasileño se ha convertido en apóstol de la conservación. Y uso el término apóstol con toda intención. Salgado utiliza sus potentes imágenes para pedirnos que preservemos ese 46% en teoría intacto y que recuperemos lo que hemos destruido. Lo hace también con el ejemplo: ha reforestado su hacienda familiar  de 1.000 Ha. en Minas Gerais.

Lo explica, como un gurú global, en artículos y conferencias (por ejemplo The silent drama of photography, que está entre los vídeos de la lista de reproducción insertada al final de esta entrada):

He concebido este proyecto como un camino potencial para que la humanidad se redescubra en la naturaleza. Lo he denominado Génesis porque, en lo posible, quiero regresar a los inicios del planeta: al aire, el agua y el fuego que alumbraron la vida; a las especies animales  que han resistido la domesticación y permanecen todavía ‘salvajes’, a las tribus remotas cuya ‘primitiva’ forma de vida pervive todavía ampliamente originaria; a los ejemplos que perviven de las más primitivas formas de asentamiento y organización humana. Y eso para proponer que este mundo sin contaminar sea preservado y, donde sea posible, expandido, de modo que el desarrollo no conlleve automáticamente destrucción.

Mujeres de la etnia zo’e de Towari Ypy, amazonia (Brasil) – S. Salgado – Génesis

¿Como en el día del Génesis?

Salgado, por supuesto, incardina en su trabajo el desarrollo evolutivo de la naturaleza, que documenta en esas fotos de los caparazones de los enormes galápagos o las garras de grandes reptiles, en las especies alimentándose de otras especies.

Ese propósito de volver a lo primigenio no deja de ser ilusorio. Para fotografiar a los pingüinos de las Shetland del Sur  el fotógrafo ha navegado hasta las aguas árticas; usado globos aerostáticos o avionetas para sobrevolar los rebaños de la sabana; ha intervenido, en definitiva, en una naturaleza en la que el hombre está ya presente de una forma u otra. Contactar con los grupos humanos de la Amazonia es, se quiera o no, es insertarlos en la Historia.

Las imágenes nos trasladan al Paraíso. Pero un paraíso en el que también imperan -aunque no salgan en la foto- los parásitos, las enfermedades, las tradiciones brutales. ¿Es posible la mejora de las condiciones de vida de estas poblaciones ancestrales manteniendo su equilibrio con la naturaleza? Imposible con las leyes inmisericordes de la explotación capitalista. Difícil aún con la mejor voluntad.

Verdad, belleza y técnica

Que las fotos de Salgado son bellas, muy bellas, está fuera de duda.

¿Tan deslumbrantes que embellecen la realidad y, por tanto, mienten? Esta es la conocida acusación de Susan Sontag:

Una foto puede ser terrible y bella. Otra cuestión: si puede ser verdadera y bella. Este es el principal reproche a las fotografías de Sebastião Salgado. Porque la gente, cuando ve una de esas fotos, tan sumamente bellas, sospecha. Con Salgado hay otro tipo de problemas. Él nunca da nombres. La ausencia de nombres limita la veracidad de su trabajo. Ahora bien: con independencia de Salgado y sus métodos, no creo yo que la belleza y la veracidad sean incompatibles. Pero es verdad que la gente identifica la belleza con el fotograma y el fotograma, inevitablemente, con la ficción.

Las críticas de Sontag respecto a la calidad del trabajo documental de Salgado puede que tuvieran sentido en proyectos como Éxodos  o la Mina de oro de Serra Pelada, con un componente de denuncia social, pero no en Génesis. Y no obstante, persiste la pregunta fundamental ¿se traiciona la realidad cuando se muestra en sus registros más vibrantes, cuando el mundo se nos ofrece como un placer estético? Creo que no, que tanto nos solidarizamos con el otro cuando vemos el sufrimiento, como nos concienciamos de nuestra inserción en la natural cuando disfrutamos de bellas imágenes como estas. Pero el debate viene desde el origen de la fotografía y, desde luego, no se cerrará con Salgado.

