
(AFP)
El Pacto Migratorio
El 8 de junio el Consejo de la UE (Ministros de Justicia, Interior y Migraciones) llegó a un acuerdo para reemplazar el vigente Reglamento de Dublín, que en esencia hacía responsable del tratamiento de los migrantes y solicitantes de asilo al Estado receptor. Estos son algunos puntos del llamado Pacto Migratorio, que tendrá que concretarse en un nuevo Reglamento (crónica de El País, nota de prensa de la Comisión)
- Se crean un procedimiento de tramitación en frontera del llegado irregularmente. El procedimiento es obligatorio para los Estados miembros si el solicitante constituye un peligro para la seguridad nacional o el orden público, ha inducido a error a las autoridades con información falsa o ha ocultado información, y si la nacionalidad del solicitante tiene una una tasa de reconocimiento inferior al 20 %. De esta manera El Estado se evita una larga tramitación con el migrante asentado en su territorio, con capacidad de intentar asentarse en otro Estado UE.
- El procedimiento en frontera tiene dos vías, una para los procedentes de países en guerra y otro para países, teóricamente, en paz. Estas últimas solicitudes se tramitarán rápidamente. No se tomarán en cuenta las circunstacias peronales, sino las de país del que se huye.
- Los rechazados por esta vía rápida, podrán ser devueltos a sus países de origen o a otros terceros que se consideren seguros, aunque no tengan vinculación alguna con ese país (como quiere hacer el Reino Unido enviándolos a Ruanda).
- Los Estados tienen que tener capacidad para «procesar» y acoger 30.000 migrantes irregulares, mientras se solventa su procedimiento. Podrán estar acogidos en instalaciones próximas a la frontera. ¿Puede ser el modelo a seguir las instalaciones casi carcelarias griegas?
La falsa solidaridad
Se ha vendido como gran logro un mecanismo de reparto entre los 27. Es un mecanismo vinculante, pero flexible -se dice- puesto que los Estados pueden decidir entre aceptar migrantes con el derecho de asilo reconocido, o en su lugar, cooperar económicamente a un fondo común -a razón de 20.000 euros por refugiado (¿ese es el precio de la vida y las expectativas de una persona?) o con otras «capacidades operativas».
En todo caso, si es que funciona (Polonia y Hungría ya no pueden pararlo, pero pueden no aplicarlo) se trata de una solidaridad entre Estados UE, pero no con el que huye de la muerte o la persecución o, simplemente, de la miseria y la indignidad.
El efecto llamada inverso de los naufragios
Antes y después de 8 de junio se han producido dos de los más trágicos naufragios en el Mediterráneo. En febrero, en las playas de Calabria, con decenas de muertos. El 13 de junio, el pesquero Adriana, en el mar Jónico, al sur del Peloponeso, del que se han recuperado un centenar de cadáveres y 80 supervivientes, en el que han podido ahogarse varios centenares. En ambos casos se trata de viejos pesqueros abarrotados, el primero de madera, el segundo de hierro.
Pero tienen en común otro dato esencial. Por incompetencia o política criminal las autoridades de Italia y Grecia no supieron o no quisieron activar un mecanismo eficaz de rescate. En esta información, Ricardo Gatti, jefe de rescate del Geo Barents (RSF) explica cómo se han degradado los servicios de rescate.
Estamos ante un efecto de llamada a la inversa «cuántos más se ahoguen, menos vendrán«. Una política criminal e inútil, con 108 millones desplazados en el mundo y más de 35 millones de refugiados. Y además, contraria a nuestros intereses, que requieren una renovación demográfica.
Hipócrita cooperación exterior
España aboga por la «solución de la cooperación con los países de origen. Que en nuestra práctica no consiste en la ayuda al desarrollo para combatir las causas de la emigración y mucho menos en corredores de formación y acogimiento ordenado. Se trata de un cooperación en materia de seguridad para que, en el mejor de los casos, las policías locales limiten las salidas o, en el peor de los casos, entregar dinero al sátrapa de turno para que cierre el país.
¿Es la fortaleza europea el modelo de humanismo que los europeos pregonan por el mundo?




Praga – 1968 – Josef Koudelka
Eslovaquia – 1966 – Josef Koudelka
España – 1971 – Josef Koudelka
«La visión de Ulises» -Delta del Danubio – 1994

Fue el último episodio de la Guerra Fría. Los soviéticos invadieron Afganistán en 1979 en apoyo de una de las facciones del Partido Comunista. Como todos los que trataron de conquistar este territorio no lo hicieron atraídos por sus riquezas, sino por su valor estratégico como territorio entre China, India, Pakistán e Irán. Y como los que les precedieron, los soviéticos no pudieron imponer su orden a este mosaico de pueblos levantiscos, orgullosos y primitivos.
Y se convirtió en un conflicto globalizado. Expulsados los soviéticos poco importaba en Washington el destino del país. Tampoco preocupaba mucho a los mujaidines y sus jefes, los Señores de la Guerra, lo que ocurriera en el resto del mundo y desde luego no parecían dispuestos a extender la sharia, o no más allá, al menos de alguna de las antiguas repúblicas de Asia Central.
Estados Unidos y sus aliados pusieron en el poder a Karzai, un pastún occidentalizado. Los norteamericanos mantuvieron su misión de combate en el sur, produciendo frecuentes «daños colaterales» entre la población. Y al resto del país llegaron los soldados de la OTAN con una imposible misión de reconstrucción. La corrupción, los ataques indiscriminados, la presencia de unas tropas percibidas como ocupantes han extendido la mancha talibán, a un lado y otro de la frontera.


