«¡Indignaos!» y «Inside Jobs», la otra narrativa de la globalización


Acabo de ver Inside Jobs y me ha parecido un buen documental, una denuncia de los culpables de la crisis, sin concesiones populistas ni chabacanas como las de Michael Moore. Nada que no supiéramos. Para mi la mayor novedad es la complicidad de los economistas, las vacas sagradas de las grandes universidades, dejados al descubierto en sus conflictos de intereses, ellos que nos han impuesto una falsa racionalidad basada en la pura codicia. (Habría que hacer un documental de la complicidad de medios y periodistas).

Me llama la atención que se haya convertido en uno de los iconos del «otro relato» de la crisis y la globalización. Sobre todo porque fuera de Estados Unidos puede resultar bastante difícil de seguir, lleno como está de referencias y personajes puramente norteamericanos. Pero su argumento es fácil de resumir: la falta de regulación de las actividades financieras es la causa de la crisis que ha destrozado la vida de millones y millones de personas; los culpables no sólo no han sido castigados, sino que en muchos casos fijan la política económica.

Inside Jobs no es un alegato anticapitalista ni propone alternativas radicales al sistema. Su mensaje implícito es la necesidad de volver a poner bajo regulación pública la actividad financiera, algo que choca con un elemento central de la narrativa neoliberal: cualquier norma coarta la creatividad y reduce la capacidad de crear riqueza.

El otro icono del nuevo relato de la crisis, que poco a poco va emergiendo es el panfleto ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, un superviviente de la Resistencia y participante en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Del librito todo está dicho (por ejemplo, la reseña de Ramonet). José Luis Sampdro, que escribió el prólogo, ahora complementa el alegato con su ¡Reacciona!, una invitación a pasar a la acción desde la indignación.

El libro de Hessel ha sobrepasado el ámbito francés y se ha convertido en uno de los grandes contenidos virales de la Red (y eso sin estar producido por Sony, ni ganar un óscar, como Inside jobs).

Hessel propone a los jóvenes que miren en derredor para buscar motivos de indignación. Indignación como la de los jóvenes de su generación contra el nazismo y la ocupación que les llevó a la Resistencia. Reivindica el patrimonio de la Resistencia: la democracia, el estado de bienestar, la independencia de los medios.Y propone la acción no violenta para responder a esa indignación.

Creo que una de las preguntas más pertinentes es ¿cómo es posible que después de crear tanta riqueza en los últimos 60 años ahora no pueda repartirse? Es en definitiva, cuestionar desde las raíces la falsa racionalidad económica.

Otro relato emerge, pero sigo sin encontrar respuestas globales, más allá de alternativas puntuales. Mientras tanto, no queda otra que luchar por lo evidente: regulación pública de los mercados, mejores y más eficientes servicios públicos.

(Dejo aquí el Informe Semanal sobre los libros de Hessel y Sampedro.)

Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.

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La tasa Tobin: la utopía es posible


En lo más álgido de la crisis un conspicuo capitalista español dijo que había que «poner en paréntesis el capitalismo». Superado lo peor de la crisis financiera, el personaje mencionado y el establecimiento económico en general vuelven a las andadas, como si nada hubiera pasado.

Pero si ha pasado. Más de cara a la galería que con voluntad real, los grandes poderes se apuntan a la regulación financiera. Impuestos del 50% sobre los «bonus» de los ejecutivos bancarios, como los que van a establecer Reino Unido, Francia y Alemania, hubieran sido anatema hace muy poco.

La Unión Europea ha dado un paso histórico. Recomienda al FMI la instauración de un impuesto sobre las transacciones financieras internacionales, en definitiva la tasa Tobin. Pensada por este economista discípulo de Keynes como una forma de luchar contra los movimientos especulativos de capitales, fue abrazada como una de las propuestas más concretas de los movimientos alternativos, y promovida sobre todo por ATTAC, que vieron también en ella una fuente de financiación para un fondo para luchar contra la pobreza.

Se nos decía que «no se puede» poner restricciones a unos mercados perfectos que crean riqueza. Hoy está claro que esos mercados ni son perfectos, ni han creado riqueza, sino que han empobrecido más, por ejemplo, a las clases medias. Hace poco Joaquín Almunia, Comisario de Asuntos Económicos, declaraba que era una idea bonita, pero poco práctica. Ahora se demuestra que la utopía puede ser posible, aunque el demonio estará, como siempre, en los detalles. Se nos decía que no había fondos para luchar contra la pobreza y se han derramado billones de dólares para salvar a los bancos.

Vivimos en un momento de aproximación entre el angélico y descomprometido «Yes, we can» de Obama y el militante «Otro mundo es posible» de los movimientos alternativos. A todos nos toca exigir a nuestros representantes que nos traicionen en los detalles.

(Una propuesta técnica para la instauración de este impuesto: ¿Se deberían pagar impuestos por consumir productos financieros? – Carlos Arenillas – El País de los Negocios, 20-12-09)

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