Haití: construir/destruir un país


Haití ya no existe- nos dicen las crónicas. El terremoto ha borrado al país del mapa.

En realidad Haití como estado no existía tampoco antes del seísmo. Desde 2004 allí se desarrollaba una de las experiencias de eso que en la jerga diplomática se llama «countrybuilding»: una fuerza de Naciones Unidas que, teóricamente, garantiza la seguridad + programas estatales de asistencia al gobierno + ayuda humanitaria a la población por parte de ONGs.

El experimento no era desde luego un éxito. El estado haitiano, como ha puesto de relieve la catástrofe, seguía ausente. Lo único logrado era una cierta seguridad fuera de los barrios-miseria como Cité Soleil y una asistencia a la población, completamente dependiente de la ayuda exterior. La acción de algunas ONGs había favorecido una cierta organización de la sociedad civil, pero la mayor parte de Puerto Príncipe estaba controlada por bandas, últimamente al servicio de narcos mexicanos y colombianos, que habían tomado la isla como plataforma de distribución de la droga a Estados Unidos.

¿Por qué Haití no existe como estado?

Haití nació como el primer país independiente de América después de Estados Unidos, en 1804, como la república negra de los antiguos esclavos. El siglo XIX estuvo marcado por la lucha entre una minoría mulata dominante y la mayoría negra. En 1915 Estados Unidos invade Haití, que ocupa hasta 1934 y mantiene bajo control fiscal hasta 1946. Desde 1956 hasta 1990 la sangrienta dinastía Duvalier y sus epígonos militares… En 1990 el sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide suscita un movimiento de esperanza y la avalancha (Lavalas) le convierte en el primer presidente democrático. Derrocado y restablecido por Estados Unidos, gana un segundo mandato del que es desalojado por una rebelión. Para entonces Aristide se ha convertido en una caricatura de si mismo: ya forma parte por matrimonio de la oligarquía mulata -él, negro como la pez- y asienta su poder en las bandas populares. Estados Unidos vuelve a intervenir y sus tropas son relevadas por una fuerza de la ONU con gran protagonismo brasileño. René Preval, una persona bienintencionada, pero débil, antiguo colaborador de Aristide, es el líder esencial de esta última etapa.

Esclavitud, exclusión, superstición, dictaduras, matanzas… Y liberalización económica que expulsa a los agricultores empobrecidos de sus campos y les hacina en Puerto Príncipe.

Lo que ocurre en Haití demuestra que sin estado, sin instituciones, sin sociedad civil no queda más que la lucha de todos contra todos.

La ayuda llega, pero no se reparte o se lanza desde el aire como hace Estados Unidos -¡botellas de agua arrojadas desde aviones¡. Líderes y autoridades extranjeras se dejan caer por Puerto Príncipe, con su corte de escoltas y periodistas, en un carnaval obsceno. Periodistas que se quejan en directo de no poder ducharse…

Parece que no se han aprendido las lecciones del tsunami. Como entonces, poderosas ONGs compiten sobre el terreno, duplicando o triplicando recursos. ¿A quién se entregará luego la ayuda? ¿Se irá por el sumidero de la corrupción?

Para reconstruir (mejor sería decir construir) Estados Unidos se dispone a aplicar la solución militar. La ocupación por los marines del territorio para crear islas protegidas. Y facilidades para adoptar. ¿Qué quedará del país si pierde a sus niños? Europa y la ONU buscan soluciones diplomáticas que parecen lentas y ajenas a la realidad.

¿Cómo construir un país en estas condiciones? La respuesta más sencilla es un protectorado internacional. Quizá sería una alternativa durante un muy corto plazo, hasta que se normalizara la situación humanitaria. La única solución debe venir de los propios haitianos, de su autoorganización, de la aparición de nuevos líderes forjados en la catástrofe.

Como se demostró en Copenhague, la humanidad no encuentra los mecanismos para afrontar los desafíos de los que depende nuestra supervivencia. Haití pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de instituciones mundiales que puedan actuar con autonomía de los estados para auxiliar y ayudar a crear un estado, sin el que la vida civilizada es imposible.

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