De cómo el gobierno exige responsabilidad a la prensa cuando la sociedad lo reclama


Reino Unido establecerá un sistema de corregulación de la prensa. Los diarios podrán adherirse voluntariamente, pero los que se queden fuera corren el riesgo de pagar indemnizaciones millonarias en los casos de violación de la privacidad. La libertad de prensa no está en riesgo; por el contrario, diarios más responsables serán más libres.

En una insólita reunión en el despacho del jefe de la oposición, Ed Miliband, los partidos británicos y las víctimas del espionaje telefónico cerraron  ayer el acuerdo que da rango legal al sistema de regulación. Los diarios (por ejemplo, The Guardian) interpretan el acuerdo como una derrota del muy debilitado Cameron.

El primer ministro había rechazado que el sistema se estableciera por norma, en la línea de los periódios más recalcitrantes s asumir las recomendaciones del Informe Levenson. Cameron será sin duda ahora objeto de los ataques de los diarios conservadores y sensacionalistas, lo que puede derivar en una camapaña que termine con su ya cuestionado liderazgo. Pero la presión social, encauzada a través de la campaña Hacked Off (con gran protagonismo de famosos espiados como J.K Rowling), ha sido decisiva. No menos importante ha sido la connivencia de sus socios liberal-conservadores con la oposición laborista. En fin, una constelación de circunstancias que harán posible el establecimiento de un sistema riguroso de corregulación.

Hay que recordar que en el Reino Unido han existido otros precedentes de autorregulación, el último la Comisión de Quejas de la Prensa, que han fracasado por su condescendecia con los abusos de los periódicos. El mayor punto de discordia era si una nueva regulación tenía que ser absolutamente voluntaria o establecida por una norma jurídica, aunque su adhesión fuera voluntaria.

Finalmente la regulación tendrá un marco legal, pero de una naturaleza particular. En el Reino Unido se distingue entre Statute Law, la ley ordinaria sobre cualquier materia, y la Royal Charter, una carta real que establece fundaciones, universidades u organismo como la BBC, pero que no deja de ser una norma jurídica de carácter vinculante. La regulación será establecida por Royal Charter.

El borrador del acuerdo alcanzado ayer (pdf) recoge los puntos sustanciales del Informe Levenson:

  • Órgano regulador y controlador independiente de los editores, los poderes políticos y económicos, con fuerte presencia social.
  • Un nuevo código ético más riguroso
  • Sistema voluntario de adhesión. 
  • Resolución de quejas y arbitraje alternativo a los procesos judiciales

Uno de los aspectos que más escuecen a la prensa contraria es que no podrán vetar a los miembros de este organismo. Por primera vez en el Reino Unido, un código ético de la prensa no será redactado únicamente por representantes de la industria.

El mecanismo de arbitraje es el gran incentivo para adherirse al sistema. Las publicaciones que no se acojan a él se enfrentarán a un endurecimiento de las leyes penales que protegen los derechos de la personalidad, con unos altos costes procesales.

Se trata de un sistema de corregulación para la prensa y las webs informativas (radios y televisiones tienen su propio organismo regulador el Ofcom). Parece que se excluirán los blogs, redes sociales y agregadores de información, pero las fronteras son difusas, tanto como lo son entre los cibermedios profesionales y los cibermedios sociales.

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Las lecciones (mediáticas) de las elecciones en el Reino Unido


El Partido Conservador ha ganado las elecciones del Reino Unido del 6 de mayo. Pero no ha logrado la mayoría absoluta. Los comicios han dado lugar a un «parlamento colgado». Los laboristas han perdido, pero su derrota no ha sido humillante como podía preverse hace unos meses. Y los liberal demócratas han ganado un 1% en votos, pero han perdido 5 escaños, sin romper su techo de cristal, pese haber logrado por primera vez la visibilidad mediática en una campaña.

Los resultados, como en cualquier elección, son fruto de millones de decisiones individuales motivadas por ideología, intereses, tradición, posiciones previas y cálculos oportunistas (voto útil).

