¿Europa sin barreras?


Nueve países europeos (los tres bálticos, Polonia, Eslovaquia, República Checa, Hungría, Eslovenia y Malta) se han sumado hoy, 21 de diciembre de 2007, al espacio Schengen, cuyo efecto más evidente es la abolición de los controles fronterizos entre los estados miembros de este ámbito de cooperación reforzada dentro de la Unión Europea. O, en otras palabras, facilitar la libertad de circulación de las personas, una de las libertades sobre las que se asienta la Unión. Las fronteras interiores se disuelven, pero se refuerzan las exteriores con Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Serbia…

El canciller austriaco y el primer ministro eslovaco cortan la barrera fronteriza. REUTERS

Esta foto en la que el primer eslovaco, Robert Fico, y el canciller austriaco, Alfred Gusenbauer, rompen simbólicamente la barrera fronteriza ha traído a mi memoria, en un proceso proustiano, otra catarata de imágenes. En el verano y otoño de 2001 recorrí 5 de estos países (Eslovenia, Hungría, República Checa, Eslovaquia y Polonia) elaborando un reportaje para el programa de TVE «En Portada»: «La Europa que viene» (puede visionarse el vídeo del reportaje) . El equipo viajó desde el Adriático (Eslovenia, Koper) hasta el Báltico (Polonia, Gdansk) y cruzó en aquellas semanas decenas de puestos fronterizos que hoy se hacen trasparentes para el ciudadano. Estas son las imágenes que vienen ahora a mi memoria.

El martirio de las colas y el cuaderno ATA. La mayoría de los pasos tenían gran afluencia y la espera era obligada. Pero el equipo de televisión tenía que tramitar la entrada temporal del material técnico que llevaba consigo. Este material está recogido en un documento expedido por la cámaras de comercio (Cuaderno ATA) y debe ser visado a la entrada y la salida, para vigilar que ese material no se quede ilegalmente en el país. El documento era desconocido por muchos funcionarios fronterizos. El caso más grave ocurrió en el paso entre Eslovenia y Hungría, donde los aduaneros pretendían aplicarnos el arancel como si nuestras cámaras fueran a ser importadas a Hungría, aunque con una tarifa reducida. Fue necesario telefonear al jefe del sector fronterizo, con el que teníamos concertada entrevista al día siguiente, para eludir esta corruptela. Antes de la ampliación y en los años siguientes la Unión Europea ha dedicado importantes presupuestos para actualizar y homologar estas fronteras, pero en aquel momento faltaba todavía mucho por hacer. Los responsables fronterizos nos llevaban a nuevos puestos, recién construidos y remozados, pero la formación de los aduaneros dejaba mucho que desear. La entrada en Schengen ha requerido una cooperación más estrecha, una información en común y una adaptación de los puestos para el tráfico fluído de personas y vehículos, como muestra el siguiente reportaje de Reuters.

La cola de la borrachera del sábado. Tres de la tarde de un sábado de octubre. Paso fronterizo entre Eslovaquia y Polonia. La cola en ambos sentido tiene una decena de kilómetros. Los coches se quedan en la cuneta y los polacos cruzan la frontera cargados de bloques de latas de cervezas, licores y -todo hay que decirlo- bebidas gaseosas. Antes del ingreso, los impuestos eran menores en Eslovaquia que en Polonia. Hoy el paso habrá desaparecido y seguramente los precios equiparados.

La frontera invisible entre República Checa y Eslovaquia. Antes del ingreso de ambos países en la Unión esa frontera ya era prácticamente transparente. Un ejemplo de una separación amistosa, que dolió a muchos checos y eslovacos como si les arrancaran parte de sus entrañas, pero que fue une ejemplo de divorcio pacífico y bien avenido.

El telón de espino. El verano de 1990 el gobierno comunista-reformista húngaro toma una decisión histórica: abrir sus fronteras a los miles de alemanes que huían de la República Democrática y que, de esta manera, pudieron transitar por Hungría con destino a la Alemania Federal. Recuerdo la imagen de los aduaneros cortando la valla de alambre de espino. Ese fue el primer y decisivo golpe en el muro de Berlín. En 2001 entrevistamos a Gyula Horn, el gobernante comunista que tomó aquella decisión y visitamos en la frontera con Austria un pequeño museo de aquella frontera de la Guerra Fría, montado por el dueño de un restaurante en su finca, con restos de torres froterizas, controles, minas y trampas.

Patrullando las fronteras exteriores. De patrulla fluvial con los guardias fronterizos húngaros por el río Tizsa, frontera con Rumanía, o por la raya con Serbia… Rumanía ya forma parte de la Unión y podrá unirse en un par de años a Schengen. Sus ciudadanos ya circulan libremente, aunque en la mayoría de los países, como España, no puedan, de momento, trabajar sino no lo hacen en las mismas condiciones y con las mismas limitaciones que los nacionales de países terceros. Pero, ¿y Serbia?… En la frontera entre Hungría y Serbia, en el lado magiar un par de kilómetros de autopista conducían a un paso recién construido, pero sin servicio, porque al otra lado no había nada, ni carretera, ni paso fronterizo. Entre tanto, miles de serbios y ex yugoslavos se agolpaban en la vieja aduana, intentando regresar a sus hogares de gastalbeiters en Alemania, después de haber pasado las vacaciones en sus pueblos de origen de la antigua Yugoslavia. Hoy, un largo proceso de adhesión es el señuelo para Serbia a cambio de Kosovo.

El mercado Europa en Varsovia. En el antiguo estadio construido para celebrar los diez primeros años de comunismo se monta cada día uno de los mayores zocos del continente. Ucranianos, bielorrusos, rusos, chechenos y un variopinto conjunto de personas del antiguo espacio soviético acuden a Varsovia con mercancias, la mayor parte de contrabando, para vender en ese mercado Europa. La mecánica es la siguiente: un par de amigos piden vacaciones o faltan al trabajo, ponen un dinero en común y llenan su coche de objetos variopintos (desde iconos a condecoraciones, desde pieles a vodka de dudosa procedencia) que pasan de contrabando y venden en Varsovia. Luego, con los beneficios compran en Polonia objetos, sobre todo ropa, que revenderán en su país. Ni que decir que el mercado está controlado por las mafias. Ahora, con Schengen, estos tráficos de los que dependen centenares de miles de personas se verán muy dificultados.

¿Es Schengen el fin de las fronteras en Europa? No, Europa sigue fracturada todavía al este de Polonia, y en el sur, en los Balcanes (y con una isla separada por el Canal en deriva hacia Estados Unidos).

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