La voz de los hambrientos


Jean Ziegler ha puesto fin a su mandato como Relator Especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación con una enérgica denuncia de la hambruna que el alza del precio de los alimentos está ya ocasionando en decenas de países (EFE vía Terra y Google -por cierto, para cuando el acceso directo a la información de la agencia pública- y El País 29-04-08). Ziegler apunta como responsables a los biocarburantes (a los que califica como»crimen contra la humanidad»), a las políticas aberrantes del Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio y a la especulación. Unas horas después, la ONU presentaba un plan de urgencia para hacer frente a la crisis alimentaria.

Ziegler se despide de la primera línea (pasa a ser asesor del Comité Económico y Social de la ONU). Desde hace 25 años este suizo no ha dejado de levantar su voz contra las estructuras internacionales injustas. Lo hizo como diputado en el parlamento suizo por el partido socialista, hasta que sus conciudadanos dejaron de elegirle. Desde su escaño denunció la implicación de la banca suiza en el tráfico ilícito de capitales, lo que supuso romper todo un tabú en su país. Investigó, luego, la connivencia de Suiza con los nazis. En estos últimos años ha defendido desde la tribuna de la ONU hacer efectivo el derecho a los alimentos para toda la humanidad. Puede que a veces sus manifestaciones resulten poco matizadas, pero es el grito que surge de un corazón agraviado por la injusticia.

Tuve el honor de entrevistar a Ziegler hace unos diez años, cuando publicó en España «El oro nazi» (Ed. Planeta). La obra reconstruye la relación de la Alemania nazi con los banqueros suizos y sostiene la tesis de que sin sus servicios -divisas a cambio del oro y las riquezas expoliadas por todo Europa)- la guerra habría terminado mucho antes. En el libro se narra un episodio emocionante. Una tormenta de nieve paraliza un tren en el pueblo de Ziegler, Interlaken. Cuando los vecinos van a socorrer a los ferroviarios atrapados, el vendaval levanta una lona y muestra el cargamento, armas con destino a Alemania. Ziegler, un adolescente, inquiere a su padre, un juez defensor de los valores de la democracia helvética, cómo era posible que Suiza, ese santuario democrático, fuera lugar de tránsito para esos cañones y ametralladoras. Su padre se echó a llorar y esa imagen acompañará siempre a Ziegler y le hará cuestionarse los valores establecidos.

Echaremos de menos su voz.

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