La llegada de Sarah Palin ha supuesto un vuelco en la campaña de las elecciones norteamericanas. El mero hecho de que los republicanos hayan elegido una mujer como candidata a la vicepresidencia ha sido suficiente para elevar las expectativas de McCain. La recién llegada reúne algunas cualidades básicas. Es mujer, madre de familia y políticamente inexperta. Estas dos cualidades son sus principales bazas de cara al conjunto del electorado. Que, además, esté en línea con la derecha cristiana, es otro de sus atractivos, pero éste sólo válido para las bases más a la derecha del Partido Republicano. Que sea mujer, madre de familia numerosa, «hockey mum», parece que lleva a identificarse con ella a una gran proporción de mujeres, incluidas las frustradas partidarias de Hillary Clinton. Sólo las feministas más concienciadas rechazan a una mujer enemiga declarada del aborto. Y su falta de preparación quiere hacerse pasar como vector del «cambio», que se ha convertido en el leit motiv de esta campaña. Los estrategas de comunicación construyen su imagen: madre coraje que removerá la ciénaga de Washington. Sus propios defectos de cara a los electores más conservadores, como el embarazo de su hija adolescente, se convierten en virtudes, porque la acercan a los problemas de las familias comunes. Loz discípulos de Karl Rove se han apuntado un buen tanto en un combate que, seguramente, se decidirá a los puntos.
El caso Palin demuestra el populismo de la política en Estados Unidos. Gore perdió frente a Bush (además de por el escándalo de Florida) porque el elector medio le consideró demasiado elitista, demasiado brillante. Lo msmo podría ocurrirle a Obama. No se quiere como líder al más competente, sino al que más se parece a nosotros. Si antes los líderes eran el modelo, ahora el modelo para el líder es el el ciudadano medio y en Estados Unidos nadie como el ama de casa blanca de una famila trabajadora para encarnar ese estereotipo.
Platón proponía la república gobernada por sabios. Quizá la mejor encarnación de sus ideas se dio con el despotismo ilustrado, el gobierno de la dictradura del proletariado o, en estos momentos, por el régimen de los ayatolás de Irán, donde el líder supremo (por encima del presidente) tiene una legitimidad religiosa y viene a seguir la doctrina seguida por los sabios religiosos. Hoy, el gobierno por los más sabios tiene poco atractivo para las masas de los electores de las sociedades postindustriales.
En Europa, el líder sigue teniendo que investirse con el manto de la competencia, pero esa competencia es construida por los partidos, mecanismo de cooptación de líderes. Luego los comunicadores y spin doctor tendrán que construir una imagen donde se mezcle competencia con identificación popular. Recuerdo la campaña de las legislativas de 1982 en España. Landelino Lavilla lideraba a una UCD en descomposición. Sus asesores llevaron al candidato a visitar mercados e incluso le hicieron marcarse algún pasodoble, pero quedó claro que Landelino era un fino jurista de gabinete, pero no podría ser nunca un líder popular.
Dos casos merecen comentario en Europa. Berlusconi es el puro líder populista. Muchos italianos quieren hacerse tan fácilmente ricos como él y envidian sus trajes y sus liftings y por eso le votan. Más complejo es el caso de Sarkozy. El pequeño Nicolás quiere hacer pasar la actividad frenética por competencia, la repetición de viejas fórmulas por nuevas soluciones mágicas, la actitud lenguaraz por la sinceridad, el mal gusto de la ostentación por aproximación a la gente. Cuando su vida privada invadió la esfera pública, la opinión pública le castigó, así que ha vuelto a un activismo inane. Sarkozy ha puesto fin al modelo de líderes elitistas, salidos de las grandes instituciones francesas.
¡Que gran tarea la de los comunicadores la de convertir la mediocridad en liderazgo!
martes, 21 Oct 08 a las 1:07 pm
[…] que trata de vestir intelectualmente el populismo más ramplón, como ya analicé en las entradas Líderes a nuestra semejanza y “Reality electoral” Escrito en […]