El acceso a Internet, un derecho fundamental


Casi cuatro de cada cinco personas en todo el mundo consideran que el acceso a Internet debiera tener la consideración de derecho fundamental. Así resulta de una encuesta mundial realizada por la BBC en 26 países (pdf) y a la que han respondido 27.000 adultos.

La encuesta se enmarca en una quincena que la BBC (radio, televisión y online) dedica a Internet, SeasonSuperpower, con elementos tan interesantes como Digital Giants, una serie de vídeos con personajes que están modelando lo que hoy es Internet, una superpotencia o un supepoder, esencial para participar en la vida comunitaria y social al comienzo de este siglo XXI.

La conclusión más rotunda de la encuesta es esa percepción mundial del acceso como un derecho fundamental. Pero el estudio tiene otros muchos datos dignos de análisis. Por ejemplo, en Europa una mayoría de los encuestados son partidarios de alguna forma de regulación gubernamental. En España, un 47% está a favor de la regulación y un 51% en contra. En nuestro país, Internet es, sobre todo, fuente de información. Los españoles se encuentran entre los que mejor podrían vivir sin Internet (un 70%) y a los que menos libertad ha aportado (sólo un 30% creen que ha aumentado su libertad).

Pero vuelvo a lo esencial. El convencimiento de que el acceso a la Red es un derecho fundamental es un hecho revolucionario. Internet ha configurado un nuevo ámbito comunicacional, el de la comunicación interactiva, el ciberespacio, que se suma al espacio de la comunicación natural y al de la comunicación mediática. En ese espacio podemos ejercer el derecho a la libertad de expresión e información, pero también los derechos de reunión, petición, el derecho a la educación, a la cultura y sirve cuando menos instrumentalmente a otros derechos sociales como el derecho a la salud. En otras palabras, la Red, el ciberespacio, es un ámbito, un foro público, especialmente relevante para el ejercicio de los derechos que nos hacen individuos, para los derechos humanos o derechos fundamentales.

Hay un aspecto instrumental y previo en estos derechos que es el derecho de acceso. Acceso que exige una conexión física, una conexión de banda ancha. Y un acceso en condiciones de igualdad y transparencia.

La primera manifestación se traduce en que los ciudadanos puedan exigir el derecho a la prestación del servicio, bien al estado, bien a las compañías de telecomunicaciones que prestan el el servicio público o de interés general. La tendencia es incluir el derecho de acceso, la conexión a la banda ancha, como una de las prestaciones del servicio básico de telecomunicaciones.

La segunda expresión de ese derecho es la neutralidad de la red, que todos los usuarios de la misma reciban el mismo trato de forma transparente. La presidencia española de la UE ha patinado al apuntarse temporalmente a la tesis de que las telefónicas discriminen a los usuarios.

Pero el derecho a Internet como derecho fundamental no se agota en el acceso. Todos los derechos que se ejercen en este ámbito tienen que estar garantizados, empezando por la libertad de expresión e información.

Internet era impensable en 1948, cuando el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) proclamaba el derecho a investigar, difundir y recibir informaciones, ideas y opiniones por cualquier medio, pero, justamente, ese consideración general de los medios hace que las actividades informativas en Internet (mejor que por Internet) queden perfectamente dentro del ámbito de la declaración.

La Red es más que un medio de comunicación, aunque los medios, los cibermedios, operen en este ámbito. El ejercicio de la libre expresión e información en el ciberespacio es un derecho tan fundamental como su manifestación en el espacio mediático. Algún juez en España (caso SER) todavía no se ha enterado.

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¿Jóvenes diigitales?


El Barómetro de la Comunicación y la Cultura acaba de publicar su estudio «La dieta mediática y cultural de los jóvenes 2009», sobre la base de una encuesta a casi 4000 jóvenes catalanes entre los 14 y los 25 años.

La televisión domina su consumo mediático. Los jóvenes ven tanta televisión como los adultos, pero dedican el doble del tiempo a Internet. Con todo, dedican casi tres veces más tiempo a la televisión que a Internet.

Domina el uso lúdico de Internet. Los jóvenes se dedican preferentemente a los juegos en línea. Consultan más información en la Red y lo hacen sobre todo por medio de los sitios en línea de los diarios.

Leen menos diarios y los que leen son los diarios deportivos.

Escuchan casi tanta radio como los adultos, pero en lugar de cadenas generalistas escuchan emisoras musicales.

A través del teléfono consumen música.

Es lógico que los jóvenes busquen divertirse, pero la encuesta indica un consumo pasivo de los medios, dominado poer la televisión, lo que desmiente que los jóvenes estén huyendo de este medio. Lo que si parece confirmarse es que la información que ofrecen los diarios los jóvenes la buscan en la Red y no en el papel.

¿Rellenarán estos jóvenes la brecha digital? ¿No tendrían los poderes públicos otros usos menos pasivos y comerciales de las nuevas tecnologías?

(Compárense estos datos con los consumos de los estudiantes de periodismo. Las tendencias generales son las mismas)

El amanecer de la nueva era de la televisión


«Cuanto más jóvenes, menos televisión ven» es un titular que podemos encontrar estos días repetido en blogs y páginas que siguen las tendencias audiovisuales. Su fuente inmediata está en una información publicada por Hollywood Reporter y distribuida por Reuters, pero su fuente última la encontramos en un estudio de opinión que vale la pena comentar.

La consultora Deloitte lanzó el año pasado en Estados Unidos un estudio bajo el título de State of the Media Democracy, dirigido a conocer las nuevas tendencias de consumo mediático por estratos de población. Un título a mi entender pretencioso, porque reduce la democracia mediática a la producción de contenidos no profesionales. Ahora se publica la segunda oleada de esta encuesta (pdf), que parece confirmar la creciente convergencia entre la televisión y los contenidos digitales.