El blanco y negro, los fuertes contrastes, las fotos a contraluz son parte del estilo de Salgado. Una técnica convertida en estilo, un estilo, en palabras otra vez de Salgado, al servicio del punto de vista:

La técnica es una variable que tú utilizas para expresar  ese punto de vista y sólo es importante hasta que la dominas completamente. Cuando la técnica deja de ser una variable y se transforma en una constante, porque la has asimilado de una forma personal y te sientes a gusto con ella, entonces se convierte en el papel sobre el que tú vas a escribir. Cada uno tiene su técnica, pero eso no es lo importante, igual que tampoco lo es la elección del blanco y negro o del color. Lo verdaderamente importante es cómo tú, persona implicada en el momento histórico, vas a recibir informaciones del mundo en el que estás viviendo, las vas a ecuacionar en tu cabeza y vas a intervenir en esa realidad a través de la materialización de todo ese proceso.

Para este proyecto Salgado abandonó la Leica y apostó por el medio formato, la cámara Pentax 645 y la película Tri-X 320. Lograba así el grado de detalle que requieren las grandes ampliaciones. Pero conforme el trabajo avanzaba el material planteaba serias problemas, con un cada vez más difícil suministro y, sobre todo, dificultades con los escáneres de los aeropuertos, llegando incluso al velado de rollos ya impresionados.

En la última parte del trabajo Salgado da el salto digital y el proyecto y las tomas se hacen con la cámara EOS-1Ds Mark III, simplificando y al mismo tiempo complicando el proyecto, pues a partir del archivo raw se produce un negativo clásico y desde ahí se amplía. El proceso está explicado en este artículo de Philippe Bachelier. Salgado no le ha hecho ascos a los filtros digitales DxO FilmPack para simular la textura del blanco y negro analógico, lo que no deja de suscitar escándalo de los puristas.

Para coleccionistas, el enlace a la editorial Taschen, donde podemos comprar un libro de los 50 a 3.000 €. Y para los demás, esta lista de reproducción de vídeos de Salgado.

España Contemporánea: el túnel de las imágenes


Julián Collado – El baile de la matazón – Albacete ca. 1900

¡Con que fuerza se manifiesta la vida! Más de un siglo después, los jóvenes siguen girando y la bandurria sonando. Es el momento de la fiesta. Julián Collado, un fotógrafo local de Albacete logró una composición perfecta con los horizontes sin fin de La Mancha de fondo. Es la grandeza de la fotografía.

Los comisarios de la exposición España Contemporánea: fotografía, pintura  y moda han acertado con la imagen del catálogo, puesto que se declara buscar la historia con minúscula a través de las sociabilidades y los recuerdos.

Hay que precisar que predominan las fotos, son muy pocos los cuadros (aunque las obras pictóricas y las fotos entablan un verdadero dialogo) y los trajes dejan de lado las vestimentas populares para centrarse en modas y piezas de modistos históricos.  Y que los acontecimientos históricos, si bien a veces vistos desde la cotidianidad, son el elemento fundamental de la exposición de la Exposición Mapfre. Atención a los madrileños y visitantes: se cierra el 5 de enero de 2014, así que se puede comenzar el año echando un vistazo atrás a nuestra historia desde el paseo de Recoletos.

Fotografías, vestidos y  cuadros componen un túnel de los últimos 170 años, un túnel de imágenes. Del daguerrotipo a la explosión de las imágenes digitales. De la pieza única y valiosa a la imagen de usar y tirar. Del blanco y negro al color. De la fotografía solemne al reportaje; de la propaganda del NODO al consumismo de la televisión. Una síntesis española de la civilización de la imagen.

Recorrer ese túnel del tiempo es reconocernos. Pocos o ningún joven ayer domingo entre los visitantes; los viejos y maduros conforme avanzaban por el túnel iban reencontrándose con su infancia y juventud.

