El fotoperiodismo comprometido de Gervasio Sánchez


Fuente Fotorreportaje del propio Gervasio Sánchez en El País Semanal del 23 de septiembre de 2023. En el recorte se aprecia la comparación entre el pasado y el presente

El proyecto «Vidas minadas» del fotoperiodista Gervasio Sánchez cumple 25 años. Y para conmemorarlo. Blume ha editado un libro y una exposición recorre España -ahora se puede visitar en Madrid en el Círculo de Bellas Artes (hasta el 21 de abril).

En diciembre de 1997 entró en vigor la Convención que prohibía el uso de minas antipersonas. Y aunque se hubiera aplicado a rajatabla – no ha sido así, ahora mismo en Ucrania los dos contendientes están usando masivamente estos explosivos- las minas siguieron ahí cuando llegó la «paz» (o su sucedáneo) a Bosnia, Camboya, Angola, Afganistán, Colombia o Centroamérica.

Gervasio documentó las guerras y los respectivos procesos de paz y allí se encontró a las víctimas de estos diabólicos dispositivos, a menudo niños atraídos por su aspecto de juguetes. Habían quedado gravemente heridos y casi siempre había perdido sus extremidades.

Gervasio comenzó a fotografiar estas «Vidas minadas» allí por donde le llevaba su trabajo de fotoperiodista. Pero hizo algo que ya no es tan común. Dedicar muchísimo recursos personales (es un freelance) a seguir estas vidas en el tiempo y la evolución personal. En algunos casos, apoyando moral y económicamente esa recuperación y en todos los casos manteniendo unos vínculos afectivos hasta formar parte de su familia universal (como cuenta en este reportaje).

La función primera del fotoperiodismo es denunciar injusticias, atrocidades y dar testimonio del sufrimiento y el goce humanos. Pero la inmensa mayoría de los profesionales van de cobertura en cobertura, cada vez más exigentes y peligrosas. Pero rara vez regresan. Gervasio vuelve cada 5 años y documenta el cambio, en general positivo.

El proyecto traslada optimismo y muestra la capacidad de superación de los seres humanos. En las series más recientes, aquellos niños destrozados son hoy adultos con familia y una vida digna.

Gracias Gervasio.

Las crisis globales del siglo XXI


La crisis climática es la más decisiva de la múltiples crisis que coinciden en este primer cuarto del siglo XXI

Un amigo, todavía en activo, pero en edad de jubilación, se confesaba el otro día desanimado por la pérdida de la calidad en todos los ámbitos de la vida y el reinado de la mediocridad.

Hay una discusión entre los que sostienen que nunca hemos vivido mejor y los que ponen de manifiesto las injusticias y brutalidades de nuestro tiempo;

  • Pinker («Los ángeles que llevamos dentro») sostiene que nunca la violencia ha sido menor
  • Rosling Factfulness») defiende la idea de que muchas veces subestimamos el progreso real que ha tenido la humanidad en áreas como la reducción de la pobreza, la mejora de la salud y el aumento de la esperanza de vida.
  • Ridley («The rational optimist») considera que el intercambio de bienes e ideas ha sido el motor de la prosperidad global.

En contra, los que critican las desigualdades generadas por la globalización y el capitalismo, como Chomsky o Naomi Klein.

Piketty ha demostrado cómo la desigualdad se redujo drásticamente en Occidente después de la II Guerra Mundial. Tras los «treinta gloriosos», a partir de los 80, la desigualdad no ha dejado de crecer pulverizando a las clases medias del primer mundo.

«Desde 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado. Durante el mismo período, la riqueza acumulada de cerca de 5000 millones de personas a nivel global se ha reducido. Las penurias y el hambre son una realidad cotidiana para muchas personas alrededor del mundo. A este ritmo, se necesitarán 230 años para erradicar la pobreza; sin embargo, en tan solo 10 años, podríamos tener nuestro primer billonario». (Informe Oxfam 2024)

Así que para saber si vivimos mejor o peor que generaciones pasadas hay que saber dónde hemos nacido y en qué clase social. 

