Incendios y emergencia climática


Bombero luchando contra el fuego en Chandrexa de Queisa, Ourense. Fuente la Región.

En vísperas de la Vírgen de Agosto («ferragosto» en Italia) en lugar de celebrar las fiestas del fin de la cosecha el Mediterráneo arde.

En Francia, en el sur en el departamento de Aude ha registradoel peor incendio en 50 años. En lugar de escuchar los cohetes de la fiesta lo que predomina son los sonidos de sirenas y helicópteros.

En España hay una decena de incendios de mayor magnitud, que han destrozado infraestructuras (el tráfico ferroviario entre Madrid y Galicia se ha interrumpido un par de veces), el fuego ha entrado en pueblos de León, ha afectado al paraje natural de Las Médulas. 120.000 personas han tenido que ser desalojadas de sus hogares.

Sin descartar pirómanos o imprudencias parece que esta cadena de incendios no puede ser casual. Tampoco vale decir que las administraciones no limpiaron el monte en invierno.

Algunos de estos incendios se han producido donde la especulación ha invadido el paraje natural: Soto de Viñuelas y sierra de Tarifa en Cádiz.

Los incendios de las dos castillas y Extremadura se han producido en la España vaciada, donde en el monte ha dejado de ser ramoneado por las cabras, el mejor método de mantenerlo limpio de combustible. El abandono de los cultivos ha permitido el desarrollo del monte bajo, altamente inflamable.

Las lluvias extraordinarias de primavera y las olas de calor del verano han sido las condiciones propicias para estos incendios de sexta generación. Con varios frentes y gran velocidad de avance con grandes vientos cambiantes y que por el enorme calor producen pirocúmulos explosivos, que propaga el fuego más allá de los frentes activos.

Es imposible tener un dispositvo que luche contra estos incendios, sobre todo si en un comunidad se dan tres o cuatro al mismo tiempo; y en todo el país una decena.

En nuestro estado federal imperfecto, corresponde a las comunidades afrontar las calamidades naturales, como fuegos o inundaciones. Pero cada vez parece más necesario establecer mecanismos superiores de coordinación y no enzarzarse de nuevo en el»y tú más».

Zapatero creó la UME y fue muy criticado: poner a los militares a apagar fuegos era «romper España». Y ahora es el momento de que los recursos de las comunidades, soobre todo cuando son contiguas, deben ser coordinadas estatalmente.

Desde Joaquín Costa los ingenieros de montes han hecho una muy apreciable gestión, luchado contra el arrastre de los terrenos y evitando inundaciones. Pero se abusó sobre todo durante el fraquismo de pinos y en Galicia por intereses madereros de lo eucaliptos, ambas especies altamente combustibles.

Está claro que las olas de calor, las sequías y las grandes precipitaciones fuera de temporada van a ir a más. Los recursos de extinción no puedes ser infinitos. Hay que gestionar el territorio; no consentir la urbanización en zonas naturales; en el caso de los pueblos crear cortafuegos y otras defensas. Y emplear los dineros de la PAC, que ahora será gestionada en programas nacionales en renaturalizar zonas rurales y crear recursos para los pequeños agricultores y ganaderos, más allá de crear una casa rural y dejar de financiar a los latifundistas.

Las olas de calor volverán cada vez más frecuentemente. En la ciudad parece que la única defensa es el aire acondicionado, que recalienta la atmósfera y eleva el gasto de electricidad. Ahora mismo en Francia hay una polémica en Francia entre Lepen que propone generalizar el aire acondicionado y el partido ecologista que propone adaptar los edificios para que se produzcan corrientes naturales. Puede que las adaptaciones de los edificios no sea posible, pero los ayuntamientos pueden multiplicar la plantación de árboles y zonas verdes, incluso jardines artificiales en las azoteas y así bajar algún grado.

Quien diga que «en en agosto siempre ha hecho mucho calor» es un suicida, que no quiere ver una realidad en la que nos jugamos nuestra supervivencia.

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