En este caso han sido clave los indecisos, que, como es lógico, se mueven en el terreno del centro, entre los dos grandes partidos y en el terreno propio de los liberal demócratas. Si los liberales demócratas no han logrado traducir en votos el impacto mediático de su líder de Nick Clegg es porque han sido víctimas del voto útil. Y porque en el Reino Unido, con su sistema electoral mayoritario, un partido de opinión no puede derrotar a las maquinarias de los dos grandes partidos, excepto en el caso en que se produzca un vuelco radical de opinión o una polarización por alguna cuestión dramática.

Los conservadores no han conseguido convertirse en la alternativa esperada después de 13 años de gobierno laborista y los fiasco de Irak, la crisis económica y las meteduras de pata de Brown. De hecho sólo un 5% de los escaños han pasado de los laboristas a los conservadores, lo que en el Reino Unido se conoce como «swing.»

Como mostraba un estudio de Media Tenor (pdf) Cameron desarrolló la campaña más regular y coherente, sin los altibajos de Clegg ni la negativa valoración que los medios han hecho en general de Brown y con un sostenido liderazgo de presencia en los medios. Y lo que es más importante, todas las encuestas le daban como vencedor y todos los medios le presentaban como el «caballo ganador», un factor que puede llevar a los indecisos a sumarse al carro del vencedor. En general, Cameron fue el candidato mejor representado por  los medios.

Fuente Media Tenor

Finalmente, el resultado es que los liberales demócratas se han convertido en el partido que  garantizará la gobernabilidad y Clegg es el «hacedor de reyes». Su exigencia básica, primero a los conservadores, y si no logran un acuerdo con ellos a los laboristas, será la reforma del sistema electoral. La conclusión es que estas elecciones pueden terminar cambiando el sistema político más consolidado de Europa. Y ello se ha debido a una conjunción de circunstancias políticas y a la irrupción de los debates en televisión, sin que el uso de los nuevos medios haya tenido apenas importancia.



Elecciones británicas: entre la televisión y campaña puerta a puerta


La campaña electoral en el Reino Unido se mueve entre una campaña de imagen y una campaña tradicional.

Por supuesto que desde hacer muchas décadas la televisión es, como en todas partes, también en el Reino Unido, un factor decisivo para construir la imagen de los líderes, establecer la agenda e influir en las actitudes de los votantes. La novedad de esta campaña reside en los tres debates electorales, cuyo efecto más destacado ha sido hacer visible al candidato liberal demócrata, Nick Clegg.

Como muestra un nuevo estudio de Media Tenor (pdf) Clegg ha sido el candidato cuyas declaraciones han sido recogidas más por los informativos de BBC e ITV, lo que ya de por sí es un hecho revolucionario e indica que los medios consideran por primera vez que los liberales demócratas tienen posibilidades si no de ganar, sí de influir decisivamente el futuro gobierno.

Fuente Media Tenor

Pero la notoriedad mediática ha convertido a Clegg en un «político normal», sometido al escrutinio de sus contrincantes y de los medios. Así que su grado de aceptación ha pasado de un 60% después del primer debate, a un 20% dos semanas después (siempre según los datos de Media Tenor).

Pero no todo es televisión; el trabajo puerta a puerta de los candidatos es decisivo.

Los dos grandes partidos tienen potentes maquinarias electorales, pero los candidatos locales se apoyan en su propia organización y hacen un trabajo de captación directa del voto que es decisiva. Ello es posible por el sistema mayoritario de distritos uninominales cuyo electorado es perfectamente conocido y diría que hasta controlable. Cualquiera que se haya dirigido a un colegio electoral se habrá encontrado con delegados de los partidos (con su característica escarapela) que controla lista en mano si «sus electores» votan.

Los asesores de comunicación (spin doctors) no tienen más remedio que adaptar mediáticamente para sus líderes este modo de hacer campaña. Entonces la campaña puerta se convierte en un media event escenificado para mayor lucimiento del candidato. Pero, ay, a veces el elector sale respondón y el candidato se pone faltón. Es lo que ha ocurrido a Gordon Brown, cuando una votante laborista le ha cuestionado determinadas políticas laboristas. El micrófono indiscreto ha captado el chorreo a los asesores y el calificativo de intolerante a la señora. Brown, abochornado, ha tenido que pedirla disculpas personalmente como un «pecador penitente».

