El beso de Doisneau no miente


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Los carniceros melómanos, Robert Doisneau, 1953

En el París de Robert Doisneau suena La Vie en Rose y huele a vino peleón y pastis. No es la capital del glamour, sino una urbe popular que la mirada de Doisneau humaniza.

Recorriendo la retrospectiva que se muestra en la madrileña Fundación Canal (hasta el 8 de enero), podemos oír la música populachera del cabaret y oler la humanidad de sus camerinos; oler a tinta y tiza de escuela y hasta, ¿por qué no?, deleitarnos con el aroma de los panecillos de Picasso recién horneados.

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Los panes de Picasso, 1952

Más allá de los sonidos y olores Doisneau nos entrega miradas. La mirada oblicua del marido hacia un desnudo en el escaparate de un anticuario; la dignidad de la mirada de los viejos porteros en su humilde vivienda; los siempre penetrantes ojos de Picasso; la mirada de soslayo del gendarme, que sin perder la posición no sabe si mirar a un manojo de globos o las piernas desnudas de una joven; la mirada de reojo del niño que copia del trabajo del compañero; la mirada pícara de la operaria del taller de Lanvin. Y, desde luego, la mirada del trabajador que llena su soledad con esas criaturas de ensueño.

 

 

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Criaturas de ensueño, Robert Doisneau, 1952

Mucho se ha discutido sobre su obra más emblemática, El beso ante el Ayuntamiento. La foto pertenece  a una serie encargada por Life, que le dio fama y acceso a las grandes publicaciones y a los trabajos publicitarios. En 1988 una revista francesa buscó a los protagonistas y los encontró, pero resultó que en 1950 eran dos jóvenes actores que posaron para el fotógrafo. La mujer demandó a Doisneau y aunque perdió el juicio, el asunto amargó los últimos años del fotógrafo. Porque resultaba que lo que durante tres décadas había sido el icono de un amor espontáneo terminaba siendo un posado.

 

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El beso del Ayuntamiento, Robert Doisneau, 1950

A veces se pone esta escena como ejemplo de la falsa verdad de la fotografía o como un caso de manipulación. Desde luego lo sería si se tratara de una fotonoticia, pero no es el caso. La imagen es verdad: en pocas ocasiones se muestra una entrega tan natural de dos enamorados, enmarcados en una atmósfera que ignoran y les ignora. Es la verdad del primer amor. Es la verdad de April in Paris. Es la verdad de Doisneau.

 

 

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