Cómo nos recordó el aventurero español, Santiago Sánchez, liberado después de un año preso en Irán «no sabemos la suerte que tenemos de haber nacido en España». O cómo, siempre decía el cámara Evaristo Canete, después de la cobertura de alguna guerra o catástrofe, «cuánto me alegro de haber nacido en San Adrián» (su pueblo de la Rivera navarra).

Vivamos mejor o peor es cierto que entre nosotros se ha asentado un estado de pesimismo existencial, que tiene su causa en el estado de policrisis en que vivimos. Como todas la crisis, suponen situaciones cambiantes, a peor o mejor, que en tanto se resuelven causan inestabilidad e inseguridad, La mayor parte son claramente crisis del siglo XXI, aunque algunas tienen su origen en el siglo XX.

Crisis de exaltación de la competitividad

A partir de los 80 del pasado siglo, el neoliberalismo triunfante con Reagan y Thatcher, pone por encima de las personas el beneficio económico de las corporaciones. La economía se financiariza. No es que antes no fuera así, pero el «valor al accionista» no era el principal objetivo. La «satisfacción del cliente» se reduce, ahora, a métricas ilusorias y se produce una degradación del servicio de las empresas privadas y, por extensión, de las públicas, que se ven obligadas a competir con las privadas en un terreno que no es el suyo y son forzadas a sucesivas externalizaciones, dañinas para la organización y sus usuarios.

Piénsese, por ejemplo en el caso del Post Office británico. Las oficinas pequeñas se privatizan y sus gestores se ven obligados a convertirse en empresarios autónomo y a utilizar un software , que les descuadra las cuentas, les arruina y les lleva a los tribunales, acusados de fraude.

Globalización, crisis migratoria

Desde finales del siglo pasado se acelera la globalización, con un nuevo reparto de cartas económicas. Se empobrece la clase media de los países ricos, mientras millones salen de la pobreza extrema en lo que hoy llamamos «sur global».

Las deslocalizaciones destruyen industrias y restan importancia al trabajo. Los sindicatos se ven debilitados y el trabajador pierde su orgullo (recordemos, por ejemplo, la película «Full Monty»).

La globalización también supone mejores comunicaciones, físicas y simbólicas. que favorecen los flujos migratorios hacia países cada vez más desindustrializados, pero muy ricos en comparación con los de origen; lo que supone enormes desafíos de acogida e integración de esta nueva población, un importante activo económico y social en sociedades envejecidas,

La crisis de los derechos fundamentales, el 11-S

El siglo se abre con un acontecimiento capital, los atentados yihadistas del 11-S contra el Imperio norteamericano.

La respuesta es la «war on terror» decretada por Bush en la que se dejan en suspenso los derechos más fundamentales, con la complicidad de una serie de gobiernos amigos de Washington. Sus episodios más ominosos fueron AbuGhraib y Guantánamo.

La pretensión de que los derechos humanos más fundamentales pueden suspenderse ante amenazas terroristas han dejado una profunda herida en nuestra civilización y ha aumentado, exponencialmente, el peligro terrorista en nuestras sociedades. Podríamos resumir que esta crisis supuso una GRAN INVOLUCIÓN CIVILIZATORIA. Y ha reducido la credibilidad de Occidente, cuando predica por el mundo la democracia y los derechos humanos.

Crisis financiera y derechos sociales

El segundo gran shock del siglo llegó 6 años después del 11-S. En 2007 se pinchó la burbuja inflada durante 25 años de desregulación financiera. Fue la GRAN RECESIÓN.

En España la crisis fue especialmente dolorosa por afectar a un bien básico como la vivienda. Cientos de miles perdieron su hogar.

