Etnocidio. Genocidio del que es víctima un pueblo índígena
Utopía digital. Creencia en que las nuevas tecnologías están construyendo un nuevo espacio de libertad, felicidad y progreso.
¿A qué viene juntar estos dos términos- que he definido en mis propios términos? A la tensión que existe entre el optimismo digital y la dura realidad que viven aquellos a los que todos los derechos se les niega, a aquellos a los que se les extermina en nombre de cualquier falso valor. La realidad de los que ni siquiera pueden platearse saltar la brecha digital porque bastante tienen con seguir vivos. En Colombia, país de desarrollo medio con 45 millones de habitantes, casi cuatro millones son desplazados internos, víctimas de los distintos actores armados y el propio ejército.
He asistido en Barranquilla al I Congreso Modelos Emergentes de Comunicación, de lo Análogo a lo Digital, organizado por la Universidad Autónoma del Caribe. La mayor parte de los participantes eramos analistas o profesionales de los cibermedios y de alguna manera en alguna intervención se pintó de rosa la utopía digital. En mi aportación (Avances y desafíos en los cibermedios) defendí la idea de periodismo cívico como el periodismo que debe regenerar el espacio mediático y balizar el ciberespacio para convertirlo en espacio público.
Pero entre tanto neologismo y tecnicismo Marta Rodríguez trajo al Congreso el mundo real. Marta Rodríguez es la gran maestra del cine documental colombiano. No pude asistir a su intervención, pero me contaron que cuando mostró sus documentales sobre el genocidio al que son sometidos los indígenas colombianos -el etnocidio- algunas de las jóvenes estudiantes se echaron a llorar. Y es que tanto cháchara digital oculta a veces la realidad y hasta su representación documental, como en este caso.
«Me gustó que desmitificara esas maravillas digitales» -me dijo luego Marta. «¿Como pueden valerse de esas tecnologías los desplazados del Chocó si en esa selva no entran ni las señales telefónicas?».
Esas muchachas que lloraban al ver las pruebas del etnocidio ignoraban lo que pasaba en su propio país. Ni los medios tradicionales ni los cibermedios se lo habían contado. Tuvieron que encontrar la verdad en el relato lento y profundo de los documentales de Marta Rodríguez.
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