¿Cómo parar la carnicería en Libia? La posibilidad de intervención militar se discute en las cancillerías y estados mayores, está en el orden del día de las organizaciones internacionales y se debate en los medios. Una intervención inmediata, con respaldo de la ONU, es más que improbable, pero en una situación de guerra civil la intervención terminará produciéndose con el apoyo a uno y otro bando.
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El fiasco de las intervenciones humanitarias
No ha habido operación militar en la historia más publicitada que el desembarco de los marines en Somalia en la navidad de 1992. El Consejo de Seguridad había autorizado una limitada operación militar para repartir alimentos a una población víctima del caos que siguió al derrocamiento de Siad Barre.
Ya que nada se hacía en los Balcanes, Butros Gali y un saliente presidente Bush padre se pusieron de acuerdo para salvar la cara con una intervención «humanitaria» en el Cuerno de África. En pocos meses, los norteamericanos eran una facción más de la guerra de clanes somalí. Las imágenes del piloto del Black Hawk arrastrado por las turbas fue un trauma para los norteamericanos y una de las razones por las que Clinton cerró los ojos al genocidio de Ruanda.
La presencia en Bosnia de cascos azules de la ONU para proteger el envío de ayuda humanitaria (y luego ciertas zonas civiles) fue una misión peligrosa, heroica a veces, pero ineficaz e hipócrita (alimentar a quién en el siguiente minuto podía morir por los disparos de un francotirador o un obus). Pasaron muchos meses de diplomacia fallida y decena de miles de muertos civiles para que la OTAN aplicase una especie de prohibición de vuelos a los serbobosnios y bombardeara sus polvorines, en un gesto más de advertencia que de acción militar decisiva. En el campo de batalla pesó más la ofensiva de los croatas (Operación Tormenta) armados por Alemania.
Cuando paramilitares serbios lanzaron una campaña de limpieza étnica en Kosovo comenzó el baile diplomático, acompañado de amenazas de Estados Unidos y sus aliados. Al final, la OTAN tuvo que intervenir para salvar su reputación, amenazada por el desafío de Milosevic. La campaña de bombardeos sobre Serbia y Kosovo no fue autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU. La intervención paró un genocidio, pero permitió gravísimos crímenes contra los civiles serbios. Hoy, al frente del gobierno de Kosovo se encuentra el jefe de la mafia que pudo desarrollar una campaña de asesinatos de prisioneros para traficar con sus órganos.
Condiciones para una intervención legítima
Conforme a la Carta de la ONU cuando un estado pone en peligro la paz internacional, la comunidad internacional puede intervenir dejando en suspenso el principio de soberanía. El Consejo de Seguridad puede advertir, sancionar y ordenar una operación militar, en el marco del Capítulo VII de la Carta.
¿Cuándo se pone en peligro la paz? ¿Sólo cuándo se amenaza a los vecinos? ¿O también cuándo se esclaviza y masacra a los nacionales? El concepto clásico de amenaza a la paz se ha ampliado en los últimos años con el de responsabilidad de proteger. Todo gobernante tiene la responsabilidad de proteger a su población frente a la violencia generalizada, la limpieza étnica, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra o genocidio. Si no lo hace, la comunidad internacional tendrá que asumir en sus lugar esa responsabilidad, limitando la soberanía nacional para detener proteger a la población.
El concepto, promovido por un grupo de diplomáticos occidentales reunidos en torno al exministro de exteriores canadiense Garreth Evans en Crisis Group, es cuestionado por aquellos que temen que bajo la capa de este principio se legitime la intervención neocolonial de las grandes potencias. Pese al escaso entusiasmo de Rusia y China, el principio fue aprobado por la Cumbre Mundial de 2005 y convertido en vinculante por una resolución del Consejo de Seguridad de 2006.
Los principios que rigen una intervención que invoque este principio son Causa Justa, Intención Acertada, Último Recurso, Medios Proporcionales, Perspectivas Razonables y Autoridad Apropiada. Sin desmenuzar cada uno de ellos resulta claro que sólo pueden considerarse legítimas aquellas medidas que sean autorizadas por el Consejo de Seguridad.
La reacción internacional
En el caso de Libia el Consejo de Seguridad ha actuado con mayor celeridad y consenso de lo que es habitual en una crisis de estas características. La adopción por una unanimidad de una serie de sanciones, como la congelación de fondos y, sobre todo, el envío del caso al Tribunal Penal Internacional no tienen precedentes.
Estas medidas pueden tener efectos a largo plazo en el caso de un régimen que viole sistemáticamente los derechos humanos, pero son de una eficacia muy limitada en situaciones de urgencia.
Estados Unidos ha esgrimido como amenaza fundamental la prohibición de vuelos militares o imposición de una zona de exclusión área. Se justificaría en los bombardeos de Gadafi a la población civil. El Secretario de Defensa, Robert Gates, advirtió que su imposición sería una acción de guerra, que requeriría el bombardeo de los radares libios, lo que pareció enfriar el entusiasmo de los intervencionistas. Luego el presidente Obama circunscribió la intervención a que fuera necesaria para proteger la entrega de ayuda humanitaria -un clásico que nos retrotrae a la guerra de Bosnia.
El caso libio
Libia ha caído en una guerra civil. Ninguno de los dos bandos parece en condiciones de resolver de modo inmediato el conflicto. No estamos ya en una situación de dictadura represiva (a la que Estados Unidos y los europeos dieron su bendición a partir del 2000), sino en una guerra abierta y, por tanto, cualquier intervención supone la toma de partido y convertirse, de una manera u otra, en contendiente.
Rusia y China vetarán en el Consejo de Seguridad medidas como la exclusión aérea. Estados Unidos y la OTAN tendrán que andar solos si lo desean ese camino, pero esa intervención ya no sería legal y es muy discutible que tuviera por si misma un peso en la guerra. En cualquier caso, su ejecución militar no puede ser inmediata.
Los enemigos de Gadafi no quieren un cuerpo expedicionario extranjero. Obama y sus aliados bastante tienen con Afganistán. El fantasma de Somalia, exagerado por los Gadafi, no deja de ser un peligro real. Nadie quiere -por ahora- un desembarco de marines.
¿No habrá entonces intervención? La intervención puede estar desarrollándose ya. Es muy probable que los rebeldes estén recibiendo algún tipo de asistencia militar occidental. Gadafi estará movilizando todos sus recursos para atraer a mercenarios y apoyos tuaregs. Si el conflicto se estanca, quien controle el petróleo tendrá a buen seguro el apoyo de las compañías internacionales.
No habrá una operación de paz de la ONU, pero, como en toda guerra civil, las grandes potencias lucharán por intermediación de los bandos combatientes. Y si Gadafi consiguiera apagar a sangre y fuego la rebelión, Libia (y los libios, de cualquier color o tribu) volverían a ser unos parias, pero el gas y el petróleo volverían a fluir a nuestros coches y calefacciones.
(Otras entradas sobre la responsabilidad de proteger. Ver la llamada de alerta de la International Coalition for the Responsabiliy to Protect.)
Texto adoptado por la Asamblea General en la Cumbre Mundial de 2005
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