El estudio muestra que son los más mayores los más predispuestos a los medios escritos y al consumo de la televisión tradicional. Las edades intermedias consumen televisión, pero, sobre todo, productos audiovisuales personalizados (DVDs, grabadores digitales personales) y son los más jóvenes los que menos televisión ven, pero son los que más tiempo invierten en los medios, con preferencia por los digitales. Pero aún esta franja entre 15 y 24 años consume 10,5 horas de televisión a la semana.

Algunos datos muestran que la programación de la televisión puede estar perdiendo la partida, porque ya un 69% considera más «divertido» el ordenador que el televisor, aunque luego a un 58% le gustaría poder visionar los contenidos digitales de su ordenador en el televisor doméstico. Y además, a los tiempos que se dedican a ver la televisión tradicional, habría que sumar los dedicados a la televisión en la red: un tercio ve programas on line (15 de puntos de incremento con respecto a la primera edición del estudio).

Otra tendencia muy clara es la de utilizar el teléfono móvil como un dispositivo de entretenimiento. Un 36% ya le dan este uso (con un incremento en un año de 12 puntos). También los videojuegos (en sus distintas plataformas) están extendidas entre todas las capas de población: nada menos que un 60% juegan habitualmente, con resultados más altos entre los más jóvenes.

En lo que el estudio llama «democracia mediática», esto es, los contenidos no profesionales, los crecimientos son también claros. Un 45% crea su propio «entretenimiento», editando sus fotos y vídeos. Un 45% ponen contenidos a disposición de otros y un 69% acceden a contenidos no profesionales.

La conclusión más interesante a mi juicio es que el público elige el contenido y lo busca en la plataforma que le resulta más conveniente o más familiar. Esto es, finalmente, lo importante es la creatividad y no el vehículo de difusión.

El estudio no se pregunta la relación entre contenidos profesionales y no profesionales -¿en qué medida los no profesionales son eco de los profesionale?. Tampoco se incluyen preguntas específicas sobre las formas de adquirir información de actualidad, de manera que el estudio no nos marca ninguna tendencia sobre la relación entre plataformas e información periodística. Y hay que recordar que lo que es válido en Estados Unidos no tiene porque serlo en otras partes. Me parece más generalizables los comportamientos de los jóvenes que los de los adultos. Por ejemplo, en España los videojuegos son casib una rareza entre los mayores de 35 años.

¿Estamos ante una nueva era de la televisión como se titula uno de los capítulos del estudio?

Encuestas y algunos cambios en Periodismo Global


Por aquello del primer aniversario he introducido algunos cambios en este blog.

– He reordenado las columnas laterales

– He incorporado a las fuentes de información internacional algunas fuentes periodísticas. Lo siento, casi todo está en inglés.

– Y vamos a probar una nueva herramienta. En la columna de la derecha econtraréis una encuesta. En este primer caso es casi un juego ¿qué es lo primero que debiera de hacer Obama? Estará abierta hasta el 20 de enero. Más adelante iré incluyendo otras más relacionadas con el periodismo.

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¿En quién confiamos? ¿En los medios o en los gobiernos?


¿En quién confiamos? Pues depende, en los medios, si vivimos en un país emergente, en los gobiernos, si vivimos en un país de democracia desarrollada. Este es al menos el titular más impactante de otra de esas encuestas globales que Reuters y BBC vienen encargando a GlobeScan.

En este caso, el objetivo era conocer el grado de confianza en los medios (puede descargarse la encuesta completa en pdf, resumen en BBC) en 10 países con muy distinto grado de desarrollo político y económico: democracias capitalistas altamente desarrolladas (Estados Unidos, Alemania y Reino Unido), países emergentes con democracias asentadas (Corea del Sur, Brasil e India) o todavía débiles (Indonesia), un gigante potenciales con democracia inestable (Nigeria), una democracia formal que se desliza hacia la autocracia (Rusia) y una autocracia subdesarrollada (Egipto).

Con poco más de 10.000 encuestas, no puede sostenerse que los resultados sean tendencias globales. Pero lo interesante es comparar resultados entre unos y otros países y en este caso las diferencias sí que son llamativas. En Reino Unido, Alemania y Estado Unidos ¡se confía más en los gobiernos que en los medios! En el resto, más en los medios que en los gobiernos.

¿El mundo al revés? Los resultados en esas tres democracias sugieren que los medios han dejado de ejercer su papel de «perro guardián» o que los ciudadanos perciben que han dejado de cumplirlo, volcados en convertir la información en espectáculo y doblegados por el servilismo político. Esa es una lectura. Otra, que los ciudadanos confían en sus sistemas políticos y en tiempos de crisis se cierra filas con gobiernos representativos.

En los otros países, puede que los gobiernos se perciban como menos representativos y a los medios como su mejor controlador. Pero tampoco pueden hacerse lecturas lineales, porque las diferencias entre países son importantes. ¿Cómo confiar en los medios egipcios si el gobierno los controla? Pues porque los periodistas egipcios, como hicieron en su momento los españoles, son maestros de escribir entre líneas.

Hay mucho más en esta encuesta. Los medios tradicionales siguen siendo los líderes en credibilidad, empezando por la televisión nacional. Los menos creíbles son los blogs (Reuters titula que están todavía lejos de la madurez). Dos tercios de los encuestados quieren estar informados regularmente, pero los medios digitales están a la cola de las preferencias, incluso entre los jóvenes (un 19%), aunque este grupo es mucho más proclive.

En fin, una lección de humildad para «digitales» y «tradicionales»

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