Están las grandes instantáneas históricas: el atentado contra Alfonso XIII, las fotos de Alfonso de Monte Arruit, la barricada de la calle Diputación de Centelles (en su encuadre apaisado original y el más conocido vertical), el miliciano muerto de Capa, la despedida de la División Azul de Santos Yubero. Y Lorca-Dalí-Pepín Bello. Y Valle-Inclán. Pero esta es mi selección personal.

Charles Cliffor – Pontón de la Oliva (1855)

Esclavos del progreso. El británico Clifford viajó por toda España inmortalizando las primeras obras públicas del progreso: puentes, pantanos y ferrocarriles. La del Pontón de la Oliva (hoy en desuso) fue la primera presa del Canal de Isabel II, la infraestructura a la que Madrid le debe lo que es. La construyeron presos en penosísimas condiciones. Muerte, esfuerzo, sufrimiento han sustentado el progreso. Hoy, ese patrimonio público está a punto de enajenarse al servicio del interés privado.

Marín - Celebración de la proclamación de la República

Marín – Celebración de la proclamación de la República

El desafío de los bandoleros andaluces. Un panel recoge las fotos identificativas de los bandoleros capturados por el gobernador de Córdoba en plena Restauración. Es un pena que no haya podido recuperar más que esta foto. Son quince, 20 miradas, de hombre jóvenes, seguros, desafiantes. Unas pocas mujeres: en sus ojos, más odio que desafío.  Pobreza, abandono, inexistencia del Estado fueron el caldo de cultivo del bandolerismo, un fenómeno en gran medida popular.

Una nueva vida al otro lado del mar. Fichas de españoles recién llegados al puerto de Buenos Aires, a comienzos del siglo XX. No tienen el valor artístico de las fotos de Lewis Hine a los inmigrantes de la isla de Ellis, pero sí el mismo valor testimonial. No la he podido recuperar, pero me quedo con la de una mujer de 19 años, soltera, acompañado de su hijo de 1o meses. ¿Había para esa joven otra esperanza que lanzarse a la aventura a un viaje sin retorno? Salvando las distancias, su hazaña es un antecedente de la esas africanas que llegan con sus hijos a nuestras costas en una patera. Sólo que en Argentina esperaba a aquellos españoles un futuro hecho de trabajo durísimo y aquí y ahora hasta eso les negamos.

Marín - Celebración de la proclamación de la República

Marín – Celebración de la proclamación de la República

La España nueva. La alegría de los jóvenes tomaba las calles. Aquel 14 de abril el mundo era suyo. Todo estaba por hacer y mucho hicieron aquellos jóvenes. Pero al final fueron la generación sacrificada el altar de la guerra y de una no menos cruel postguerra.

Salamanca – 12 de octubre de 1936

Venceréis, pero no convenceréis. Llegó la sublevación militar y con ella la guerra. Unamuno tomó partido por los sublevados, pero no hasta el punto de avalar el genocidio fratricida. Luciano González Egido reconstriuó su alegato contra la muerte. Sereno, en medio de la histeria fascista sale del Paraninfo de la Universidad de Salamanca. El regeneracionismo había muerto.

La exposición termina con vídeos del NODO, de viejos programas de TVE y de publicidad. Me quedo con NODO y con la aparición de Carmen Laforet (1:52 en el vídeo)

El exilio interior de las mujeres. Carmen Laforet había ganado el Premio Nacional de Literatura en 1956 con La mujer nueva, el relato de la conversión de una mujer al catolicismo, una novela reverso de Nada. En su pueblo de veraneo, Arenas de San Pedro, las fuerzas vivas (alcalde, jóvenes de Coros y Danzas) le agasajan en su casa. Y el NODO estaba allí. Una mujer joven y tímida nos muestra a sus hijos y posa escribiendo, agarrada a la tabla de salvación de la máquina portátil. Detrás un matrimonio infeliz, una inseguridad vital y literaria y un inesperado y riquísmo epistolario con Ramón J. Sender

