Finlandia y la OTAN


Maniobras de la OTAN. (EFE/Marcin Bielecki)

Viajé como periodista dos veces a Finlandia, la primera en 1990 para una cumbre de la OSCE, la segunda, invitado por el gobierno finlandés, en 1993, antes de su ingreso en la UE. En ambas ocasiones no detecté ningún deseo de adherirse a la OTAN, sí y perentorio, de ingresar en la UE.

Pese a la disolución de los bloques al final de la Guerra Fría, el país aceptaba con naturalidad su neutralidad y lo que preocupaba era superar el trauma económico de la caída drástica del comercio con la URSS. Eran los años en que una compañía finlandesa, Nokia, se convirtió en líder tecnológico mundial.

En ninguna entrevista o contacto se formuló el temor a la Rusia de Yeltsin y sí el deseo de ingresar en la UE, sin perjuicio de la existencia de algunos euroescépticos. Y eso que la neutralidad no fue una decisión libre, sino impuesta por la URSS victoriosa en la II Guerra Mundial. Es a lo que peyorativamente se llamó «finlandización».

Rusia y Finlandia, una relaciones estrechas y difíciles.

Finlandia entra en la Historia Contemporánea cuando en 1808, cuando el zar Nicolás I, entonces aliado de Napoleón, declara la guerra a Suecia, que se negaba a aplicar al Reino Unido el bloqueo decretado por Bonaparte. Desgaja de Suecia las regiones orientales y constituye con ellas el Gran Ducado de Finlandia y se proclama duque. Su hijo Alejandro II reforzará la autonomía del Gran Ducado. Los fineses rindieron homenaje al zar reformador con una estatua al pie de la catedral luterana en la plaza del Senado de Helsinki. Dos cúpulas dominan la capital, la blanca neoclásica de la catedral luterana y la colorida de la catedral ortodoxa.

En 1918 Rusia reconoce la independencia de Finlandia y el país es campo de la lucha entre rojos y blancos. En 1939-40, la URSS ataca Finlandia en la guerra de invierno. Finlandia detuvo la agresión. En 1941 se alió a Alemania y participó en la invasión a la URSS. En el Armisticio de Moscú en 1945, Finlandia tuvo que hacer grades concesiones territoriales y perdió el acceso al Ártico.

De modo que la neutralidad no fue una opción libre, sino impuesta por Moscú, pero la URSS renunció a establecer un gobierno títere como hizo en los países del este. Los gobiernos socialdemócratas aprovecharon la neutralidad para establecer provechosos lazos comerciales con la URSS, pero sin ayudas económicas occidentales. Y convirtieron al país en punto de encuentro entre los bloques. No en vano, el mayor acontecimiento de distensión, la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CESCE) en los años 70.

Si ahora los políticos y la opinión pública están de acuerdo en pedir el ingreso en la OTAN es porque ven cierto el riesgo de agresión.

Es verdad que Helsinki está a 400 kms. de San Petersburgo, así que Putin ha logrado tener a la OTAN más cerca y no más lejos. Lo que no dice es que en Kaliningrado, entre Polonia y Lituania, a 300 kms de Varsovia, Rusia tiene misiles nucleares Iskander.

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Un mes histórico


Edificio en llamas en Jarkóv. (Oleksandr Lapshyn/Reuters)

Desde el 24 de febrero, se desarrolla una terrible guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. No me atrevo a decir que el plan ruso ha fracasado, pero desde luego Putin no ha resuelto la situación a su favor en pocos días, como muchos pensaban, de modo que ahora nos encontramos en plena guerra de atricción, con asedio y destrucción de ciudades por los bombardeos, dejando que luego mercenarios liquiden las bolsas de resistencia. Es la táctica empleada en Chechenia y Siria, en este caso, usando además el arsenal más moderno como los misiles hipersónicos.

Más allá de la propia guerra, en este mes se han registrado unos cuantos cambios históricos.

El peligro de la guerra nuclear

Desde la crisis de los misiles de 1962, el mundo nunca ha estado tan cerca del enfrentamiento nuclear. Putin ha amenazado con su uso, si Rusia hacía frente a una amenaza existencial y ha sugerido que las sanciones lo son. Ha lucido sus misiles hipersónicos indetectables, por el momento con carga convencional. Un fiasco total en Ucrania aumenta el riesgo del uso de, al menos armas nucleares tácticas sobre el terreno.

La globalización, herida

Las sanciones económicas y financieras se llevan por delante buena parte de los presupuestos de la globalización: libre movimiento de mercancias, capitales y servicios.

Éxodo de refugiados

El mayor en Europa desde la II Guerra Mundial. Con nuestro eurocentrismo olvidamos que en Colombia hubo durante mucho años 6 millones de desplazados internos.

