Las maras, un caso de globalización


Llega desde Honduras la noticia esperanzadora de una tregua declarada unilateralmente por las maras Salvatrucha y Barrio 18. Doblemente esperanzadora, porque a diferncia de lo ocurrido en El Salvadorel pasado año, en este caso las organizaciones criminales no parecen haber pactado con los poderes públicos mejoras de régimen carcelario sino que piden medidas de reintegración social.

Nadie sabe cual puede ser el desarrollo de este proceso de pacificación en Centroamérica, sin paragón desde las guerras de los ochenta. En El Salvador sin duda los asesinatos se han reducido drásticamente, pero continua la extorsión y no se conocen las concesiones relamente realizadas por el estado. El problema sigue siendo la marginación, la falta de alternativas. Sin ellas -decía el obispo Colindres, negociador de la tregua- no se puede esperar que las bandas dejen de extorsionar.

Estas treguas son las paces del siglo XXI: organizaciones delincuenciales negocian con estados debilitados, con la mediación de las iglesias y otros agentes sociales.

GLOBAL-LOCAL

Es un dato generalmente aceptado que las maras centroamericanas nacen en los 90 a raíz del regreso a sus países de origen de inmigrantes salvadoreños y hondureños, expulsados por Estados Unidos, jóvenes que habían formado parte allí de las pandillas criminales y asumido su cultura marginal.

La cosa es más complicada. Las pandillas a las que jóvenes centroamericanos, que huyendo de la guerra, se suman en los ochenta en las calles de Los Ángeles (la mara Barrio 18 toma su nombre de esta calle de la capital californiana) eran ya un fenómeno asentado. Habían sido creadas por chicanos, inmigrantes de segunda generación, que buscan su identidad y defensa en sus barrios marginales, hibridando su cultura mexicana con la cultura juvenil norteamericana, especialmente de los afroamericanos, rivales y modelos al tiempo.

De regreso a casa reproducen y adaptan esa cultura a la nueva realidad centroamericana: cese de los conflictos bélicos, falta de integración de los desmovilizados, pobreza y desigualdad, cultura secular de la violencia. En Honduras, el Salvador, Guatemala… las maras (parece que de marabunta) hacen metástasis en clikas, pandillas locales, absolutamente territoriales, pero que participan de la cultura y espíritu de su organización madre, a cuyos dirigentes obedecen.

Y a su vez estas redes nacionales mantienen vínculos con las organizaciones madre de Estados Unidos. El dinero de la droga es el fluido vital que conexiona a todas estas redes, desde lo local a lo transnacional, y desde Los Ángeles se deciden los grandes «business».

Un fenómeno que, a otra escala y con otras características, guarda gran semejanza con la replicación de bandas latinas juveniles en España entre inmigrantes juveniles ecuatorianos y dominicanos, principalmente.

Este es el esquema global-local a lo largo del tiempo:

Años 50-60 –> Inmigración mexicana a EEUU.

Años 70 –> Bandas juveniles de chicanos de segunda generación

Años 80 –> Guerras en Centroamérica –> Inmigración a EE.UU –> Integración jóvenes centroamericanos en bandas juveniles

Años 90 –> Procesos de paz en Centroamérica –> Expulsión delincuente juveniles –> Replicación en Centroamérica de las maras / Inmigración latinoamericana a España –> Replicación en España de las bandas latinas

Años 2000 –> Clikas de barrio –> Maras nacionales/regionales –> Lazos transnacionales

CULTURA Y TRATAMIENTO INFORMATIVO

Las pandillas juveniles ofrecen en los barrios pobres de todo el mundo un marco de integración e identidad, muchas veces alternativo a la familia y concretado en la lealtad absoluta al grupo. Su cultura se manifiesta en una música, que enaltece al grupo y ensalza la violencia, en la ropa y, en el caso de las maras, en el propio cuerpo. Los tatuajes y cicatrices son signos de identidad personal, reconocimiento grupal… pero también estigmas indelebles de marginación.

Entre la ingente literatura académica no son pocos los autores (ver fuentes más abajo) que ponen de manifiesto como el tratamiento mediático no ha hecho más que retroalimentar la marginación y el miedo de la población. Según esta tesis, las maras expresan una violencia que se remonta a la colonia y que ha servido al control social: si antes el enemigo era el comunismo, ahora el enemigo son las maras. En España no han faltado reportajes que se han quedado en el puro morbo.

Entre los mayores esfuerzos por entender el fenómeno está el del periodista Christian Poveda, autor del documental «La vida loca» (insertado al final de este post). Poveda, que había logrado la confianza de estas bandas, terminó asesinado en extrañas circunstancias.

Escuchar e intentar comprender es el primer paso para la paz. Pero sin justicia e integración las maras se mantendrá en segundo plano, quizá se hagan más respetables, pero los pueblos no tendrán futuro.

FUENTES

Martel Trigueros, Roxana (2006): «Las maras salvadoreñas: nuevas formas de espanto y control social», ECA, Nº 669: 957-999. (PDF)

Savenije, Win (2002): «Pandillas y maras: señas de identidad», Envío. (PDF).

