Vuelvo a preguntarme a cuenta de la revolución de Túnez si todo debe ser sabido y conocido en el acto.
Slim Amamou es un bloguero que ha pasado prácticamente de la cárcel al gobierno de Túnez. Su notoriedad le ha llevado a la Secretaría de Estado de Juventud y Deportes. A pesar de ello, su Twitter original (@slim_amamou) sigue censurado y ha tenido que abrir una nueva cuenta (@slim404), desde la que ayer “tuiteó” o retransmitió el primer consejo de ministros del gobierno de transición. (La noticia puede verse en el El Mundo y La Vanguardia).
Me imagino la cara de los viejos dinosaurios del régimen cuando su joven colega tuiteba desde un ordenador o un teléfono inteligente. Visto así es divertido y la información suministrada es, desde luego, significativa de lo caótica que es la transición. Pero ¿se puede trabajar seriamente en tales condiciones sabiendo que nuestras palabras van a ser reproducidas más o menos fielmente o filtradas con mayor o menor intención?
Un consejo de ministros es órgano colegiado que debe tomar decisiones previa deliberación. No se hace política tuiteando desde su mesa, si acaso, política espectáculo.
Twitter “remedia”, es decir, reproduce, adapta y fusiona funciones de otros medios; “remedia” el cable de las agencias; “remedia” la retransmisión en directo de la televisión. Es hoy una herramienta informativa de primera magnitud, que nos permite conocer de la mano de protagonistas y testigos lo que está ocurriendo en este momento.
Se puede “tuitear” un partido de fútbol, una sesión parlamentaria y todo lo que es por esencia público y tiene un proceso de desarrollo. Cuanto más azaroso sea este proceso, más interés tendrá tuitearlo.
Cuando se trata de una sesión de trabajo no pública, el tuiteo lo único que hace es que los pavos reales luzcan sus plumas. Véase la reunión de internautas y creadores. Además, el “tuit” es un eco que distorsiona la misma discusión que está siendo retransmitida. “Acabas de tuitear algo que no he dicho…”.
Más que transparencia, saber que Salim Amamou se va a poner corbata para complacer a su colega el ministro de justicia me parece una banalidad. Y anunciar por su propia cuenta en Twitter que se levanta el estado de alerta lo juzgo una temeridad.