La respuesta para sanear el sistema financiero fue que el dinero público rescatara las entidades sistémicas. Ello requirió rescates financieros y medidas de austeridad impuestas por los países acreedores. Los servicios públicos se vieron arrasados y los derechos sociales volvieron a ser una pura declaración formal.

Cuando en 2020 llegó el tercer shock, la pandemia, los servicios públicos todavía no se habían recuperado, pero una política de gasto y una actuación colectiva europea nos permitió salir de una crisis, que podría haber sido exterminadora,

Crisis política

La crisis financiera y los efectos de la globalización propician en toda Europa la aparición de nuevos partidos y movimientos, más radicales, a derecha e izquierda. Se rompen consensos y la fragmentación dificulta la consecución de mayorías de gobierno.

Crisis de identidad

De sociedades homogéneas, blancas y con los roles de género muy establecidos, pasamos a sociedades diversas multiétnicas, en las que la mujer tiene un papel cada vez más activo, al tiempo que aparecen nuevos modelos de comportamiento sexual (LGTBI+).

Ello crea inseguridad en parte de la población masculina. Un 44% de los hombres sienten que los avances del feminismo los discrimina (encuesta CIS), pese a la gran brecha que todavía existe entre hombres y mujeres, que se manifiesta en la misma encuesta.

España tiene también un problema de identidad nacional. Porcentajes significativos de vascos, catalanes y, en menor medida, gallegos, no se sienten españoles.

En los últimos tiempos hay quien parece interesado en abrir una brecha generacional, culpando a las generaciones mayores de disfrutar de privilegios que impiden que los jóvenes gocen de sus derechos.

Con esta lógica de enfrentamiento intergeneracional se trata de tapar la explotación de los trabajadores más jóvenes y la falta de inversión, pública y privada, en innovación; condición para que la generación mejor cualificada pudiera desarrollar toda su potencial. En España la emancipación se retrasa hasta los 30 años.

Crisis comunicativa

De lo analógico, hemos pasado a lo digital. Del cara a cara a las pantallas. De la reflexión pausada al «me gusta» instantáneo. De la confianza en el mediador experto, a creer al primer indocumentado, que nos emocione.

La aldea global hoy es Internet. que ha creado un nueva mundo vicario del real. Durante la pandemia pudimos seguir siendo sociales confinados en nuestros hogares, pero conectados con el mundo.

Cada vez tenemos más acceso a más y mejor información, pero preferimos intoxicarnos con la mentira que mejor satisface nuestras posiciones. El esfuerzo de distinguir la verdad de la mentira nos tensa, nos hace pesimistas y genera desafección en las instituciones.

Para el Foro de Davos, la desinformación es la mayor amenaza global para los dos próximos años.

Es difícil evaluar el alcance de esta revolución, que a los más mayores genera inseguridad, mientras que para los más jóvenes es elemento esencial de desarrollo y sociabilidad. Ya son muchos los expertos que alertan de la necesidad de volver a una educación en la que la pantalla sea un auxiliar, pero no el centro del proceso educativo.

Estamos a las puertas de otro desafío, la implantación de la inteligencia artificial. Sin duda hará avanzar las ciencias y el progreso, pero su efecto puede ser devastador: según el FMI. un 60% de los empleos de las economías avanzadas se verán afectados.

Crisis geopolítica

De un mundo bipolar, hemos pasado a un mundo multipolar. De un equilibrio nuclear entre dos gigantes, ahora estamos en una competencia entre una decena de potencias nucleares.

La caída de la URSS produjo la ilusión del «fin de la Historia» (Fukuyama), entendido como la victoria del capitalismo y las democracias liberales, en un mundo con una potencia hegemónica, Estados Unidos.

Durante unos años parecía que ese hegemon no tenía rival. Pero toda una serie de errores cometidos con Rusia han conducido a que Putin intente reconstruir «el mundo ruso» (como trasunto de la URSS). La consecuencia, la guerra de Ucrania.