Urbina Gaitán, chester (2009): «Maras, identidad juvenil y represión cultural en El Salvador», Rev. de Ciencias Sociales 126-127: 25-31. (PDF)

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3 respuestas to “Las maras, un caso de globalización”

  1. Matesa Says:

    Antes de que olvide para qué escribo, os recomiendo el documental «One dollar: el precio de la vida». Me invitaron a verla para que la comentara en una revista de…urban culture, ya sabéis, hip-hop y todo eso. Y me sobrecogió, aunque por aquí cerca no lo estoy viendo ya tan lejano, y no solo hablo de la «tradición» latina. «One dollar…» pinta todo este escenario en Ciudad de Panamá. Tal cual está aquí escrito, pero en escalofriante carne y hueso. También quiero decir que, lamentablemente, tengo escasa o nula confianza en estas paces. Los códigos, desde musicales hasta indumentarios, de estos grupos, son la liturgia, Dios y todo el santoral para otros grupos odiosos (entre ser secuestrada por una mara o por los Kikos no sabría yo qué preferir, o al menos me llevaría un rato saberlo). Al fin y al cabo, en las maras encuentran muchos, no solo una familia, sino la justicia que por otro sitio no aparece y si lo hace es para empapelarlos a ellos; la virilidad, esa idea que sustituye a tantos miedos y fantasmas; la venganza contra todo y todos los que están contra ellos (que no es, por desgracia, paranoia suya), que en solitario no podrían ejercer…Tampoco creo que en los gobiernos y parlamentos de los países azotados por las maras haya más interés en destinar fondos a la reinserción que a las cárceles, por más que las llenen las maras. No me lo creo. Pero boh, no me hagáis caso! Es que, y pido perdón por ello, creo que soy muy influenciable o poseo una empatía enfermiza, además de sentir una rabia justiciera permanente por el orden de las cosas. Y eso, la rabia como origen, es lo que más cuesta entender para entender el «fenómeno» de las maras. Un fenómeno…para el observador, que, hay que darse cuenta, él mismo es un fenómeno. Imaginaos cómo será sentirse estudiado y que te quieran reparar unas personas (malas) sentadas en despachos y salas de juntas que nunca han echado una ojeada fuera de su propio ombligo. Y que te quieren salvar…para que tengas la misma oportunidad que ellos de corromperte pero sin tatuajes? O que hagan lo propio los intelectuales, los profesionales sociales y sanitarios (buenos), mientras te preguntas qué coño de interés despiertas si solo estás viviendo tu vida de la manera que sabes.
    Y si las maras no son un «fenómeno» sino una figura social nacida, como tantas, para arraigar, permanecer y «normalizarse»?
    Bueno, insisto en «One dollar…..»

    • rafaeldiazarias Says:

      Gracias Matesa. Yo tampoco confío mucho en estos acuerdos. No sé si lo que hay detrás es el intento de los jefes de hacerse honorables y seguir aprovechándose de la red delincuencial. Os dejo el enlace a One dollar: el precio de una vida, que no he visto.

  2. rafaeldiazarias Says:

    Añado aquí las observaciones que me ha enviado Lola Albiac, que tarabajó como periodista en Centroamérica durante muchos años y es buena conocedora del fenómeno de las maras, y a la que agradezco sus comentarios.

    Matices:
    — En cuanto a la historia, las primeras pandillas en EEUU no fueron las chicanas, sino las boricuas (emigrantes de origen puertorriqueño). Si nos ponemos exquisitos, en realidad a comienzos del XX fueron los irlandeses en NY ( versión Hollywood, Gans of New York), que dieron lugar a las de los negros durante toda la época de la segregación que, a veces uno se olvida, duró hasta los 60´s. Los latinos, primero Puertorriqueños, luego Mexicanos (70´s) y los centroamericanos (80´s) surgieron como forma de identidad, y también autodefensa frente a los negros, y al racismo blanco.

    — Sobre el retorno, tienes toda la razón, casi nadie lo dice pero ese es el origen, la marabunta de deportados de EEUU a comienzos de los 90 (hay unos datos espectaculares de un colega norteamericano). Justo cuando se acababan las guerras, había muchos antes armados –soldados, policías y guerrilleros- a insertar, etc…
    Pero en esa lista, no incluyes un asunto crucial que solo se podía/puede percibir desde allí: deportaban a jóvenes crecidos en USA, que hablaban solo inglés, que a veces no tenían ya familia cercana en unos países que, serían los de sus padres, pero de los que no sabían nada…(fue mi gran hallazgo en el segundo o tercer reportaje que hice), y lo que desde el punto de vista de seguridad es mas crucial: el FBI no remitía sus expedientes delincuenciales ni carcelarios, para gran cabreo de nuestros policías que asesoraban la reorganización de los nuevos cuerpos civiles de seguridad en El Salvador y en Guatemala.
    —-
    Un ángulo que no abordas, y que es interesante porque influye tanto en el enfoque de los medios como en la percepción del público, es el cultural.

    Tu mejor que yo sabes lo crucial que ´fue la película, West Side History….y desde ahí hasta el “Living la vida loca”, de Ricky Martin (ésta canción, una concesión gratuita a darle glamour en Latinoamérica a un asunto que ya era muy duro en el norte de Centroamérica).

    Solo una cosa mas, la primer pieza sobre las pandillas en CA la hizo RTVE (a veces, no nos ponemos suficientes medallas). La filmé en bruto yo (y asistí a la muerte de uno de los entrevistados un rato despuñes) y la editó Vicent Sanclemente, entonces corresponsal en la región. No recuerdo el año. El reportaje que hice con ese mismo material, a Cambio 16 no le pareció interesante, e Interviú no lo quiso publicar porque Ricky Martin daba un concierto y pedía por favor que se acallaran las criticas sobre su canción, o solo lo publicaban si quitaba esas referencias. Para la radio (RNE/REE) no era factible como nota.

    El dato de los deportados es revista Insing; periodista, Steven Andley entre 2001 y 2010 129 mil 726 criminales convictos, de los 779 mil LA deportados –lo que debe incluir a los mexicanos, ademas de centroamericanos-. Es decir, con antecedentes, y/o condenados, el 90% deportados al “triángulo Norte”, es decir, El salvador, Honduras o Guate. (Aunque este dato, no incluye qué porcentaje de los deportados la segunda mitad de los 90´s tenía antecedentes, y fueron también mucho)


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