En mi anterior entrada sobre el fin de la Globalización puede que diera una visión muy positiva de la globalización, que quiero matizar aquí. La globalización es un asunto muy complejo (desde un punto de vista económico, político y social) que ha modelado el mundo del final del siglo XX y de las primeras décadas del XXI de modo que no puede agotarse en una simple entrada de un blog, pero vale la pena hacer una aproximación, ahora que su continuidad se encuentra seriamente cuestionada.
Esta no es una publicación académica y no usa sistemáticamente fuentes. Parto de la idea de que para la derecha la globalización ha sido el gran motor del progreso, mientras que la izquierda la ha considerado siempre como un instrumento de dominación capitalista. En esta entrada, partiendo de la hipótesis de que la guerra comercial puede ser el principio del fin de la globalización, intentaré trazar las luces y sombras de un fenómeno.
El fin de la globalización
La guerra comercial de Trump puede ser un hecho decisivo; aunque él o un sucesor diera marcha atrás en la guerra arancelaria, sería difícil restaurar los lazos comerciales y más difícil recuperar la confianza en el comercio y suponer que el intercambio puede garantizarnos los bienes esenciales que una sociedad necesita para subsistir La guerra comercial no es sino un acto, muy importante de una tendencia, que va más allá de lo económico y que Daniel Inneraty llama desincronización:
«Ha terminado la era de los grandes avances sincronizados, cuando se suponía que tecnología, integración, comercio, paz, economía, democracia, igualdad discurrían al mismo tiempo, tirando uno de otro y en un cierto equilibrio. La actual guerra de los aranceles pone de manifiesto que no siempre el “comercio dulce” del que hablaba Montesquieu genera convivencia entre quienes lo practican, sino que es posible hacer la guerra con el comercio.»
Consecuencias para los países y las gentes del Sur
Como ya dije en la anterior entrada, muchas gentes de Sur han salido de la extrema pobreza, pero a menudo mediante una explotación inhumana. Un ejemplo puede ser Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, convertido en la fábrica textil low cost para los países ricos del Norte, donde se produce en condicione inhumanas y sin el menor respeto para la vida de los trabajadores. En 2013 en Dhaka, la fabrica Rana, que producía para las grandes marcas del Norte se derrumbó y murieron 1.100 .trabajadores.
Los trabajadores de Foxconn, la compañía china, ensambladora de los Iphone son obligados a dormir en la fábrica para incorporarse al trabajo cuando las necesidades de la producción lo requieran y no se les permitía abandonar el recinto durante la Covid.
Esta ropa es consumida de manera compulsiva en el Norte y después reexportada al Sur. El desierto de Atacama en Chile se ha convertido en el mayor vertedero de ropa del mundo. La ropa tirada a los contenedores no se recicla y se reexporta a África o Asia, con trayectos de miles de kilómetros.
La basura se exportaba en grandes cantidades a China hasta que Pekín ha prohibido este tráfico. Los grandes vertederos en el Sur, fruto de las exportaciones del Norte son el modo de vida de miles de personas que intentan reciclar elementos valiosos, como los electrónicos, especialmente tóxicos, tarea para que los niños con sus pequeñas manos son especialmente hábiles. La basura del Norte termina por convertirse en subsistencia imprescindible para la gente del Sur (Aquí un informe del Banco Mundial sobre estos basureros).
Con todos estos abusos, la globalización y su dimensión amable, el turismo, ha generado en el Sur una positiva dinámica económica y ha reducido la pobreza extrema. No sabemos como sería la dinámica en un mundo comunista (la experiencia de Comecon en el bloque comunista fue negativa para los países perféricos) pero en este mundo capitalista la globalización ha sido positiva, con todos los peros que se quiera para las gentes del Sur.
La hegemonía pasada de EEUU y la futura de China
EEU ha sido el mayor beneficiario de la globalización, que le ha permitido disfrutar de todo tipo de productos a precios muy bajos.
Como consecuencia del sistema de Brenton Woods y la retirada de Nixon del patrón oro, el dólar se convirtió en la moneda de reserva mundial, lo que ha permitido a los estadounidenses un consumo desaforado de productos llegados de Oriente, bajar los impuestos (sobre todo a los más ricos) y financiar sus múltiples e interminables guerras generando un déficit que en cualquier otro país hubiera determinado la intervención del FMI. Pero la globalización ha traído también una deslocalización industrial (y descontento), salvo en armamento, en lo que los estadounidenses siguen siendo líderes.
El Norte confío la producción industrial en China, primero de productos con muy poco valor añadido («todo a cien») y luego mediante copia y últimamente China ha desarrollado una tecnología propia muy avanzada, superando a estadounidenses y europeos. Pronto estadounidenses y europeos pueden estar fabricando productos con tecnología china con mano de obra más barata que la de china (Thomas Friedman).
Por de pronto los desmesurados aranceles de Washington a China está suponiendo que algunas marcas tecnológicas se planteen llevar su producción a India o Vietnam. Así que además de una improbable reindustrialización de EEUU, Trump quiere debilitar a China.
