Richard Holbrooke, hacedor de Dayton


Ha muerto Richard Holbrooke el hacedor de Dayton.

Cuando Obama le nombró embajador especial para Afganistán y Pakistán me pregunté si tendría el mismo éxito que en los Balcanes. Ignoro cual habrá sido su papel real, pero su tarea desde luego no ha saltado a los medios. Sospecho que se trataba de una misión mucho más complicada que la de Bosnia, con más actores, más complejos y, sobre todo, con intereses en juego mucho más vitales para Estados Unidos de los que se jugaban en los Balcanes. (Que Bosnia fuera uno, dos o tres países no afectaba en nada a los intereses de Estados Unidos -decía Holbrooke).

Holbrooke contó su primer viaje a Sarajevo en agosto de 1995 a través de la peligrosa ruta del monte Igman en su libro «Para acabar una guerra». Su irrupción como embajador de Clinton supuso una mayor implicación norteamericana en el conflicto. Rápidamente se convirtió en uno de los protagonistas mediáticos de la última parte de la guerra de Bosnia. Un tipo duro para hacer frente a las bravuconerías de los serbios y hacer compatibles los grandes principios con los intereses de Estados Unidos.

«…en el resultado de las negociaciones de Bosnia no había nada predeterminado. Cuando éstas comenzaron, en agosto de 1995, casi todos creían que habrían de fracasar, tal como lo habían hecho todos los esfuerzos previos. Y sabíamos que si nosotros también fracasábamos, la guerra continuaría»

Con estas palabras introduce Holbrooke su relato de aquella negociación. » Mi propia experiencia… me han llevado a la conclusión de la mayoría de los relatos de los principales hechos históricos, incluyendo las biografías, no transmiten la forma en que los vivieron las personas que participaron en ellos» -dice- así que su libro quiere ser antes que nada un testimonio personal, que se inserta en el relato asentado de que los norteamericanos tuvieron que venir a poner paz al patio privado de los europeos, incapaces de terminar con el conflicto.

Vemos a Holbrooke usando el palo y la zanahoria, retorciendo el brazo a los serbobosnios, pero relacionándose con Milosevic de poder a poder, como la verdadera clave del conflicto. Milosevic sostuvo en La Haya que Holbrooke le había dado seguridades de inmunidad. Como en los 90 no existía WikiLeaks habrá que esperar a que los cables de aquella época se desclasifiquen para saber que concesiones o promesas se le hicieron a Milosevic.

Holbrooke reconoce defectos a los acuerdos de Dayton, como mantener dos ejércitos, permitir a los serbios mantener la denominación de República Srpska o la debilidad de la fuerza de policía internacional.

Dayton puso fin a la guerra, mantuvo una unidad formal que impidió nuevos desplazamientos de población y permitió formalmente el retorno de los refugiados. Tres lustros después Bosnia-Herzegovina sigue dividida en tres comunidades con un grado escaso de integración; una confederación de dos estados, uno de ellos una federación, lo que conlleva hasta 5 niveles de gobierno, con sus consiguientes burocracias y sistemas clientelares. Propuestas de unificación como la Haris Siladjic parecen irrealizables.

Pero con todos sus defectos, Dayton terminó la carnicería. Y Richard Holbrooke fue el gran facilitador del acuerdo.

(La verdad es que ignoraba el historial completo del personaje como exponente de la política norteamericana de apoyo a dictadores militares y criminales de guerra y su responsabilidad en tapar el genocidio de Timor Oriental. Aquí dejo este artículo de Stepeh Zunes en The Huffiton Post Richard Holbrooke Represented the Worst Side of the Foreign Policy Establishment)

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¿Dos estados étnicos o un estado democrático en Palestina?


Comienzan las enésimas negociaciones de paz entre israelíes y palestinos. Son las conversaciones de Obama. Los dos interlocutores van a hablar porque se lo exige (los palestinos) Estados Unidos o por «cortesía» (los israelíes) con el presidente norteamericano.

Las perspectivas son tan malas como siempre. En el contexto inmediato los negociadores son débiles. Abbas tiene su mandato caducado y Netanyahu depende de una frágil coalición. Y aunque la situación es más tranquila que en otras ocasiones, el contencioso nuclear iraní amenaza con incendiar la región, la tensión en la frontera de El Líbano es creciente y ya se han producido los primeros ataques contra colonos en Cisjordania, que, con su proverbial manejo de la propaganda, han reivindicado tanto el brazo armado de Hamas como el de Fatah.

