Luces y sombras de la Globalización


Montañas de ropa usada en el desierto de Atacama (Chile). (Reddit/ed8907) Tomada de El Confidencial

En mi anterior entrada sobre el fin de la Globalización puede que diera una visión muy positiva de la globalización, que quiero matizar aquí. La globalización es un asunto muy complejo (desde un punto de vista económico, político y social) que ha modelado el mundo del final del siglo XX y de las primeras décadas del XXI de modo que no puede agotarse en una simple entrada de un blog, pero vale la pena hacer una aproximación, ahora que su continuidad se encuentra seriamente cuestionada.

Esta no es una publicación académica y no usa sistemáticamente fuentes. Parto de la idea de que para la derecha la globalización ha sido el gran motor del progreso, mientras que la izquierda la ha considerado siempre como un instrumento de dominación capitalista. En esta entrada, partiendo de la hipótesis de que la guerra comercial puede ser el principio del fin de la globalización, intentaré trazar las luces y sombras de un fenómeno.

El fin de la globalización

La guerra comercial de Trump puede ser un hecho decisivo; aunque él o un sucesor diera marcha atrás en la guerra arancelaria, sería difícil restaurar los lazos comerciales y más difícil recuperar la confianza en el comercio y suponer que el intercambio puede garantizarnos los bienes esenciales que una sociedad necesita para subsistir La guerra comercial no es sino un acto, muy importante de una tendencia, que va más allá de lo económico y que Daniel Inneraty llama desincronización:

«Ha terminado la era de los grandes avances sincronizados, cuando se suponía que tecnología, integración, comercio, paz, economía, democracia, igualdad discurrían al mismo tiempo, tirando uno de otro y en un cierto equilibrio. La actual guerra de los aranceles pone de manifiesto que no siempre el “comercio dulce” del que hablaba Montesquieu genera convivencia entre quienes lo practican, sino que es posible hacer la guerra con el comercio.»

Consecuencias para los países y las gentes del Sur

Como ya dije en la anterior entrada, muchas gentes de Sur han salido de la extrema pobreza, pero a menudo mediante una explotación inhumana. Un ejemplo puede ser Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, convertido en la fábrica textil low cost para los países ricos del Norte, donde se produce en condicione inhumanas y sin el menor respeto para la vida de los trabajadores. En 2013 en Dhaka, la fabrica Rana, que producía para las grandes marcas del Norte se derrumbó y murieron 1.100 .trabajadores.

Los trabajadores de Foxconn, la compañía china, ensambladora de los Iphone son obligados a dormir en la fábrica para incorporarse al trabajo cuando las necesidades de la producción lo requieran y no se les permitía abandonar el recinto durante la Covid.

Esta ropa es consumida de manera compulsiva en el Norte y después reexportada al Sur. El desierto de Atacama en Chile se ha convertido en el mayor vertedero de ropa del mundo. La ropa tirada a los contenedores no se recicla y se reexporta a África o Asia, con trayectos de miles de kilómetros.

La basura se exportaba en grandes cantidades a China hasta que Pekín ha prohibido este tráfico. Los grandes vertederos en el Sur, fruto de las exportaciones del Norte son el modo de vida de miles de personas que intentan reciclar elementos valiosos, como los electrónicos, especialmente tóxicos, tarea para que los niños con sus pequeñas manos son especialmente hábiles. La basura del Norte termina por convertirse en subsistencia imprescindible para la gente del Sur (Aquí un informe del Banco Mundial sobre estos basureros).

Con todos estos abusos, la globalización y su dimensión amable, el turismo, ha generado en el Sur una positiva dinámica económica y ha reducido la pobreza extrema. No sabemos como sería la dinámica en un mundo comunista (la experiencia de Comecon en el bloque comunista fue negativa para los países perféricos) pero en este mundo capitalista la globalización ha sido positiva, con todos los peros que se quiera para las gentes del Sur.

La hegemonía pasada de EEUU y la futura de China

EEU ha sido el mayor beneficiario de la globalización, que le ha permitido disfrutar de todo tipo de productos a precios muy bajos.

