El sol se levanta en Madrid en medio de una atmósfera saturada de polvo africano. Un disco perfecto de luz fría, filtradas sus tonalidades cálidas por las particulas llegadas del desierto. Sensación más que de quietud, de estancamiento.
El estancamiento atmosférico me hace pensar en el estancamiento informativo de estos últimos días. Los grandes acontecimientos globales han perdido fuelle. Ahí están, con todo su potencial de cambio y desestabilización, pero los medios están cansados y la monotonía lo filtra todo. Es la hora de los pequeños sucesos locales.
En Libia, los bombardeos de la OTAN han llevado el conflicto a un aparente punto muerto. Los medios se aburren y sus enviados especiales se las ven y se las desean para colocar una crónica.
Washington, París y Londres están ya dando asistencia a los rebeldes, pero no parece que terminen de decidirse por un apoyo decisivo. ¿No se fían de los rebeldes? ¿Temen que si los arman (lo que supondría la violación de las resoluciones 1970 y 1973) perderían la tibia aprobación de sus opiones públicas? ¿No quieren implicarse más en una guerra incierta?
Turquía busca alguna forma de alto el fuego que supondría la división de hecho del país y la supervivencia de Gadafi y sus hijos.
Atención al 4 de mayo. En un acto sin precedentes, el Fiscal del Tribunal Penal Internacional, Moreno Ocampo, informará al Consejo de Seguridad. Debería presentar pruebas de los crímenes de guerra o contra la humanidad que pudieran haber cometido unos y otros (los prisioneros de ambos bandos pueden estar en peligro). De esta reunión podría salir la luz verde para emitir una orden internacional de detención contra Gadafi, lo que cerraría las puertas a componendas como las que intenta Turquía.
Mientras, en medio del estancamiento, la muerte de 200 libios, tragados por el mar cuando intentaban llegar a la isla de Lampedusa, apenas arranca titulares.
Del resto de las revoluciones árabes apenas nada nos cuentan. Nada de Baréin, donde la revolución ha sido reprimida por el Consejo de Cooperación del Golfo (Catar interviene en contra de la «democracia» en Baréin y a favor en Libia). De Siria nada se habla hasta que vuelva a ver otro estallido. De Marruecos, todos satisfechos con las promesas del Rey. Y que decir de Túnez y Egipto ¿sabe alguien cómo marchan sus transiciones?.
De Costa de Marfil, información elaborada en España o -lo que es peor- en París. Otra guerra africana que no entendemos ni queremos entender. Allí, la presencia de fuerzas de la ONU no han impedido las matanzas (como las ejecutada por las fuerzas de Outtara, el presidente «legítimo»). Las tropas francesas se limitan a proteger a los europeos y se convierten en otra parte más del conflicto al atacar a Gbabgo. Costa de Marfil muestra las limitaciones y contradicciones de la «intervención humanitaria».
El otro gran acontecimiento mediático, las catástrofes de Japón, también han caído en la rutina. Fukushima sigue ahí como una bomba de tiempo, pero los expertos parecen que ya han dicho todo lo que tenían que decir (por ahora la población no corre demasiado riesgo y nadie sabe que hacer con la central). Algunas poblaciones (Alemania) han sacado sus conclusiones.
Portugal se rinde y pide rescate. España no es Portugal… La economía va mal, pero las previsiones van bien, así que sus gestores están más que satisfechos.
Los críticos dicen a los periodistas que han magnificado las revoluciones árabes y se han olvidado de la «revolución» de Islandia, el único lugar en que se ha encarcelado a banqueros.
Estancamiento informativo, estancamiento económico (recesión+inflación), estacamiento político…
La era Brezhnev se conoció en la URSS como la del estancamiento y durante ella el sistema, incapaz de innovar política, económica o socialmente, sometido a la carrera de tecnológica y armamentística impuesta por Estados Unidos, se fue vaciando por dentro hasta que se derrumbó con Gorbachov.