Los contenciosos de fondo son tan irresolubles como siempre. Israel no cederá tierra, no admitirá ningún regreso de refugiados ni la capitalidad árabe en Jerusalén este. ¿Cuál sería la base de un acuerdo? Reconocer la estatalidad a lo que queda de Cisjordania, que el primer ministro Salam Fayad controla desde el punto de vista de la seguridad y en la que ya funcionan unas instituciones públicas que han mejorado notablemente el nivel de vida de la población. Sería un estado separado de Gaza (donde la constitución de un emirato islámico sería un buen pretexto para seguir controlando a Cisjordania), sin continuidad espacial, recorrido por el muro, con controles y carreteras israelíes para proteger las colonias, con bases militares israelíes en el valle del Jordán y en el que Estaos Unidos no reconocería el posible triunfo electoral de Hamas. Como concesiones Israel podría levantar algún asentamiento marginal o ceder un trozo de desierto a los palestinos. En fin, un batustán que de estado no tendría más que el nombre.

La solución de dos estados separados por las fronteras de 1967 se ha hecho inviable por la colonización israelí de Cisjordania. La alternativa sería un solo estado en todo el territorio histórico de Palestina. Hoy, Israel es un estado donde el laicismo de los fundadores sionistas ha sido arrumbado por la marea religiosa. Un objetivo israelí en estas negociaciones puede ser que se reconozca a Israel como «estado judio», lo que colocaría a sus ciudadanos árabes en una posición de aún mayor inferioridad jurídica. La política israelí está dominada por los fundamentalistas religiosos y no existe una verdadera separación entre religión y estado. Del lado palestino, nada queda del nacionalismo laico de Fatah.

Un estado unificado ofrecería un territorio suficiente para el desarrollo de los dos pueblos y un marco democrático para construir una sociedad interétnica. Un estado democrático salvaría a israelíes y palestinos de la deriva fundamentalista. Edward Said fue uno de los primeros en defender esta solución. Hoy, un grupo de judíos y palestinos han puesto en marcha la Declaración para un Estado Democrático, a la que he llegado desde la página del músico Gilad Atzmon, que se declara ex israelí  y es un buen ejemplo del tipo de personas que apoyan esta alternativa.

Pero que esa sea la solución ideal para ambos pueblos no quiere decir que sea viable. Los que la defienden son minorías entre minorías. Ni Hamas, ni los jasedim judíos, ni -para que engañarnos- una mayoría de palestinos e israelíes quieran convivir juntos.

Sus defensores traen a colación el ejemplo de Saudáfrica, donde el apartheid separó a las comunidades y la democracia las ha unido. Mientras llega un Mandela, preparémonos para un estéril baile democrático, uno más.

Diplomacia YouTube


El presidente Obama ha hecho una primera apertura simbólica hacia Irán felicitando el año nuevo a los iraníes en un vídeo, colocado en el blog oficial de la Casa Blanca. (Es curioso que aunque en YouTube podemos encontrar el vídeo sin subtítulos en farsi, la versión recogida por la Casa Blanca es la incrustación del vídeo en YouTube con subtítulos).

El mensaje puede resumirse en un titular: Irán recuperará el papel que merece en la comunidad de naciones si renuncia a promover el terrorismo y a su programa nuclear. Las autoridades iraníes han pedido a Estados Unidos más que palabras para comenzar una nueva época de relaciones. Son los primeros pasos de un complejo ballet que puede llevar a encuentros al máximo nivel. Nada ocurrirá hasta después de las elecciones en Irán, que puede volver a ganar Ahmedinejad.

La diplomacia clásica, por definición, establece cauces permanentes y discretos de comunicación entre estados. Junto con el uso de la fuerza, ha sido el principal determinante de las relaciones internacionales. El contacto entre soberanos ha sido siempre otro factor clave. En el siglo XX, con regímenes políticos cada vez más personalistas, la diplomacia de la cumbres trajo a veces cambios reales y dramáticos (Munich, Rykiavik), pero ha terminado por convertirse en un ejercicio de relaciones públicas, dirigido a las respectivas opiniones públicas nacionales. Las técnicas de las relaciones públicas aplicadas a las relaciones internacionales ha traído la diplomacia pública, consistente en construir imágenes y ejercer un poder blando para que otros estados influidos por sus opiniones públicas desarrollen políticas que no sean favorables.

El vídeo de Obama se encuadra en estas estrategias de diplomacia pública. No es la primera vez que un mandatario dirige un mensaje en forma de vídeo a otro país. Pero ahora ese vídeo no hay duda que llegará a esa opinión pública, a través de YouTube y la difusión viral. El momento y el motivo también son estratégicos. El Nowruz, el año nuevo persa, el nuevo día que coincide con el solsticio de primavera, es una fiesta que se celebra desde Bosnia a la India por multitud de pueblos con raíces persas. Es una fiesta no islámica, que el régimen de los Ayatolas no tiene más remedio que respetar, pero que nada tiene que ver con el tremendismo de la Asura chií. En definitiva, una fiesta laica en una república islámica.

No me extrañaría que Ahmedineyad respondiera con otro vídeo.

Ahtisaari: un pacificador concienzudo


El premio Nobel de la Paz ha ido a parar a Martti Ahtisaari (wikipedia) por sus tres décadas en la resolución pácífica de los conflictos. Es un premio merecido, porque el finlandés ha realizado una tarea meritoria en Namibia, Bosnia, Aceh o Kosovo. Ahtissari era uno de esos candidatos que se repetía casi cada año.

