Irak, Iraq… memoria de la destrucción


¡Ya ha empezado! Eran las tres de la mañana de la madrugada del 20 de marzo de 2003 y al otro lado del móvil, mi jefe, Daniel Peral, me advertía del temido momento: habían empezado los bombardeos.

Mirando la galería de fotos y vídeos de Reuters rememoro las difíciles semanas que siguieron. Pase la guerra en la Redacción de TVE, muy lejos de los riesgos físicos y morales del campo de batalla; pero, en cierta forma, también la Redacción se convirtió en un campo de batalla. Hacer información internacional para televisión tiene algunas ventajas. En el mundo siempre hay algún acontecimiento de primera magnitud y a estas alturas ese acontecimiento casi siempre tiene una imagen; pero la gran ventaja sobre cualquier otra es estar fuera del juego político nacional y de las presiones que conlleva. Hasta que el gobierno de un mediano país quiere jugar una dudosa carta estratégica y se suma como comparsa al Imperio. Entonces empiezan los problemas y la información internacional deja de ser ese territorio franco y despreciado. Empiezan las presiones y llega la voracidad de otras secciones por comerse parte del pastel informativo.

Las tres semanas de campaña (que no de guerra, que todavía sigue) fueron muy intensas y requirieron mucho esfuerzo, pero resultaron menos tensas que los meses que precedieron a los primeros bombardeos. Desde el otoño de 2002 la administración Bush daba señales que la decisión de la guerra estaba tomada y que sólo se trataba de venderla la opinión pública. En aquellos Servicios Informativos dirigidos por Alfredo Urdazi se privilegiaba todo aquello que mostrara la maldad de Sadam y su régimen -disidentes iraquíes refugiados en España aparecían cada día como por ensalmo- y todo los que demostrara la existencia de armas de destrucción masiva y la vinculación con Al Qaeda. Se mininizaba, en cambio, cualquier iniciativa diplomática, se infravolaban los informes de los inspectores de Hans Blix y El Baradei. A los informes del desaparecido Comité Antimanipualación (recogidos en la página del Consejo Provisional de Informativos ) me remito. Se llegó a extremos tan ridículos como -a la hora de unificar grafías- escoger Iraq en lugar de Irak, porque Iraq se escribe en inglés e Irak en francés -ya se sabe, Francia era paladín de la no intervención.

Permítaseme el recordatorio de algunas de las imágenes que se guardan en mi memoria.

La primera guerra del Golfo, 1991. Los bombardeos en la noche verdosa… los ataques aéreos convertidos, por primera vez, en vídeo juegos… Peter Arnett desde la terraza del hotel en directo practicando una diplomacia oscura e indirecta… los soldados iraquíes que se rinden y besan la mano a sus invasores… la carretera de la muerte, Quwait-Basora, todo un ejército reducido a chatarra y la chatarra no nos dejaba ver la carnicería.

El éxodo kurdo, 1991. Cientos de miles de personas vagando por montañas nevadas; un pueblo sin estado, desconocido y olvidado; una información tematizada como «catástrofe humanitaria»; un corolario, la «intervención humanitaria»; una consecuencia, la «exclusión aérea»; un resultado final, el estado kurdo de hecho y la desmembración de Irak.

Los años del olvido, 1991-2002. Irak se desdibuja informativamente; poca información sobre la reconstrucción (en un par de años Irak se reconstruyó a unos niveles impensables en la segunda guerra); algo sobre el bloqueo, cuando los iraquíes invitaban a equipos de televisión occidentales, que nos mostraban niños que morían sin los medicamentos embargados -propaganda iraquí, decíamos; crisis recurrentes con retirada de inspectores y diplomáticos y bombardeos conforme a los avatares de la política interna estadounidense y los líos de faldas de su presidente; «petróleo por alimentos» y su escándalo.

Preparando la guerra, septiembre 2002-2003. Continuas filtraciones de informes de servicios secretos, «revelaciones» de exilados iraquíes; «analistas» y «expertos» proclamando la amenaza apocalíptica de Sadam; el elegante Villepin, con su estupendo castellano, y sus movimientos diplomáticos en contra de la intervención; los llamamientos de Juan Pablo II; la movilización global contra la guerra; el rídiculo espectáculo del power point de Powell en el Consejo de Seguridad; la foto de las Azores.

La campaña militar, marzo-abril 2003. Otra vez imágenes verdosas de bombardeos; otra vez las «armas inteligentes», no lo suficiente para no masacrar civiles; otra vez los «vídeo juegos de bombardeos»; el avance anglo-norteamericano parado en Nasiriya; el niño Alí, sin brazos ni piernas ni familia, convertido en personaje mediático; la soldado Lynch, víctima de las balas iraquíes y de la propaganda del Pentágono; la muerte de Couso y las presiones para presentarla como un «trágico accidente»;otra vez los que se rinden besan la mano de los invasores, prisioneros que sí pueden ser mostrados en la televisión; no, en cambio, «los nuestros» «secuestrados» por los iraquíes, cuya imagen sí que estaba protegida por la Convención de Ginebra; Sadam paseándose ausente por un Bagdad espectral; su estatua derribada y la «toma en directo» de Bagdad.

La destrucción de Irak, 2003-2008. El saqueo, la destrucción, la rapiña del tesoro artístico; «Misión cumplida»-Bush dixit; las primeras redadas; los primeros enfrentamientos; la bomba contra el edificio de la ONU y la muerte de Vieira de Mello (un secretario general de la ONU en ciernes) preludio de lo que habría de venir; las carnicerías cotidianas; las peregrinaciones chíies; Paul Bremer, con traje y botas Panamá Jack, bajando del avión protegido por contractors (eufemismo de mercenarios); los contractors colgados del puente de Faluya; los agentes del CNI «asesinados por terroristas» (otro momento infomativamente difícil); ¿donde están las armas de destrucción masiva?;el «caso Kelly»; el ejército del Mahdi; los «daños colaterales» que matan a decenas de personas que asistían a una boda, confundidos con terroristas; la violencia sectaria; la orgía sangrienta de los vídeos yihadistas; la voladura de la mezquita de Samarra; la huída de los periodistas; la infamia de Abu Ghraib; el cansancio, el aburrimiento, Irak ya no es noticia…

«La situación en Irak (¿o en Iraq?) no es idílica, pero sí es muy buena» -Aznar dixit.

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