Visita virtual a la Exposición España Contemporánea

(Esta entrada cierra un ciclo con la imagen de España (Català-Roca) y el mundo (Magnum First) antes de la globalización)

 

España antes de la globalización en las fotos de Català-Roca


Català-Roca – El Piropo – Sevilla

No hay mejor radiografía de la España de los años 50 que esta fotografía de Francesc Català-Roca. Tarde de abril en Sevilla. Semana Santa. El mundo femenino cerrado en si mismo. La represión masculina.  Curas, policías y militares, omnipresentes, vigilantes. El fotógrafo podría haber retratado sólo alguno de estos mundos, pero tuvo el acierto de unirlos todos en una prodigiosa composición.

En los años 50 cada lugar del mundo era propio y distinto. La exposición Magnum First,  a la que dediqué la última entrada, me sugirió esta idea. He tenido ocasión de reafirmarla al visitar la exposición Catalá-Roca – Obras Maestras en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Los reportajes fotográficos de Català-Roca de los años 50 nos muestran esa España genuina, la España diferente, no de las campañas turísticas de Fraga, no necesariamente la de fiestas arcaicas, sino  la de la vida, propia y distinta, que se manifestaba espontáneamente en las calles de las grandes ciudades. Por cierto, que estos reportajes de ciudades se realizaron como ilustración para las míticas guías turísticas de Destino.

Català-Roca – Señoritas paseando por la Gran Vía de Madrid

Catalá Roca – Organillero en Madrid

Català-Roca, uno de los grandes maestros de documentalismo español, fue muy consciente de que fotografiaba un mundo que se desvanecía ante sus ojos. Su papel es el testigo, sin veleidades artísticas ni fetichismo respecto a la obra única. Y sin embargo, sus fotos son verdaderas obras de arte, que ganan  cuando, como en la exposición, las vemos en su formato original, el formato medio.

Català Roca – Limpiabotas

Botijero, vendedor de canciones, afilador, lechera, aguador, organillero… son todos oficios desparecidos que vemos retratados en la exposición. Y es que, como indicaba el propio autor, en cinco años aquel mundo habría desaparecido.

Català Roca – Luis Miguel Dominguín – Carrascosa del Campo

La exposición recoge el reportaje del festival taurino que Luis Miguel Domínguín regaló a Carrascosa del Campo, Cuenca, en 1954. El pueblo engalana su miseria para recibir un rayo de glamaour (entonces se diría distinción) de Domiguín o Lucía Bosé y para disfrutar de la última faena del maestro Domingo Ortega.

Català-Roca – Madrinas de la corrida – Carrascosa del Campo

De  Catalá Roca a veces se ha dicho que es el Cartier-Bresson español. Yo creo que sus «instantes decisivos» son mucho más cotidianos y, por tanto, más verdad. Quizá porque siempre supo mantener la d con el sujeto:

«No he tenido problemas con la gente que fotografiaba, he tenido la intuición, sabía cuando pedirlo y cuando no» (Català-Roca)

Català-Roca – Esperando el Gordo en la Puerta del Sol

La anterior instantánea es un buen ejemplo de la justa medida de la distancia. Y de esta pobre España, que en siglo XXI como en el XX, sigue pendiente del Gordo.

(Y como compendio, el vídeo con el comisario de la exposición Chema Conesa) (Y para cerrar este ciclo de los años 50, la exposición de Nicolás Muller, por Francisco Rodríguez Pastoriza)

El mundo antes de la globalización en las fotos de Magnum


Magnum First – El embalaje original

Ahí está. La caja que durante 60 años preservó olvidadas las fotos de los maestros de Magnum. Y en las paredes colgados los positivos con sus montajes originales. Es Magnum First, la primera exposición colectiva de los fotógrafos de la agencia, ahora recuperada y que puede visitarse en Madrid en la Fundación Canal.

