Josef Koudelka, nacionalidad dudosa


Praga – 1968 – Josef Koudelka

La invasión de Checoslovaquia fue uno de los acontecimientos que al final de la adolescencia despertaron mi interés por la política internacional. No puedo decir que guarde en la memoria una imagen en particular, pero si alguien ha forjado nuestro imaginario sobre aquellos días en los que las botas de los soldados del Pacto de Varsovia hollaron la utopía del «comunismo con rostro humano», ese es Josef Koudelka.

Emocionan todavía esas fotos cuando se visita la exposición de Koudelka en la Fundación Mapfre de Madrid. Durante varios días el joven Koudelka tomó frenéticamente instantáneas de unas tropas desconcertadas por la resistencia pacífica de la población (¡Les habían dicho que iban a liberar a los checoslovacos del fascismo¡). Koudelka hizo buena la máxima de Capa («si la foto no es buena es porque no te has acercado lo suficiente») y con su objetivo angular capta el dramatismo de cada escena al tiempo que las expresiones de soldados y héroes anónimos. ¡Qué maravilloso ejemplo de civismo el de las gentes de Praga aquellos días!

Sus fotos no se vieron hasta un año después. Koudelka abandonó Checoslovaquia y como no pudo renovar su pasaporte durante muchos años en su documentación apareció el sello de «nacionalidad dudosa». Ciertamente Koudelka es hijo de la cultura visual checa (véanse sus comienzos con la fotografía teatral), pero también es un ejemplo de un exilio permanente, de alguien que no es de ningún lugar y al tiempo de todos. Justamente lo contrario de lo que son hoy los países del centro y este de Europa, faro de cultura en el período de entreguerras y hoy estados sobre si mismos, celosos de identidades, reales o ficticias.

Eslovaquia – 1966 – Josef Koudelka

Me encanta esta foto. Transmite vida y es uno de los grandes ejemplos del uso del gran angular por Koudelka: ahí está todo, lo personal y lo colectivo. Y nos explica el mundo gitano en el centro y este de Europa, al que Koudelka se dedicó desde el 64 hasta el 70. Gitanos, romas, cíngaros, secularmente marginados y al tiempo imprescindibles con su música en cualquier fiesta familiar o popular. Los gitanos son húngaros, checos, eslovacos o rumanos, pero son una comunidad propia por cultura y segregación.

El primer ministro eslovaco, el socialdemóctrata Robert Fico, se niega a acoger refugiados porque Eslovaquia es -dice- una sola comunidad. ¿Qué hay de los gitanos, de los húngaros, de los checos?. He visto pueblos eslovacos donde los gitanos no pueden ser enterrados en el cementerio cristiano. Orban por su parte quiere hacer ciudadanos de la República de Hungría a los húngaros de cultura de los países vecinos. Todos se niegan a acoger a refugiados que no sean cristianos y la República Checa, denuncia la ONU, somete a los refugiados a trato vejatorio. ¿Qué fue de la rebelión pacífica del 68, de la Revolución de Terciopelo del 89?

Demasiada afirmación identitaria, demasiada soberbia de nuevos ricos, demasiada xenofobia.

  España – 1971 – Josef Koudelka

Con su dudosa nacionalidad a cuestas Koudelka desarrolló entre 1968 y 1994 el proyecto exilio, recorriendo España, Francia, Italia, Irlanda. Si bien acude a muchas romerías y fiestas populares no pretende documentar tradiciones o costumbres; busca momentos de expresión genuina y como dice que le dijo en una ocasión su mujer es capaz de capturar en cada instantánea de un modo natural la alegría y la tristeza. Es la visión del exiliado, del que mira desde fuera con empatía, queriendo comprender.

