La larga sombra del caimán


Unos monitores de los estudios Rai, en Roma, recogen el momento en el que Silvio Berlusconi decide entrar en política, en enero de 1994 (FRANCO ORIGLIA)

En la hora de la muerte de Berlusconi (DEP) recupero el apelativo de la película de Nanni Moretti. Espero que no se considere irrespetuoso.

Hay muchas perspectivas para analizar en esta figura, que ha marcado la política italiana la tres últimas décadas: desde sus relaciones con la mafia, la política espectáculo y el surgimiento del populismo de derechas. Pero ninguna de estas facetas se entendería sin tener en cuenta su imperio mediático. Ayer hablaba de la televisión basura en España y hoy traigo aquí la mención de un estudio académico (quizá no muy concluyente) que relaciona pérdida de capacidades cognitivas con el mayor acceso a las televisiones de Berlusconi.

De lo que quiero hablar es de cómo se generó este poder mediático.

A finales de los 70 las leyes italianas garantizaban el monopolio de la RAI. Empezaron, no obstante, a surgir emisoras locales de televisión que lo desafiaban, televisiones que se autodenominaron «televisiones libres». En un conjunto de históricas sentencias, el Tribunal Constitucional, invocando la libertad de prensa e información las legalizó, siempre que se mantuvieran el ámbito local y no formaran cadena nacional.

Berlusconi había montado una televisión por cable en la urbanización que había construido en Milán. A partir de ahí fue adquiriendo decenas de «televisiones libres» y las conectó en un cadena nacional, Rete 5, el embrión de Mediaset. No era el único que había incumplido la prohibición de conectar en cadena, pero la suya reunía 3/4 partes de la audiencia.

En 1985, el gobierno socialista de Craxi, muy vinculado al cavalieri llevó al parlamento un proyecto de televisión privad,a claramente favorable a Rete 5, que tardó 5 años en entrar en vigor.

De modo, que del reconocimiento de lo que entonces se llamó «libertad de antena» y una mirada de televisiones se pasó a un oligopolio de una RAI, cada vez más debilitada, y una RETE 5, cada vez más poderosa y pronto vinculada y al servicio del primer ministro.

En definitiva, de cómo la libertad sin regulación conduce a limitar el pluralismo.

Ni una lágrima por «Sálvame»


El 16 de junio desparecerá definitivamente de las pantallas «Sálvame», el programa insignia de Telecinco durante más de una década. Las circunstancias en que desaparece, sustituido por un nuevo programa de Ana Rosa Quintana (la reina de la manipulación y activa beligerante contra el gobierno de coalición y la izquierda en general) parece, sin duda, una operación política y una reorientación de T5 a la derecha. Las últimas informaciones aseguran que los informativos quedarán fuera de este giro.

Se ha producido, así, un cierto movimiento de solidaridad con este programa de «rojos y maricones» (Jorge Javier Vázquez, su alma mater, dixit). Ana Rosa es letal a corto plazo para la izquierda, pero «Sálvame» ha sido un veneno lento para la sociedad española. T5 durante años ha creado una burbuja autorreferencial. con personajes y situaciones creados en el programa que llenaban horas y horas de programación. Millones de personas han vivido en esa burbuja, fuera de la realidad, entonteciéndose cada día.

Los estudios académicos han analizado la importancia de las televisiones de Berlusconi en su éxito político. Habría que estudiar el papel de la televisión basura y, en concreto de «Sálvame» en la desmovilización política de los españoles.

Yo, por mi parte, no derramaré ni una lágrima por «Sálvame».