Gabriel Cualladó, fotógrafo amateur


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Autorretrato. Las imágenes recogidas aquí se han tomado en la exposición con un iPhone SE

«Gabriel Cualladó, fotágrafo amateur». Así rezaba la tarjeta de visita de este artista que nunca vivió de la fotografía. Cualladó herredó de su tío una empresa de camiones, que convirtió en una importante empresa de transportes urgentes. Pero la fotografía fue, desde muy joven, su gran pasión. La afición convertida en arte.

Un bonito título ese de fotógrafo amateur, fotógrafo aficionado, que en aquellos tiempos (de mitad del siglo XX a comienzos del XXI) implicaba un dominio de la técnica fotográfica, incluido el laboratorio. Entonces, el amateur era casi profesional. Más allá quedaban todos aquellos que tenían una cámara para recordar sus escenas familiares, pero que dependían de un laboratorio ajeno y no daban mayor trascendencia a su tarea.

Por supuesto, hoy hay una gran cantidad de fotógrafos aficionados, que dominan la técnica y el revelado digital y tratan de que sus fotos expresen algo, ya sea una sensación, un sentimiento o una historia. Pero para la inmensa mayoría la fotografía se ha convertido en una acción rutinaria, vinculada a la diversión compartida y a la exhibición personal. Somos porque nos mostramos en imágenes.

Nada que ver un selfie exhibicionista con el retrato de Cualladó, que abre la exposición que hasta el 29 de abril se puede visitar en la madrileña Sala Canal de Isabel II. Un hombre todavía joven se muestra en su cotidianidad, en camiseta, como por entonces se estaba en casa en el verano. Mirada decidida y sincera, que entabla diálogo con el espectador. Claroscuro con una magnífica luz -siempre natural- lateral.

Apenas conocía la obra de Cualladó. Confieso que me interesa mucho más la fotografía  social y narrativa de Català-Roca y de entre los de su generación Massat y Sanz Lobato. Como otros compañeros de su época, Cualladó trabaja en clave baja, pero hasta tal punto que las masas negras, que dan al escenario una testura material especialmente densa, prácticamente anulan el contexto. Sin duda es una técnica buscada para concentrarse en lo esencial, el personaje. Porque Cualladó es sobre todo un retratista que busca el diálogo de las miradas.

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Retrato de la madre

En este retrato de su madre abre el plano para mostar la soledad de la anciana en la estancia desprovista de todo, sentada junto a la mecedora vacía, presencia del padre fallecido. Pero casi siempre la dedicación al sujeto es casi total. Mi mujer me hizo ver como, en la siguiente foto, hablan las retorcidas manos de esta niña, completamente concentrada en salvar ese sendero resbaladizo, que en su desvalimiento se clava las uñas en una peculiar forma de autodefensa.

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Por supuesto, en la exposición podemos encontrar momentos decisivos , como esa mano indolente que sale de la ventana de la Cervecería Alemana, pero creo que al autor no le interesaba tanto como a Cartier-Bresson mostrar una conjunción de elementos visuales que revelen una dimensión especial de la realidad, simplemente respondía intuitivamente al estímulo. Lo que más me han gustado son sus encuadres, que rompen las reglas de la buena composición, pero que son tremendamente personales y efectivos, concentrados en atraer la atención a lo esencial.

Arte

Cervecería Alemana

Para cierre me quedo con una foto en la que el retrato sí está encuadrado en su contexto. La pareja de ancianos, concentrados en su merienda, en el que fue escenario de una fiesta de año nuevo, en el que flota la nostalgia del tiempo pasado. Tempus fugit.

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