Ya sé que llego tarde, pero quiero dejar aquí mi pequeño homenaje a Imre Kertész, fallecido ayer.
Cuando mostré mi deseo de entrevistarle, nuestro traductor húngaro se extrañó. Era 2001, y un equipo de TVE rodaba por Centroeuropa un reportaje sobre la nueva Europa que traería la ampliación. Kertész no era en ese momento un escritor popular en su país y desde luego no podía ser considerado como representativo de la vida literaria húngara.
Pretendía con el reportaje presentar los retos de la nueva Europa y para ello, además de presentar el perfil de cada uno de los países (Eslovenia, Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa), era necesario focalizar esos desafíos en personas y lugares concretos, más allá de su propia nacionalidad. Así que para la ineludible cuestión del Holocausto, además de la visita a Auswitch recurrí a Kertész, del que acababa de leer su novela Sin destino.
Un adolescente de 16 años, como el propio autor, es deportado, como otro casi medio millón de judíos húngaros, a Auswitch. El horror no es truculento, es frío, absurdo. El joven sobrevive, vuelve a Budapest y desde que sube al tranvía se siente ajeno. No queda nadie de su familia, la vida sigue alrededor como si su experiencia no hubiera existido. El muchacho -al fin el propio autor, aunque el relato sea expresamente no autobiográfico- entra en un extrañamiento que durará toda la vida de Kertész. Ha perdido su destino.
La posguerra reforzará si cabe ese extrañamiento. El régimen comunista le fuerza a ganarse la vida con trabajos intelectuales de baja monta y Sin destino se publica en 1975 sin pena ni gloria. Pocos años antes de la caída del Muro consigue un cierta estabilidad como traductor, lo que le abrirá la puerta de los circuitos culturales alemanes, que serán muy importantes para su posterior reconocimiento.

El joven regresa a Budapest en la versión cinematográfica de Sin destino de Lajos Koltai
En Kertézs la narración es básicamente un vehículo minimalista para las ideas. La emoción se esconde en lo más profundo del alma. Y, sin embargo, su novela Kaddish por el hijo nacido es uno de los libros más desgarradores que he leído.
Cuando le conocí, Kertéz había tenido todavía muy poco contacto con los medios. Amable y educado, prácticamente salió de la cama, convaleciente de una gripe, para la entrevista en un café de Budapest. Fue una larga e interesante entrevista. Fuera de cámara recuerdo como abominaba de un Auswitch convertido en museo, mientras que mantenía que en Birkenau el espíritu del Holocausto todavía se podía palpar.
Desgraciadamente, en un reportaje de 50 minutos (5 países) la entrevista con Kertézs quedó reducida a un un minuto que recupero más abajo en el vídeo. Lástima que TVE no acudiera ayer al archivo para recuperar parte de la entrevista y despachara el obituario en 30 segundos.
La lucidez de Kertész se echa de menos en esta Europa de los muros y en la Hungría xenófoba de Orban. Como el propio autor declaró más de una vez cada vez es más evidente que no hemos aprendido nada.
Extracto de La Europa que viene (En Portada, TVE, 2001)
viernes, 01 Abr 16 a las 8:14 pm
Estupendo documento in memorian…! Recuerdo aquel reportaje en TVE…
sábado, 02 Abr 16 a las 3:50 pm
Buena memoria Eduardo.
viernes, 01 Abr 16 a las 9:33 pm
Se nos olvidan los testigos lucidos y culturalmente interesantes. M.Antonia
viernes, 18 May 18 a las 8:51 am
[…] de las formas del relato testimonial es el museístico. Cuando entrevisté a Imre Kertész me mostró su desagrado porque el campo principal (por el que había pasado un tiempo antes de ser […]