Enseñar el periodismo


Debate bronco ayer en el Laboratorio de Periodismo de la Asociación de la Prensa de Madrid. Siempre es polémico el tema de la enseñanza del periodismo, inextricablemente unido al del estatutus jurídico y la situación laboral de la profesión. Pero en esta ocasión se polarizó en torno a un artículo de Carlos Díaz Güell que cuestiona de modo absoluto los estudios universitarios de periodismo y de modo particular los que se desarrollan en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense.

Invitados al debate el autor del artículo y la decana Carmen Pérez de Armiñán el choque estaba asegurado. Pues el artículo, que destila mala baba, recurre a argumentos ad hominem poco elegantes y a métodos tan poco rigurosos como someter las asignaturas del plan de estudios a la evaluación de tres anónimos periodistas.

Más allá del agrio enfrentamiento se manifestaron dos tendencias sobradamente conocidas. Para unos el periodismo es un oficio que se aprende en la calle y en las redacciones (la cita a García Márquez es recurrente) y la formación universitaria sólo añade especialización (jurídica, económica, científica). Para otros, los periodistas necesitan una formación universitaria que le de un conocimiento global del mundo y su profesión y unas técnicas para comunicar.

En el cuestionamiento de las enseñanzas universitarias coincidieron, además de Díaz Güell, algunos periodistas y muy especialmente Antonio Rubio, director del máster de El Mundo, quien dijo que prefería seleccionar a universitarios de otras carreras antes que a licenciados o gradudados en periodismo, con la lógica indignación de los estudiantes presentes. Soledad Alcaide, responsable del máster de El País, defendió el sistema de los máster de empresa como unos estudios de segundo grado por los que había optado el periódico y la Universidad Autónoma de Madrid. Ambos negaron (entre las protestas de los alumnos) que esos máster fueran un negocio para sus empresas.

En defensa del sistema universitario no sólo se pronunciaron los académicos, sino también buena parte de los alumnos y recién titulados, aunque entre ellos no faltaron críticas a los estudios de la UCM. El maestro Enrique Aguinaga defendió su conocida posición de que el periodismo debe ser una profesión titulada y colegiada (posición contra la que ya me he manifestado sobre su oportunidad y constitucionalidad).

Ya es hora de superar esa dicotomía académicos-profesionales y ponernos juntos a trabajar en mejora la formación de los futuros periodistas.

Personalmente creo que hubiera valido la pena mantener el modelo de los estudios de segundo grado, pues garantizaba una base en una disciplina de ciencias sociales (y, por tanto una especialización ya de partida) y una formación profesional específica. Esta solución no cabe en el actual modelo de Bolonia, pero quizá terminara reviviendo si como se propone el ministerio vamos a un sistema de másters de  tres años y grados de dos años (que debiera de haber sido el sistema elegido, pero cuya inmplantación en este momento descoyuntaría más a la universidad y, con las tasas, actuales impediría a un porcentaje muy importante de alumnos el acceso a los máster).

Los males de los estudios de periodismo son los propios de la universidad española, que mira más hacia dentro que hacia fuera, más hacia la teoría que a la práctica, más a la transmisión del conocimiento que a la adquisición de competencias y habilidades. Lo dije en el debate: formamos más a comunicólogos que a periodistas. Por supuesto, muchos hacemos un gran esfuerzo para que nuestros alumnos hagan prácticas. Puede ser -es- un problema de medios, pero sobre todo de concepción. Resulta prácticamente imposible replicar en la universidad española un entorno profesional. Y aún así, los alummos reciben formación práctica e incluso muchos profesores estimulan la innovación (un ejemplo, Juan Luis Manfredi en este artículo)

No hay una vía para que los profesionales puedan aportar su experiencia a la universidad. La figura del profesor asociado es un fraude. Sí, en su selección el mérito más relevante es la experiencia profesional, pero en realidad su inserción diferenciada en la docencia no está contemplada. El profesor asociado tiene una carga docente que en la mayor parte de los casos es teórica. En realidad, los asociados son la infantería de la universidad, sueldos que no llegan a los 600 euros, obligación de estar de alta en la Seguridad Social y escalón de ingreso en la carrera docente de los jóvenes licenciados. Puedo dar fe que compatibilizar una carrera profesional y una carrera académica es muy duro, casi imposible. Hacen falta instrumentos más ágiles, como la posibilidad de que los profesionales impartan talleres prácticos, pero eso hoy es administrativamente es imposible.

Las quejas sobre la calidad de la docencia son muchas veces justificadas. Hay que decir que la universidad española no controla (si acaso sólo formalmente) ni estimula la calidad de la docencia. Lo único que se estimula y evalúa es la investigación y ello sólo con el parámetro de los artículos publicados en revistas de impacto.

En mi concepción los estudios de periodismo en el modelo de 3 años (grado) + 2 años (máster) debiera estructurarse en capas sucesivas. Grado: primer año asignaturas que den el contexto de nuestro mundo (historia, derecho, economía, relaciones internacionales, literatura); segundo año, asignaturas que den el contexto profesional (derecho de la información, empresa informativa, deontología informativa, teoría de la comunicación, políticas de la comunicación); tercer año, técnicas comunicativas (técnicas de trabajo e investigación, documentación, redacción multimedia, redacción audiovisual). Y los máster de verdadera especialización temática (periodismo internacional, periodismo económico, periodismo cultural, periodismo deportivo, periodismo científico), por lenguajes (periodismo audiovisual, periodismo multimedia, fotoperiodismo) o funciones (periodismo institucional, periodismo de investigación). Es importante concentrarse en lo esencial y romper con la dispersión actual. Y sustituir las optativas por talleres prácticos.

