El premio Nobel de la Paz ha ido a parar a Martti Ahtisaari (wikipedia) por sus tres décadas en la resolución pácífica de los conflictos. Es un premio merecido, porque el finlandés ha realizado una tarea meritoria en Namibia, Bosnia, Aceh o Kosovo. Ahtissari era uno de esos candidatos que se repetía casi cada año.
Entrevisté en 1996 a Ahtisaari cuando era presidente de Finlandia en su residencia oficial en medio de un bosque en Helsinki. La entrevista versó, sobre todo, sobre la inminente integración de su país en la Unión Europea. Ahtisaari insistía en que su país aportaría el respeto al medio ambiente compatible con la explotación de las riquezas forestales y una relación estratégica con Rusia. Por supuesto, presentaba a Finlandia como un mediador internacional, desde su status de neutralidad.
Ahtisaari forma parte de una tradición de diplomáticos nórdicos que, desde puestos internacionales, han servido de mediadores internacionales. Baste citar al noruego Dag Hammarskjöld, secretario general de la ONU, póstumo premio nobel de la paz fallecido en un accidente de avión no suficientemente esclarecido, cuando regresaba del Congo. Los nórdicos no suscitan desconfianza entre los pueblos y gobiernos del sur, porque no entran en conflicto con sus intereses estratégicos (otra cosa sería los económicos) ni entre los del norte (con los que comparten cultura). Pero, sobre todo, tienen un modo de trabajar honesto, pragmático y… quizá, poco imaginativo y poco sensible para realidades diversas, tan distintas de la homogeneidad de sus países de origen.
El mayor éxito del nuevo nobel fue la independencia de Namibia, previa retirada de Sudáfrica. Que el galardón llegue ahora hace pensar que el desencadenante pueda ser su misión en Kosovo. Su trabajo allí, su plan, puede ser irreprochable desde un punto de vista democrático y aporta, sin duda, elementos para construir un Kosovo en el que se respeten los derechos de las minorías. Pero quizá le sobra pragmatigsmo. Los serbios le acusan de parcialidad a favor de los albaneses y son varios los observadores (españoles, de otros países balcánicos) que creen que Ahtisaari no tuvo en cuenta las consecuencias de reconocer la independencia del territorio para otros estados multiétnicos.