La amnistía, una oportunidad perdida


Protesta de jueces y magistrados de Cádiz/Efe/Román Ríos

Las negociaciones de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes y la presentación de una proposición de ley de amnistía ha desatado una oleada de protestas políticas, populares e institucionales, que ha tensado la convivencia en las últimas semanas.

Vaya por delante mi respeto a todos los que critican las negociaciones y la amnistía y a los cientos de miles que el domingo 12 de noviembre protestaron en las plazas españolas, ejerciendo sus legítimos derechos de manifestación y a la libertad de expresión. No así ante los energúmenos que asedian las sedes socialistas, tiran huevos a los diputados, agreden a los periodistas y lucen símbolos fascistas.

Se puede estar en desacuerdo con los acuerdos y con la amnistía -personalmente, los acuerdos con Junts no me gustan- pero la AMNISTÍA NO ES:

  • Un golpe de Estado o una dictadura. No se ha derrocado a un gobierno legítimo. No se han subvertido los derechos fundamentales y no se persigue a nadie por discrepar.
  • No se ha atacado la división de poderes ni la igualdad ante los españoles. Una amnistía es una ley excepcional, que no revisa las sentencias judiciales caprichosamente, sino que, por razones de interés general, se declara con carácter general que determinados actos dejan de ser ilícitos. Se puede estar en desacuerdo con la necesidad de la medida, pero no decir que es un atentado contra la división de poderes. Lo que ha sido una clara intromisión en la separación de poderes y un ataque al legislativo han sido las insólita protestas de los jueces ante los palacios de justicia. Jueces y magistrados tienen derecho a la libertad de expresión, pero no haciendo valer su condición institucional. Lo que tenían que haber hecho es colgar las togas y asistir a las manifestaciones como un ciudadano más, Está claro que han incurrido en una sospecha de parcialidad, que, a buen seguro en el futuro traerá recusaciones.
  • La amnistía no es un fraude electoral, que anule el resultado de las elecciones. Son innumerables los ejemplos de gobiernos de todo signo que nada más llegar al poder adoptan medidas, más o menos traumáticas, que no estaban en su programa. Nuestro sistema es parlamentario y gobierna no la lista más votada, sino el candidato que más apoyos parlamentarios reúne. El PP ha intentado deslegitimar a todos los gobiernos socialistas desde Zapatero. No olvidemos el siniestro bulo que hacía a ETA responsable del 11-M y, que, pese a una sentencia ejemplar, envenenó la vida política durante una legislatura, con enorme dolor para las víctimas. Después de la moción de censura Sánchez era el «okupa» de La Moncloa. Y ahora, en lugar de pedir la retirada de la amnistía, lo que el PP exigía era la convocatoria de nuevas elecciones, Afortunadamente, ayer Feijóo reconoció finalmente la legitimidad de un gobierno de Sánchez.

Una ocasión perdida

Como ya dije en septiembre, consideraba que la amnistía no era legítima. No obstante La ley de amnistía debiera de haber sido, como lo fue la de 1977, el prólogo para un nuevo pacto constitucional.

Sobre su constitucionalidad se pronunciará el Tribunal Constitucional. Para su legitimidad, Junts y ERC tendrían que haber reconocido que en 2017, Cataluña no sufría ninguna situación de opresión colonial, sino un altísimo grado de autonomía y hacer una declaración expresa de que no intentarán ningún proceso unilateral de independencia. Y Pedro Sánchez explicar las razones de interés general, pero me temo que está atado por los acuerdos con Junts, que le dejará caer a las primera de cambio.

ELEMENTOS DE UN NUEVO PACTO CONSTITUCIONAL

  • Avanzar hacia es Estado Federal cooperativo, para lo que solo falta convertir al Senado en una verdadera cámara de representación territorial. Desarrollar las conferencias de presidentes y sectoriales, con competencias propias. Crear un mecanismo de autorregulación financiera, que se actualice periódicamente.
  • Mecanismos de secesión reconocidos para todas las comunidades con mayorías reforzadas (como ya defendía en 2017) y procedimientos garantistas.

El ocaso de la democracia


Acabo de terminar «El ocaso de la democracia», uno más de los libros que proliferan para intentar explicar el auge en Europa de los movimientos, básicamente de extrema derecha, que ponen en cuestión el estado de derecho y la misma idea de la democracia liberal.