«La visión de Ulises» -Delta del Danubio – 1994

Esta última foto pertenece al último proyecto de Koudelka, «Caos». En los últimos años el checo trabaja con una cámara panorámica para fotografiar territorios devastados, minados, divididos. Esta imagen corresponde al rodaje de la maravillosa película «La mirada de Ulises», de Theodoros Angelopoulos. Una gigantesca estatua de Lenin navega por el Danubio. Los símbolos del totalitarismo se desmontaron rápidamente, en algunos casos se llevaron a cabo depuraciones hasta el nivel de funcionarios de poca categoría (las «lustraciones» en Polonia) y en otros no (como en Rumanía). Pero en ninguno de estos países se ha enfrentado al pasado como una catarsis, como lo ha hecho Alemania.

Demasiado patriotismo. Mejor una identidad dudosa.

(Koudelka dará una conferencia en la Fundación Mapfre de Madrid el 19 de noviembre a las 19:30. Dejo aquí esta entrevista realizada por Andrea Aguilar)

(Añado el punto de vista de Monica Zgustova, que en su «Crónica de la otra Europa» señala el sentimiento de victimismo como una de las causas del rechazo de los refugiados)

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Poder gitano


Europa en Suma dedicó su Hora Europea de ayer a los Gitanos en la UE. La cuestión central que se planteó en una tertulia muy estimulante fue ¿debe la UE reconocer a los gitanos como un pueblo europeo sin territorio y dotarles de una representación al máximo nivel?

La propuesta partió de Miguel Fonda, presidente de la Federación de Asociaciones de Rumanos en España (FEDROM). Fonda, español hijo de exilados rumanos, recordó que los gitanos fueron legalmente esclavos en Rumanía hasta 1860 y que hoy, todavía muchos gitanos viven en situaciones de marginación equivalentes a la esclavitud. Se nos recordó también por un asistente el genocidio gitano perpetrado por los nazis.

Por todo ello, Fonda defendió que el pueblo gitano, un pueblo sin territorio ni Estado, conquiste poder y autonomía (empoderamiento, apoderamiento) y adquiera una representación institucional al máximo nivel como uno de los elementos constitutivos de la identidad europea. Este apoderamiento debería de ir acompañado de políticas sociales para lograr su integración.

Esta propuesta tiene un primer desarrollo indiscutible. Son los propios gitanos los que deben tomar en sus manos su destino, adaptando su cultura al mundo de hoy y promoviendo líderes comunitarios que puedan ser interlocutores con las autoridades locales.

Más discutible me parece una representación política como pueblo europeo. Porque entiendo que no se trata de formar un consejo asesor de la Comisión o el Parlamento, sino de una verdadera instancia política con competencias definidas. ¿Cómo insertar este poder en la complicada arquitectura institucional de la UE? ¿Cómo elegirla? ¿Por sufragio universal?. Y, sobre todo ¿no supondría fragmentar la ciudadanía?

Muy relacionada con este debate estuvo la intervención de Diego Fernández, director del Instituto de Cultura Gitana, dependiente del Ministerio de Cultura. Fernández, que definió la fundación que preside como un órgano político, defendió la suma de identidades en una única ciudadanía. Hoy -dijo- la integración de los gitanos españoles es un modelo para Europa. Pero nos recordó cómo si del siglo XV al XVIII la política española ante los gitanos fue la expulsión en el XIX y el XX, hasta la democracia, fue la reclusión.

Francisco Fonseca, director de la Representación de la Comisión Europea en España, ilustró brillantemente el derecho a libertad de circulación y residencia a partir de la Directiva 2004/38 (pdf, directrices de la Comisión para su trasposición). La Comisión ha emplazado a Francia para que su legislación interna cumpla la normativa europea en materia de expulsiones, de modo que éstas estén sometidas a un conjunto de garantías procesales.

Por su parte, el embajador de Eslovaquia, Jan Skoda, resumió el desarrollo de proyectos europeos para la integración de los gitanos en su país.

La operación xenófoba de Sarkozy nos ha recordado a todos que un pueblo europeo, el gitano, merece la justicia que se le ha negado durante siglos.

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