Veo el debate Biden-Palin (¿debiera decir Palin-Biden?) 15 horas después. ¿Qué se puede decir a estas alturas que no esté ya dicho?.
Antes de entrar en el análisis, dos enlaces. RTVE.es ha vuelto a utilizar su navegador sobre la transcripción del debate. Ya comenté favorablemente esta herramienta con ocasión del debate Rajoy-Zapatero. El vídeo está anclado al texto de la transcripción (en español), se puede navegar por texto y vídeo sincrónicamente y hacer búsquedas sobre el texto; una herramienta potente, que nada tiene que envidiar a GAudi. BBC.news hace un tratamiento más clásico en profundidad: análisis, comentarios a los principales fragmentos, citas claves, puntuación y comprobación de hechos (comprobación de las citas factuales de los candidatos).
Mi opinión personal es que el espectáculo audiovisual de ayer es un paso más en la muerte de los debates electorales. El debate electoral es una forma de deliberación en la que los candidatos se enfrentan en un cara a cara para esclarecer y contrastar sus posiciones con las de su rival. Antes de que existiera la televisión ya había en Estados Unidos este tipo de enfrentamientos dialécticos en teatros y auditorios. La televisión los convirtió en espectáculo y puso el énfasis en los detalles que transmitían la personalidad de los candidatos. Que en el primer debate electoral de la historia Nixon apareciera sudoroso y mal afeitado fue clave en la victoria de John Kennedy. Desde entonces, los magos audiovisuales han intentado construir la personalidad del candidato a través de su imagen. Se trataba de transmitir competencia, seguridad, fiabilidad, confianza. Pero en último término, al llegar la hora del debate, el candidato tenía que ser convincente para mostrar la justeza de sus argumentos y lo inapropiado de los del contrario. En esa esgrima dialéctica el máximo logro era pillar al adversario en un renuncio. Además de la convicción, el otro requisito básico es mantener siempre el control y no aparecer demasiado afectado emocionalmente -por ejemplo, Royal pudo perder su debate con Sarkozy cuando, iracunda, cayó en la trampa de rebatir unas críticas de su contricante a su política como ministra de educación. En función de estos criterios, los ciudadanos y, sobre todo, los analistas, dan como ganador a uno u otro candidato. Porque el debate termina por convertirse en una contienda que, como en un juego deportivo, se gana o se pierde. Tan importante como el debate es el juicio de los expertos.
Con estas reglas clásicas ha jugado Joe Biden. Sarah Biden ha preferido el terreno de juego de los «reality» y ha empleado sus trucos de presentadora de provincias. Estaba allí para hablar a los americanos, ha mirado continuamente a la cámara y no su a su contrincante, se ha permitido hasta guiñar el ojo y, con su vocecita y sus gafitas, se ha presentado como la madre con un hijo en Irak, con niños que tienen que ir al colegio, que ha pasado temporadas sin seguro médico, como alguien que, hablando al corazón de los americanos, puede terminar con la codicia de Wall Street. Es la concursante de Gran Hermano que pide a la audiencia que no la expulse del concurso. Ya no se trata de mostrarse como la persona más adecuada para servir a sus conciudadanos, sino como la más próxima, la igual a nosotros, que hará lo mismo que haríamos nosotros. Queremos líderes a nuestra imagen y semejanza y que esos líderes se nos muestren en un formato audiovisual familiar. El debate se convierte en «reality show», donde más que la confrontación de los argumentos cuentan las emociones y la identificación. Y si no veamos algunos calificativos de un analista en BBC: cálida, fresca, segura, enérgica, agradable…
En cuanto al contenido, todo previsible. Biden defiende la necesidad de regulación y la disminución de impuestos para la clase media y Palin la disminución de impuestos para las empresas. Por cierto, no parece que los demócratas sigan los consejos de Lakoff, porque se empeñan en jugar en el terreno del enemigo utilizando la expresión «fiscal relief», alivio fiscal, aunque para la clase media. El autor de «No pienses en un elefante» pone justamente esta expresión como ejemplo de un marco conceptual favorable a la concepción del padre autoritario propia de los republicanos.
Debate ¿Biden vs. Palin? o ¿Palin vs. Biden?. Todos los analistas advertían que, tal como está el patio, el peor error que hubiera podido cometer el senador es aparecer prepotente frente a la inexperta gobernadora. Sería, se decía, una actitud machista- ¿es la prepotencia un defecto exclusivamente masculino?. En esta campaña uno de los candidatos es un negro (mulato) y otro una mujer y eso parece que lo cambia todo. Por mucho que Obama se haya esforzado por eliminar el factor racial su color puede ser un factor esencial. Y Palin si se ha esforzado por algo es por presentarse antes que nada como una mujer, el modelo de la superamadre conservadora. Es el triunfo delcomunistarismo sobre la ciudadanía.
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