La globalización está convirtiendo a China en el nuevo hegemon, por el momento «blando» Su enorme superávit puede emplearse en rearme, investigación e inversiones en el exterior para crear y sostener infraestructuras propias de comercio del Sur a China (nueva Ruta de la Seda). El punto débil de China (una autocracia formalmente comunista, pero realmente capitalista, sin estado del bienestar) es emplear ese superávit en atender a los déficits sociales y los riesgos sistémicos de sus finanzas.
Consecuencias para los países y gentes del Norte
La globalización ha permitido que lleguen a estos países productos baratos, lo que ha favorecido un consumo desmesurado. Recordemos la crítica a este consumo por parte de Naomi Klein en el clásico «No Logo».
La llegada de productos manufacturados destruye industrias locales y con ellas puestos de trabajo. La clase trabajadora sufre un shock; no solo desaparecen puestos de trabajo, los que perviven están peor pagados y son más precarios y los sindicatos desaparecen. Zonas anteriormente industrializadas se convierten en desiertos y crece el descontento y trabajadores anteriormente de izquierdas echan la culpa de su empobrecimiento a lo inmigrantes y pasan a votar a la ultraderecha.
No solo llegan productos industriales; el transporte por barco permite la llegada de productos hortofrutícolas fuera de temporada desde la otra punta del globo. Enorme despilfarro ecológico que nos acostumbra a consumir como si no existieran las estaciones y arruina a los agricultores, otro sector explosivamente descontento. Los acuerdos comerciales pueden ser un mecanismo de prosperidad compartida, siempre que los productos importados cumplan requisitos ecológicos (no abuso de medicamentos, sin insecticidas ni fertilizantes químicos) y laborales (no trabajo esclavo).
La globalización da la puntilla a los Gloriosos Treinta, ya heridos por el neoliberalismo de Reagan y Thatcher.
El fin de la globalización nos va obligar a replantearnos nuestros hábitos de consumo.
El proteccionismo no es ni justo ni eficiente
El proteccionismo es menos eficiente; el país se aísla y la falta de competencia le encapsula Un gran ejemplo es el de DeepSearch. Por razones estratégicas, Washington impidió que China importara los procesadores Nvidia más potentes. Los chinos usaron procesadores más antiguos y menos potentes y afinando el software han logrado superar a ChatGtpt, con menor coste, menor consumo de energía, producido por una compañía pequeña, con código abierto, trabaja online o instalado en el ordenador (Aquí lo explica Newtral).
El proteccionismo (aquí más político que económico) ha propiciado que una empresa china haya batido a los grandes gigantes de EEUU. La presentación de DeepSearch supuso la caída a plomo de la cotización de Nvidia, la mayor nunca registrada en la bolsa de EEUU.
Trump está cometiendo un gran error estratégico al dar la espalda a la renovables y seguir apostando por el petróleo, de modo que al llenar el tanque el tique pueda ser algunos céntimos más barato y propiciar la victoria de sus candidatos en las elecciones de medio mandato. Pero las energías fósiles no solo calientan la atmósfera; a medio plazo el precio de las energías renovables será muy inferior al del petróleo y el gas; de modo que el país que de la espalda a las renovables verá seriamente mermada su competitividad, aunque habrá que hacer inversiones en la red eléctrica y explorar soluciones de energía distribuida. (en cuanto a las nucleares, sus defensores, normalmente contrarios a la deuda para financiar servicios públicos olvidan que la peor deuda que se puede dejar a las futuras generaciones es el tratamiento de los residuos nucleares).
El libre comercio tiene que ser justo. El mayor sistema de libre comercio del mundo es la UE, que ha creado un sistema de prosperidad compartida entre países que habían guerreado por siglos, Pero este sistema tiene distintos sistemas de compensación (fondos estructurales y de compensación, de los que tanto se ha beneficiado España). La UE no es solo un gran mercado y una potencia normativa capaz de luchar por el multilerateralismo, que Trump quiere destruir.
Cualquier sistema de libre comercio -para ser justo- tiene que incluir exigencias comunes y compensaciones para las partes más débiles. Estas son las críticas al acuerdo comercial de la UE con MERCOSUR (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay) que constituye un área de libre comercio de 77 millones de habitantes (Aquí resumen del Acuerdo por parte del Ministerio de Economía). Previsiblemente la UE exportará productos industriales y recibirá productos agrícolas, sin suficientes garantías ecológicas y con daño para los agricultores europeos. Las críticas, sobre todo de organizaciones ecologistas y agricultores, califican este tratado como un acuerdo neocolonial. La UE no lo ha ratificado porque no se ha logrado en el Consejo la mayoría cualificada necesaria, sobre todo por la oposición de Francia, donde los agricultores tienen un enorme peso político.
Para que un acuerdo comercial sea justo tiene que ajustarse a los Objetivos del Milenio, sobre todo al primero «erradicar la pobreza» y el 7 «Asegurar la sostenibilidad medioambiental».



