
Cuando vi esta foto publicada en El País sentí que era necesaria una reflexión sobre la banalidad del mal.
Ya he reflexionado aquí sobre la degeneración civilizatoria de los últimos años: si en 1945 se dijo «Nunca más», ahora se repiten los crímenes y el odio que pensábamos superados.
¿Cómo es posible que los nietos de aquellos que estuvieron a punto de ser exterminados estén desarrollando el genocidio del pueblo palestino y anuncien ahora una «cuidad humanitaria», en la que los palestinos serán «voluntariamente» confinados, un «gueto«, que como los nazis del este de Europa parece el anticipo de los campos de exterminio?
Y causen tanto daño como para truncar la vida y la ilusiones de esta muchacha, en nombre de su seguridad y la lucha contra el terrorismo, cuando lo que hacen es exterminar a un pueblo para construir un «estado hebreo puro» sobre la «tierra santa» que les entregó Yahvé .
La UE, la Europa de los valores. ante el genocidio, ni siquiera se pone de acuerdo en denunciar el acuerdo de asociación con Israel, que exige el respeto a los derechos humanos.
¿Cómo es posible que en la civilizada Europa se cace al inmigrante que huye de la persecución y solo quiere una vida mejor y pone a flote nuestra prosperidad? Además de malvada se trata de una conducta estúpida. Sin ellos nuestras economías colapsarían; pero con papeles o sin ellos, son seres humanos con derechos inalienables. Y ahora de los discursos de odio estamos pasando a la violencia física. Y muchos medios convierten en espectáculo esa violencia.
Es sabido que la filósofa Hannah Arent construyó su concepto de banalidad del mal después de seguir para The New Yoker el juicio en Jerusalén contra el criminal nazi Adolf Eichman. Secuestrado por el Mosad en Argentina, el juicio tuvo una enorme resonancia. Arendt no ve en el él un malvado demoniaco, sino un tipo vulgar, sin conciencia del mal causado y solo orgulloso de haber cumplido las normas; un tipo «banal» que ha cometido los mayores crímenes porque había renunciado a cualquier forma de pensamiento crítico.
Esta idea enlaza con sus ideas de cómo una sociedad democrática puede convertirse en una sociedad autoritaria a través de la mentira. El que miente muchas veces no busca que creamos su mentira (Trump diciendo que los inmigrantes se comían las mascotas en Springfield ) sino que no creamos en nada. Hace un siglo, Arendt describió técnicas semejantes a la saturación de mierda de la extrema derecha en las redes sociales. En este gif de Instagram están resumidas sus ideas (aquí tres capturas)
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Sin pensamiento crítico, cualquiera puede ser ejecutor del mal. Para colmo, la adicción a las pantallas. sobre todo entre los más jóvenes, hace muy difícil la concentración y el desarrollo de cualquier idea. Además, en nuestro cerebro operan múltiples sesgos cognitivos, condicionados por la clase social y la tradición. Estos prejuicios son la ventanas por las que se cuela el pensamiento acrítico, las mentiras, las medias verdades, la desinformación.
En un telediario vi los alegatos finales de un juicio por violación y asesinato. El defensor alegaba el carácter psicótico de su defendido; la fiscal contestó contundentemente: «el mal existe». El problema del mal ha sido central en la teología cristiana. No puedo admitir que exista un mal, manifestación de una realidad diabólica ; aunque algunos criminales así puedan reivindicarlo (por ejemplo, la familia Mason). Creo que la raíces del mal están en la estupidez, el narcisismo, el egoísmo, la animal pulsión territorial, el miedo. En Trump se suman el egoísmo y el narcisismo. En el racismo, la pulsión territorial, el miedo al diferente.
Es difícil luchar contra la presente banalidad del mal. Lo más sencillo es no difundir informaciones sin contrastar en las redes sociales y evitar actitudes sectarias. Apoyar campañas en favor de los derechos humanos, como la que pide el nobel de la paz para Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los derechos humanos en Palestina(quí el enlace para firmar la petición). Es improbable que salga adelante porque Israel vetará la iniciativa. Y quien pueda que genere contenidos en favor de los principios del Estado Social y Democrático de Derecho. No dejemos que las ONGs mueran por falta de fondos o voluntarios.
No nos dejemos vencer por el mal banal, pensando que es menos dañino.



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