La autora, Anne Applebaum es una norteamericana nacida en una familia judía de tradición reformista. Corresponsal de The Economist en los países del Este durante los trascendentales años 90, está casada con el político polaco Radoslaw Sikorski, del partido liberal de centro-derecha, Plataforma Cívica, que ha sido ministro de Defensa y de Exteriores.

Tras la lectura del libro diría que Applebaum es neoliberal en lo económico, atlantista en lo estratégico y liberal en lo político y radicalmente comprometida con el estado de derecho. Creo que hay que tener en cuenta esta caracterización para dar todo su valor a su lucha contra el autoritarismo, que se manifiesta, sobre todo, al menos en Europa, como movimientos de extrema derecha.

La Mentira Mediana y el rechazo a la diversidad y la complejidad.

«Desde Orwell hasta Koestler, los escritores europeos del siglo XX estaban obsesionados con la idea de la Gran Mentira, representada por los vastos constructos ideológicos del comunismo y el fascismo. … Todas aquellas forzadas manifestaciones de apoyo a la Gran Mentira resultaban tan absurdas e inhumanas que hacía falta una prolongada violencia para imponerla…»

Applebaum toma del historiador Timothy Synder el término de Mentira Mediana, en contraste con la Gran Mentira. Los regímenes polarizadores del siglo XXI no propugnan una ideología totalitaria y no necesitan la violencia ni la policía del terror. Pero animan a sus seguidores a vivir en una realidad alternativa, que a menudo se articulan mediante teorías conspiratorias.

Ejemplos de Mentiras Medianas

En Polonia, que el accidente de aviación en el que murió el presidente Lech Kazinky fue un atentado. En Hungría y en Estados Unidos, que el magnate George Soros controla todos los recursos de poder. En Estados Unidos que Trump ganó las elecciones. En Brasil, que Bolsonaro ganó las elecciones de 2023. En España, que los atentados del 11-M fueron obra de ETA. En toda Europa, que está en marcha el Gran Reemplazo, la teoría conspirativa que afirma que las élites globalistas desarrollan una política predeterminada para que las olas migratorias terminen con la civilización blanca y cristiana.

Estas Mentiras Medianas polarizan y contaminan la esfera pública y frecuentemente terminan con viejas amistades. Así, la autora empieza el libro contando su propia experiencia. En la nochevieja de 1999 reunió en su casa a un amplio grupo de políticos e intelectuales polacos de derecha; hoy muchos ni se hablan porque unos siguen en posiciones liberales y otros comulgan con las mentiras de la extrema derecha gubernamental de Ley y Justicia. Y a veces, como en Estados Unidos o Brasil estas mentiras tóxicas son el motor de asaltos violentos al estado de derecho.

¿Qué tienen en común todos estos movimientos?. El miedo a la diversidad y a la complejidad y la idealización de un supuesto pasado idílico, al que se propone regresar. Es fácil que estas teorías conquisten a hombres con elevada valoración de si mismos y a clases populares castigadas por las sucesivas crisis y las consecuencias de la globalización. Pero los partidos que las defienden no quieren otra cosa más que el poder.

El libro dedica un capítulo a las técnicas de manipulación digitales. El mejor ejemplo del daño que hacen las mentiras en los medio o en las redes es el caso de Boris Johnson que con sus crónicas inventadas desde Bruselas, falseando la naturaleza de la UE, fue construyendo su carrera política y preparando el Brexit ¡Miente que algo queda! Lo peor es que se crea una desconfianza hacia las instituciones democráticas.

También se ocupa del fenómeno de Vox en España y del papel de un personaje poco conocido, Rafael Bardají, un asesor de Aznar que abogaba por el ataque a Irak y que está en Vox desde sus comienzos y que ha servido de conexión al partido con la Casa Blanca de Trump.

Termino comentando dos memes capturados en un chat de amigos que no debiera tener carácter ideológico, pero que de hecho se escora a la derecha y la ultraderecha.

Una forma sutil de negar la diversidad. Yo acepto el pluralismo y otras identidades no ortodoxas, pero ello no aceptan mi identidad de «gente de bien»
La ultraderecha sigue el guion de Trump y Bolsonaro sembrando dudas sobre la limpieza del proceso para, luego si pierden, defender que les han robado la victoria.