La guerra de Gaza (convertida en un genocidio) tiene su origen en el conflicto secular palestino, pero es también manifestación del desafío de Irán a Estados Unidos.

El tercer gran actor geopolítico es China, por ahora rival económico, social y económico de Estados Unidos y Europa. Pero si EEUU apoya abiertamente la independencia de Taiwan y arma a la isla -como podría hacer Trump- la rivalidad podría convertirse en hostilidad militar.

Crisis climática

De todas estas crisis, la más grave es el calentamiento global, provocado por el hombre por su consumo de combustibles fósiles durante los últimos 150 años.

Este cambio climático, junto con la destrucción de los hábitats naturales pone a la especie humana al borde de la extinción. Si se supera el límite de +1.5 grados sobre las temperaturas de la era preindustrial, nadie sabe como reaccionará el clima.

Nadie serio niega ya el fenómeno, pero son todavía mayoría los que piensan que se puede combatir el peligro consumiendo como hasta ahora, haciendo algunos cambios para adoptar fuentes de energía sostenible.

La realidad es que consumimos más de lo que la tierra puede soportar. Tendremos que hacer cambios radicales, lo que no quiere decir vivir peor, sino vivir de otra manera menos depredadora y con otras satisfacciones más allá del consumo.

Estos cambios tienen que hacerse con justicia para que no se lleven la peor parte los más débiles.

El mejor y el peor de los tiempos

En medio de todas estas crisis globales, nuestro tempo es el mejor y el peor de los tiempos, Dicken dixit.

«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación».

Charles Dickens – Historia de dos ciudades

Libertad de expresión y delitos de odio


El político ultraderechista sueco-danés Rasmus Paludan quema ante la embajada turca en Estocolmo un ejemplar del Corán.

A raíz del patético espectáculo de ultraderechistas aporreando un muñeco de Pedro Sánchez, se habla estos día mucho en España de libertad de expresión y delitos de odio, pero se trata de un debate que rebasa nuestras fronteras.

La libertad de expresión y sus límites

La libre expresión es un derecho fundamental con, al menos, tres dimensiones.

Dimensión personal: Íntimamente unida a libertad de pensamiento nos permite desarrollar nuestro intelecto y personalidad.

Dimensión colectiva: Nos permite comunicarnos con los otros para construirnos como seres sociales.

Dimensión institucional: En la dialéctica de la libre expresión de ideas y opiniones se construye la esfera pública, sin la que no puede existir la democracia. Esta dimensión institucional recibe una especial protección jurídica, lo que significa que en la confrontación con otros derechos, las libertades de expresión e información tengan, en principio, reconocidas una prevalencia por defecto.

Ningún derecho es absoluto porque entonces haría imposible la realización de otros derechos.

Nace, así, la teoría de los límites externos. Esto es, derechos más esenciales para la dignidad humana frente a los que los derechos de comunicación decaen. El art. 20.4 de la Constitución española menciona como límites, además del resto de los derechos fundamentales, el honor, la intimidad, la propia imagen y la protección de la infancia y juventud.

En nuestra tradición los derechos al honor se han protegido por la vía penal, con los tipos de injurias (insultos, menosprecio) y calumnias(falsa atribución de un delito y el castigo penal puede inhibirse con la exceptio veritatis). En cambio, en el derecho anglosajón el libelo se persigue por vía civil, como en nuestro caso ocurre con la protección de la propia imagen.