Como consecuencia del sistema de Brenton Woods y la retirada de Nixon del patrón oro, el dólar se convirtió en la moneda de reserva mundial, lo que ha permitido a los estadounidenses un consumo desaforado de productos llegados de Oriente, bajar los impuestos (sobre todo a los más ricos) y financiar sus múltiples e interminables guerras generando un déficit que en cualquier otro país hubiera determinado la intervención del FMI. Pero la globalización ha traído también una deslocalización industrial (y descontento), salvo en armamento, en lo que los estadounidenses siguen siendo líderes.

El Norte confío la producción industrial en China, primero de productos con muy poco valor añadido («todo a cien») y luego mediante copia y últimamente China ha desarrollado una tecnología propia muy avanzada, superando a estadounidenses y europeos. Pronto estadounidenses y europeos pueden estar fabricando productos con tecnología china con mano de obra más barata que la de china (Thomas Friedman).

Por de pronto los desmesurados aranceles de Washington a China está suponiendo que algunas marcas tecnológicas se planteen llevar su producción a India o Vietnam. Así que además de una improbable reindustrialización de EEUU, Trump quiere debilitar a China.

La globalización está convirtiendo a China en el nuevo hegemon, por el momento «blando» Su enorme superávit puede emplearse en rearme, investigación e inversiones en el exterior para crear y sostener infraestructuras propias de comercio del Sur a China (nueva Ruta de la Seda). El punto débil de China (una autocracia formalmente comunista, pero realmente capitalista, sin estado del bienestar) es emplear ese superávit en atender a los déficits sociales y los riesgos sistémicos de sus finanzas.

Consecuencias para los países y gentes del Norte

La globalización ha permitido que lleguen a estos países productos baratos, lo que ha favorecido un consumo desmesurado. Recordemos la crítica a este consumo por parte de Naomi Klein en el clásico «No Logo».

La llegada de productos manufacturados destruye industrias locales y con ellas puestos de trabajo. La clase trabajadora sufre un shock; no solo desaparecen puestos de trabajo, los que perviven están peor pagados y son más precarios y los sindicatos desaparecen. Zonas anteriormente industrializadas se convierten en desiertos y crece el descontento y trabajadores anteriormente de izquierdas echan la culpa de su empobrecimiento a lo inmigrantes y pasan a votar a la ultraderecha.

No solo llegan productos industriales; el transporte por barco permite la llegada de productos hortofrutícolas fuera de temporada desde la otra punta del globo. Enorme despilfarro ecológico que nos acostumbra a consumir como si no existieran las estaciones y arruina a los agricultores, otro sector explosivamente descontento. Los acuerdos comerciales pueden ser un mecanismo de prosperidad compartida, siempre que los productos importados cumplan requisitos ecológicos (no abuso de medicamentos, sin insecticidas ni fertilizantes químicos) y laborales (no trabajo esclavo).

La globalización da la puntilla a los Gloriosos Treinta, ya heridos por el neoliberalismo de Reagan y Thatcher.

El fin de la globalización nos va obligar a replantearnos nuestros hábitos de consumo.

El proteccionismo no es ni justo ni eficiente

El proteccionismo es menos eficiente; el país se aísla y la falta de competencia le encapsula Un gran ejemplo es el de DeepSearch. Por razones estratégicas, Washington impidió que China importara los procesadores Nvidia más potentes. Los chinos usaron procesadores más antiguos y menos potentes y afinando el software han logrado superar a ChatGtpt, con menor coste, menor consumo de energía, producido por una compañía pequeña, con código abierto, trabaja online o instalado en el ordenador (Aquí lo explica Newtral).

El proteccionismo (aquí más político que económico) ha propiciado que una empresa china haya batido a los grandes gigantes de EEUU. La presentación de DeepSearch supuso la caída a plomo de la cotización de Nvidia, la mayor nunca registrada en la bolsa de EEUU.