Hubo un tiempo en que cada lugar era cada lugar. Mayfair, en Londres era una cosa y otra el Wienerwald, de Viena.  No era lo mismo Delhi que Split, Budapest que El Cairo o Biarritz. Cada sitio tenía su olor y color, era propio y distinto. No existían la cultura pop, las franquicias globales ni, desde luego Internet. Así era todavía en los años 50. A partir de los 60 se expandirá desde Estado Unidos una mancha pegajosa, un barniz homogéneo, que tapa las realidades profundas.

Ese mundo todavía relativamente estático y genuino de los 50 fue retratado por los fotógrafos de la agencia  Magnum en su primera exposición colectiva. Aquellos fotógrafos y fotoperiodistas buscaron su independencia profesional fundando la agencia y reivindicaron su libertad creativa a través de exposiciones.

Esta primera se montó en Austria en 1955 y fue circulando por varias sedes del Instituto Francés, hasta que, finalmente, quedó olvidada en sus embalajes en el Instituto Francés de Innsbruck. Se denominó «Gesicht der Zeit», el rostro del tiempo, y este título, que indica toda una voluntad de destacar el instante en el marco de la marcha del tiempo,  cobra hoy un nuevo valor, cuando la casualidad permitió recuperar las cajas con las series y los montajes intactos.

Demos una vuelta a ese mundo de los fotógrafos de Magnum.

Inge Morath – Buckingham Palace, 1953

Inge Morath. La exclusividad de Mayfair. Londres todavía no se había recuperado del todo de los bombardeos. En el Reino Unido se construía el estado del bienestar y los sindicatos eran más poderosos que nunca. Pero el lujo y el glamour de otro tiempo se mostraba a la cámara de Morath en el exclusivo barrio de Mayfair.

Robert Capa – Biarritz, 1951

Robert Capa. Biarritz, elegante y folkórico. Capa vuelve al País Vasco francés, tan cerca de España. Son sólo tres fotos en las que retrata una sesión de danzas tradicionales., en un ambiente relajado, veraniego, en el que tradición y modernidad se dan la mano.

Werner Bischof – Camino de Cuzco (Perú), 1954

Werner Bischof. De Perú a Japón, pasando por Hungría. La serie más «cosmopolita» de países que no lo eran. Lugares genuinos. Personajes, niños sobre todo, retratados con enorme respeto.

Henri Cartier-Bresson – Cremación de Gandhi

Henri Cartier-Bresson. El reportaje del asesinato de Gandhi. El antes y el después del magnicidio. Uno de los mejores trabajos periodísticos del maestro de la fotografía. La atmósfera que rodeaba al padre espiritual de la India en las horas anteriores al asesinato. El dolor de las multitudes. La cremación.

Erich Lessing – Wienerwald, 1954

Erich Lessing. Niños vieneses. Son la primera generación nacida después de la guerra. Puede que Viena sea ese lugar tenebroso que viera Welles en el Tercer Hombre. La mirada de Lessing es luminosa. Niños perfectamente vestidos que juegan en el decorado espectacular de la Viena imperial

Ernst Haas – Rodaje de Tierra de Faraones (Egipto), 1954

Ernst Haas. Tierra de Faraones. Haas fotografió el rodaje dirigido por Howard Hawks. Es la serie más impresionante de toda la exposición. El ojo de Haas no nos retrotrae al Egipto de los 50, sino al de los faraones. Las condiciones del rodaje, con miles de extras, no parecen muy distintas a las de los esclavos que edificaron las pirámides. Mientras los esclavos descansan, el hombre blanco los vigila a caballo.

Jean Marquis – Ruinas del puente Isabelm (Budapest), 1954

Jean Marquis. Hungría. La foto lo dice todo: el puente fastuoso todavía en ruinas y en primer término un niño que rebusca ¿comida? ¿unas tablas para improvisar un juguete?. Fiesta de Adviento, ritos religiosos, vestidos de fiesta y un busto del camarada Stalin adornado con Flores.

