Circula por la Red la agonía de una joven, supuesta víctima de la agresión de milicianos basiyes a los manifestantes que en Teherán denuncian fraude electoral. Dicen que se llama Neda y su rostro, con un disparo en la frente, se ha convertido en símbolo de la revuelta, por encima del color verde que ha distinguido a los partidarios de Musaví.
Los medios han discutido qué hacer con estas imágenes, mientras que los que se manifiestan en el extranjero las han convertido en símbolo. Hoy tengo otras obligaciones y no puedo remitir a las imágenes, a su empleo y al debate que han suscitado. Sólo puedo añadir mi propia opinión.
Cuidado con las imágenes símbolo
Verificar unas imágenes nunca ha sido fácil. Las imágenes muestran lo que muestran, pero no su contexto.
En situaciones de revolución o crisis los reporteros se han tragado muchas veces anzuelos envenenados. Los cádaveres de Timisoara no habían sido ejecutados por la Securitate rumana, como todas las televisiones del mundo afirmaron, sino que habían sido recuperados de la morgue local para saciar el morbo de las cámaras y servir a la revolución rumana. El cormorán bañado en petróleo no era víctima de un vertido de petróleo ordenado por Sadam Hussein en la primera guerra del Golfo, sino que correpondía a imágenes de archivo del desastre del Exxon Valdez en Alaska, casi dos años antes. Las imágenes eran verdad, porque mostraban lo que mostraban. Las informaciones eran mentira.
Antes las agencias se encargaban de hacer las comprobaciones pertinentes y los medios sólo las investigaban cuando se trataba de alguna imagen que les llegaba en exclusiva. Hoy la verficación es mucho más difícil porque cualquiera con un alias puede colocarlas en Internet. Ahora es necesaria un doble proceso de verificación. Verificación técnica: de qué internauta, a través de que servidor, en qué momento se distribuyeron las imágenes… Y una verificación tradicional, in situ, para investigar lo que realmente ha ocurrido a través de testigos y otras fuentes. En el caso de Irán los medios extranjeros no pueden realizar este segundo proceso debido a las restricciones a las que están sometidos. Por eso cualquier difusión de esas imágenes debiera de ir acompañada de un mensaje de cautela en cuanto a su falta de comprobación.
Contención ante imágenes aflictivas o crueles
Antes se decía «les advertimos que las imágenes que vamos a mostrar puede herir su sensibilidad». Ahora se sigue haciendo tal advertencia, no para proteger una sensibilidad embotada, sino más bien como un aviso para despertar el morbo. Todos los códigos éticos y libros de estilo piden contención, pero esta contención cada día se da menos. El debate sigue vivo en las redacciones entre los partidarios de evitar el morbo y los partidarios de dar la realidad en toda su crudeza. Es muy difícil saber hasta donde llegar para no pasarse conviritendo el dolor en espectáculo o no llegar y hurtar imágenes que denuncian la maldad y la injusticia. Remito al excelente ensayo El dolor de los demás de Susan Sontag. Para colmo, nuestra contención puede no tener sentido si esas imágenes circulan viralmente en la Red.
En cualquier caso, convertir la portada de un diario, como ha hecho hoy ABC, en un primerísimo primer plano de un rostro ensangrentado y moribundo no me parece un servicio a la verdad sino un ejercicio de marketing promocional.
(Le Monde en su edición del 23 de junio ha revisado la construcción del símbolo Sigo actualizando esta entrada porque lo ocurrido en Irán está dando lugar a interesantes reflexiones. Para New York Times la regla básica del periodismo, «comprobar las fuentes», se ha convertido en «primero publicar, luego comprobar»)