Miradas para la conciencia


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En los fastos del 2 de mayo ha brillado con luz propia la exposición organizada por el Prado «Goya en tiempos de guerra». Pero ha pasado desapercibida otra aparentemente más modesta en la Real Academia de San Fernando, «Goya cronista de todas las guerras: los desastres y la fotografía de guerra». En realidad, se trata de la exposición de los 82 grabados de los desastres de la guerra, cuyas planchas son propiedad de la Academia. Siempre es un privilegio contemplar esos grabados y sus planchas originales, conservadas por la Academia en una sala especialmente acondicionada. Lo que ahora se añade es un audiovisual que repasa la historia de la fotografía de guerra desde sus orígenes hasta hoy. Se añaden algunas fotografías de la Guerra Civil, propiedad de la Biblioteca Nacional. Así que, cuando atraído por el título llegue al caserón de la madrileña calle de Alcalá, sentí una cierta decepción, porque esperaba ver colgadas una muestras de fotos históricas. Pero un audiovisual (que hay que ver de pie, eso sí) traza el enlace del Goya de los desastres con los fotógrafos que apenas dos décadas después empezarán a representar la barbarie humana a través del nuevo medio de expresión. La exposición, cuyo comisario es el académico Juan Bordes, puede visitarse hasta el 28 de septiembre.

En realidad el audiovisual parece estar inspirado por lectura del libro de Susan Sontag «Sobre el dolor de los demás» (Alfaguara, 2003). Sontag profundiza en las implicaciones de representación gráfica del dolor ajeno: su dimensión de denuncia, los riesgos de convertir el dolor en espectáculo morboso, la fatiga de la compasión que la repetición de estas imágenes puede conllevar. La autora, que en «Sobre la fotografía» había sostenido que la visión reiterada del horror nos insenbiliza, en la obra comentada defiende esta representación de la barbarie en toda su crudeza, como un grito para decir ¡basta ya!. Como ella misma reconoce, su experencia en Sarajevo y, en general, los genocidios de los 90, la llevaron a revisar su primera postura. Esta es una polémica que se vive frecuentemente en las redacciones audiovisuales. Dar las imágenes en toda su crudeza o editarlas para que no hieran la sensibilidad de la audiencia. Personalmente, creo que en nada se traiciona la denuncia del horror que pueden comportar muchas imágenes bélicas eliminando los aspectos más escabrosos y morbosos y, sobre todo, evitando su explotación espectacular. Pero no puedo por menos que citar al corresponsal británico Robert Fisk, que al comienzo de la guerra de Irak nos advertía «Si George (Bush) y Tony (Blair) pudiera oler la carne quemada por las bombas, si las imágenes de televisión olieran, no habría guerra».

Para Sontg, Goya es el modelo del artista comprometido … Es Goya el primer artista que muestra los desastres de la guerra en toda su inhumanidad, en  su faceta más animal, en sus aspectos más escabrosos. Muchos fotografos le seguirán. Otros, se insertarán en la más antigua tradición de los pintores de batallas, glorificando el honor militar. De unos y otros hay ejemplos en el audiovisual de la exposición.

El visionado del audiovisual y el recuerdo de Sontag me introducen en la exposición de los desastres. Enfrentarse a las 82 estampas mueve siempre el corazón y hasta los intestinos. No hace falta el color, el movimiento ni el olor. Los grabados tienen tal concentración expresiva, como lo tendrán las instantáneas de los grandes fotoperiodistas, que nos transmiten en una imagen todo el dolor y el horror. Goya no se casa con nadie. Los franceses descuartizan y tajan a sus enemigos; los españoles les linchan, arrastran o ajustician con el sambenito de la inquisión a los colaboracionistas. Las mujeres encarnan la piedad, la fuerza … Y hasta el valor, en esas mujeres que operan una batería rodeadas de muertos y heridos. De todas las estampas he escogido la 36 (que ilustró también la portada de la edición española del libro de Sontag). Tampoco, se titula. Tampoco puede saberse porque han sido ahorcados esa fila de españoles. Pero está clara la indiferencia y satisfacción del soldado francés: el resultado se ha conseguido, el enemigo ya no es humano.

Desde Goya, muchos fotógrafos y cámaras han representado ese proceso por el cual un ser humano priva a otro de su humanidad para poderle destruir. Sus imágenes construyen nuestra conciencia.

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