Trump está cometiendo un gran error estratégico al dar la espalda a la renovables y seguir apostando por el petróleo, de modo que al llenar el tanque el tique pueda ser algunos céntimos más barato y propiciar la victoria de sus candidatos en las elecciones de medio mandato. Pero las energías fósiles no solo calientan la atmósfera; a medio plazo el precio de las energías renovables será muy inferior al del petróleo y el gas; de modo que el país que de la espalda a las renovables verá seriamente mermada su competitividad, aunque habrá que hacer inversiones en la red eléctrica y explorar soluciones de energía distribuida. (en cuanto a las nucleares, sus defensores, normalmente contrarios a la deuda para financiar servicios públicos olvidan que la peor deuda que se puede dejar a las futuras generaciones es el tratamiento de los residuos nucleares).

El libre comercio tiene que ser justo. El mayor sistema de libre comercio del mundo es la UE, que ha creado un sistema de prosperidad compartida entre países que habían guerreado por siglos, Pero este sistema tiene distintos sistemas de compensación (fondos estructurales y de compensación, de los que tanto se ha beneficiado España). La UE no es solo un gran mercado y una potencia normativa capaz de luchar por el multilerateralismo, que Trump quiere destruir.

Cualquier sistema de libre comercio -para ser justo- tiene que incluir exigencias comunes y compensaciones para las partes más débiles. Estas son las críticas al acuerdo comercial de la UE con MERCOSUR (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay) que constituye un área de libre comercio de 77 millones de habitantes (Aquí resumen del Acuerdo por parte del Ministerio de Economía). Previsiblemente la UE exportará productos industriales y recibirá productos agrícolas, sin suficientes garantías ecológicas y con daño para los agricultores europeos. Las críticas, sobre todo de organizaciones ecologistas y agricultores, califican este tratado como un acuerdo neocolonial. La UE no lo ha ratificado porque no se ha logrado en el Consejo la mayoría cualificada necesaria, sobre todo por la oposición de Francia, donde los agricultores tienen un enorme peso político.

Para que un acuerdo comercial sea justo tiene que ajustarse a los Objetivos del Milenio, sobre todo al primero «erradicar la pobreza» y el 7 «Asegurar la sostenibilidad medioambiental».

Bye, Bye Globalización


Portacontenedores Loreto, el mayor del mundo. La globalización no hubiera sido posible sin estos grandes barcos, que en la últimas décadas ha reducido exponencialmente el coste del transporte marítimo.

Esta entrada no pretende responder a las cuestiones abiertas por la guerra arancelaria desatada por Trump. No soy economista ni adivino. Pretendo, simplemente, explicar lo que ha significado la globalización. Y razonar porque Trump puede haberla dejada herida de muerte.

Primero unas experiencias personales.

En primer viaje a Estados Unidos, en 1975, para realizar un reportaje biográfico del sociólogo Juan Linz (para el programa Nuestros Cerebros de Fuera) me llamó la atención que en el área semi urbana-semi rural en que vivía, cerca de New Haven (Universidad de Yale) proliferaban los Volvo, pero nuestro sociólogo tenía un Chrysler. Hablando de las peculiaridades de EEUU, Linz me dijo que los profesores apostaban por la seguridad de los Volvo, pero él prefería un vehículo nacional, con una tecnología fiable, probada y más asequible; el obrero norteamericano se sentía orgulloso del producto que fabricaba y los volvos y otros vehículos europeos se veían como el capricho de una élite.

Veinte años después volví a EEUU para seleccionar un sistema de gestión informática de una redacción de televisión. Mi interlocutor estadounidense tenía un Honda. Los coches japoneses -me dijo- son mejores y más baratos y gastan menos. No se había deslocalizado la industria, pero se había sustituido el producto por otro más competitivo y en el proceso se habrían perdido puestos de trabajo y el orgullo de los trabajadores, al que 20 años antes se refería Linz.

Mi primer televisor fue Phillips (b/n) y el segundo Grundig (color) ambas marcas europeas y duraron bastantes años. Cuando quise sustituir el Grundig por una pantalla plana y más grande dudaba entre un Sony y un Samsung; el vendedor me dijo, siempre mejor un japonés que un coreano. Ahora mi televisor es Samsung.