Aquí los jóvenes empiezan a responder a este estamiento resignado. Juventud Sin Futuro sale hoy a la calle. Veremos que voz les dan los medios. Veremos si son capaces de mantener su grito más allá de la instantaneidad de las redes sociales.
viernes, 08 Abr 11 a las 11:12 am
Me limitaré a los efectos del estancamiento de los asuntos financieros, donde no todo es negativo. Hay que señalar que en España y Portugal, diversas iniciativas cívicas han presentado denuncia ante los jueces contra las tres grandes agencias de calificación y sus manejos. Esos desalmados responden con la amenaza de dejar de calificar a algunos países. ¿Qué otra cosa pueden hacer? Las consecuencias podrían ser benéficas a medio plazo: la creación de nuevas instituciones públicas que hagan esos estudios con criterios más objetivos.
Desde Portugal sugieren reforzar el papel de los tribunales de cuentas. Quizá las instituciones democráticas y los ciudadanos tienen que responder a los piratas financieros en su propio terreno. Hemos descubierto que no son serios, sino pérfidos e interesados. Puede que tampoco sean tan fieros.
Ver los enlaces siguientes:
http://noticias.comunidade.com.pt/noticia-detalhe-media.asp?id=174632&t=Crise-obriga-a-reforço-do-papel-dos-Tribunais-de-Contas—Guilherme-dOliveira-Martins
http://www.unidadcivicaporlarepublica.es/index.php/opinion-actualidad/economia/1294-las-agencias-privadas-de-calificacion-del-riesgo-ante-los-tribunales
http://www.cotizalia.com/noticias/2011/agencias-rating-estudian-dejar-calificar-paises-20110401-66942.html
viernes, 08 Abr 11 a las 12:56 pm
Está claro que son algunas de las iniciativas de resistencia al dominio de los capitales y sus gestores. Pero el daño ya está hecho. No sé cómo conseguiremos una regeneración ética, que es lo que más falta nos hace.
miércoles, 13 Abr 11 a las 12:06 pm
Una aproximación tardía y rápida: ¿porqué no dejamos de hablar de economía y empezamos a hablar de política? Al fín y al cabo la economía es una parte de la sociología con una unidad de medida que es el dinero, sus modelos son aceptables pero no son modelos de gravitación universal.
Los mercadistas empezaron a trabajar su nuevo-viejo paradigma en la época Reagan-Thatcher. No era otro que el liberalismo (la toma democrática de decisiones) en las sociedades desarrolladas puede ser peligroso, así que llamémonos neo-liberales, dejemos que la izquierda entre al trapo de la disputa semántica, y empecemos a vender el nuevo modelo. ¿Cuál era y es este modelo? Ni más ni menos que los políticos no son muy de fiar para cosas serias y los ciudadanos no tienen criterio. Así que por la borda el sufragio universal y sus efectos, y construyeron instituciones al margen del control democrático. Primero los bancos centrales (aunque la FED sigue siendo una pequeña excepción), luego las agencias de la energía (todavía públicas), las de control de los mercados de valores, etc. Pero todavía estas instituciones olían algo a público nombramiento, explicaciones en el parlamento…) y el siguiente paso fue lo que controla lo más importante para tener beneficios: la cotización en los mercados financieros y que es totalmente privado ( nada de nombramiento público de sus cargos directivos, nada de minicontroles ex-post), las agencias de calificación. Ahí estamos, pero las agencias de calificación son una pieza y hay que ver el modelo en su conjunto. Como conclusión, la crísis financiera y Fukushima, la misma lucha, la de la defensa de la democracia, vieja, burguesa pero democracia.
miércoles, 13 Abr 11 a las 12:32 pm
Algunos ingenuos pensábamos a finales de los 90 que las «Autoridades Independientes» era la solución para regular los servicios públicos, especialmente los relacionados con el ejercicio de derechos fundamentales, como el derecho a la información. Luego hemos visto que de independencia, nada. Los consejeros o bien están conectados con las grandes empresas o son paniguados de los partidos. Y a estas alturas todavía estamos esperando un Consejo Estatal de Medios Audiovisuales.
miércoles, 13 Abr 11 a las 8:43 pm
Insisto, no es una cuestión de independencia, sino de sustitución. La derecha no quería el control democrático ( ya se sabe, lo malo de las elecciones es que no se sabe quien las va a ganar, Franco dixit) y la izquierda pensaba lo de la democracia burguesa del capitalismo. Hoy por hoy, lo menos malo (siento el churchillismo) es la democracia de partidos. hay que relegitimarla, porque nos están dando un golpe suave, no como en el período de entreguerras (ver art. de Casanova en El País