Reforzamiento de la OTAN

Del «encefalograma plano (Macron dixit) a tener cola de candidatos, incluidas Suecia y Finlandia y el reforzamiento de los presupuestos militares de los socios. En este sentido Putin tiene ahora efrente una OTAN más fuerte.

Cohesión de la UE

A diferencia del tradicional método comunitario, lento y lleno de salvedades, en esta ocasión todos los miembros ha reaccionado a una con inusitada unidad y celeridad para sancionar a Rusia y enviar armas a Ucrania, no tanto para afrontar las consecuencias económicas de la guerra. La Unión parece decididida -ya veremos lo que dura- en convertirse en un actor geoestratégico.

Alemania, potencia militar

Alemania refuerza su presupuesto militar con 100.000 m. de euros

Stanflaction

Los cuellos de botella de exceso de demanda después de la pademia ya habían disparado la inflación. Ahora la incertidumbre sobre los suministros energéticos y el corte de exportaciones como la de los cereales, con los bacos centrales adoptando ya políticas restrictivas pueden abocarnos a una situación de stanflactio (estancamiento+inflación) y descontento en la calle.

El futuro de la revolución verde

Pese a que se ha demostrado que es imprescindible una autonomía energética basada en las renovables, el problema es saber de donde saldrá los recursos para compensar a los perdedores de la transición verde.

Conflicto de Ucrania: la visión tranquilizadora de Javier Solana


Solana en el coloqio

Europa En Suma mantuvo el lunes vía zoom un interesante coloquio con Javier Solana. El ex secretario general de la OTAN ve la sitación como un conflicto con múltiples capas, de las que las económicas no son las menos importantes, un conflicto que solo se puede deasarmar con una diplomacia paciente, como se desarma una bomba de relojería. No se puede resolver con una única acción ni diplomática ni militar de ninguna de las partes. Ucrania lleva años en la mesa diplomática y puede seguir siendo un punto de fricción con Rusia durante años.

Pantalla de zoom de los participntes en el coloquio

Solana insistió en los costes militares y económicos que para Rusia supondría la ocupación de Ucrania. Reconoció que no sabemos si ha habido algún acuerdo entre Putin y Xi, del tipo «mientras tú enredas a EE.UU en Ucrania, yo ocupo Taiwan», lo que parece improbable -es mi opinión- por sus consecuencias desestabilizadoras y por la importancia que para China tiene la economía europea.

Lo cierto es que esa invasión, que según los servicio secretos estadounidenses iba a tener lugar el día 16 de febrero no se ha producido y aunque «los tanques rusos no teman al barro», a la terrible raspútitsa, que puede dominar las estepas, en cuanto la primavera venza al invierno la estepa será intransitable, así que para Putin la ventana ideal para la invasión se está estrechando,

Solana reconoció que el principio soberano de que en un estado puede integrarse en la alianza que quiera está limitado por los legítimos interese de sus vecinos. Dio a entender que Ucrania o Georgia no entrarán nunca en la OTAN.

Solana descartó paralelismos con la crisis de los misiles. En mi opinión, puede terminar como aquella, con concesiones casi secretas por ambas partes. Rusia retiró los misiles de Cuba («Nikita, mariquita, lo que se da no se quita», cantaban los cubanos por las calles de La Habana). Y casi de tapadillo Washington retiró sus misiles de Turquía.

Ahora Putin parece comenzar una desescalada con la retirada de algunas tropas. Son retiradas tácticas, la entrega de algunos peones para consolidar posiciones esenciales , en primer lugar Crimea y en segundo lugar el Donbass. Ahora con todos los ojos puestos en el conflicto, Kiev no puede plantearse reconquistas militares y tendrá que terminar por reconocer una amplia autonomía para los territorio rusófilos del Donbass.

Rusia puede conseguir concesiones norteamericanas en materia de desarme.

No a la guerra


Rusia ha desplazado tropas aBielorrusia para realizar mniobras muy cerca de la frontera con Ucrania

«No a la guerra «era el grito que resonaba en nuestras calles, cuando el trío de las Azores decidió invadir Irak en una guerra estúpida, alegando unas inexistentes armas de destrucción masiva.

Al margen que el rechazo a la guerra deba de ser una actitud firme en cualquier persona de bien, ahora la situación es distinta y no distante (Calvo Sotelo, para no mojarse en el apoyo a ninguno de los dos contendientes en la Guerra de las Malvinas, dijo que era un conflicto distinto y distante).

Distinto. La crisis de Ucrania no es un conflicto elegido, como lo fue Irak. Al menos, no lo ha sido en esta última fase, por mucho que para llegar a este punto hayamos pasado por muchos errores estratégicos y actitudes ofensivas de EE.UU y la OTAN.