Mi última experiencia. Viajando por los países del este y centro de Europa, que iban a ingresar en la UE, era visibles por toda Europa las ruinas industriales de empresas cerradas por ineficientes.. En el bloque soviético no había competencia entre empresas o países, sino una especialización en la producción. Así, por ejemplo, en la hoy disputada Kromatorsk, en la guerra de Ucrania, se fabricaban entonces los misiles balísticos. En Polonia visité una fábrica de Roca (un proceso de deslocalización, visto desde España; una inversión desde la perspectiva polaca). Uno de los trabajadores era un antiguo minero; se ganaba menos -me dijo-pero era más seguro y confortable que el carbón.

Con estos ejemplos vemos como en la globalización los productos menos competitivos nacionales se ven sustituidos por otros más competitivos extranjeros, con pérdidas de puestos de trabajo y daños para las comunidades locales; y cómo países con una tecnología limitada (Corea) superan pronto a otros más avanzados (europeos y Japón. Y como una deslocalización dañina para el país de origen es beneficiosa para el de recepción. La globalización no hubiera sido posible sin el abaratamiento del transporte en grandes buques portacontenedores. Si sumamos los procesos de automatización y robotización tenemos masivas pérdidas de puestos de trabajo y peores condiciones de trabajo.

La producción está integrada en cadenas que abarcan a todos los países, buscando que cada componente se fabrique allí donde hay una ventaja competitiva.

La ventaja puede ser tener un gran mercado interior y una unidad normativa (UE); un gran mercado interior y una mano de obra barata (China) o una tecnología punta, generada por la inversión estatal y desarrollada por empresas muy ágiles (EEUU). El sistema de ciencia pública de EEUU que llevó al hombre a la luna y puso las bases de internet y que ahora Trump y Musk (uno de sus beneficiarios) parece dispuestos a destruir.

En una globalización humana los destinatarios últimos tendría que exigir en cada paso de la cadena el cumplimiento de requisitos medioambientales y derechos humanos. En caso contrario, la cadena se romperá por los eslabones más frágiles. Si Trump vuelve a las energías fósiles, la UE puede adquirir una nueva ventaja competitiva desarrollando energías limpias.

En cada paso se incrementa el valor; los ganadores son los que mayor valor añaden a la cadena. El problema de este sistema de largas cadenas de suministros es que es muy difícil lograr una autonomía en productos básicos, como demostró la pandemia. Antes del caos mercantil ya se hablaba de desacople para que cada país pueda adquirir una autonomía estratégica, sin descartar medidas proteccionistas, siempre en el marco de unas reglas. Será muy difícil reconstruir el sistema después de la guerra comercial desatada por Trump.

La globalización solo puede funcionar en un sistema de libre mercado, con aranceles cero 0 y acuerdos comerciales entre bloques y un órgano de arbitraje la Organización Mundial del Comercio (OMC), por cierto, bloqueada por EEUU desde el primer mandato de Trump. El proteccionismo no solo es más ineficiente desde el punto de vita económica; además el proteccionismo aumenta la posibilidad de guerra por razones comerciales. La primera guerra mundial fue un conflicto entre el Imperio Británico (librecambista) y los imperios centrales (proteccionistas). Al fracaso de las conversaciones comerciales entre EEUU y Japón siguió el ataque a Pearl Harbour.

En esta globalización, Estado Unidos ha sido el suministrador de tecnología, China la fábrica de productos baratos y la UE la potencia normativa, más preocupada por la calidad de vida que por la competitividad de sus productos. Una división del trabajo que puede cambiar pronto. Como razona T. Friedmanen el texto recogido más abajo, China está batiendo en tecnología a EEUU y Europa; de modo que los chinos pueden aportar la tecnología y estadounidenses y europeos realizar las tareas de menor mayor añadido.

En la izquierda siempre se ha presentado a la globalización como el origen de todos los males. Es cierto que ha empobrecido a las clases trabajadoras y medias del Norte, pero también ha sacado de la miseria más absoluta a millones de desheredados del Sur. El problema es que la eficiencia aportada por este sistema solo se han trasladado a las cuentas de resultados de las multinacionales y no al bienestar de los que la han hecho posible ni en el Sur ni el Norte. Para eso hay que cambiar la teoría dominante neoliberal y dar a los estados medios para luchar contra los dientitos modos de elusión fiscal y poder ofrecer los bienes públicos que no suministra la globalización.

