El Partido Conservador ha ganado las elecciones del Reino Unido del 6 de mayo. Pero no ha logrado la mayoría absoluta. Los comicios han dado lugar a un «parlamento colgado». Los laboristas han perdido, pero su derrota no ha sido humillante como podía preverse hace unos meses. Y los liberal demócratas han ganado un 1% en votos, pero han perdido 5 escaños, sin romper su techo de cristal, pese haber logrado por primera vez la visibilidad mediática en una campaña.
Los resultados, como en cualquier elección, son fruto de millones de decisiones individuales motivadas por ideología, intereses, tradición, posiciones previas y cálculos oportunistas (voto útil).
En este caso han sido clave los indecisos, que, como es lógico, se mueven en el terreno del centro, entre los dos grandes partidos y en el terreno propio de los liberal demócratas. Si los liberales demócratas no han logrado traducir en votos el impacto mediático de su líder de Nick Clegg es porque han sido víctimas del voto útil. Y porque en el Reino Unido, con su sistema electoral mayoritario, un partido de opinión no puede derrotar a las maquinarias de los dos grandes partidos, excepto en el caso en que se produzca un vuelco radical de opinión o una polarización por alguna cuestión dramática.
Los conservadores no han conseguido convertirse en la alternativa esperada después de 13 años de gobierno laborista y los fiasco de Irak, la crisis económica y las meteduras de pata de Brown. De hecho sólo un 5% de los escaños han pasado de los laboristas a los conservadores, lo que en el Reino Unido se conoce como «swing.»
Como mostraba un estudio de Media Tenor (pdf) Cameron desarrolló la campaña más regular y coherente, sin los altibajos de Clegg ni la negativa valoración que los medios han hecho en general de Brown y con un sostenido liderazgo de presencia en los medios. Y lo que es más importante, todas las encuestas le daban como vencedor y todos los medios le presentaban como el «caballo ganador», un factor que puede llevar a los indecisos a sumarse al carro del vencedor. En general, Cameron fue el candidato mejor representado por los medios.
Finalmente, el resultado es que los liberales demócratas se han convertido en el partido que garantizará la gobernabilidad y Clegg es el «hacedor de reyes». Su exigencia básica, primero a los conservadores, y si no logran un acuerdo con ellos a los laboristas, será la reforma del sistema electoral. La conclusión es que estas elecciones pueden terminar cambiando el sistema político más consolidado de Europa. Y ello se ha debido a una conjunción de circunstancias políticas y a la irrupción de los debates en televisión, sin que el uso de los nuevos medios haya tenido apenas importancia.
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