Las expectativas sobre el desarrollo del videoperiodismo no terminan de cumplirse. La explosión del vídeo en la Red no ha ido acompañada de un número significativo de vídeos periodísticos de calidad, producidos para la plataforma interactiva y con un lenguaje específico.
Esta es la conclusión a la que llega Jill Drew en su artículo See it now (Columbia Journalism Review), que lleva el significativo subtítulo de «El videoperiodismo se muere. Viva el videoperiodismo». El trabajo se dedica al vídeo periodístico producido para la Red por medios, periodistas independientes y productoras.
Para la autora el videoperiodismo se encuentra en un círculo vicioso. Los vídeos periodísticos de calidad se pierden en la marea de los millones de clips que cada día se incorporan a la Red -24 horas se suben por minuto sólo a YouTube. Es una de las razones por las que pocos usuarios acceden a ellos y terminan por no ser rentables, de manera que cada vez se producen menos.
Grandes organizaciones periodísticas apostaron por convertir a sus reporteros en videoperiodistas, pero algunas, como el Washington Post han dado marcha atrás golpeadas por la crisis. Es muy difícil que un vídeo periodístico se convierta en viral y genere un tráfico masivo hacia el cibermedio. Pueden convertirse en virales los vídeos que testimonian un acontecimiento de relevancia o fuerza visual, pero es muy difícil que un reportaje bien elaborado dispare el tráfico.
¿Por qué es tan difícil encontrar estos vídeos?
Los vídeos suelen ser de (relativo) fácil acceso en los cibermedios, pero difíciles de recuperar por los motores de búsqueda. Es difícil de catalogar qué vídeos tienen carácter periodístico. Los subtítulos automáticos de YouTube (un proceso de reconocimiento de voz que sólo funciona en inglés) puede ayudar en las búsquedas. Pero más difícil es una categorización del tipo de producto (por ejemplo, por géneros).
Una nueva narrativa
La autora repasa el panorama del videoperiodismo en Estados Unidos y recoge seis ejemplos en los que considera que domina la «lógica de la imagen» sobre la «lógica de las palabras». De todos ellos, creo que el único que aporta una nueva narrativa interactiva, con enlaces a distintos clips y ampliaciones visuales o textuales, son los de la productora francesa Honkytonk, con reportajes como este Journey to the end of coal. Interesante, también el despiece de material editado y en bruto del proyecto Digital Nation. Más sencillos los vídeos del Washington Post en la toma de posesión de Obama, ejemplos de lo que puede hacer un videoreportero.
En fin, seguiré reflexionando sobre el videoperiodismo con los alumnos del Máster de Periodismo Multimedia Profesional (UCM) y del Máster de ABC.
Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.
La demanda de vídeos informativos no hace más que crecer. Y Reuters quiere convertir a cada uno de sus colaboradores en videoperidistas. Según la británica
Reuters es, junto con APTN, el gran suministrado de noticias de televisión y lo seguirá siendo porque este videoperiodismo suministrará un material destinado a las páginas web, no a las televisiones. El videoperiodismo es, hoy por hoy, un fenómeno de la órbita del periodismo digital más que del periodismo en televisión. La televisión requiere una calidad de imagen (técnica y narrativa) inalcanzable con los planteamientos del videoperiodismo. Pero no cabe duda de que la filosofía del videoperiodismo puede adaptarse a la televisión. Dependiendo para que informaciones, el reportero puede ser su propio cámara o hacer una videoconferencia. Pero la gran información requiere de cámaras profesionales, capaces de ver ante sí la imagen que se convertirá en una imagen rica, cargada de denotaciones y connotaciones; un profesional que convierte el instrumento de la cámara en una extensión natural de su cuerpo.