Hay una jurisprudencia consolidada, tanto a nivel nacional (Tribunal Constitucional), como europeo (TEDH) que exige que cualquier restricción:

  • Esté recogida en la ley y sea siempre limitada a lograr la protección derecho
  • Se aplique por tribunales independientes
  • Los jueces tienen que hacer un ejercicio de ponderación para hacer en la mayor medida posible compatibles los dos derechos en conflicto.
  • Cuando el posible ofensor de otros derechos es un profesional de la información, hay una presunción de preferencia de los derechos de comunicación, siempre que el comunicador haya seguido las reglas de la buena práctica profesional (fair report).
  • Una persona pública, especialmente los políticos, están obligados a soportar mayores injerencias en su honor, en aras de preservar la crítica de la acción pública

Libertad expresión y derechos de odio en España

El vapuleo durante la nochevieja a un muñeco de Pedro Sánchez. La agresión simbólica es un paso más en la deslegitimación del gobierno de Sánchez por la derecha en general, en este caso en la línea de Vox de emplear una violencia simbólica, que peligrosamente un día puede convertirse en violencia física.

Es un error del PSOE en su denuncia ante la Fiscalía invocar la comisión de un delito de incitación al odio. El tipo del art. 510 del Código Penal tiene como función proteger a una minoría discriminada contra la intolerancia, el odio, la xenofobia, como interpreta la Circular de la Fiscalía General de 2019. Todos los juristas están de acuerdo en que este precepto no está para proteger a los políticos.

Todo ello, sin perjuicio, que en estos hechos se haya podido incurrir en otros delitos, como amenazas, coacciones o desórdenes público.

No todas las conductas moralmente condenables deben de tener un castigo penal. En este caso lo importante sería un acuerdo entre todos los partidos para reducir la tensión y construir un muro en torno a los que como Vox usan y abusan de la violencia (por ahora) simbólica.

La Jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos exige que España derogue las leyes que castigan específicamente las injurias a la Corona y otras autoridades públicas. La libertad de expresión protege no solo las críticas, sino que incluso obliga a las figuras públicas a soportar los insultos, que no serían admisibles en el caso de particulares.

Así que, tenemos pendiente la derogación del art.578 del CP, y garantizar que ninguna de sus disposiciones viola las obligaciones de protección de los derechos humanos contraídas por España internacionalmente. De igual modo, es necesario garantizar que ninguna disposición del Código Penal, incluidos los artículos relativos a injurias a la corona y a las instituciones del Estado, y ofensas a los sentimientos religiosos, penaliza expresiones que no son apología del odio (como exige Amnistía internacional).

En cuanto a la apología del terrorismo creo que no es necesaria su derogación, sino una redacción más precisa que exija que la expresión pueda provocar actos terroristas o suponer ofensa que aumente el dolor de las víctimas,

La quema de Corán y su persecución como delito de odio en Dinamarca

Durante meses, un político de ultraderecha sueco.danés, Rasmus Paludan se ha dedicado a quemar ejemplares del Corán ante embajadas de países islámicos y en barrios de mayoría musulmana, con el objetivo confesado de provocar disturbios y crear rechazo contra esta población.

Además de protestas diplomáticas, estos hechos elevaron el nivel de peligro de atentados yihadistas. Y, algo menos conocido en Occidente, provocó agresiones contra minorías cristianas en países como Pakistán.

Y es que, como declaró el juez estadounidense Holmes, en una histórica sentencia de los años 20 del s. XX «la libertad de expresión no autoriza a dar la voz de fuego en un teatro abarrotado».

Ante los requerimientos diplomáticos de los países islámicos, el gobierno danés tenía que contestar que ninguna ley le permitía en estos casos limitar la libertad de expresión. Y finalmente, Dinamarca ha añadido un tipo penal que castiga esta conducta con multas y hasta tres años de cárcel.

En una sociedad laica, el Estado no tiene porqué proteger los sentimientos religiosos. Esta norma se ha criticado como una vuelta a las leyes contra la blasfemia, pero ahora no para proteger no a la religión mayoritaria, sino a la minoritaria. Como razona, el profesor Gabon, la nueva ley para proteger a los musulmanes se puede volver en su contra, si el resto de la población entiende que es un imposición ilegítima.

Vuelvo a insistir, la libertad expresión no es un derecho absoluto y más allá de limitaciones jurídicas, todos debemos saber que tenemos que autolimitarnos en aras de una convivencia pacífica.