Un nuevo fiasco más no habrá hundido mucho más a Brown, de los que son conocidos sus modos irascibles y su poca empatía con el público. Más daño le puede hacer Cameron la crítica del padre de un niño con espina bífida a su política de crear escuelas especiales para estos alumnos. Y el daño puede venir porque cuestiona su imagen como modernizador y representante de los intereses de la clase media.

Evidentemente el trabajo puerta a puerta tiene menos influencia en los núcleos de las grandes ciudades y entre los más jóvenes. Clegg tendrá que convencer a estos jóvenes y a los aún indecisos de que votando a los liberal demócratas no se producirá un bloqueo del parlamento ni se favorece a unos agotados laboristas. Su última oportunidad, el debate de esta noche en la BBC.

(Por cierto, los «nuevos medios» están desaparecidos de esta campaña)

Los debates que pueden cambiar el sistema político del Reino Unido


Todo cambió la noche del 15 de abril. Por primera vez en el Reino Unido tres candidatos a primer ministro debatían antes las cámaras de televisión. Lo que podría haber sido un duelo a dos, entre el premier laborista Brown, gastado pero resistente, y el conservador Cameron, adalid de la postmodernidad, se convirtió en una competición abierta a tres, en la que el triunfador fue el liberal demócrata Clegg, más libre, con menos ataduras con el pasado, relativamente «menos sistema» que sus contrincantes.

¿Por qué estos debates pueden cambiar el sistema político del Reino Unido?

Los debates, sean cuales sean sus vencedores, no darán una victoria directa a ninguno de los partidos y menos a los liberal-demócratas, enfrentados a dos máquinas políticas con tanto arraigo y apoyo como conservadores y laboristas. Lo importante es que han cambiado todo el sistema mediático y esto puede tener consecuencias decisivas sobre el sistema político.

Durante medio siglo había sido imposible mantener un debate electoral en la televisión británica. Las estrictas normas de neutralidad baja las que operan todas las televisiones, el miedo a caer en un espectáculo a la americana y la misma naturaleza de su sistema político, asentado en un inamovible bipartidismo, habían hecho imposible esta forma de comunicación política. Fueron necesarios meses de negociaciones para llegar a al programa de televisión más regulado del mundo: nada menos que 76 normas pautan cada detalle de estos encuentros. Su celebración ya ha sido histórica.

La brillantez de Clegg, la consistencia y novedad de sus propuestas y algunos trucos audiovisuales, como mirar a la cámara en lugar de al público, dieron la victoria al candidato liberal, como atestiguan sondeos y comentaristas. Será difícil que vuelva a ganar en los dos debates que faltan, el segundo esta noche sobre política exterior, y que Brown intentará llevar al terreno de la economía.

Lo decisivo es que Clegg y los liberales demócratas han superado el umbral de percepción mediática. Así lo demuestra el análisis de contenido realizado por Media Tenor (pdf). Según su autor, Roland Schatz, los liberales demócratas habían recibido en los meses anteriores un tratamiento positivo de los medios, pero no lograban la necesaria visibilidad. Antes de los debates, la campaña electoral era representada como una carrera entre dos partidos, conservadores y laboristas, que monopolizaban el 90% de las informaciones, con sólo el 4% dedicadas a los liberales demócratas. Ahora Clegg se coloca al mismo nivel que Cameron y por encima de Brown. El cambio ha sido radical como muestra este cuadro de las declaraciones de los tres líderes.

Fuente Media Tenor

La visibilidad de los liberales y de su líder puede ir más allá de esta campaña electoral. Sea cual sea el vencedor, Clegg puede ser el árbitro como apoyo a un gobierno minoritario. Está por ver que pueda sacar adelante reformas políticas como las del sistema electoral, que tanto le perjudica. Lo que está claro es que será uno de los protagonistas mediáticos en los próximos meses.

¿Subsistirá el bipartidismo? Seguramente, pero la política y, desde luego, la información política, serán cada vez más cosa de tres.

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