Confundir información con propaganda electoral


Luchaba anoche con mi conexión a Intenet (una vez más Ya.com me tiene sin servicio adsl y, en consecuencia con el blog desatendido) cuando escuché en el Telediario de TVE a Lorenzo Milá introducir el bloque electoral y anunciar que «el orden y los tiempos son establecidos por la Junta Electoral… Una obligación que el Consejo de Informativos de TVE critica porque considera que las campañas deben hacerse exclusivamente con criterios informativos…» (video). Pensé, bueno, el férreo corsé de la propaganda se afloja un poco.

La declaración del Consejo de Informativos es una más de las voces profesionales que vienen pidiendo recuperar la información en las campañas electorales. Los periodistas catalanes fueron pioneros y consiguieron que los bloques electorales se identificaran como una imposición. Ahora el Colexio de Xornalistas de Galicia denuncia que los partidos ponen obstáculos a la toma de imágenes en sus mítines (denuncia de la que también se hizo eco el Telediario de TVE). Es un cambio cualitativo que, por primera vez, TVE se haga eco de esta crítica profesional, aunque sea por una vía tan tímida como esas referencias en el Telediario. Es cierto, también, que durante el bloque electoral aparecen rótulos en los que se advierte que las imágenes han sido grabadas por los respectivos partidos, un principio recogido en el Código Deontólogico del Estatuto de Informativos de RTVE (art. 9.5). Es un pequeño logro del Consejo de Informativos de TVE, que como el de RNE, están encontrando graves obstáculos para desarrollar su misión de control.

¿Cómo es posible que la información electoral haya llegado a convertirse en propaganda? Desde las primeras elecciones democráticas las normas electorales (en la actualidad la L. O. 5/85, de Régimen Electoral General) regularon los espacios de propaganda gratuita en la radio y la televisión públicas. De la sopa de letras de 1977, con todo tipo de agrupaciones y coaliciones improvisando un discurso ideológico antes las cámaras, se pasó a primar a los grupos en función de su representación parlamentaria. Los partidos, según su capacidad económica, fueron poco a poco empleando estos espacios para colocar propaganda con el formato de spot publicitario, con nulo segumiento de la audiencia. Por otra parte, a partir de 1982, TVE, la única televisión por entonces, organizó la cobertura de los mítines y caravanas electorales. Muy pronto la información dejó paso a la propaganda, con un espacio reservado en esa cobertura informativa para los grandes partidos. La Junta Electoral Central exige y aprueba un plan de cobertura informativa de las cadenas públicas para cada convocatoria electoral.

El resultado de este sistema es que la cobertura informativa se ha convertido en un clon de los espacios gratuitos, con los partidos realizando grandes despliegues técnicos, suministrando la imagen realizada (y enaltecedora de la organización y el líder) a las cadenas y dificultando el acceso de las cámaras de las televisiones. Es imprescindible que la Junta Electoral vigile la imparcialidad y el equilibrio informativo, pero someter la información a un previo reparto de tiempos es enfeudarla a los partidos, es convertirla en propaganda. La prensa realiza el seguimiento de la campaña, pero también desarrolla los grandes temas informativos planteados. Las televisiones se quedan en la campaña y las públicas reparten esa cobertura de tal forma que, a veces, para cubrir la cuota de un determinado partido en el día se improvisa una declaración. Es hora de liberar de esa propaganda a los telediarios y hacer información de verdad, esto es, planteando y esclareciendo las cuestiones en juego en esas elecciones.

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