Marc Riboud – Dalmacia, 1951

Marc Riboud. Dalmacia. Las imágenes de Riboud nos muestran un mundo rural, cerrado, pobre. En el ferry de Split a Trogir dos mujeres enlutadas. Quizá hoy podría capturarse la misma imagen en el mismo barco, pero al abrir el plano el bullicio de los turistas lo llenaría todo.

Sanz Lobato: la densidad del mundo


Bercianos de Aliste, 1971 – Rafael Sanz Lobato

Mira a la cámara con una mezcla de fastidio y aburrimiento. Es muy joven, pero ya forma parte de la hilera de  bultos negros de la procesión del Santo Entierro, en Berzianos de Aliste, allá por comienzos de los 70. ¿Qué habrá sido de esta mujer, hoy ya al borde de la vejez?  Seguramente se marchó del pueblo y ha pasado su vida en una ciudad dormitorio de Madrid, Barcelona o Bilbao. El corte moderno de su abrigo (negro, por supuesto) ya indica que es un electrón dispuesto a escaparse de la órbita de la tradición.

La fotografía documental de Rafael Sanz Lobato puede plantarnos preguntas como estas. Entre mediados de los 60 y mediados de los 70 Sanz Lobato recorrió muchas de las más genuinas fiestas populares españolas. Ahora pueden verse junto con una selección de otros trabajos creativos del autor (retratos, bodegones o naturalezas muertas) en una exposición retrospectiva en la Academia de Bellas Artes. Se proyecta también un excelente documental con guión de Publio Sánchez Mondéjar.

La Semana Santa de Aliste, la Caballada de Atienza, la Rapa das Bestas… Sanz Lobato pudo mostrarnos todavía la tradición encapsulada en su origen. Tradiciones que aprisionan como los ropones negros de las mujeres (no puedo por menos que recordar las fotos de Shirin Neshat de mujeres iraníes sepultadas por el negro), pero que crean tejido social y enlazan pasado y presente como en la Caballada, o que convierten un trabajo funcional (rapar a los caballos que pastan libres) en una fiesta que rompe la monotonía y desfoga pulsiones reprimidas.

Hoy se han convertido en «fiestas de interés turístico». Los ritos siguen transmitiéndose de padres o abuelos a hijos o nietos con una intensidad emocional que el forastero no puede compartir y que arraiga a estas gentes a la tierra. Pero al mismo tiempo, la fiesta es hoy espectáculo masivo, se ha mercantilizado, es ahora una de las principales fuentes de ingresos anuales para comarcas ya casi despobladas. Compárense las fotos de la Rapa das Bestas de Sanz Lobato con este reciente reportaje de Comando Actualidad (vídeo en YouTube).

La foto documental de Sanz Lobato tiene una densidad especial. El grano, los contrastes convierten estos blancos y negros impresos en haluro de plata en una decantación de la materia. Son fotos que parecen pedir ser acariadas. El fotógrafo lo explica en el documental: ante la realidad, ve la imagen mental que quiere mostrar y luego la reconstruye con la adecuada combinación de exposición y trabajo con la densitometría en el laboratorio. Ni que decir que para Lobato no cabe un uso creativo de la fotografía digital. En el polo contrario al contraste de sus fotos documentales, la luz plana y la bajísima densidad de sus naturalezas muertas, a imagen y semejanza de Giorgio Morandi.

Dejo esta entrevista en Ojos Rojos con el fotógrafo. Encuadre en apaisado siempre, buscando la proporción aúrea -nos dice. Y de cierre un paisaje lunar del campo castellano.

