Turquía y Armenia avanzan hacia la normalización


Barack Obama reabrió durante su gira europea la siempre latente cuestión turca. Al recomendar a la Unión Europea el ingreso de Turquía no hizo sino reafirmar una posición tradicional de Estados Unidos, que es vista por muchos en Europa como una ingerencia. Sarkozy -faltaría más- adoptó la pose de independencia y le constestó que ese es un asunto interno de los 27.

No sé si ayudan o perjudican las presiones norteamericanas en el anclaje definitivo de Turquía a Europa. Pueden ablandar resistencias gubernamentales, pero crean resquemor en las opiniones públicas de Francia y Alemania, nada partidarias de la integración.

El mejor camino de Turquía hacia la UE es el de la normalización. Normalización democrática y social. En otras palabras, suavizar su factores diferenciales: resolver la cuestión kurda, crear espacio de convivencia para laicos y religiosos… y superar la cuestión armenia. La negación del genocidio armenio ha sido un factor de fricción diplomática y el pretexto para limitaciones a la libertad de expresión.

Ahora, después de una década de trabajo de académicos y encuentros de la sociedad civil, Armenia y Turquía se preparan para normalizar sus relaciones. El Internacional Crisis Group acaba de publicar un informe titulado Turkey and Armenia: Opening Minds, Opening Borders (resumen ejecutivo y recomendaciones; pfd). El trabajo documenta este proceso, determina los puntos esenciales del diferendo y realiza recomendaciones a ambos gobiernos para que el proceso no se frustre.

A Turquía le recomienda que no sacrifique la normalización a las exigencias de Azerbaiyán de retirada armenia de Nagorno-Karabaj. Y a Armenia que pacte con Azerbaiyán en el marco de la OSCE unos principios para la retirada de sus tropas del enclave. Como siempre, en los territorios bisagra entre Europa y Asia, unos conflictos albergan a otros, como si de matrioskas se tratara.

Cuando Turquía sea un país «normal», con relacionaes normales con todos sus vecinos estará más cerca de la Unión. Para la Unión, la integración sería un acierto estratégico. Institucionalmente supone un desafío gigantesco, que la Unión paralizada de hoy es incapaz de afrontar. Si los 27 hicieran ahora caso a Obama la Unión se convertiría en una simple  zona de libre cambio.

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