Entrevisté en 1996 a Ahtisaari cuando era presidente de Finlandia en su residencia oficial en medio de un bosque en Helsinki. La entrevista versó, sobre todo, sobre la inminente integración de su país en la Unión Europea. Ahtisaari insistía en que su país aportaría el respeto al medio ambiente compatible con la explotación de las riquezas forestales y una relación estratégica con Rusia. Por supuesto, presentaba a Finlandia como un mediador internacional, desde su status de neutralidad.

Ahtisaari forma parte de una tradición de diplomáticos nórdicos que, desde puestos internacionales, han servido de mediadores internacionales. Baste citar al noruego Dag Hammarskjöld, secretario general de la ONU, póstumo premio nobel de la paz fallecido en un accidente de avión no suficientemente esclarecido, cuando regresaba del Congo. Los nórdicos no suscitan desconfianza entre los pueblos y gobiernos del sur, porque no entran en conflicto con sus intereses estratégicos (otra cosa sería los económicos) ni entre los del norte (con los que comparten cultura). Pero, sobre todo, tienen un modo de trabajar honesto, pragmático y… quizá, poco imaginativo y poco sensible para realidades diversas, tan distintas de la homogeneidad de sus países de origen.

El mayor éxito del nuevo nobel fue la independencia de Namibia, previa retirada de Sudáfrica. Que el galardón llegue ahora hace pensar que el desencadenante pueda ser su misión en Kosovo. Su trabajo allí, su plan, puede ser irreprochable desde un punto de vista democrático y aporta, sin duda, elementos para construir un Kosovo en el que se respeten los derechos de las minorías. Pero quizá  le sobra pragmatigsmo. Los serbios le acusan de parcialidad a favor de los albaneses y son varios los observadores (españoles, de otros países balcánicos) que creen que Ahtisaari no tuvo en cuenta las consecuencias de reconocer la independencia del territorio para otros estados multiétnicos.

Trampas para (inexpertos) presidentes demócratas


Barack Obama es virtual candidato demócrata a la Casa Blanca. John McCain es un buen candidato republicano, con una trayectoria de independencia que le aleja -a pesar de defender la permanencia en Irak- del cliché de «tercera presidencia Bush», que le atribuye Obama. La contienda final será dura y resulta aventurado pronosticar un vencedor, por mucho que las encuestas den ventaja al candidato demócrata.

La ola de entusiasmo que levanta Obama recuerda la que llevó a John F. Kennedy a la presidencia. Mientras el joven aspirante demócrata peleaba con el corrosivo Nixon, entonces vicepresidente de Eisenhower, el stablishment trabajaba para dejar las cosas atadas y bien atadas. La CIA preparaba la invasión de Cuba. Llegado el momento, el nuevo presidente no tuvo casi otra opción que la de autorizar la operación de Bahía Cochinos (Playa Girón para los cubanos), mal preparado y peor ejecutada. El régimen de Castro se alineó con Moscú. Un Kennedy, ya menos bisoño, tuvo que lidiar con la crisis de los misiles. Los grupos cubanos movieron los hilos de la conspiración que terminó con el asesinato de Kennedy.

Jimmy Carter también suscitó grandes esperanzas. Su política de exigir el respeto de los derechos humanos en las relaciones exteriores permitió, por ejemplo, que los sandinistas pudieran derrocar al tirano Somoza. Pero la Unión Soviética invadió Afganistán y Carter cayó en la trampa. Washington promovió a los mujaidines, los guerreros de Alá, presentados como luchadores por la libertad. En el humus creado por los servicios secretos creció Bin Laden. Aquellos mujaidines son hoy los señores de la guerra.

Obama ofrece hablar con todos, hasta con aquellos que Bush etiquetó como eje del mal. Para Irán, unas conversaciones directas y abierta con Estados Unidos ya serían un logro estratégico. Pero el presidente Ahmedinejad puede sentir la tentación de, tras hacerse la foto, impedir cualquier avance, que le debilitaría mientras fortalecería a sus enemigos moderados. Por si acaso, el primer ministro israelí Olmert y sus ministros de exteriores y transporte amenazan con atacar las instalaciones nucleares iraníes. No es una amenaza como para tomársela a broma -ayer viernes 6 de junio las declaraciones del ministro de transportes, Saul Mofaz, dispararon (más todavía) el precio del petróleo- aunque haya que encuadrarla en la lucha por el liderazgo del partido Kadima. Lo que está claro es que Israel no puede dar ese paso sin la aprobación de la administración Bush. Sería el último servicio de Bush a la causa del caos. El bombardeo generaría una onda expansiva que demolería todos los equlibrios de Oriente Próximo. Irán intentaría cerrar el estrecho de Ormuz y el crudo se podría a ¿200 dólares?. La trampa se cerraría y Obama, envuelto en la bandera, enterraría su oferta de diálogo.

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