Una queja recurrente es que nuestros alumnos ya no leen periódicos ni ven los telediarios, que no leen libros ni conocen a los clásicos cinematográficos. No es un problema que falle la enseñanza media o la enseñanza universitaria. Es un cambio de paradigma. Nuestros alumnos tienen otros intereses y se informan de otra forma y es tarea de los profesores dar sentido al ecosistema informativo en el que participan.

Debemos de ser exigentes. Todos. Los profesores con los alumnos (muchos protestan cuando se «enteran» de que una asignatura cuatrimestral supone 150 horas de trabajo) y los alumnos con los profesores. Debemos buscar la excelencia, pero la excelencia no es subir el listón del aprobado para intentar regular de este modo el mercado laboral.

(El debate en Twitter puede recuperarse con la etiqueta #LabAPM y visionarse en el siguiente vídeo)

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8 respuestas to “Enseñar el periodismo”

  1. José Luis Says:

    Grandes debates, sin duda, que nos acompañan ya desde hace muchos años, y respecto al que creo que para el ámbito de la comunicación se tenía que aplicar la filosofía de las Ciencias Experimentales, como Medicina, en todos los sentidos: mayor dotación, más infraestructuras, «Mires» periodísticos, etc. Quizá el problema y su correspondiente debate emane de que la comunicación social no es considerada (por algunos) verdaderamente un derecho fundamental, y de que es de una importancia capital para la sociedad, y de ahí la falta de voluntad política.

  2. Paco Audije Says:

    Sí, estoy de acuerdo, el paradigma puede cambiar a diario, pero si esos jóvenes quieren ejercer la profesión deberían considerar que Google no es todo el universo. No ha derrotado todavía a los focos (aún vivos) del anterior ecosistema informativo. Cuando lo haga, lo habrá conseguido, será un hecho. Pero todavía no es sino profecía autoproclamada e insistente.

    Hace 15 ó 20 años ya leí que todos los medios impresos habrían desaparecido en 2015. Y últimamente he visto cerrar muchas salas de cine, pero he visto regresar gente a los teatros. Con los medios, no sé, a lo mejor pasa algo parecido. El neo-tecnologismo es aplastante, mayoritario, pero puede verse obligado a hacer alguna concesión a los clásicos. Quizá quede algún rinconcito libre por ahí. Un lugar para repensar lo impreso o el cine y los telediarios. Como matiz, es importante reiterarlo antes quienes ya no leen libros, ni diarios impresos, ni revistas, ni ven telediarios y, además, desprecian a los clásicos cinematográficos. Eso es bastante bestia, creo yo.

  3. rafaeldiazarias Says:

    Nuestros alumnos no son ningunos zopencos. Siguen las nuevas serie de televisión y las analizan apasionadamente. Les gusta el grafitti y el arte urbano y van a pequeñas salas de teatro. Siguen la información en su teléfono y la discuten en las redes sociales. Pero no han visto «Ciudadano Kane», no han leído «La peste» y no escuchan la radio cuando se levantan por la mañana.

    • tecnoculturas Says:

      Cierto es, aunque supongo que aún con numerosísimas excepciones, en los años 70 la mayoría de los universitarios españoles no habían visto «Metrópolis», leído «En busca del tiempo perdido» ni escuchaban música clásica. Lo que por otra parte, tampoco creo que sea malo; cosas de los tiempos, que diría Hegel.

      Un saludo y enhorabuena por el blog.

  4. Paco Audije Says:

    Escuchar la radio por la mañana puede ser equivalente a seguir la información en los nuevos soportes. Pero también podemos hacer una lista de series «de culto» desde la noche de los tiempos de la televisión. Y asumir que los grafiteros actuales suceden a la cultura underground de hace 40 años. Banksy y Bambi no son Warhol, lo siguen. No hay que sacralizar a ninguna de esas figuras, claro, tampoco a Albert Camus, ni a Orson Wells. Joe Strummer y The Clash fueron tan importantes para mí como Thomas de Quincey. Ahora puedo sentir algo parecido (brillante) al ver la serie «Big Bang Theory» y escuchar los diálogos de su personaje Sheldon (conozco a alguien muy parecido). El problema es el de un cierto acomodo, el de un determinado desprecio o abandono de otras formas; de transmisión del conocimiento, de información o de cultura anterior, y sólo por serlo. Es ese aspecto (de acomodo ideológico) el que critico, no las nuevas vías de la información. La radio por la mañana y el watsapp no son incompatibles. Ni para periodistas veteranos, ni para los que son más jóvenes.

    • rafaeldiazarias Says:

      Hay una paradoja. Consumen poca información en los medios tradicionales, pero las encuestas que les hacemos muestran que confían más en los medios profesionales que en las redes sociales. Al fin y al cabo ya empiezan a considerarse profesionales…


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