Son muchos los elementos en un equilibrio inestable roto por Trump. Y será difícil reconstruirlo. Puede que en lugar a un sistema de libre comercio puro se construya uno de acuerdo entre bloques. Pero. reitero, no soy adivino.

ALGUNAS LECTURAS

Thomas Friedman«: el futuro de la globalización «Acabo de ver el futuro y no estaba en EEUU» New YorkTimes, 3 de abril de 2025.

Juan Torres López «Y si lo de Trump no es una simple locura personal» 4 de abril 2025.

Daniel Fuentes Castro «No es el comercio, es el capital» El Pais, 3 de abril de 2025.

Nacho Álvarez «Europa ante el abismo arancelario» El País, 8 de abril de 2025

Los obstáculos a la paz en Colombia


Mañana 15 de noviembre comienzan en La Habana la negociación entre las FARC y el gobierno colombian. En la mesa, obviamente, no estarán las víctimas del conflicto, que quieren hacer oir su voz.

En las vísperas se han celebrado en Madrid unos encuentros promovidos por movimientos sociales y con el apoyo del grupo parlamentario de la Izquierda Plural. Resumo lo esencial de estos encuentros.

Las demandas de los movientos sociales y las víctimas

Los movimientos sociales de Colombia son importantes. Se basan sobre todo en la coordinación de distintas iniciativas de resistencia al expolio campesino, concretadas en comunidades de paz y reunidas en el llamado Congreso de los Pueblos.

Su posición es que ni el gobierno ni la guerrilla les representan y piden que su voz sea oída de modo efectivo en la mesa de negociación -no con el simple envío de escritos, que es la única modalidad hasta ahora prevista.

Otra demanda esencial es que el primer objetivo de la negociación sea un alto el fuego. No podemos ya seguir sufriendo más una guerra de la que no somos parte -dicen.

Por último, estos movimientos temen que las conversaciones traigan la impunidad para los autores de crímenes de estado y piden un relato de la verdad, que tenga en cuenta su sufrimiento.

Estas organizaciones tienen una hoja de ruta que pasa por una serie de congresos populares que adoptan un marco normativo alternativo al estado existente. Su demanda de ser oídas en la negociación está más que justificada, pero, pese a lo amplio de la agenda negociadora, es claro que las conversaciones serían inviables si convirtieran en un proceso constituyente para el que, por otro lado, faltaría un mandato expreso. Parece que lo más razonable es que de las conversaciones salieran foros que produjeran cambios legisativos e incluso constitucionales.

Libre comercio y derechos humanos

El representante de Ecologistas en Acción insistió en que la ratificación del Tratado de Libre Comercio entre la UE y Colombia y Perú redundaría en un reforzamiento del expolio de las tierras para satisfacer las demandas de las empresas agroindustriales. El tratado, en proceso de ratificación en el Parlamento Europeo, apenas si contiene una mención simbólica al respeto de los derechos humanos.

Los grandes obstáculos para la paz

La intervención más esclarecedora fue la del jesuita Javier Giraldo, defensor de los derechos humanos y permanentemente amenazado por ello. Giraldo sentó como signo de esperanza la extensión de la agenda negociadora, que toca los desafíos nucleares a los que se enfrenta Colombia. Y a continuación desgranó los obstáculos que aparecen en cada uno de los capítulos.

El más importante es el agrario. Aquí se oponen la estrategia de titularización de las tierras, promovida por el gobierno, con la defensa de los insurgentes (y con ellos muchas comunidades y movimientos sociales) de que la tierra no pueda ser enajenada y sea entregada a comunidades que desarrollen una agricultura sostenible.

Pero ante todo, el gran problema es de contexto nacional. Para una paz efectiva el estado tendría que descontaminarse de la influencia paramilitar y del narco, que permean todas las estructuras públicas.

Difícil, casi imposible se antoja el acuerdo, pero por lo menos sobre la mesa están los temas esenciales.

(Veáse en este blog La paz y las víctimas de la guerra de Colombia)