Utande (Guadalajara), 1970 – Rafael Sanz Lobato

Virxilio Vietiz: el arte funcional del retratista


Emociona ver los útiles del retratista. La vieja cámara de madera del estudio de los años 50, la Vöiglander de los 60, la Nikon réflex de los 70… todo en una vitrina al comienzo de la exposición retrospectiva de Virxilio Vieitez en el Espacio de la Fundación Telefónica. Durante 30 años el fotógrafo de bodas, comuniones, bautizos y carnets supo -sin proponérselo expresamente- convertir el oficio del que vivía en una manifestación artística y un testimonio antropológico impagable.

El retrato. Sin pretensiones esteticistas integra el retrato en el paisaje, como en esta magnífica foto de comunión en la que juega con la profundidad de campo para lograr un leve desenfoque del fondo que realza al niño engalanado de almirante. La expresión del muchacho en sus ocho o nueve años apunta introspección, responsabilidad…

Foto-carnet. Vieitez retrató a jóvenes y viejos de todas su comarca. El franquismo implantó el documento nacional de identidad con una foto en la que había que mostrar el lóbulo derecho. Todos, hasta los más ancianos, necesitaban el documento que había que renovar cada cinco años.

El fotógrafo recorría los pueblos y con una sábana blanca por fondo fotografiaba a los vecinos. No se molestaba en encuadrar el rostro -ya lo haría luego al ampliar- y hoy podemos ver el contexto del retrato. Cientos de rostros ceñudos, con la huella del trabajo duro a la intemperie. Ellos, con una americana sacada del armario para la ocasión; ellas, al menos las mayores, indefectiblemente de negro.

Y luego los carnets, de familia numerosa. Padres sin duda todavía en la treintena, pero que parecen tener cincuenta. Los niños, con poca diferencia entre ellos. Y la abuela, en la foto que inserto, como añadida postizamente al grupo, pero con la determinación de quien lo ha vivido todo.

Bodas, comuniones y bautizos reunen a la familia. Vieitez llega a los postres, los reagrupa en torno a la mesa y deja en primer término las botellas de licor, que adquieren protagonismo propio. Ha cumplido el encargo. En la atmósfera, el calor de la comida y la bebida convive con la humedad que se filtra por las paredes.

Inmigración. Según el propio Vieitez miles de sus fotos andarían por América. Una razón del retrato es enviarlo a los hijos, al marido, al novio que anda ganándose la vida en América, primero, en Alemania o Suiza, después. La radio (con su voltímetro) que la mujer rodea maternalmente es testimonio del progreso conseguido, pero también metáfora de los ausentes.

Tensión tradición modernidad. Llegan primero los indianos con los haigas y luego los trabajadores de Alemania con Opel y Mercedes. La modernidad llega a una sociedad tradicional y lo hace de un modo caótico, sin una verdadera integración, en un proceso en el que poco a poco el plástico expulsa a los materiales tradicionales y el entorno rural se ve invadido por construcciones sin espíritu y adefesios de neón.

Vieitez retrata personajes, no tiene una voluntad documental, pero nos deja un testimonio de la evolución de una sociedad ancestral, con una relación muy especial con la muerte, que trabaja el campo con bueyes, y a la que vamos viendo poco a poco evolucionar. El coche como símbolo de estatus, la joven peluquera rodeada de secadores eléctricos y éxoticos productos de limpieza, la mejoría progresiva de las vestimentas, los peinados a la moda de las jóvenes, los tractores, las gasolineras… Los rostros ya no son tan adustos.

Del blanco y negro al color. El gran reclamo de los neumáticos en una gasolinera se convierte en el totem de modernidad ante el que se retratan las jóvenes de los setenta. El fotógrafo sigue la evolución tecnológica y las demandas de su mercado, y como no podía ser de otra manera se pasa en sus últimos años al color. Pero ahí quedaron para la posteridad esos modestos negativos en blanco y negro, captados en material sensible común y con cámaras nada especiales, destinados al DNI, pero que hoy puede ampliarse en copias de gran tamaño y calidad magnífica, testimonio de una Galicia que ya no existe.

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