Y no distante. El conflicto está en el corazón de Europa. La relación de España, también es distinta, pues pertenecemos a la OTAN después de muchas vicisitudes (el engañoso lema socialista «OTAN, de entrada no», referendum afirmativo ganado por Felipe González). El caso es que pertenecemos a una alianza militar en el centro del conflicto y no podemos mirar para otro lado. Este es un conflicto europeo y aquel nos parecía muy lejano, aunque terminara salpicándonos con bajas militares y atentados en las grandes ciudades europeas.

El error de base ha sido pensar que autodisuelta la URSS, Rusia había dejado de ser una gran potencia, que iba a plegarse a los designios de Estados Unidos.

Ciertamente ningún tratado vinculante prohibía la expansión de la OTAN, pero era de sentido común que una gran potencia sin fronteras naturales, sin más defensas que su profundidad estratégica, iba aceptar que una alianza militar se asentara en sus fronteras. Por no hablar de los lazos históricos (veáse el texto de Orlando Figes).

Lo que sí es vinculante es el Memorandum de Budapest de 1994. Ucrania se sumó al Tratado de No Proliferación Nuclear y entregaba sus armas nucleares a Rusia. A cambio, las potencias nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China) garantizaban su independencia e integridad. Acuerdo violado por Rusia cuando, aprovechando el caos de la revolución del Maidán ocupó con fuerzas no identificadas Crimea y luego orquestó un referendum de adhesión y alentó el separatismo de los territorio rusoparlantes del Donbass, con la consecuencia de una guerra que ha dejado desde 2014 miles de muertos.

¿Dónde estamos?

  • Rusia ha realizado un enorme despligue militar en la frontera de Ucrania y en Bielorrusia. Tiene tropas suficientes para llegar a Kiev, aunque estratégicamente podría tener más sentido establecer un corredor que uniera los territorios separatistas del Donbass con Crimea.
  • Ucrania se está rearmando. Parece difícil que pudiera resistir una ofensiva en regla, pero las guerras se sabe como empiezan, pero no como acaban.

En esencia, lo que Rusia exige es que la OTAN no admita a Ucrania ni a ningún otro país ex soviético. Volver a la división del mundo de Postdam. Estados Unidos y la OTAN ya han rechazado esta exigencia. Hay mucha hipocresia y propaganda por ambas partes. La OTAN hasta aquí, no ha tenido una intención genuina de incluir a Ucrania. Una solución podría ser un estatus de neutralidad, como los de Finlandia o Suecia.

¿Qué pretende Putin? Esa es la gran pregunta. Seguramente juega de farol, por el momento los medios rusos no han preparado a la población para la guerra (The Economist), aunque la propaganda contra Ucrania y Occidente es constante. Como dijo el Inspector de la Marina Alemana, quiere ganar respeto para si y para Rusia. No puede permitirse que regresen a casa los cadáveres de los reclutas ni tampoco soportar las consecuencias de unas sanciones radicales, ni dejar de percibir los ingresos si cierra el grifo del gas a los europeos.

Aparentemente China apoya a Rusia, pero una guerra deterioraría sus intereses en Europa (José María Lasalle), por no hablar de la rivalidad histórica de las dos grandes potencias (Paco Audije)

¿Cómo se puede parar el conflicto?

  • Desescalando. Por parte de la OTAN deteniendo las movilizaciones. Por parte de Rusia siendo transparente en sus movilizaciones.
  • Reactivando la diplomacia, en concreto el Cuarteto de Normandía para detener la guerra en el Donbass.
  • A medio plazo, reeditando un foro de seguridad europeo, como fue la Conferencia de Helsinki de 1975.
  • Reactivando las negociaciones de desarme. Ahí el problema es que EE.UU exige que China se someta a las mismas limitaciones.

Crucemos los dedos para que la irresponsabilidad de unos y otros no nos conduzca a la catástrofe. Un consejo. Pongamos en solfa cualquier información en teoría proveniente de los servicios secretos de ambos bandos, así como la propaganda de la rusa RT.

Fuentes

Crisis de Ucrania: ¿hacia el enfriamiento?

Cómo la guerra con Georgia marcó el regreso de una Rusia más agresiva a nivel mundial hace 10 años

El conflicto OTAN/Rusia: una perspectiva europea

El hijo de Biden, director en la mayor empresa privada de gas de Ucrania

Cómo empiezan las guerras

La invasión de Ucrania

Documentos propuestos por Rusia

En el conflicto con Ucrania, Moscú se aferra a las coartadas del pasado

Rusia busca la gradeza de la Unión Soviética.

Ucrania y la trampa de Tucídides

Rusia-China: oscilaciones asimétricas, intereses y viejos rencores

Documentos de respuesta a Rusia de la OTAN y EE.UU

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