Balance de la guerra de Ucrania


Tanque ucraniano. Foto: Sergey Kozlov EFE

Hoy 24 de febrero de 2025 hace tres años que Rusia comenzó la invasión masiva de Ucrania, denominada eufemísticamente «Operación Militar especial».

Putin contaba con tomar Kiev en unos pocos días. pero no contaba con la resistencia patriótica de Ucrania, reforzada por la inteligencia de EEUU y el apoyo militar de la OTAN. Los tanques y vehículos militares rusos se identificaban por una Z. En Rusia hablar de guerra es un delito castigado con cárcel.

Rusia justificó la invasión como una defensa contra la amenaza de la OTAN, después de muchos años de buscar una cooperación estrecha con la alianza y vulnerando el Memorándum de Budapest de 1994 por el que Ucrania entregó su armamento nuclear a cambio de garantías de seguridad. En realidad Ucrania no amenazaba a Rusia, sino al régimen autoritario de Putin.

Para Putin Rusia es un ente virginal que tiene que salvar la civilización cristiana de las amenazas del desorden democrático y las doctrinas de género. Una doctrina inspirada en oscuros pensadores fascistas (el más moderno Alexander Dugin), que entroncan con la tradición eslavófila.

Putin funde la tradición zarista con la soviética (recomiendo «El camino hacia la no libertad» de Timothy Synder). Por eso el tránsito de Ucrania hacia la UE (con su exigencia de democracia y lucha contra la corrupción) es un mal ejemplo para Rusia. Lo que es cierto es que tanto Rusia como Ucrania estaban fuera de un marco de seguridad europeo.

Fracasada la operación relámpago, el conflicto se convierte en una guerra de desgaste con tácticas de la I Guerra Mundial, pero con armamento moderno. Un conflicto en el que se avanza y se resiste metro a metro. Ambos utilizan drones que demuestran que los carísimos cazabombarderos tienen ahora menos importancia. Con drones Ucrania diezma la flota rusa del Mar Negro, mientras Rusia usa misiles hipersónicos para destruir las infraestructuras de Ucrania. Y amenaza con usar armas nucleares si se pone en peligro la soberanía de Rusia.

Kiev recibe armamento de sus aliados occidentales, pero se queja de que es a cuenta a gota gotas y siempre tarde. No ha conseguido una eficaz defensa contra los misiles rusos. Seguramente la amenaza nuclear explica este gradualismo.

Como en la I Guerra Mundial, la artillería tiene enorme protagonismo, pero con cañones de largo alcance y gran precisión.

En las ciudades ocupadas por los rusos se producen crímenes de guerra (matanza de Bucha). También es cierto que está por investigar ejecuciones de prisioneros rusos por ucranianos. Putin está procesado por el Tribunal Penal Internacional por el desplazamiento de menores a Rusia

La guerra ha producido decenas de miles de muertos entre los militares de ambos bandos y miles de víctimas civiles y la mayor ola de refugiados en Europa desde 1945 (6,5 millones acogidos en países europeos). Y ha destruido un país que costará miles de millones reconstruir.

La guerra se encamina a una entrega de Ucrania a Rusia, una gran derrota para Europa. Es el momento de pensar un nuevo marco de seguridad europeo, más allá de un posible ejército de la UE, un marco de desarme y garantías mutuas.

Felicitación de Navidad


Gervasio Sánchez – Sokheurm Man, víctima de una mina, junto a su mujer Nin Lin y su hijo Enero. Siem Reap (Camboya), mayo de 2007

Aquí está, inexorable, la Navidad. Y con ella las felicitaciones.

Las felicitaciones navideñas han ido cambiando con la sociedad.  Los motivos tradicionales eran variaciones sobre el portal de Belén o sobre la navidad nórdica, árbol, luces y Santa Klaus. Pocas tarjetas en papel nos llegan ya, pero nuestro buzón virtual se llena de deseos de felicidad. ¡Es tan fácil dar al botón enviar o compartir! Me llegan con diversa iconografía: adaptaciones de la tradicional, a menudo en clave de humor; reivindicativa, con lemas de los movimientos sociales; autofotos de los protagonistas con su familia; y, cada vez más, fotos de los hijos o de los nietos.

Los niños son los mejores iconos de la Navidad. Son la esperanza de la vida nueva y símbolo de la inocencia, de una forma de ver el mundo todavía no sesgada por prejuicios e intereses. Por eso he escogido esta foto de Gervasio Sánchez. Una pareja camboyana, víctima de la minas, que acogen esa nueva vida, que lo tendrá bastante más difícil que nuestros hijos y nietos.

Muchas felicitaciones hacen un pequeño balance del año que termina y hacen votos de prosperidad para el siguiente. Para mi el 2013 ha sido el año en que los retrocesos de la Gran Involución se han consolidado. España se ha empobrecido y es más desigual e injusta; hemos tirado por la borda el patrimonio democrático y social de los últimos 35 años; hemos negado el futuro a los jóvenes. Y los movimientos sociales dan muestras de cansancio y su protesta ya ha sido amortizada p0r el sistema, que se blinda con más leyes represivas.

La lotería de Navidad es ahora una metáfora de lo que podemos esperar: el premio de salvarnos de un ERE, de renovar un empleo o una beca precaria. Así que, en este felicitación recupero «Esperando al Gordo» de Català-Roca», para recordar de donde venimos y a donde parece que regresamos.

Català-Roca – Esperando el Gordo

Para que no todo sea negativo, algunos signos de esperanza en el año que se va. La valentía de Snowden denunciando el espionaje masivo. Un nuevo papa que pone en la agenda a los deseheredados. Que la diplomacia haya regresado al tablero de Oriente Próximo.

Previsiones no me atrevo a realizar, pero las elecciones europeas, que podrían ser signo de mayor democracia, amenazan con el nubarrón de una cámara bloqueada por partidos y diputados xenófobos. Siria, entre tanto, parece que se encamina hacia la paz de los cementerios. En homenaje a los sirios y a todos los que viven en conflictos armados -por cierto que el de Sudán del Sur cada vez apunta más a una catástrofe-os dejo la foto que cierra esta entrada, tomada en Alepo.

A todos, felices fiestas y un 2014 más próspero y justo.